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y deja allí, para bienvenida, la inquisición y la esclavitud» (1).

Si hubo exageración en la pintura de Ercilla y del P. Las Casas, de D. Jorge Juan y de D. Antonio Ulloa; si apenas tiene parecido con el original lo escrito por el autor de la Profesión de fe del siglo XIX, no por eso habremos de negar que algunos o muchos descubridores y conquistadores ni fueron prudentes, ni buenos, ni justos.

Pero, sea más o menos censurable la conducta de aquellos españoles del siglo xvi, prometemos que en la centuria xx nuestras armas serán la azada, el arado, el pico, la sierra, el martillo y el yunque. En el siglo XVI fuimos en busca del misterioso Bellocino y a pediros que nos llenaseis una habitación de rico metal; pero en el xx iremos a labrar el suelo, a edificar la casa, a variar el curso de los ríos, a guiar las aguas del manantial, a derribar el árbol, a tallar el mueble, a cultivar el tabaco, el café, la caña de azúcar y el algodón, a coger el cacao, a buscar la esmeralda; en una palabra, a compartir con vosotros el trabajo y a tomar parte en vuestras alegrías y en vuestras penas. En el siglo xx, en cambio de vuestra protección y ayuda, os recordaremos el Quijote, la condenación más enérgica de nuestras antiguas locuras, y La vida es sueño, el cántico más hermoso de la libertad; y os llevaremos Las nacionalidades, aspiración nueva del pueblo español, y los Episodios nacionales, gallarda y simpática relación de nuestros usos y costumbres.

Las dos manos que vemos en la bandera argentina, no son las dos de aquel país, sino una es la de América y la otra es la de España. Si la obra de nuestros antepasados en el Nuevo Mundo fué de guerra, la nuestra será de paz. Si los españoles que pasaron a las Indias eran-como dice Platón de los espartanos del tiempo de Licurgo más que ciudadanos, soldados acampados bajo tiendas, a la sazón tenemos presente el precepto pedagógico americano que dice: «Si la antorcha de la libertad ha de iluminar el mundo, es preciso que sea con la luz del entendimiento.» La obra que queremos realizar, no sólo será de paz, sino también política, pues pretenderemos fomentar la unión de las Repúblicas latinas entre sí y luego la unión de dichas Repúblicas con la madre Patria. Nada impor

(1) Pell:tan, Profesión de fe del siglo XIX, pág. 355. Tr.

ta que sea grande el espacio que separa á España de América; nada importa el largo tiempo en que han estado separados españoles y americanos. Unos y otros jamás olvidarán una fecha memorable: el 12 de Octubre de 1492.

Buena prueba de ello es la noticia que copiamos a continuación. El Secretario de Estado o de Relaciones Exteriores de la República dominicana, en carta fechada el 20 de Noviembre de 1912, y dirigida a sus colegas de las otras naciones de origen ibero en aquel Continente, recomienda la celebración del día 12 de Octubre, aniversario del descubrimiento de América, como fiesta nacional en todos los Estados ibero-americanos.

He aquí el párrafo de la carta de que queda hecha referencia, que atañe al asunto que nos ocupa:

«

<< Cree asimismo la República Dominicana que las naciones del Nuevo Continente deben perpetuar de un modo que revista mayor gratitud y amor el día inmortal del descubrimiento de América. No sólo con el objeto de honrar de una manera solemne y general el nombre del esclarecido nauta genovés Cristóbal Colón, sino con el laudable propósito de que todas las naciones americanas tengan un día de fiesta común, el Gobierno de la República Dominicana se permite proponer igualmente al de V. E., que ese día, con la denominación que se considere oportuna, sea declarado de fiesta nacional en vuestro país.

Ya mi Gobierno lo ha declarado de fiesta oficial con la denominación de «Día de Colón», a reserva de hacer que las Cámaras, tan pronto termine el receso en que se encuentran, lo declaren día de fiesta nacional» (1).

«La Asamblea Nacional Legislativa de la República de El Salvador,

Considerando: que el 12 de Octubre, aniversario del descubrimiento de América, es una fecha digna de ser conmemorada por todas las naciones de este Continente;

Que varias de estas naciones han decretado día de fiesta nacional esa magna fecha histórica, insinuando la idea de que todos los países americanos tributen en este día recuerdo de gratitud y admiración al descubridor del Nuevo Mundo, Cristóbal Colón,

(1) Unión Ibero-Americana, núm. 4, págs. 6 y 7.

Artículo único. Nacional.

DECRETA

Declárase el 12 de Octubre día de Fiesta

Dado en el Salón de Sesiones del Poder Legislativo. Palacio Nacional: San Salvador a 11 de Junio de 1915.

Francisco G. de Machón, Presidente.-Rafael A. Orellana, primer Secretario.-7. H. Villacorta, segundo Secretario. Palacio Nacional: San Salvador, 12 de Junio de 1915. Publiquese.-C. Meléndez.-El Ministro de Gobernación, Cecilio Bustamante.»

Igual conducta que Santo Domingo y El Salvador han sequido las Repúblicas de Cuba, Chile, Argentina, Uruguay, Honduras, Paraguay, Brasil, Panamá, Guatemala y Colombia.

