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Pero no es ésta la única mujer que honra con sus hechos la historia de la ciudad. Isabel la Católica tenia a gala, ella lo decía, haber nacido en el legendario pueblo Madrigal de las Altas Torres.

Mas todos estos recuerdos, con el tiempo, se van secando poco a poco para dejar florecer con mayor lozania, las memorias vibrantes de aquella otra mujer escepcional, toda corazón, conocida en el siglo por Teresa Sánchez, que fue "en su mocedad hermosa y aun después de vieja parecía harto bien."

Según pasan los días, la historia de Avila va cobrando ese color oscuro, inimitable, de las pinturas antiguas, viviendo sólo en ese desvanecimiento la figura de la hija predilecta, encarnacion ideal de la mujer española, que en ella vienen a concurrir las virtudes y cualidades todas buscadas por el maestro Fr. Luis de León para la posible perfeccion de la mujer en la tierra. Santa Teresa, en su exaltado misticismo, no dejó de ser ni española ni humana; sus visiones no la enagenaron tanto de los menesteres terrenales que la hicieran olvidarse de ellos para vivir abstraída fuera del mundo. Por eso, monseñor Sega, desconocedor de España como de la violenta impaciencia en que ardían los puros deseos de la Santa, escribía refiriéndose a ella: "femina inquieta y andariega." No sabía ver en el corazón de ascua la continuación ideal realizada de los famosos caballeros andantes que más tarde había de coronarse para toda la vida con el arrojo de Alonso Quijano el Bueno.

"No tengas penas-decía Jesús a la doctora-que yo te daré libro vivo"; y ella pudo leer en el corazón de sus hijas y fué la madre peregrinando por toda España, en cruzada, dejando tras sus pasos un reguero de luz. Sus enemigos no pudieron perturbarla jamás porque sus mismas obras servían para su defensa pues en sus acciones, como en sus escritos, iban hermanados siempre un lado práctico, fácilmente comprensible, muchas veces indispensable para la vida, con un puro ideal. La monja llevaba consigo las dos mujeres de la escritura, Marta y María, cuya rara comunión en un alma, la hacía perfecta en la tierra y comprendida de las gentes. Con esa dualidad continua viviendo en la memoria de todos. Buena parte de su doctrina está viva no sólo en los conventos sino en los campos, en la Castilla de sus andanzas, pero más en Avila,

Allí todo es suyo; aun creemos verla atareada, presurosa, dividiendo su tiempo entre el pensar y el hacer. ¡Lástima que hayan desaparecido los lugares frecuentados por ella! ¿Cual sería de

éstas la casa donde vivió? ¿Porqué se rehizo el convento de la Encarnación donde dejó las vanidades del mundo para tomar el hábito de carmelita? El convento de San José es otro también. Todo ha sucumbido; las generaciones han querido honrar estos santos lugares y, creyendo embellecerlos, no los han respetado. El recuerdo con el tiempo habría puesto en los primitivos lo que no le es dable lograr a la buena voluntad de los humanos. ¿Cual sería la celda de la santa? Si lo supiéramos veríamos ahora entrar en ella el mismo sol que la alumbró, dibujarse en las lejanias las mismas sierras, igual paisaje; recrearíamos la vista en los mismos colores, veríamos alejarse, hasta perderse, los mismos caminos por donde ella anduvo.

Pero quizás su celda daría a un huerto de altas tapias, uno de esos huertos conventuales, cerrados al mundo, que tienen un triste ciprés negro, muy alto, donde en las primaveras viene a cantar un pájaro viajero al que envidian las enclaustradas.

RAMÓN JAÉN

UNIVERSITY OF CALIFORNIA

EL ESPAÑOL EN LA ASOCIACIÓN NACIONAL DE EDUCACIÓN

Por primera vez en su historia la Asociación Nacional de Educación dió al español un lugar señalado en el programa de sus sesiones. Como resultado de ello nos presentamos en Pittsburgh a principios del mes de julio un grupo de maestros neoyorquinos, ansiosos de aprender y curiosos por descubrir lo que del español piensan y dicen los educadores de otras regiones del país. Llevábamos escondida en los rincones del espíritu una sospecha hija de pretéritas desilusiones. Temíamos que, al fin y al cabo, aquello no había de dejarnos ningún sabor en la boca; pero a este temor oponíamos una persistente esperanza, hija de nuestro propio deseo.

Y de todo hubo en la viña del Señor. El programa que aparecía en la carta de invitación que repartió el presidente Lawrence A. Wilkins era interesante, y se desarrolló al pie de la letra. En lo general el desarrollo fué satisfactorio y provechoso. Véase la parte relativa de la mencionada invitación:

"Háseme asignado un lugar en el programa de la sesión matutina del día dos de julio, cuyo tema general será: 'La guerra y los idiomas modernos.' Mi memoria versará sobre 'El español como substituto del alemán para fines de educación y cultura.' En la sesión de la tarde se hablará de 'Las lenguas modernas y el futuro de nuestro país' y en ella alguien disertará sobre ‘La enseñanza del español como un servicio patriótico.' El tres de julio por la mañana los maestros de cada lengua celebrarán sesión por separado; y a mí se me ha encomendado presidir la reunión de los maestros de español, en la cual se estudiará 'El año elemental de español.' He tenido que obrar con premura en la formación de este programa, y por eso he escogido a personas que se encuentran cerca mí, en el Este, para darles tiempo de prepararse. Algunos de los temas que serán desarrollados (todos desde el punto de vista del año elemental), serán: Trabajo oral,' 'Gramática, ¿cuánta y cómo?', 'Organización y obra de los circulos españoles escolares' y 'Expedientes y accesorios empleados en el año elemental.' Algunos profesores de colegios y escuelas secundarias leerán memorias, y los temas quedarán sometidos a discusión general.

