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conspiradores se salvasen fuéro del reino, entregarian las armas antes de concluirse enero, y todo se terminaria sin disparar un tiro.

Entretanto se iban familiarizando los pueblos y las tropas con la sublevacion de la isla; el espiritu de partido y el deseo de novedades ensalzaban á los gefes que la dirigian, hacian admirar sus proyectos, y en una palabra la revolucion se alimentaba con la falta de energia y con la indecision del gobierno (1). Los revolucionarios que estaban encargados de sublevar las provincias, trabajaban casi á cara descubierta, y su actividad se redoblaba en proporcion de los apuros de sus compañeros de la isla, porque estaban bien convencidos de que reducidos aquellos á si mismos, iban bien pronto á sucumbir. Las autoridades estaban ciegas y sordas, y no parecia sino que ellas mismas facilitaban los medios

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de que se trastornase el orden de cosas existente, y que participaban de la misma especie de letargo que habia adormecido adormecia aun al gobierno. La unica señal que este habia dado de vida, era enviar a Andalucia tropas sin cuenta, ni razon, sin tomar en ninguna otra provincia las medidas que tan imperiosamente reclamaban las circunstancias.

(1) El duque de San Fernando era entonces ministro de Estado y presidente del consejo de ministros.

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Llegó en esto el 21 de febrero, dia en que se proclamó la constitucion en la Coruña. Si en todas partes eran notorios los esfuerzos de los conspiradores para hacer una diversion en favor de los de la isla, mucho mas en la capital de Galicia, donde apenas habia quien dudase de lo que iba á suceder. En aquella ciudad habia estallado la conmocion de 1815, cuyo frente se puso el mariscal de campo D. Juan Diaz Porlier, que consiguió apoderarse de las personas del capitan general y del gobernador. Parecia que esta sorpresa debia ser borron para aquellas autoridades, que cuando menos eran culpables de falta de vigilancia, y de ignorar absolutamente lo que pasaba á sus inmediaciones. Sin embargo el gobierno no les hizó ningun cargo, y desconcertados los proyectos de Porlier, volvieron desde la prision á ocupar sus destinos. Ni la experiencia los hizo mas precavidos, pues á su vista se volvió á anudar el hilo de la conspiracion, que en diferentes ocasiones antes del año de 1820 se creyó que iba á estallar. Tal era el abandono del gobierno, que mantuvo en destinos tan importantes á hombres que habian demostrado palpablemente que no eran á proposito para desempeñarlos.

A pesar de los preparativos anteriores no tomó por el pronto parte activa en la revolucion de la Coruña sino un puñado de oficiales y de soldados.

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Se proclama la constitucion; el capitan general, el gobernador de la plaza y otros varios gefes son arrestados. Una casualidad pone en salvo al teniente general que estaba declarado segundo del capitan general, y que en su ausencia habia mandado muchos meses, y en lugar de tomar una determinacion vigorosa, presentandose en algun cuartel para que la tropa no olvidase su deber, ó en lugar al menos de retirarse á un punto, en el cual reuniese los cuerpos que estaban diseminados en la provincia, y los regimientos provinciales; en vez de cumplir con su deber haciendo frente á la revolucion por cualquiera de estos medios, tomó el cobarde partido de presentarse á los sublevados para que le arrestasen: como si un oficial general y una autoridad de su clase cumpliese con lo que debia al Rey en circunstâncias tan criticas no tomando parte en la rebelion (1).

La noticia de la revolucion de la Coruña llegó bien pronto al Ferrol, y sirvió para que los amigos de novedades siguiesen el egemplo de la capital de la provincia. En cuanto á las autoridades, ni reunieron las tropas, ni las hablaron, ni tomaron medida alguna vigorosa, y cuando

(1) Igual conducta acaba de imitar en Valencia el general Carratalá, para que ni aun en esto se desemeje una revolucion de la otra.

el 23 de febrero se publicó la constitucion, no tubo el gobernador mas animo que para dejarse arrestar en su casa. Lo mismo sucedió en Vigo. Pero el comandante de Santiago, que era un teniente general, se declaró por el gobierno existente, tomó el mando de Galicia, hizó poner sobre las armas los regimientos de milicias y reunió alguna tropa veterana. Sin embargo de que todos los esfuerzos de los sublevados no podian ser suficientes para dirigir sobre Santiago quinientos hombres en los primeros momentos, el nuevo capitan general tomó el partido de retirarse á Orense que dista veinte y cinco leguas de la Coruña. Los habitantes y los soldados adictos al Rey debieron formar una idea abultada de los recursos y de las fuerzas de los sublevados, viendo que se les abandonaba la ciudad mas rica y mas populosa de Galicia, al paso que los conspiradores, que al menor amago de resistencia hubieran sido abandonados por sus soldados, pudieron persuadirles que no tenian nada que recelar.

Llegaron los sublevados á Santiago, y el convencimiento de su debilidad les obligó á permanecer algunos dias en aquella ciudad, en la cual ápenas se contemplaban seguros. Entretanto el nuevo capitan general reunia en Orense varios destacamentos de tropas de linea y cinco regimientos de milicias, hallandose prontos á incorporarsele otros dos, un batallon de infanteria

y algunos escuadrones. Es cierto que entre los milicianos habia muchos desarmados; ¿pero como puede disculparse el abandono del gobierno y de las autoridades superiores, que no facilitaron armamento á unos cuerpos con cuya fidelidad contaron siempre? ¿Que prueba puede darse mas clara del desconcierto que se notaba en todos los ramos? sin embargo las fuerzas del capitan general eran imponentes, y aunque en la mayor parte se componian de milicianos, todos los oficiales de estos cuerpos, á no ser algunos subtenientes, y los mas de los soldados habian hecho la guerra de la independencia. Contaba ya con diez hermosas compañias de granaderos, y de un momento á otro podian incorporarsele otras cuatro. ¿Y que era lo que los sublevados podian oponer á estas fuerzas? Apenas unos ochocientos, hombres, los mas de ellos reclutas que no inspiraban confianza bajo ningun aspecto. A pesar de todo los conspiradores tomaron el partido de marchar sobre Orense, porque conocian que solo á fuerza de actividad y de movimientos podian imponer algun tanto y conservar sus soldados. El capitan general no solamente contaba con una gran superioridad de fuerzas, sino que ocupaba una posicion ventajosisima. Para llegar á ella tenian los conspiradores que atravesar el Miño que corre por debajo de la misma ciudad de Orense, y que iba entonces muy caudaloso, no siendo vadea

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