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afectos dichos, enderezándola en ellos, como maestro de capilla el Verbo eterno, con quien estaba unida. Ó Verbo divino, dad á mi alma parte de la luz que dísteis à la vuestra, y uníos con ella con union de caridad, para que pueda haceros otra música como esta; inclinad mi corazon á lo mas bajo con la humildad; levantadle á lo alto con el agradecimiento; adelgazadle en el espíritu con el amor; y concertadle en todas sus obras con la prontitud de la obediencia, para que siempre os glorifique y cumpla.vuestra santa voluntad. Amen. Estos cuatro afectos tengo de ejercitar en esta consideracion, ponderando con la luz que tengo de la fe, la infinita bondad de Dios, y la muchedumbre de mercedes que me ha hecho sin yo merecérselas.

PUNTO TERCERO. 1. Lo tercero, consideraré los excelentísimos actos de virtud que Cristo nuestro Señor ejercitó para con los prójimos en aquel mismo instante. Porque primeramente vió los pecados de los hombres y las gravísimas injurias que hacian á Dios, y como el demonio estaba apoderado del mundo, y el infierno se poblaba de almas. Y todo esto le dió terribilísima pena y dolor; parte por ver injuriado al Padre que tanto amaba, y cuya gloria tanto deseaba; parte por ver como los hombres, hermanos suyos segun la naturaleza humana, se perdian. Y este dolor interior fue el mayor que jamás ha habido ni habrá en esta vida, juntándose en una misma alma sumo gozo por la vista de Dios, y suma tristeza por la vista de nuestros pecados. Ó Verbo encarnado, ¿qué dolor es este que teneis? Si es cosa molesta juntar música con llanto (Eccli. XXII, 6), ¿por qué juntais tanto gozo con tanta tristeza? Apenas habeis entrado en las entrañas de vuestra Madre, ¿y ya el celo de la casa de Dios come las vuestras? (Psalm. LXVIII, 10). Haced, Señor, que tambien coma las mias, atormentándome con dolor por haberos ofendi-do, y consumiendo en mí todo lo que puede ser ocasion de ofenderos de nuevo. De aquí sacaré cuán terrible mal es el pecado mortal, pues con ser pecado ajeno, bastó á causar suma tristeza en alma llena de sumo gozo; y cuánta mas razon es que yo me entristezca por mis pecados, pues así se entristeció Cristo nuestro Señor por ellos ; y no dilató esta tristeza para el fin de la vida, sino en el primer instante de ella, para que yo no dilate la penitencia y dolor de mis culpas, sino que luego en cayendo me duela de ellas.

2. Lo segundo, ponderaré como este Señor en el mismo instante vió tambien que la voluntad de su Padre era que fuese Redentor y Remediador de los hombres; y que en esto queria le pagase

los dones que le habia dado en amarlos y remediarlos; y que por este fin le habia dado cuerpo mortal y pasible, para que pudiese morir por ellos. Y al mismo punto que esto entendió, con la misma fuerza que amaba á su Padre nos amó, y se ofreció á redimirnos y á morir por nuestro remedio, alegrándose de que se le ofreciese ocasion de mostrar el amor que tenia á su Padre, y el celo que tenia de su gloria y de hacer bien á sus hermanos. Y así le dijo aquello del Salmo (Psalm. XXXIX, 7): No aceptaste el sacrificio y ofrenda de los antiguos, ni sus holocaustos bastaron para remediar los hombres; pues me diste cuerpo apto para ser sacrificado, yo me ofrezco de buena gana á ello (Hebr. x, 7): Ecce venio ut faciam voluntatem tuam, Deus. Véisme aquí he venido al mundo para hacer en esto y en todo tu santa voluntad, poniendo tu ley en medio de mi mismo corazon. ¡Oh cuán agradable fue al eterno Padre esta ofrenda y voluntad de su Hijo! pues por ella, como dice san Pablo (Hebr. x, 10), fuimos todos santificados, mereciéndonos la gracia y santificacion. En agradecimiento de esta generosa voluntad, con que Cristo nuestro Señor se ofreció á ser mi Redentor, le ofreceré yo una voluntad de servirle tan eficaz, que por ella me disponga á recibir la santificacion que me ganó ; y á imitacion suya diré : Ecce venio ut faciam voluntatem tuam, Deus. Véisme aquí, Señor, aparejado para cumplir tu voluntad ; tu santa ley estará de hoy mas en medio de mi corazon. Quisiera haber hecho esto en el primer instante que tuve uso de razon, como tú lo hiciste en el primer instante de tu vida; mas ya que no lo hice, ahora digo (Psalm. LXXVI, 14): Nunc coepi. Ahora comenzaré á servirte, con propósito de hacerlo hasta la muerte.

