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tener por cierto y averiguado que sólo en el arzobispado de Sevilla, entre vivos y muertos y absentes, fueron condenados por herejes que judaizaban más de 100.000 personas, con los reconciliados al gremio de la iglesia, (1). Mariana escribe: "Publicó el dicho inquisidor (Torquemada) edictos en que ofrecía perdón a todos los que de su voluntad se presentasen: con esta esperanza dicen se reconciliaron hasta 17.000 personas entre hombres y mujeres de todas edades y estados; 2.000 personas fueron quemadas, sin otro mayor número de los que se huyeron a las provincias comarcanas, (2). No se olvide que en el año 1489, además del de Sevilla, había otros tribunales del Santo Oficio en Córdoba, Jaén, Villarreal (que se trasladó a Toledo), Valladolid, Calahorra, Murcia, Cuenca, Zaragoza, Valencia, Barcelona, Mallorca y los tres de Extremadura; y en cada uno de ellos solían celebrarse autos de fe cuatro veces al año.

Pasando a otro punto no habremos de negar que Isabel y Fernando realizaron prudente política, publicando las Ordenanzas Reales de Montalvo, incorporando a la Corona los Maestrazgos de las órdenes militares, reformando los tributos, fomentando la marina mercante, organizando el ejército y tomando a Granada (2 enero 1492). Señales eran todas de la radical transformación que se operaba en la nación española.

En el citado año, cuando todo anunciaba bienes sin cuento, un hecho de transcendencia suma vino a nublar el horizonte de España: los Reyes Católicos-no el terrible inquisidor Torquemada, como dicen los cronistas-publicaron el cruel edicto del 31 de marzo de 1492 arrojando a los hebreos de los dominios españoles. ¿Qué número de judíos salieron de España? El cronista Bernaldez dice que unos 170 a 180.000 individuos (3), y Mariana los hace subir a 800.000 (4). El número mayor o menor importa poco; lo que importa consignar es que los Reyes Católicos faltaron a las leyes de la humanidad con la publicación del mencionado edicto.

Posteriormente pelearon nuestros monarcas con una tenacidad rayana a la imprudencia en Italia, sacando de allí, el Gran Capitán, gloria inmarcesible, y los españoles afición a la lengua, a la poesía y a todas las artes italianas.

Dejando a poetas y cronistas que forjen toda clase de novelas alrededor de Isabel la Católica, pues si para los primeros era tanta su virtud

(1) Anal. de Aragón, lib. XX, cap. XLIX. (2) Hist. de España, lib. XXIV, cap. XVII. (3) Reyes Católicos, cap. CX.

(4) Historia de España, lib. XXVI, cap. I.

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