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relativamente á la América), que era la ocasion de restablecer á la sombra de táles violencias su dominacion en Nueva España, dispuso que desde la Habana partiese una espedicion á Tampico al mando del brigadier Barradas, la cual desembarcó en aquel puerto en julio (1829), pero tan miserable, y tan sin medios de triunfo ni de retirada, que parecia haber sido enviada al sacrificio. El resultado correspondió á la imprevision. El gobierno mejicano se ensañó hasta con los pocos españoles que habian logrado quedarse en virtud de escepciones compradas á caro precio, y Barradas tuvo que rendirse á los generales Santa Ana y Teran (4)

(1) Para que se vea cómo y en qué condiciones eran enviados en aquel tiempo nuestros soldados á América, copiarémos la carta que en el mes de junio el primer ayudante del 2.° batallon permanente de Veracruz dirigia å su comandante:

«A las diez del dia de hoy, »estando revisando las cuentas de la segunda compañía de este » batalion, fuí atacado súbitamente de la misma enfermedad que »con tanta crueldad me sorpren»dió el 30 de marzo último, y de »que aun convalecia.-Sin temor »de mentir aseguro á usted hace »quince dias no entra en mi bolsillo la cantidad de ocho reales »reunidos, siendo consiguiente que esta abstinencia nos haya »puesto en el caso, á mi asistente y á mí, de los más dias ali»mentarnos con agua y galleta.

»Me seria sumamente vergon>zoso pronunciar una sola palabra

más sobre un asunto á que estoy acostumbrado en las miserias »que en diferentes épocas sufrie»ron los individuos que compo»nian las divisiones del Sur, entre quienes me ensoberbezco de haberme hallado. Pero las cir» cunstancias han variado; allí no habia dinero, mas hubo insectos »con que sustentarse, mientras »en la heróica plaza de Veracruz »los cuerpos están algunos dias »sin el sustento necesario, de»biendo su conservacion á la »dignísima clase de oficiales que »los componen, llegando á hacer el sacrificio de sus pagas, privándose de ellas hace tres me»ses para socorrer las necesida»des del soldado, que se muere »de hambre. Es cierto que la es»casez ha sido y es extraordina»ria; mas si el señor comisario »>hubiera tenido presente la circular de 18 de abril de 1826, otra cosa fuera.-Estoy en el

Delicado como estaba el rey de salud, alarmó, cuando se supo, la noticia de que en el camino de la Granja al Escorial (4 de setiembre, 1829), con motivo de haberse roto la clavija maestra del coche y desprendídose violentamente el juego delantero, habia Su Majestad recibido una herida en la cabeza chocando contra el vidrio, de la cual brotó sangre en abundancia. Apenas los partes oficiales habian aquietado los ánimos, asegurando no haber tenido consecuencia alguna aquel incidente, súpose que hallándose una tarde orando de rodillas en el coro del monasterio del Escorial (12 de setiembre, 1829), le habia dado un vahido, del cual cayó aletargado, permaneciendo un buen espacio sin conocimiento. que recobró al fin con una sangría. Aunque los partes de los facultativos de cámara siguieron anunciando en los siguientes dias que la salud de S. M. era enteramente buena y satisfactoria, que habia recobrado su buen humor habitual, y que en nada se resentia de aquel accidente pasajero, cada pequeña novedad de éstas asustaba á los cifraban en la sucesion del rey algun cambio favorable en su situacion.

que

Síntomas se iban presentando de ver realizados

estado mas lamentable, y acaso »esta firma será la última que »pueda echar: sin embargo, el »contenido de este oficio es dic»tado por mí, y lo dirijo á vd. con el objeto de que se entere mas >>por menor de los acontecimien

»tos de este batallon. ¡Ojalá él »produzca los efectos que me »prometo! Dios guarde, etc.--Ma»nuel Zabala.»

