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APÉNDICE.

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SUMARIO

DE LAS NUEVAS DE LA CÓRTE, Y PRINCIPIOS DEL NUEVO GOBIERNO DE LA CATÓLICA

MAJESTAD DEL REY DON FELIPE IV

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NUESTRO SEÑOR.

RATEMOS agora del Rey nuevo, del cual digo que en menos de ocho dias ha hecho y dicho cosas extrañas de gran pecho; están todos contentísimos. Luego que murió su padre, envió á la Reina, y á la Infanta, y el Cardenal, sus hermanos, á las Descalzas, y él, con D. Cárlos su hermano, se fué á San Gerónimo, á estar la Semana Santa, Yendo en el coche le sucedió un caso de verdadero cristiano, y fué que llevaban el Santísimo Sacramento á un enfermo; apéose con su hermano, haciendo lo mismo los Grandes que le acompañaban, y todos fueron y vinieron acompañando al Señor hasta dejarle en la iglesia de Santa Cruz, y mandó dar doscientos ducados para la cera y ciento al enfermo, por ser pobre, y, acabado esto, le dieron un memorial cerrado en la misma iglesia, y luego le abrió, y pidiendo luz le leyó y le metió en el pecho, cosa que á todos causó admiracion y con

tento.

Fué la Infanta María á la nueva Reina, y,

echándose á sus piés, la dijo llorando: Ya vuestra Majestad es Reina de España, gózelo muchos años con más ventura que mi madre; yo me huelgo en el alma de tener por Reina á quien tanto adoro, aunque me hallo huérfana de padre y madre; palabras que causaron gran sentimiento y dolor. Y luego la Reina la levantó dándola muchos besos y abrazos, y diciéndola que ella era y habia de ser la Reina, y estuviese cierta que no habia de echar menos á su padre y madre.

Luego los Infantes fueron á besar la mano al nuevo Rey, el cual los abrazó y consoló diciéndoles, que si hasta allí les habia tenido por hermanos, ahora les ternia por hijos, y ellos á él por hermano y padre, y que echarian de ver lo mucho que por ellos hacia; y con esto se fueron á sus cuartos, adonde les fué á ver con grandes muestras de amor y afabilidad.

Luego mandó enviar un recado muy honrado á la de Gandía, diciéndola, que, pues su abuelo la habia señalado para camarera de su madre, y que se lo habian quitado sin culpa, se lo restituia, la hacia de la Reina su mujer; fueron por ella muchos grandes y señores, y la trujeron con grandísimo acompañamiento.

Ha hecho el Rey dos Consejos, hallándose en ellos, y dicho que se guarden las órdenes y costumbres del Rey su abuelo, y que no ha de tener más oficios que su abuela tuvo; ha dicho que le han de dar cuenta de treinta maravedis de su servicio; ha quitado sesenta Contadores del Consejo, y dejado solamente ocho. Ha dicho que está

pobre y todos sus criados ricos, y que solos los hombres de pluma labran casas y son estimados, y que ningun soldado, capitan, ni Maestre de Campo, ve labrar casas en Madrid; y así ha comenzado á premiar este género de personas, para que, con la codicia del premio, se alienten á servirle. Dió á un soldado de Milán tres mil ducados de renta, que habiendo servido muchos años, no le dió el duque de Lerma siquiera una ventaja. Los oficios y plazas impertinentes que ha quitado importan más de doscientos mil ducados por cada un año. Dijo que su Confesor no haga más de confesar, que los Reyes no habian menester privados, y que para consejos ahí estaban sus consejeros, y para entretenerse que ahí estaba su mujer y hermanos á quien él ama como á sí mismo, y que solo sirva D. Baltasar de Zúñiga de recoger los memoriales y hacerle relacion, que él ha de ser el que los ha de despachar; y ha tomado á pecho, que de ordinario está entendiendo en negocios y papeles.

El sábado, víspera de Ramos, pidió el pleito de Calderon, y habiéndole visto, y estado tres horas con los del Consejo y los jueces de esta causa, dijo con gran resolucion: Haced justicia deste hombre y abreviad con él. Ha dicho que en su casa nadie ha de tener oficios doblados, y envió luego á decir al Patriarca, que de los que tenía escogiese el que le pareciere mejor y dejase los demas.

Ha mandado su Majestad á D. Baltasar de Zúñiga que las Audiencias las dé públicamente, y así sale á darla á cuantos le quieren hablar; y

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