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da, de ver acabado éste punto, ésta pía aficion del Sumo Pontífice. La señora Doña Ana Bazan, hija del marqués de Santa Cruz, entró por dama de la Reina, nuestra señora, con grande acompañamiento; la Alcaydía de la Casa Real del Campo se dió en el ínterin á D. Agustin Mejía, y al Alcayde de la Casa Real del Pardo le dieron trescientos ducados de renta por su vida. El reino de Cerdeña besó la mano á su Majestad, dióle el pé. same y el pláceme; llevó grande acompañamiento, y fué entre el marqués de Aytona y el duque de Gandía. La entrada del marqués de Astorga fué famosa, acompañóle toda la Córte y veintitres Grandes, y su Excelencia en medio de D. Duarte, marqués de Flechilla, y del duque de Ariscot. El dia de Santiago, saliendo su Majestad de la Capilla, llegó correo de Flandes con nueva de la muerte del serenísimo archiduque Alberto; Príncipe verdaderamente glorioso, tanto por el gobierno político cuanto por haber acabado la tregua, pues en los dias postreros de su vida mandó romper la guerra con los rebeldes, para cuyos gastos libró su Majestad Católica un millon y seiscientos mil ducados. Ha dado pena y cuidado la muerte de su Alteza, y los

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Reyes se retiraron con gran sentimiento y renovaron los lutos. Dia de Santa Ana fueron cubiertos al Monasterio Real de las Descalzas, á dar el pésame á la señora infanta Margarita; el mismo dia bautizó en la Capilla Real, D. Diego de Guzman, Patriarca de las Indias, á seis moros y una india, con asistencia de toda la Córte. Habian de ser padrinos los Reyes, y, por el sentimiento de la muerte del Archiduque, lo remitieron al conde del Castrillo, del Consejo de Guerra, y Mayordomo de la Reina, nuestra señora, y á Doña María Enriquez, Dueña de honor. A veintisiete se halló su Majestad en el Consejo de Estado, y pocos dias después enviaron poderes á la señora infanta Doña Isabel para gobernar los Estados de Flandes, donde se va la guerra prosiguiendo con prósperos sucesos de la Monarquía española. Al duque de Ariscot hizo su Majestad merced de una Coronelía de alemanes, con quinientos ducados al mes, y, con el sueldo que antes tenia, llegó la merced á ocho mil ducados cada año, que es lo mismo que tenia su padre; á los caballeros que venian con él se les dieron á cincuenta y sesenta escudos al mes, con que todos quedaron contentos. El último dia de Julio, festividad del Santo Padre Ignacio

de Loyola, fué su Majestad al Colegio de la Compañía; recibiéronle aquellos Padres con Te Deum laudamus, por ser la primera vez que después de ser Rey habia visto aquella Casa: hizo el oficio el padre Provincial desta provincia. Háse encarga. do el Rey, nuestro señor, de la canonizacion del bendito Padre Francisco Javier porque la del Padre Ignacio se pide en Roma, á instancia del Rey de Francia que la quiere hacer á sus expensas. Al marqués Espínola dieron título de marqués de Belvis, en Castilla; al Duque Cardenal mandó su Majestad retirar á Toro ó Tordesillas, á su eleccion; á D. Francisco de Quevedo y Villegas llevaron preso al convento de Uclés, como Caballero de Santiago. Despachóse privilegio para ser ciudad la villa de Lucena, á pedimiento de su dueño, el duque de Segorbe. Al duque de Gandía se le dió el Condado de Villalonga y treinta mil ducados de ayuda de costa; al conde de Villafranqueza se le dió perpétuo aquel título y estado, que desde la muerte de su padre le tenia por dos vidas, diéronle una buena villa en Aragon y dos mil ducados de renta. Don Sancho de Monroy fué á Francia por la posta con embajada extraordinaria; diéronsele cuatro mil ducados de ayuda de

costa. A D. Francisco de Alarcon, Oidor de Granada, se dió plaza de Alcalde de Córte, y va á Nápoles á la averiguacion de los negocios del duque de Osuna; el licenciado Garciperez de Araciel, del Consejo Real, se añadió á la Junta de la reformacion y censura. Hábito se ha dado á D. Francisco de Mendoza Centurion. Vino el conde de Monredondo, Cazador mayor de Portugal, los marqueses del Carpio y Ayamonte y el conde de Torrejon; á D. Cristóbal de Rojas y Sandoval, se le dieron cincuenta y cinco escudos al mes en Flandes. La señora duquesa de Cea ha visitado estos dias á los jueces de su suegro, acompañada de su madre, la señora duquesa de Medina de Rioseco, y grande acompañamiento de señores y Grandes, á pié y en coches. A los Gentiles hombres de la boca mandó su Majestad que se les guardase la antigüedad que tenian en los libros de su padre, aunque jurasen después. Han hecho de la boca á D. Cristóbal Colon, hijo del duque de Veraguas; á D. Francisco Mejía, hijo del marqués de la Guardia; á D. Fernando de Guzman, su tio, y á D. Gabriel de Chaves. La Junta de jueces de D. Rodrigo Calderon ha andado liberalísima estos dias, premiando los oficiales y ministros que han

andado en la causa: al secretario Lázaro de los Rios dieron tres mil y cuatrocientos ducados; á Gaspar Perez, escribano, dos mil, y mil al relator Molino. Sobre la súplica, si se habia de admitir, de Don Rodrigo Calderon, tienen los jueces diversas juntas, llamando para éste punto los mayores letrados desta Córte; que se duda que haya grado de suplicacion, porque cuando se procede en una causa por particular y absoluta comision, y se consulta, y el Príncipe responde, abstrae á sí el juicio; y así, si no es de spetiali mandato Principis, no queda remedio en derecho. Hácense muchas diligencias de parte de D. Rodrigo, para conseguir la súplica, la que doctamente contradice el Fiscal de la causa; ha hecho recusacion de jueces, háse dado por ninguna, y condenádole en la pena. El Padre Gerónimo de Florencia apadrinó al Comendador mayor de Aragon, y al conde de la Oliva, su nieto, para besar la mano á su Majestad sobre la súplica; la marquesa de Siete Iglesias y sus hijas, cubiertas de luto, han ido diversas veces á hablar al Comendador mayor de Leon, para que interceda con su Majestad, y hasta ahora solo se ha negociado se remita á los jueces, para que vean si en justicia tiene lugar la sú

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