¡Y esto se publicaba en la Gaceta de Madrid!

sus instintivos deseos. Fernando, á pesar de su edad y sus achaques, mostrábase mal hallado con la viudez, У manifestó desear una cuarta esposa (1). Trabajaron entonces los apostólicos, y con ellos la mujer de don Cárlos, por que la eleccion recayese en persona de sus ideas y adicta á su parcialidad. En contrario sentido y con más éxito empleó sus esfuerzos la esposa del infante don Francisco, doña Luisa Carlota, proponiendo al rey á su hermana María Cristina, que á la belleza reunia la gracia y el talento, de que tenia fama. Eran ambas hijas del rey de Nápoles y sobrinas de el de España, como casado aquél (en 1802) con la infanta María Isabel, hermana de Fernando. No era éste todavía insensible á los encantos de la hermosura, y el retrato de María Cristina y la noticia de sus prendas, obtuvieron el triunfo definitivo en el corazon del rey. El ministro Calomarde, cosa estraña, se separó en este asunto, ó por errado cálculo, ó por adulacion al monarca, de las miras y planes del partido apostólico y furibundo.

El 24 de setiembre (1829), pasó el rey al Consejo Real el decreto siguiente:

Las reverentes súplicas que han elevado á mis reales manos con la espresion de la mas acendrada lealtad, así el

(1) De las tres anteriores, María Antonia de Nápoles, María Isabel de Braganza, y María Amalia de Sajonia, solo de la segunda

habia tenido sucesion, pero las dos infantas habian vivido solamente, la una pocos meses, la otra solo minutos.

Consejo como la Diputacion de mis reinos y otras corporaciones, pidiéndome que afiance con nuevo matrimonio la consoladora esperanza de dar sucesion directa á mi corona, me han inclinado á ceder á sus ruegos, teniendo consideracion á los intereses y prosperidad de mis amados vasallos. Con este recto fin, y persuadido de las grandes ventajas que resultarán á la Religion y al Estado de mi enlace con la serenísima princesa doña María Cristina de Borbon, hija del muy excelso y poderoso rey de las Dos Sicilias y de su augusta esposa doña María Isabel, mis muy amados hermanos, tuve á bien nombrar á mi consejero de Estado don Pedro Gomez Labrador para que pasase, como pasó, á proponer á estos soberanos mis reales intenciones, con las que se conformaron muy satisfactoriamente: y habiéndose ajustado y concluido por medio de nuestros respectivos plenipotenciarios las capitulaciones y contratos matrimoniales, he resuelto que se anuncie á todo el reino mi concertado matrimonio con tan excelente y amable princesa.... Lo participo al Consejo etc.— San Lorenzo, á 24 de setiembre de 1829.»

Viendo los apostólicos ser cosa ya resuelta este enlace, intentaron empañar el lustre de aquella excelsa señora, apelando al abominable medio de la calumnia, y haciendo que los ayudára en su indigna obra el diario legitimista de París La Cotidiana. Encendia su enojo la voz que se difundió de que gozaba la ilustre princesa de las Dos Sicilias el concepto de liberal ardorosa. Los intencionados manejos de los apostólicos no surtieron efecto esta vez. María Cristina salió de Nápoles el 30 de setiembre (1829), acompañada de los

y

reyes sus padres. Fueron primero á Roma, y atravesaron después la Francia. El infante don Francisco y su esposa, así como la duquesa de Berri, hijas ambas de los monarcas napolitanos, habian partido de España con objeto de salirles al encuentro, y entrado tambien en Francia por Cataluña. Juntáronse unos y otros diéronse un abrazo cordial en Grenoble. En el suelo francés, y antes de llegar al Pirineo los augustos viajeros, presentáronse á su futura reina los expatriados españoles, manifestando sus deseos de volver á su querida patria, y solicitando para ello su mediacion. Cristina les dirigió palabras dulces y de consuelo, y les hizo concebir halagüeñas esperanzas. Esperanzas que habian de ver mejor cumplidas que las que dió Fernando á otros desgraciados españoles cuando iba á entrar en España libre del cautiverio de Valencey.

Fuese la noticia y fama de sus relevantes prendas, fuese su agraciado y simpático continente, fuese un instintivo presentimiento de los bienes que este suceso habia de traer al país, desde que la jóven prometida puso los piés en el suelo español, en Barcelona, en Valencia, en todos los pueblos del tránsito fué recibida y aclamada con entusiasmo grande. Llegaron los augustos viajeros á Aranjuez (8 de diciembre, 1829), donde los esperaban el infante don Cárlos y su esposa, y tambien don Francisco y la suya, que desde la frontera se habian adelantado con este objeto por Zara

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