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imitaciones de las formas esternas antiguas, sino cuadros donde vivia el alma de la poesia griega.

Las buenas tragedias y comedias francesas empezaron á ser conocidas en España cuando era francés el monarca, francés el gusto en todo, cuando los que leian, leian con especialidad libros franceses. Desde entonces los literatos, á quienes empezaba á patrocinar el gobierno, se dedicaron á recomendar en teórica la imitacion del drama transpirenaico, y aun hubo algunos que intentando reducir la teórica á práctica escribieron tragedias y comedias á la francesa; mezquinas y malhadadas copias hechas sin brio ni conocimiento del espíritu de los modelos copiados. Pero es de notar que semejantes ensayos mas eran para los doctos que para el público, el cual siguió por largos años aficionado á las comedias antiguas, viéndolas representar con gusto, y casi ignorante de las modernas, rara vez trasladadas de los estantes de libros al teatro.

Pero no fueron los autores quienes mas contribuyeron á transformar nuestra poesía dramática. Los preceptistas hicieron la transformacion. Al mismo tiempo que habia venido á España la poesia del reino vecino pidiendo cédula de naturaleza, y bien apadrinada en su pretension, vino con ella la critica, recien nacida en Francia misma, porque, como es sabido, los críticos y su ciencia empiezan á conocerse mucho despues de los buenos autores. La crítica de aquellos tiempos solo examinaba las formas esternas de las obras, para cuyo fin reconocia y daba reglas fijas é imprescindibles. Al drama, género al cual se dedicó con preferencia (1), le señaló una forma tan bien demarcada, y con tan claras divisiones y proporciones que el hecho de componer ó juzgar una comedia ỏ tragedia vino á ser así como un esfuerzo del ingenio, fantasía y criterio; una obra de mecanismo.

Tuvo la crítica buena acogida en nuestra tierra por su mérito intrinseco, y juntamente por el de la novedad. Sujetáronse de buena gana á su jurisdiccion los escritores, y aunque el público anduvo mas reacio en someterse, quizá por no conocer la legislacion ni el tribunal, ni si era conveniente que hubiese jueces y leyes en esta materia, al cabo admitió y obedeció el código crítico, sino por otra razon por costumbre, cuando empezó á leer y despues á oir representados dramas compuestos segun las reglas.

De este modo vino á ser clásica nuestra poesía dramática; clásica se entiende, como lo era la francesa, ó lo habia sido la italiana moderna y acaso la antigua ó latina, pero no como lo fué la griega, ó como lo debería ser si fuese de un clasicismo verdadero.

Por fortuna ó por desgracia; por casualidad ó porque así debia

(1) Luzan, aunque trata mucho del poema épico, todavia se detiene mas que en otra cosa en los preceptos de la poesia dramática. Tambien en la poética de Aristóteles ocupa el principal lugar la tragedia. Lo que hacia un clásico lo hacian todos, y mas que ningunos los preceptistas.

suceder, no contó la tragedia moderna española composiciones de primera clase. Sin agravio de nuestros poetas trágicos puede decirse por ser la verdad que el público español, si oia con gusto algunas tragedias de nuestros dias, á ninguna de ellas acogia con grande entusiasmo; que si algunos críticos celebraron las tragedias de Cienfuegos, no hubo auditorio que las tolerase; y que traducciones eran las piezas mas aplaudidas en el teatro donde lucia y era justamente admirado el estraordinario talento de Maiquez.

Algo mas afortunada ha estado la comedia castellana en los últimos tiempos. Moratin, sobre todo, es autor de mérito y fama, superior esta á aquel, y mayor antes que lo es hoy y que lo será andando el tiempo; pero sin duda poeta cómico de dotes aventajadas. Compararle con Molière es á nuestro entender temeridad, pero tenerle en muy poco nos pareceria injusticia.

Moratin dice con gracia que intentó vestir la comedia española de basquiña y mantilla, y en intentarlo acertó, pudiendo tambien afirmarse para su gloria que se salió con su intento. Pintó bien algunas costumbres de su tiempo; las de la gente llamada de medio pelo; las de los viejos con predileccion y fiel semejanza. De la sociedad culta ó no conoció los usos y modales, ó no supo representarlos. Ignoró la indole y lenguaje de las pasiones, pues para él era el hombre interno una arca cerrada. Un solo concepto filosófico, un carácter ideal aparece bosquejado en sus comedias, y es la Doña Mariquita del Café en quien está personificada la sencillez hasta rayando en tontería, pero acompañada de cierto buen discurso, aunque vulgar, y con esta sola dote venciendo en razon á talentos muy superiores al suyo, si bien viciados por la pedanteria à punto de parar en necios completos. Otros caractéres en Moratin son retratos de personas ó de clases, semejantes alguna vez, y nunca cuando son de estilo un tanto noble. La parte mecánica es mala en sus dramas, pobrisimos en nudo, y aun no muy bien hilados. El diálogo es la perfeccion principal en sus comedias, pues sobre ser naturalisimo, abunda en chistes con frecuencia muy oportunos. Sus dramas mueven å risa al oyente ó al lector; pero no le suspenden, no le empeñan ; y el buen critico los aprueba, gusta de ellos, y no los admira ni señala como obras maestras del arte.

