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ña se ha dado al marqués del Villar, hijo del conde de Benavente. Y es cosa particular, que, segun se ha observado por hombres cuidadosos, han sucedido en mártes todos los términos y sucesos considerables en ésta causa de D. Rodrigo: porque fué mártes el dia que salió de aquí para Valladolid, y mártes el que lo prendió allí D. Fernando Ramirez Fariñas; mártes el dia que entró en la fortaleza de Montanches á cargo de D. Francisco de Irazabal; mártes cuando le trajeron al castillo de Santorcaz; mártes cuando vino preso á su casa, en poder de D. Manuel Francisco de la Hinojosa: tomáronle la confesion en el mismo dia y en el mismo le dieron tormento y pronunciaron los jueces la sentencia, aunque fué Viernes cuando se la notificaron, como hemos dicho. Desta causa han sido jueces los señores D. Francisco de Contreras, caballero del hábito de Santiago; Luis de Salcedo y D. Diego de Corraly Arrellano, Oidores del Consejo Supremo de Castilla. Dispónese la almoneda de sus bienes, dícese, que de grandes riquezas, y hánla cometido los señores jueces á D. Pedro Fernandez de Mansilla, Alcalde de Córte. Tambien sentenciaron el mismo dia al sargento Juan de Guzman, porque mató

alevosamente á Francisco de Ibarra, por mandado del mismo D. Rodrigo, y tambien se le admitió la súplica. Por no cansar á vuestra merced no soy más largo; á quien Dios guarde como deseo. En Madrid á 22 de Julio de 1621.

CUARTA CARTA

QUE ESCRIBIÓ UN CABALLERO DESTA CÓRTE Á UN SU AMIGO.

E

N la mia de veintidos de Julio dije á vuestra merced las novedades desta

Córte, y por mandármelo voy continuando en ésta lo que después de escrita aquélla va sucediendo. Gloriosa corre la felicidad en el Gobierno desta dichosa Monarquía; siglo de oro es para España el reinado del Rey, nuestro señor, Felipe IV, prometiendo tan felices principios prósperos fines: guárdenosle Dios sin límite, para que perpétuamente la prudencia, la paz y justicia se den las manos. Ya dije á vuestra merced en la pasada, que habia besado las manos á su Majestad y Altezas el duque de Ariscot, Embajador del serenísimo archiduque Alberto; oiga ahora vuestra merced cómo se hizo aquel

acto: Por llevar luto, fué el acompañamiento en coches; aguardó D. Baltasar de Zúñiga al Embajador al apearse, honróle mucho el Rey, y del cuarto de su Majestad pasó al de la Reina, nuestra señora, que le aguardó sentada, y se levantó cuando llegó al estrado. Dióle la mano en pié, y vuelta á sentarse, el Duque, de rodillas, cumplió gallárdamente con su oficio; y hechas las cortesías á la Camarera mayor y Damas, que asistieron cubiertas de luto, y besada la mano á la Reina los caballeros que traia consigo, pasó al cuarto de sus Altezas, donde tuvo la misma ceremonia, primero que con el Infante Cardenal, con la señora Infanta María, que su Alteza y sus damas tenian echados sus mantos hasta el pecho. El acompañamiento fué grandioso, la familia del Embajador grande y lustrosa; hízoles la costa el Rey en casa del marqués de Falces, sirviéndolos los oficios de la Casa Real. A pocos dias recibieron por Menino un hijo de Monsiur de Peranzi, que vino con el duque de Ariscot y se publicó. Mandó su Majestad cubrir al príncipe de Leni y al duque de Croy, ausentes, y despachóse al Archiduque les diese la posesion de la Grandeza.

Tomó juramento el Arzobispo de Búr

gos, como Presidente de Castilla, al serenísimo Infante Cardenal por Chanciller mayor, como Arzobispo de Toledo, dignidad que está aneja á éste oficio desde tiempo de los Reyes Católicos, D. Fernando y Doña Isabel, por provision suya en favor del Cardenal D. Pedro Gonzalez de Mendoza, Arzobispo de Toledo; tambien se recibió de su Alteza juramento de la fé por el Priorato de Ocrato. Diéronse llaves al duque de Medina Celi, á D. Baltasar de Zúñiga, Comendador mayor de Leon; al marqués de Alcañíz le dieron las entradas en la Cámara sin llave, y las mismas al conde de Chinchon, para tratar lo que se ofreciere de los Consejos de Italia y Aragon, y hiciéronle Mayordomo de su Majestad. El conde de Monterey va á Roma á dar la obediencia al Sumo Pontífice, Gregorio XV. Ha estado muy enfermo el duque de Osuna, y hánle mudado de la Alameda á la casa de D. Iñigo de Cárdenas, puesta entre los dos Caramancheles; hánle ido á tomar la confesion y dado licencia á que le vea el marqués de Peñafiel, su hijo: recusó su Excelencia á D. Fernando Carrillo. Ha sido de alivio general á estos reinos el haber batido Su Santidad moneda con la imágen de la Concepcion, por la buena esperanza que

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