"Ahora que la enseñanza del alemán está llegando a cero, la carga de la enseñanza de las lenguas modernas cae pesadamente sobre los hombros de los maestros de lenguas romances, y especialmente sobre aquellos cuya especialidad es el español. ¿Cuál va a ser nuestra linea de conducta? No hay más que una respuesta: Hacer lo posible para mejorar nuestro trabajo y estimular a los maestros de español a obtener una preparación mejor, un conocimiento más completo del idioma y su literatura, y más eficaces métodos de enseñanza.

"De varias partes se nos vigila y estudia. No es fácil nuestra labor. Si hemos de resolver con éxito los problemas que se nos presentan, necesitamos imperiosamente una cooperación consciente y entusiasta de parte de todos los maestros de español."

Esta carta era una exposición franca y clara de la situación, y un toque de asamblea a que no era posible resistir. Veremos cómo se desarrolló el programa.

La sesión del dos de julio por la mañana se abrió con un discurso lleno de sólidas reflexiones, obra del Prof. Collette del Instituto Tecnológico Carnegie, acerca de la enseñanza del francés a los soldados. Cierta nota de desencanto que persistió durante todo el discurso fué una prueba de sinceridad que supieron apreciar los maestros de idiomas en las escuelas nocturnas, en donde se presentan muchos problemas análogos a los señalados por el orador, y todos aquellos que se rebelan contra los innúmeros charlatanes que prometen enseñar francés o español en menos que canta un gallo. En seguida ocupó la tribuna el presidente de la Asociación Americana de Maestros de Español, el señor Lawrence A. Wilkins, quien leyó una interesantísima memoria, cuya publicación íntegra es muy de recomendarse, y cuyas notas dominantes fueron una sana doctrina, una documentación abundante y un intenso patriotismo. El señor Wilkins demostró plenamente la superioridad absoluta del español en comparación con el alemán, y con datos precisos puso de relieve la brillante contribución que España ha ofrecido a la cultura humana en el terreno de las letras. Discursos como éste son todavía necesarios, ya que hay muchos que insisten en creer o en aparentar creer que el español es una lengua que si tiene alguna importancia la debe únicamente a su aspecto comercial.

Que no se da al español el lugar que le corresponde, al menos en el ánimo de ciertos profesores aun rehacios a toda convicción,

quedó demostrado con el discurso que en seguida pronunció el señor E. H. Wilkins—¡ cuidado con barajar los Wilkins!, que éste es harina de otro costal. Este, que vino de Chicago, redujo lo más importante de su memoria a una defensa del italiano, idioma que nadie atacó, y que había sido defendido también, en debida forma, por el señor Wilkins de Nueva York. El colombroño de nuestro presidente reconoció que el español es bueno, pero afirmó que no debe darse en cantidad tan grande como se pretende dar, no sabemos por qué, tal vez porque es bueno y porque todo el mundo lo pide. Además insistió en que debe enseñarse el italiano, cuya superioridad es para él indiscutible, aunque no se tomó el trabajo de decir por qué lo considera mejor que el español. Habló, por supuesto, de la patria del Dante y de Carducci, de Colón y de Díaz, y concluyó afirmando que España es un país de una neutralidad hostil y que una de las razones por las que debe enseñarse el italiano es la de poder tratar con los colonos italianos que existen entre nosotros. No fué lejos por la respuesta el distinguido orador, cuyo discurso realmente estuvo lleno de bellezas literarias. La señorita Carolina Marcial Dorado, hasta hace poco profesora en la universidad de Puerto Rico, y una española encantadora, puso muy dulcemente en calzas prietas al señor Wilkins (de Chicago), preguntándole por qué acusa de hostilidad a España. El profesor contestó muy caballerosamente, y sólo quedó en duda, después de su galante retirada, este punto que nadie impugnó: Debemos aprender el italiano, como quiere el profesor, para entendernos con los colonos que nos llegan de Italia? No sería mejor hacerlos que aprendan el inglés, para que se conviertan a la mayor brevedad posible en buenos ciudadanos americanos? Hay que confesar que los maestros de español nunca hemos trabajado por el bien personal de los colonos españoles de América. Creemos que si éstos vienen aquí tienen más obligaciones para con esta tierra que les da hospitalidad de las que el país tiene para con ellos. Nuestra labor siempre se ha basado en lo que consideramos bueno para el pueblo americano, y hemos demostrado que el aprendizaje del español es un bien para el país, sin que nos hayamos cuidado mucho de que sea un bien para ningún otro pueblo.

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En la sesión de la tarde habló el profesor M. A. De Vitis, de Pittsburgh acerca de "La enseñanza del español como un servicio patriótico," y sus palabras estuvieron llenas de una sana devoción

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