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DON MARIANO DE CALDAS Y CASTILLA,

ABOGADO DEL ILUSTRE COLEGIO DE MADRID E INDIVIDUO DE LA SOCIEDAD
ECONÓMICA DE LA PROVINCIA DE GRANADA.

La fama de los pasados,
Reprehende á los presentes;
Ya' tales somos tornados,

Que el mentar les enterrados
Es ultrage á los vivientes.

(Sepulcro del condo D. Pedro
Ansurez, en Valladolid).

MADRID.-1871.
IMPRENTA A CARGO DE DON PEDRO MONTERO,
Plaza del Carmen, núm. 5.


SPA
905

CA

JUN 2 0 1927

INTRODUCCION.

La época actual, fecunda en sucesos importantes, cuya trascendencia no puede desconocerse, ya se considere en el órden moral, ya en el religioso, ya en el político, ó ya en fin, para lo que pueda importar al porvenir de los pueblos, ha fijado la atencion de los hombres pensadores que procuran esclarecer é indagar, á dónde se dirigen los encontrados pareceres que se disputan el gobierno del mundo como medio de asegurar la libertad y la riqueza de los mismos pueblos.

Desde principios del siglo actual, puede decirse que los hombres han perdido en importancia lo que han ganado en audacia; hoy es fácil á cualquiera encumbrarse á los primeros puestos con un poco de osadía y lograr que se hable de ellos; pero si llegan á formar parte del gobierno, y por consiguiente á dirigir á los demás, muy pocos pasarán á la posteridad como ejemplo, cuya vida y acciones exentas de toda mancha, deban imitarse y seguirse por los que les sucedan y quieran perfeccionar los adelantos que plantearon, ó asegurar sobre bases sólidas y estables, la prosperidad y el bienestar comun, ó al menos el del mayor número.

El positivismo, el interés individual y el egoismo descuellan por do quiera, y es imposible por tanto, que con tales elementos los hombres sean mejores que lo fueron nuestros pasados.

Esos tres vicios principales han traido otros no ménos perniciosos y producido el indiferentismo político y aún el religioso, la deslealtad y la division ó fraccionamiento de los partidos ó escuelas en que nos hallamos divididos, haciendo imposibles el órden y el gobierno que no pueden existir, sin el respeto y observancia de las leyes. que arreglan las relaciones del poder con los gobernados, porque roto el equilibrio y falseado el principio de autoridad, viene la anarquía y despues el caos, á producir, las mas veces, la muerte de los imperios mejor constituidos y mas fuertes.

La Grecia, Cartago y Roma nos ofrecen ejemplos severos de esta verdad en lo antiguo, y en los tiempos medios y modernos, ¡cuántas nacionalidades no han desaparecido! Las unas, bajo el acero de los conquistadores, y otras arrastradas por las iras populares, con más ó ménos fundamento escitadas.

Semejantes causas han sido siempre dignas de un profundo estudio, para que la fria razon y la verdad imparcial y severa descubra los hechos y ponga de manifiesto ese oculto misterio que se apodera de los pueblos y les obliga á destruir su propia obra, arrastrando tambien sus creencias, sus costumbres y hasta los elementos de su prosperidad, ó al ménos, enervando estos últimos en tales términos, que tardan mucho tiempo en fortalecerse y desarrollarse. Pero jah! si los pueblos comprendieran sus intereses, no serían las mas veces instrumentos de la ambicion de unos pocos, que al convertirlos en arma destructora, les privan de su bienestar y del de sus familias, cegando por algun tiempo las fuentes de su riqueza, que es

el trabajo; pero si esto no sucediera, la sociedad sería perfecta y no cabe en el mundo la perfectibilidad humana, que el hombre apenas puede comprender en su debilidad; de ahí esas contínuas luchas que el trascurso de tantos siglos y la mayor civilizacion de ahora no han conseguido estinguir.

Pero si el bien no puede completamente existir porque es enteramente imposible, ¿quién duda que la condicion del hombre como la de los pueblos puede mejorarse?

Nadie; yo creo de buena fé, que todos la buscan y la desean con afan, ya en el órden moral ya en el físico, y que tantas escuelas filosóficas y aun políticas que se disputan el predominio sobre las demás, tienen por objeto proporcionar á sus semejantes esa mayor suma de bienes. y perfectibilidad que apetecemos y que se busca por todos los medios imaginables, aun por los mas estraviados y contrarios para conseguirlo.

Pero si la ciencia, auxiliada de la experiencia y de una conducta prudente puede darnos, si nó el todo al ménos una parte de tan anhelados beneficios, sea cualquiera el camino que se siga para proporcionarlos, de ninguna manera podrá traerlos el afan desordenado de destruir que vemos en nuestra época, sin haber preparado antes el terreno donde se piense edificar la nueva obra, porque si se prescinde de toda preparacion y se arroja la semilla en terreno árido, lo natural y lógico será que no se coja nada, sino los abrojos que antes le poblaban, perdiéndose así el trabajo y los medios empleados.

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Que el hombre es susceptible de mejorar su condicion por la educacion y el estudio, es indudable; pero que sin este trabajo necesario y preliminar, se quiera obtener de él fruto sazonado, es un error en que por desgracia caemos todos los dias, sin considerar que la imaginacion del hombre como la de los pueblos considerados

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