PUNTO CUARTO. 1. Últimamente, para conocer mejor la grandeza de la caridad y obediencia de Cristo nuestro Señor en aquel instante, se ha de considerar como entonces el Padre eterno le descubrió todos los trabajos que habia de padecer desde que encarnó hasta que espiró en la cruz, diciéndole : Hijo mio, mi voluntad es, que para redimir á los hombres, y para darles ejemplo de toda virtud, nazcas en un pobre portal; seas circuncidado y perseguido de Herodes y de los judíos; y que seas preso, azotado, coronado de espinas y muerto en una cruz con grandes dolores y desprecios. Por tanto, pues me amas, acepta estos trabajos por mi amor y por el bien de tus hermanos. Á esta voluntad del Padre, que Cristo nuestro Señor llama mandamiento y precepto de su muerte (loan. xiv, 31), respondió al punto, ofreciéndose á padecer todo aquello con pron

tísima voluntad; y entonces se cumplió lo que dice san Pablo (Hebr. XII, 2): Que dejando el gozo de esta vida, y mirando el gozo eterno de la otra, abrazó la cruz, sin hacer caso de que era muy ignominiosa. Entonces tambien, con la voluntad eficaz, bebió el cáliz amargo de su pasion, y fue bautizado con el bautismo de sus ignominias y dolores, perseverando, como él mismo dijo (Psalm. XXXVII, 7), en la amargura de esta bebida y de este bautismo todos los dias de su vida, hasta que al fin de ella con efecto le bebió, cumpliendo todo lo que su Padre le habia ordenado.

2. Pero mas adelante pasó su caridad y obediencia, porque con ser tanto lo que habia de padecer, no contento con esto, se ofreció con un corazon muy generoso y con una sed muy ardiente á padecer mucho mas, si su Padre lo ordenase y fuese menester para nuestro bien; porque si san Pablo, cuando le dijo el profeta Agabo (Act. XXI, 11), que habia de ser preso en Jerusalen, respondió: Que estaba aparejado no solo á ser preso, sino á ser muerto por el nombre de Jesús; cuánto mas nuestro dulce Jesús, cuando su Padre le dijo los trabajos de su vida y muerte, responderia luego que estaba aparejado no solo para sufrir tales trabajos, sino otros muy mayores por

su amor.

3. Y para que yo vea lo mucho que debo á este Señor, tengo de considerar como en aquel instante tenia presentes en su memoria á todos los hombres, y á mí entre ellos, y se ofreció á padecer todo esto por cada uno en particular y por mí mismo, como si yo solo fuera el necesitado de su remedio. De suerte, que entonces cumplió lo que dijo de sí san Pablo (Galat. 11, 20): El que me amó y se entregó por mí á la muerte, ofreciéndose á ella por mi amor. niño tierno y gigante valeroso (Psalm. XVIII, 6), ¿con qué os pagaré yo el ánimo con que os ofreceis hoy á correr vuestra carrera, aceptando por junto los trabajos que habeis de pasar en el discurso de ella? Alábenos los Ángeles por esta merced tan señalada que hicísteis á los hombres, y mi ánima os glorifique por el amor que entonces la tuvísteis, por el cual me ofrezco á padecer lo que me sucediere en la carrera de mi vida, favoreciéndome vuestra gracia para no faltar en ella.

MEDITACION XI.

DE LA JORNADA QUE HIZO EL VERBO ETERNO ENCARNADO EN LAS ENTRAÑAS DE SU MADRE Á CASA DE ZACARÍAS, PARA SANTIFICAR Á SU PRE

CURSOR JUAN.

PUNTO PRIMERO. 1. Lo primero, consideraré como el Verbo encarnado, estando en las entrañas de su Madre, con el entrañable deseo que tenia de salvar los hombres, luego puso los ojos en Juan, que estaba en el vientre de santa Isabel, y habia de ser su precursor, y viendo que estaba en pecado original, se dolió de él; y se determinó de librarle luego de aquella miseria y santificarle, tomando posesion del oficio de Redentor que tenia á su cargo; y para esto inspiró eficazmente á su Madre, que con presteza fuese á visitar á su prima, para de camino hacer esta obra. -En lo cual se ha de ponderar lo primero, el gran deseo que tiene este Señor de nuestra salvacion, agradeciéndosele, y confundiéndome yo del poco que tengo de la mia. Además, cuán cuidadoso es del bien de sus escogidos, y cuán vigilante en ejercitar su oficio de Redentor, pues le comenzó desde el vientre de su Madre, sin querer estar ocioso un punto.