Ha tenido Moratin imitadores, ó ha habido autores de la misma escuela, cuyas producciones son dignas de aprecio. Casi á la misma altura se mantenia la tragedia guardando consonancia y proporcion con el estado del mismo arte en Francia, cuando alli florecia la poesia dramática, hoy llamada por su fecha, del imperio.

Pero era llegada la hora de un trastorno que habia de desquiciar la critica, y con ella todo el arte poética, introduciendo en la república literaria una libertad anárquica, precursora, segun creemos y fiamos, de un órden futuro, y en su indole muy diferente del antiguo.

Empezaron los críticos la revolucion literaria asi como los escri

tores anunciaron y en parte trajeron la gran mudanza politica, cuyas consecuencias está sintiendo y sentirá probablemente por dilatados años el mundo.

Examinemos la historia y carácter de este trastorno.

Sabido es que en Inglaterra jamas llegó á dar fruto sazonado la planta del clasicismo francés. Alemania quiso tener un teatro, y le tuvo aunque tarde, y le fundó en reglas conformes al estado de su sociedad y á sus tradiciones Italia admiraba á Alfieri, autor mas clásico que los franceses en cierto modo, pero autor de un género peculiar suyo. Y en España, aunque estaba el clasicismo sentado de firme, era solo obligatorio para cuanto se componia ó habia de componerse, pues nunca dejaron de representarse y oirse con aplauso las comedias antiguas.

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En el mundo politico habia tenido Francia dos épocas de gran poder una la de Luis XIV cuando hizo el primer papel en Europa, y amenazó avasallarla, y otra la del imperio cuando llegó á ejercer el mismo siempre codiciado señorio. Concitó su dominacion por si, y por las demasías á ella consiguientes, resentimiento y ódio, dando margen á la resistencia hecha por una liga con lo cual cayó vencida, si bien sin desdoro « la señora de las gentes. »

Lo que en el orbe politico aconteció en el intelectual. Tambien dominó Francia en este último con menos resistencia y por mas largo plazo que en el primero. Pero vino el dia de la rebelion preparada y llevada á feliz término por una alianza. Y lo que no sucedió en politica, la antes conquistadora y dominadora recibió hasta cierto punto la ley de los rebeldes vencedores; solo que, diestra y fuerte, aceptando de buena gana esta ley nueva, lo que ella recibió de otros lo ha impuesto y va imponiendo á sus satélites literarios, entre los cuales puede contarse, sin ofensa, á nuestra patria (1.

Nueva ha venido á ser, y es aquí como en todas partes la crítica, nueva la práctica así como la teórica, en el arte dramático tanto cuanto en todos los ramos de la poesía. La nueva crítica filosófica atiende poco á las formas esternas, y, ambiciosa y osada al juzgar una obra, pretende y á menudo consigue esplicar la indole del ingenio que la ha producido. Tiene esta critica comparada con la antigua una desventaja notoria, pues como no trata de formas materiales visibles y palpables, no puede darse à entender tan

(1) Es verdad que en España nunca habia faltado quien defendiese la causa de nuestra comedia antigua y del romanticismo contra el clasicismo francés. En 1818 se distinguió en esta lid, como campeon de nuestra literatura, don Juan Nicolás Bohl de Faber, caballero aleman de vastos conocimientos, que como quien más ama y entiende los libros españoles. Abogaba entonces por las reglas francesas el escritor de este articulo, lleno de preocupaciones que hoy ha abjurado, à no ser que ahora yerre y entonces acertase. Quedó indecisa la victoria, y triunfante el clasicismo en la práctica corriente de nuestra tierra, hasta que los románticos en Francia llegaron à ver representados sus dramas aun en el teatro, dicho por antonomasia francés, santuario de la literatura clásica. De Francia, pues, nos vino el drama sin reglas que renovaba los antiguos usos de España. En 1829 se representó en Paris el Hernani, y hasta 1834 no se sacó á las tablas en Madrid drama alguno por el mismo estilo.

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bien, ni sentar reglas puestas al alcance de todos los entendimientos, aunque es superior á su antecesora y rival por lo alto y aun por lo atinado de sus miras, tanto cuanto lo es el espiritu à la materia, y la belleza del pensamiento à la de las personas.

La práctica moderna tambien escede á la antigua si, como pretende y debe ser, es hija de la espontaneidad. Esta, segun va dicho, es la primera prenda poética, y se aviene bien con las reglas de un arte filosófico y bien entendido. Pero el daño del drama actual está en que, acertando en lo que desea ser, no es lo que dice y apetece.

