La sensibilidad en la poesía castellana

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Levytype, 1898 - 230 páginas

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Página 127 - Divina Elisa, pues agora el cielo con inmortales pies pisas y mides, y su mudanza ves, estando queda, ¿por qué de mí te olvidas y no pides que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo, y verme libre pueda, y en la tercera rueda contigo mano a mano busquemos otro llano, busquemos otros montes y otros ríos, otros valles floridos y sombríos, donde descanse y siempre pueda verte ante los ojos míos, sin miedo y sobresalto de perderte?
Página 33 - It was the lark, the herald of the morn, No nightingale ; look, love, what envious streaks Do lace the severing clouds in yonder east. Night's candles are burnt out, and jocund day Stands tiptoe on the misty mountain tops; I must be gone and live, or stay and die.
Página 150 - Sólo quedan memorias funerales donde erraron ya sombras de alto ejemplo; este llano fue plaza, allí fue templo; de todo apenas quedan las señales. Del gimnasio y las termas regaladas, leves vuelan cenizas desdichadas; las torres que desprecio al aire fueron, a su gran pesadumbre se rindieron.
Página 160 - Dame ya, sagrado mar, a mis demandas respuesta, que bien puedes, si es verdad que las aguas tienen lengua; pero, pues no me respondes, sin duda alguna que es muerta, aunque no lo debe ser, pues que vivo yo en su ausencia. Pues he vivido diez años sin libertad y sin ella, siempre al remo condenado, a nadie matarán penas".
Página 222 - Dejé la luz a un lado, y en el borde de la revuelta cama me senté, mudo, sombrío, la pupila inmóvil clavada en la pared. ¿ Qué tiempo estuve así ? No sé : al dejarme la embriaguez horrible del dolor, expiraba la luz, y en mis balcones reía el sol.
Página 170 - Tú das la caña hermosa, de do la miel se acendra, por quien desdeña el mundo los panales ; tú en urnas de coral cuajas la almendra que en la espumante jicara rebosa; bulle carmín viviente en tus nopales que afrenta fuera al múrice de Tiro y de tu añil la tinta generosa émula es de la lumbre del zafiro.
Página 223 - ... aquella puerta llamarás al cabo... ¿Quién deja de llamar? Entonces que tu culpa y tus despojos la tierra guardará, lavándote en las ondas de la muerte como en otro Jordán; allí donde el murmullo de la vida temblando a morir va, como la ola que a la playa viene silenciosa a expirar; allí donde el sepulcro que se cierra abre una eternidad... ¡Todo cuanto los dos hemos callado lo tenemos que hablar!
Página 170 - Tú das la caña hermosa, De do la miel se acendra, Por quien desdeña el mundo los panales; Tú en urnas de coral cuajas la almendra Que en la espumante jicara rebosa ; Bulle carmín viviente en tus nopales, Que afrenta fuera al múrice de Tiro; Y de tu añil la tinta generosa Émula es de la lumbre del zafiro.
Página 120 - Flérida, para mí dulce y sabrosa más que la fruta del cercado ajeno, más blanca que la leche, y más hermosa que el prado por abril, de flores lleno...
Página 36 - Hilaba la mujer para su esposo la mortaja primero que el vestido; menos le vio galán que peligroso. Acompañaba el lado del marido más veces en la hueste que en la cama; sano le aventuró, vengóle herido. Todas matronas y ninguna dama, que nombres del halago cortesano no admitió lo severo de su fama.

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