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sirviese á la Duquesa, y dió á cada una una cadena de trescientos escudos, y ellas las recibieron con mucha cortesía, sin responder entónces á lo demas.

De Italia se escribió á los doce deste, que el duque de Alva, Virey de Nápoles, gobierna aquel reino prudentísimamente y envió con un correo ordinario la concesion del donativo, con que aquel Reino sirve cada año á su Majestad; y, además de él, concedieron otro donativo extraordinario, de á trescientos mil ducados en cada uno de cuatro años siguientes, que montan un millon y ducientos mil ducados. Y se avisa que andan mal seguros aquellos mares y costas, y que algunas Señorías y Potentados no proceden con toda llaneza, á cuya causa, en lo general, aclaman justísimamente aquellos Reinos en todas ocasiones por el valor del duque de Osuna.

Y de Milan se avisó cómo los Grisones católicos de la Baltelina no vienen de ninguna manera en estar debajo de la proteccion de otro Príncipe, sino de su Majestad Católica, á quien con todas veras y resolucion se han sometido; sobre lo cual se despachó luégo al duque de Féria por el Consejo de Estado: no se sabe hasta agora la órden que se le envió.

A trece, vino correo de Lisboa, despachado al Consejo de Portugal, con que avisan que al puerto de Macao, en la China, llegaron quince navíos de holandeses, con intento de ganar y robar aquella ciudad á los portugueses, que es el más rico é importante comercio del Oriente, y quedarse en ella y en la amistad de los chinos, á los cuales se opusieron sesenta soldados portugueses, con algunos mercaderes y esclavos que allí habia, y alguna otra gente que acudió de la ciudad, y dieron en los holandeses (que eran más de dos mil) con tanta osadía y valor, que habiéndoles muerto más de setecientos, se retiraron los demas volviendo muy maltratados.

Este dia vino aviso de Málaga, que llegando allí dos galeras de España, y haciendo la salva acostumbrada á su entrada, se pegó fuego en la cámara de la municion de la una galera, y se abrió toda y se fué á fondo, ahogándose todos los forzados y algunos soldados, y otros se volaron con el fuego, donde murieron más de ducientas personas; desgracia harto notable.

A catorce, fueron sus Majestades y Altezas al convento Real de los Angeles, á ver dar dos hábitos de monjas á dos hijas del Relator Juan de la Rea, del Consejo

de Indias, á las cuales llevaron en coche y apadrinaron la condesa de Monterey y marquesa del Carpio, hermanas del conde de Olivares, asistiéndoles la duquesa del Infantado y otras muchas señoras, á las cuales, y á las personas reales, dieron las monjas muchas y muy regaladas colaciones.

Los demas sucesos y cosas de nuevo que sucedieren, yo prometo á vuestra merced de avisar en la docena carta, la cual será con mucha brevedad.

CARTA DUODÉCIMA.

E

N la oncena carta prometí á vuestra merced, con mucha brevedad, de enviarle la docena, y así, para cumplir con la obligacion tan grande que á vuestra merced tengo, le enviaré á decir las cosas nuevas que despues acá de la oncena han sucedido.

Jueves á quince, dia del Córpus, se hizo la procesion general del Santísimo Sacramento, para solo la descripcion de la cual quisiera comenzar otro discurso, y no referirla al fin deste, tan largo que lo leerá vuestra merced cansado. Fué, señor, con tan grande adorno y majestad, cual jamás se ha visto; para la cual, desde nueve deste se habian prevenido por el Consejo de Órdenes todos los caballeros de las tres Órdenes militares, y por la Asamblea los de San Juan, para que asis

tiesen á ella con sus mantos capitulares; y por mandato de su Majestad todas las Órdenes monacales y las exemptas, que, sin embargo de sus exempciones ó costumbre de no salir, por esta vez asistiesen á esta procesion. Comenzó á salir, como suele, de la iglesia de Santa María (Perroquia más antigua), á las nueve de la mañana, y se acabó cerca de las tres de la tarde; bajó por la puerta de la casa, que se quemó, del Almirante de Castilla, y por la del duque de Pastrana, y por las caballerizas del Rey, derecha á la puerta de Palacio, subió hasta San Juan, y, por la puerta de la casa que se está labrando del conde de Olivares, á la calle de Santiago, y salió á la puerta de Guadalajara, y bajó por la Platería, y casa del marqués de Cañete, á la Iglesia donde habia salido. Estuvieron todas las calles y partes dichas ricamente aderezadas de colgaduras y tapicerías, y en particular, desde las Caballerizas hasta San Juan, las muy ricas de su Majestad, de las guerras de Túnez y la Goleta, y la de Abrahan y la de Noé; y frontero de Palacio hubo un altar con grandiosas joyas y riquezas, y un dosel nuevo, de seda, plata y oro, el mejor que desta calidad se ha visto, hecho en el nuevo obraje que ha traido á su villa de

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