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UANDO las Indias no debieran otra cosa á España que el aprieto y congoja en que la han tenido este año, por la falta de sus avisos, no se lo pagaran con el Cerro de Potosí; dos que vinieron de la Nueva-España tuvieron tan buena suerte, que sus dos Capitanes eran moriscos encubiertos, y así, en doblando el Cabo, se fueron á Zalé á descansar con sus padres y abuelos, dejándonos acá soplando las manos y mesando las barbas. Esto se vino á saber por los desdichados que con ellos venian y quedaron cautivos, que avisaron de la traicion y engaño con que fueron llevados allí. Del Pirú sólo un aviso vino, y ese con tan pocas cartas, que es como si no viniera. Por San Juan se despacho de aquí otro aviso para que partiese en conserva de la flota de NuevaEspaña, y el orgullo del que le llevaba fué tal, que salió la noche ántes y al medio dia siguiente estaba en poder de los moros, que, en compañía de los moriscos, está

sembrada la mar de sus bajeles. Entre los despachos que llevaba, el que más pena me dió que se perdiese fué el título para dar el hábito de Santiago á D. Antonio de las Infantas, caballero muy calificado de Córdoba, que pasó en compañía y servicio del señor marqués de Guadalcázar; pero ahora va y más seguro.

Fuerza es tomar la corriente de atrás en esta relacion, que ménos importa que se lean dos veces unas nuevas que no que se dejen de saber. Digo, pues, señor, que en este año hemos sido atormentados y amenazados de Inglaterra y su armada tan valientemente, que cada dia temíamos una gran ruina en nuestros puertos; pero su Majestad, Dios le guarde, y el señor conde de Olivares los proveyeron tan con tiempo como convenia para resistir á tan poderosa armada, y es sin duda, que á ningun puerto llegara que no llevara en caperuza. Pero nuestro miedo era mayor que su poder, si bien temíamos que todo él se ordenaba á coger los galeones de la plata, con que ellos quedaran tan pujantes y nosotros perdidos para siempre. Llegó, pues, el dia de Todos-Santos la armada de Inglaterra sobre Cádiz á boca de noche, que como ya tenian conocida su playa, no quisieron probar otra. Esta plaza estaba á

cargo de D. Fernando Giron, Consejero de Guerra y Estado de su Majestad, y tan gran soldado cual para tal empresa convenia. Al punto que se descubrieron más de cien velas, que fué á la boca de noche, despacharon á toda España, y el duque de Medina con toda la Andalucía, y de la Córte, no quedando hombre de.capa negra, se juntó el mundo todo en Cádiz y en Jerez. El enemigo (por abreviar) echó en tierra hasta cuatro mil hombres, ganó un fuertecillo que estaba en el Puntal con sesenta hombres y cuatro tiros de artillería, que se dieron á partido porque no tenian defensa. Empezaron á atrincherarse y el tiempo y aguas á hacerles guerra, de manera que aunque estuvieron allí ocho dias, en que no les fué bien en algunas escaramuzas, viendo los nuestros que con priesa se iban embarcando y retirando, dieron sobre ellos, y sin resistencia mataron más de cuatrocientos, sin otros tantos que debieron de ahogarse con la priesa del huir. Cogiéronles mucho bagaje, cuatro piezas de batir y cantidad de caballos, que para tirar dellas habian echado en tierra; fué gran desconsuelo para la nuestra verlos hacer á la mar, por parecer iban en busca de los galeones, que ya por horas se esperaban, Pregonóse

en Sevilla y Lisboa que el que alcanzase á avisar al de Cadereyta le darian seis mil ducados, y al segundo que llegase cuatro y al tercero dos; con que partieron de ambos puertos arriba de cuarenta carabelas, y la fortuna de España estuvo en que ninguna le encontró. No se supo de la armada enemiga en muchos dias, y por esto se entendía habia pasado á las Indias ó habia ido sobre alguna isla; ahora se ha sabido llegó á su puerto con cincuenta bajeles, todos destrozados y perdidos, y el que más gente llevaba eran diez hombres, toda la demás gente y bajeles se piensa los tragó la mar, porque vivos ni muertos no se sabe dellos, ni Dios permita que parezcan. A D. Fernando Giron hizo su Majestad título por los servicios desta ocasion, que fueron notables. Estando, pues, en este aprieto á veintinueve de Noviembre, llegó á boca de noche el de Cadereyta á Cádiz, sin haber encontrado carabela amiga que le avisase del peligro, ni bajel de enemigo que le turbase, por lo cual su Majestad cristianísimamente mandó se dotase en toda España, á veintinueve de Noviembre, una fiesta al Santísimo Sacramento, por la gran merced que este dia hizo á toda la Cristiandad.

Don Fadrique volvió del Brasil tan derrotado, que ni vaso ni soldado pudo servir en esta ocasion. En Lisboa estaban cuarenta y cinco galeones por cuenta de Tomás de Larraspur y D. Alonso de Múgica; á estos no les pareció iguales armas para salir al enemigo, ni para desamparar el puerto, donde, si no estuvieran, se temieron iria á dar. Al de Cadereyta, por la buena fortuna y diligencia deste hecho, le hizo su Majestad Mayordomo de la Reina, y recibió una hija por Menina, con la sucesion del virreinado de Méjico.

Los treinta navíos que al salir del Brasil encontró D. Fadrique, que enviaba el holandés de socorro, y se le desaparecieron, dieron sobre Puerto-Rico, donde están hechos fuertes, y mucho más los nuestros en la fortaleza del castillo con cuatrocientos soldados y socorro que de Santo Domingo le envian cada dia: mujeres y niños y hacienda se retiraron la tierra adentro, donde dicen están seguros. Ahora parte D. Juan de Andrada Colmenero, General del mar del Sur, y de camino, con la armada que para allá lleva, pagará de contado la buena obra que en Puerto-Rico están haciendo los holandeses.

Mientras el enemigo estaba en Cádiz,

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