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nia, y el Rey no se desdeñó de adquirir personalmente las pruebas del abuso que se hacia de su confianza (1).

Pero aun cuando no hubiesen sido tan continuas las mudanzas de ministros, y aunque hubieran ocupado estos destinos hombres capaces de dar al gobierno la fuerza de que tanto necesitaba, no por eso debian esperarse grandes ventajas, porque el ministerio tenia atadas las manos. No hay nadie en España que ignore, que existía en la corte una reunion de personas con quienes el Rey tenia mucha deferencia, y esta reunion era conocida con el titulo de camarilla. Los sujetos que la componian eran los que daban casi todos

(1) D. Pedro Macanáz, primer ministro de gracia y justicia del rey Fernando despues de su vuelta de Francia, tenia en su compañia una especie de ama de gobierno que trajó de Francia en quien habia depositado demasiada confianza. El rey recibia continuas quejas de la corrupcion que reinaba en la distribucion de algunos empleos, de cuyo trafico era instrumento aquella muger y no del todo ignorante el ministro. Un dia fueron tan especiales las señas, é indicado con tanta claridad el sitio y la cantidad en que se habia vendido una gracia, que S. M. quiso convencerse por si mismo, y llevando en su compañia un escribano llamado Negrete, se trasladó en persona á la habitacion de Macanáz y sorprendió en su casa el mismo paquete de onzas de oro que habia servido de precio á la corrupcion. El castigo no correspondió á la enormidad de la culpa, y se perdió el fruto del escarmiento con harto desaire de la magestad soberana.

los destinos. Su ambicion no se estendia á dictar decretos, ni reglamentos, ni planes, y se contentaban unicamente con disponer de los empleos,

y

sostener en ellos á sus hechuras y á sus amigos, y con derribar à los hombres de merito. De este modo, los ministros por lo regular no tenian facultades para encargar la egecucion de sus providencias á hombres capaces de llevarlas al cabo, porque muchas veces recibian orden para nombrar á las personas designadas por la camarilla, y asi se frustraba hasta la responsabilidad de opinion que tienen los ministros aun en los gobiernos mas despoticos.

En efecto, cualquiera que sea el sistema de gobierno de una nacion, bastarà que en ella se discurra para que el ministro se averguence de haber nombrado para un destino en rentas á un malversador de la fortuna publica; para el mando de una provincia ó de una plaza á un militar inepto, cobarde y avaro; para ponerse al frente de un egercito á un general desmoralizado, ambicioso y despota, y para administrar justicia á un abogado ignorante, venal y lleno de vicios. Pero en España ni aun existía esta especie de responsabilidad, porque quien real y verdaderamente empleaba à sujetos parecidos à los que acaban de describirse era un hombre oscuro, que no tenia obligacion de conducirse de otro modo, y el condescendiente ministro no hacía mas

que prestar su firma para autorizar el nombra

miento.

Y á cuantas reflexiones no daria lugar el examen de los infinitos decretos espedidos por el gobierno español desde 1814 hasta 1820! En vano se dispuso que todo volviese al ser y estado que tenia en 1808, porque el gobierno empezó desde luego à hacer innovaciones en casi todos los ramos. Se anuló el decreto de las cortes sobre señorios, pero el Rey incorporó á la corona los derechos que tenian los señores juridicionales. Se estableció una contribucion directa, y los bienes de la nobleza y del clero quedaron sujetos á ella. Por otro decreto, se abolió el privilegio que tenia la nobleza de no reemplazar el egercito. Estas providencias produjeron mucho disgusto en las clases superiores, y los pueblos no quedaron satisfechos con ellas; porque los jueces nombrados

por

las autoridades reales no fueron mejores que los que elegian antes los señores jurisdicionales, y porque la contribucion directa se repartió con una desigualdad monstruosa, pues no habia datos estadisticos, y para adquirirlos, se poblaron las campiñas de comisionados, que exigieron de los pueblos crecidas sumas por sus lentos y casi siempre inutiles trabajos. Los del estado llano tampoco agradecieron el que se obligase á los nobles á entrar en quintas, porque este favor venia mezclado con la pension de contribuir cada año con

un contingente para reemplazar el egercito, lo cual antes de 1808 no se verificaba, sino muy de tarde en tarde.

Pero la enfermedad mortal del gobierno era la apatía y la falta de caracter y de sistema. Las contribuciones no se exigian con puntualidad, permitiendose á los pueblos el que se recargasen con grandes atrasos. Las atenciones del estado se pagaban muy mal, y con una enorme desigualdad. Los empleados en rentas nadaban en la abundancia; á los civiles se les debian muchos meses, y las viudas y los retirados perecian. El egercito, tenia grandes atrasos, pero con una monstruosa diferencia; pues unos cuerpos estaban vestidos con lujo y bien pagados, al paso que en otros los soldados no tenian con que cubrirse las carnes, no salian de los cuarteles porque estaban descalzos, y tomaban al fiado en las tiendas los viveres, que necesitaban para su sustento diario. En un mismo cuerpo, unos cobraban mas de lo que les correspondia, y otros eran acreedores á grandes cantidades. En fin todo era desorden, y el gobierno nada hacia para remediar tan fatales abusos. Facil es conocer que descontento no produciria, y cuantos desordenes no llevaria consigo la falta de recursos, y sobre todo la injustisima distribucion de lo poco que habia. En muchas provincias era publico el trafico que no solamente los particulares, sino los mismos cuerpos militares, hacian

con sus creditos, pues se veian precisádos á ceder una buena parte de ellos á favor de los mismos que debian pagarlos integros (1).

Aunque es casi imposible que un gobierno que consiente tal abandono en la reparticion de los fondos, y que de este modo hace un numero tan grande de descontentos, tenga prevision y fuerza para dirigir ningun ramo, sin embargo aun podria créerse que el ministerio español se ocupaba con eficacia en conservar la tranquilidad interior. Pero las conspiraciones se sucedian las unas á las otras, y todas tenian por motivo ó por pretesto restablecer la constitucion de 1812. Los agentes del gobierno, ó no tenian conocimiento de la mayor parte de estas maquinaciones, ó no querian tomar providencia alguna con respecto á ellas hasta que habian estallado, , у de este modo se multiplicaban los males y los escandalos. Aun despues de descubierta una conspiracion, despues de haber sido cogidos las sublevados con las armas en la mano, el gobierno no tenia fuerza ni para castigarlos ni para perdonarlos. Fueron ajusticiados Porlier y Laci, pero las causas, que se formaron á los que los habian seguido, caminaban con la mayor lentitud. En fines de 1815 se verificó la

(1) Durante algunos años el unico medio seguro de cobrar sus sueidos, era sacrificar el ocho ó el diez por ciento de su importe en favor de algunos empleados corrompidos de las tesorerias.

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