En España teniamos la comedia antigua; pero los dramas de nuestros dias solo se parecen á esta en que remedan su estilo, y no cabe espontaneidad en el remedo. Son, pues, los dramas actuales españoles franceses en la figura; hablando castellano anticuado muy salpicado de galicismos.

En Francia misma no es natural ó espontáneo el drama novisimo; es, sí, un esfuerzo anticlásico que lleva por norma el antiguo teatro francés para desviarse de él en vez de seguirle.

En Inglaterra la tragedia del dia presente es una continuacion de la antigua. La Biblia y los dramas de Shakspeare, sin que sea profanacion nombrarlos juntos, son los dos escritos que mas influyen en los pensamientos de los ingleses. Ni deja de avenirse este influjo con el que allí tiene la literatura clásica mejor cultivada que en Francia, ó á lo menos cultivada con mas profundo conocimiento. Es por consiguiente el drama inglés radicalmente diferente del francés; y si en muchos accidentes se parece bastante al español, está la semejanza mas en la forma que en el espíritu. Pero tampoco Inglaterra produce ni ha producido en estos dias buenos dramas; en parte porque alli se imita demasiado á Shakspeare; en parte porque, como despues diremos, hay circunstancias ahora nada favorables, y antes adversas al feliz cultivo de la poesía dramática.

Poco trataremos de Alemania por no hablar de lo que no conocemos sino somera y escasamente. Pero puede afirmarse que allí el drama nació y debe vivir romántico, porque el romanticismo es el verdadero clasicismo germano; y es clasicismo como lo fué el griego, espontáneo, castizo, nacido de la historia y tradiciones del pais, y acomodado á su situacion presente.

No cuadra mal à Italia el romanticismo, ni puede adaptarse mal á una tierra donde nació y escribió Dante en los siglos medios, donde es tan clásico el romántico Ariosto, y tan romántico el clásico Tasso. Pero Italia no representa en la poesia dramática el gran papel que le cabe en los demas ramos de la literatura.

Los novísimos dramáticos españoles podrian ante todo considerar cuales son ó deben ser las condiciones del drama propio de nuestra tierra y de la era presente. Porque darse á copiar á bulto los franceses modernos no es medio á propósito para regenerar nuestra

literatura, adulterada y descastada por la imitacion rigurosa de los franceses antiguos.

En primer lugar bueno seria averiguar si es ó no acertada la division hecha del drama en clásico y romántico. Y supuesto que sea acertada, vendrá á cuento, y aun será preciso examinar, si la distincion entre ambos géneros consiste solo en las diferentes formas esternas que uno y otro han adoptado y toman. Y en tercer lugar oportuno y hasta indispensable es meditar bien cuales condiciones debe tener el drama en sí, ya se llame con el uno, ya con el otro nombre; porque malas composiciones en abundancia y algunas buenas hay en los dos géneros; y lo conveniente es que las haya buenas, sean clásicas, ó románticas, ó de cualquiera otra especie, si una especie nueva es posible.

Nosotros sobre la primera cuestion diremos rotundamente que juzgamos desacertada la division à que aludimos, si bien hoy está admitida por buena y exacta en todo el mundo civilizado. La poesia dramática griega, fuente y asimismo pauta del clasicismo, nos parece romántica en sumo grado. Al contrario, si por clásica se entiende imitadora, à mucha parte de la poesia dramática novisima, que pretende y dice ser romántica, puede achacarse el defecto principal del clasicismo. Cuando se atiende à la indole, al verdadero espíritu del drama, se ve que hay pocas, raras cosas en que tenga cabida la distincion entre clásicos y románticos. Lo que sí distingue bien y bastante al un género del otro es la forma esterna, por cuya consideracion se enlaza la cuestion primera con la segunda.

La observancia de las tres unidades, y la uniformidad de estilo, esto es, el cuidado de no mezclar lo serio con lo festivo, son los distintivos del drama hoy llamado clásico. Por abrazar muchos años y pasar de un lugar á otro; y por usar de un estilo desigual, y alternar alguna vez escenas jocosas ó pedestres con otras patéticas o elevadas, se llaman románticas otras composiciones. Hay ademas reglas para distinguir ambos géneros, que aplicadas á casos parecen mal sentadas, pues queda probada su inexactitud. Dicen, por ejemplo, que drama romántico es el que trata de asuntos de las edades medias y de la historia respectiva de la nacion donde está compuesto. A esto puede responderse, sin traer ejemplos de fuera, que la Condesa de Castilla, de Cienfuegos, es tragedia clásica, aunque sea su argumento de la historia de España en los siglos medios; y que «Las armas de la hermosura » ó la Hija del aire, de Calderon, por piezas románticas deben ser tenidas, segun las definiciones corrientes, no obstante versar sobre asuntos de tierras estrañas, y de la época de la clásica antigüedad. Dicen tambien que la tragedia romántica debe estar escrita en prosa ó verso libre, y la clásica en metro mas artificioso, contra lo cual sirve de argumento que en prosa compuso Perez de Oliva sus dramas clásicos; y que en versos de mucho artificio, y por lo general

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