Trasladaremos aquí lo que acerca de la política española en las Indias dicen D. Francisco Pi y Margall y D. Jacinto Be

navente:

<< Las naciones cultas (de América), escribe el ilustre historiador Pi y Margall, no vacilo en afirmar que, fuera de la religión y de la guerra, tenían mejores costumbres que las de Europa. El Perú, hasta dentro de la guerra, ya que la hacía con más respeto que nosotros a la persona y los bienes de los enemigos. Con nuestro contacto depraváronse todas, en común sentir de los primitivos historiadores de Indias. Bajo la antigua tiranía eran dóciles, trabajadoras, poco propensas a litigios, moderadas en el uso de sensuales deleites; bajo la nuestra, con ser mucho peor, contamináronse de todos nuestros vicios y se hicieron rebeldes, inactivas, pendencieras, lujuriosas.

De las tribus salvajes no me atrevo a formular juicio general de ningún género. Las había rayanas de los brutos y las había que en el sentimiento de la dignidad propia y la ajena igualaban cuando no aventajaban a los pueblos cultos» (1). Del gran dramaturgo Benavente son las siguientes palabras:

Y de nuestra política colonial en las Indias, ¿qué no se habrá dicho? No sería tan tiránica, tan destructora, cuando de ellas surgieron pueblos grandes y libres, orgullo de nuestra

(1) Historia general de América, tom. 1, vol. II. págs. 1.903 y 1.904.

raza. Una política tiránica, opresora, destruye toda posibilidad de emancipación. No habríamos oprimido tanto, cuando de igual a igual, fuertes y triunfantes, pudieron combatirnos y proclamar su independencia.

Yo he visitado alguna parte de la América española, y, con orgullo puedo decirlo, lo mejor que hallé en ella es lo que de español queda allí, pese al cosmopolitismo invasor. Las virtudes de la familia española, esa discreción de la mujer no contaminada de feminismo, que más bien debiera llamarse masculinismo, la generosidad hidalga en los hombres, el trato afable y llano con los iguales, con los inferiores, todas esas virtudes de nuestra raza, la más democrática del mundo, contrastando con la sequedad de los hombres de presa que allí acuden de todas partes, hacen de aquellas hermosas ciudades, que nos recuerdan a las españolas, cuando en los hogares donde aún alienta el espíritu de España se penetra como amigo, ciudades a la americana, cuando después, por sus calles, entre empujones y codazos, ve uno a los otros, a los extranjeros de todos los puntos del mundo, brutales, febriles, codiciosos de bienes materiales...

(1) »

Sin embargo del respeto y admiración que sentimos por Pity Margall y por Benavente, habremos de manifestar que no estamos conformes con la opinión del uno ni con la del otro.

Reconoce el autor de Las nacionalidades que las tribus americanas, lo mismo cultas que salvajes tenían los vicios de la embriaguez, de la lujuria, de la prostitución y del juego. Por nuestra parte diremos que no debe olvidarse cómo el canibalismo se hallaba extendido por toda América de la manera más brutal y fiera, hasta el punto que muchos pueblos del Amazonas declaraban que «preferían ser comidos por sus parientes antes que por los gusanos (2). Asimismo sabemos con toda certeza que unas tribus se contentaban con beberse la sangre del cautivo, otras se repartían en menudos pedazos las carnes del difunto, llegando el refinamiento de la crueldad al extremo de que si no alcanzaba el reparto para todos, cocían algún trozo en agua, distribuyendo luego el líquido con el objeto de que todos pudiesen decir que habían probado en mayor o menor cantidad la carne del enemigo.

(1) Discurso leido en los Juegos florales de El Escorial el 29 de Agosto de 1915. (2) Markham, List. of Tribes etc. (Fourk, Anthrop. Inst. 1895, pág. 233).

También no parece ocioso advertir que la esclavitud era en las Indias más bárbara y repugnante que en los pueblos de Europa.

No negaremos que numerosas tribus indias que poblaban algunos de aquellos dilatados países, ya tuviesen establecida su morada en las heladas regiones de Groenlandia, ya en las riberas de los caudalosos Mississipí y Amazonas, o en los elevados picos de los Andes, aunque no tenían gobierno organizado ni leyes escritas y creían en dioses feroces que se alimentaban de sangre humana, eran dulces, pacíficas y buenas. No negaremos la pureza de costumbres, la sobriedad y el respeto al extranjero de aquellas tribus bárbaras que habitaban en el Gran Chaco o en la Patagonia. Pero habremos de añadir que muchos indígenas fueron taimados y perversos. Ellos pagaron con traiciones los beneficios que recibían de sus patronos, al mismo tiempo que se postraban ante los españoles, que les maltrataban o envilecían. Fueron desleales con los castellanos, que les trataban como hombres; obedientes y cariñosos con los que veían en ellos seres irracionales. No hacían distinción entre sus bienhechores y sus tiranos.

Si llevamos a América--contestaremos a Benavente-nuestra política y administración, nuestra religión católica, nuestro régimen económico, nuestras ideas sobre la hacienda pública, nuestro sistema municipal democrático, nuestras instituciones benéficas, nuestros consulados, nuestras Audiencias y nuestras Universidades, también les llevamos m dos usos y costumbres, ruines pasiones y no pocos vicios. Cierto es que los frailes por un lado y la Compañía de Jesús por otro, cubrieron el suelo de iglesias y de hospitales, los misioneros llevaron la civilización a los países más lejanos e incultos, los artistas de la Metrópoli instruyeron en las Bellas Artes a aquellos numerosos pueblos y los colonos españoles crearon muchas industrias y enseñaron a los indígenas la apertura de caminos y el cultivo de los campos; pero frailes, misioneros, artistas y colonos abusaron de la ignorancia de los indios y les engañaron en los tratos que con ellos hicieron.

Si el gran poeta Quintana, recordando nuestras culpas pasadas, creía vindicar a su patria diciendo:

Crimen fueron del tiempo, no de España,

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