2. Tambien ponderaré, cuán grave mal es la culpa y lo mucho que siente Nuestro Señor que sus escogidos estén en pecado un momento; pues por esta causa inspiró á su (Luc. 1, 39) Madre que con tanta prisa hiciese aquella jornada, para librar de pecado á su escogido Juan. Ó Verbo divino, que te hiciste hombre por librarnos del pecado, y deseaste hacer este oficio con tanta presteza, que tomaste por renombre (Isai. vIII, 3): Date prisa, apresúrate, roba y quita los despojos, pues tus nombres no son vacíos sino llenos; ven, Señor, con prisa á librarme de mis pecados; apresúrate á santificarme con tu gracia; roba mi corazon para tu servicio, y tómale por despojo de tu victoria, para que desde luego comience à servirte con fervor.

PUNTO SEGUNDO. 1. Lo segundo, se ha de considerar como pudiendo Nuestro Señor santificar al Bautista desde el lugar donde estaba, quiso inspirar á su Madre le llevase á casa de Elisabet, y allí hacer esta santificacion milagrosa, por causas admirables y muy provechosas para nuestra enseñanza. -La primera, para dar nuevas muestras de su humildad y caridad; porque como estas virtudes le movieron á salir del cielo y venir al mundo para visitarle y

sacarle de las tinieblas y sombra de muerte en que estaba; así tambien le movieron á salir de Nazaret para visitar á Juan (Luc. 1, 31; Bed. ib.), y sacarle de pecado, viniendo el mayor á visitar al menor para honrarle, y el médico al enfermo para sanarle.

2. La segunda causa fue, para que su Madre santísima tuviese parte en esta obra, tomándola por instrumento de la primera santificacion que obraba en el mundo, justificando por su medio al niño Juan que estaba en pecado, y llenando de Espíritu Santo á su madre que era justa, á fin de que los pecadores entendiésemos como la Vírgen habia de ser nuestra medianera para alcanzar perdon de nuestros pecados, y los justos entendiesen que por su medio habian de alcanzar la plenitud del Espíritu Santo y de su gracia, con las virtudes y dones que vienen del cielo; y así todos procurasen amarla y servirla y serla muy devotos. Ó Vírgen soberana, pues hoy juntamente con vuestro Hijo tomais posesion del oficio que os han dado para nuestro bien, proseguidla conmigo en este dia, alcanzandome perdon de mis culpas y abundancia de las divinas gracias. Amen.

3. Inspiraciones de Cristo nuestro Señor. La tercera causa fue, porque es propio de Cristo nuestro Señor, en entrando en el alma, inspirarla ejercicios de virtud y moverla á que suba con fervor á la alteza de la perfeccion. Unas veces la inspira que ejercite la oracion y contemplacion y las demás obras de la vida contemplativa. Otras, que salga de recogimiento y ejercite las obras de la vida activa con los prójimos. Y así en el punto que entró en las entrañas de la Vírgen, la movió á subir á las montañas de Judea, para ejercitar insignes obras de caridad, misericordia y obediencia. Diríala dentro de su corazon aquello de los Cantares ( Cant. 11, 10): Levántate, date prisa, amiga mia, paloma mia, hermosa mia, y ven. Ó Paloma fecunda, que tienes tu nido en los agujeros de la piedra y en la abertura de la pared, contemplando los secretos de mi divinidad y humanidad, y viviendo siempre debajo de mi proteccion, levántate con presteza, sal de este lugar tan secreto, sube á las montañas de Judea, para que allí me confieses y glorifiques con obras de caridad en bien de las almas que crié. De aquí sacaré como tambien es propio de Cristo nuestro Señor, cuando entra en los justos por la comunion del santísimo Sacramento del altar, inspirarles semejantes ejercicios de virtud, para que suban á la perfeccion de ambas vidas, contemplativa y activa, inspirando á cada uno lo que mas le conviene. Y si yo no siento tales inspiraciones cuando comulgo, es por

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