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a San Matías; y conocida por tal camino la voluntad del cielo, se acordó tomar e invocar al apóstol por patrono de la ciudad y su término comunal, y hacer una efigie de talia del Santo, y celebrar fiesta en su día, y llevarle procesionalmente por las calles de la población encomendada a su custodia (1), con otras particularidades que se contienen en la curiosa acta de voto y capitulación.

Salgamos al claustro por una puerta cuyos machones en su revestimiento llevan la fecha del siglo XV, manifiesta en el estilo de las torres castellanas esculpidas en recuadros alternos, mientras sus jambas y dintel acusan más moderna edad (2). El ancho patio, antiguo cementerio, ha venido al cabo de tres siglos a recobrar la placentera y fresca fisonomía que tuvo en el XVI, cuando un viajero lo apellidaba «huerto amenísimo perpetuamente embalsamado por el fragante aroma de sus árboles florecidos» (3). Una cruz clavada en escabel de piedra abre sus brazos de hierro sobre la tierra bendita, un tiempo lecho de humanas reliquias, cercada de rosas y cipreses, de laureles y magnolias, a cuyo rico follaje dan suave y soñolienta voz las auras pasajeras, nunca dormidas en estos parajes marinos. Todos lo vimos desierto prado, cuando entre su yerba ociosa asomaban los escuetos ángulos de algunas piedras sepulcrales, desencajadas y ennegrecidas por las lluvias.

Rodéase el jardín de arquería ojiva, por donde entra copiosa luz a las cuatro crujías del claustro. Su disposición es sencilla: pilares de planta romboidal, amortecidos vivos y aristas, un doble collarín por capitel y otro por basa. El pavimento de los ánditos cubiertos más bajo que el piso del patio, antes de ser renovado en 1782 (4), era un memorial de piedra donde la antigua sociedad, la villa de los siglos medios, con sus gre

(1) Hoy se hace esta procesión dentro de la iglesia y llevan las andas del Santo los guardias del Ayuntamiento.

(2) Siglo XVII.

(3)

<amoenissimum pomarium, gratissimo floridarum arborum perpetuo odore fragrans.. Jorge Brawn.-Civitates orbis terrarum: lib. II.

(4) Relac, de la fund. de la Igl. de Santander ya citada.

mios, corporaciones, insignias, escudos, dignidades y apellidos, aparecía viva, entera en su organismo detallado y completo, como aparece la ciudad romana en Herculano y en Pompeya, desentrañada de lavas y cenizas volcánicas. Se había formado con lápidas desalojadas de la iglesia del Cristo, probablemente por la idéntica razón que las desalojó luego del claustro; muchas de ellas conservaban grabados los atributos o emblemas de profesiones y artes, instrumentos y herramientas de oficios, costumbre heredada de los primitivos cristianos, seguida durante los siglos de fe, conservada en las comarcas y países pobres e incultos donde únicamente príncipes o magnates podían magnificar sus sepulturas con grandiosos simulacros y prolijas inscripciones. Completaban el curioso museo lapidario epitafios esparcidos por el claustro, y sepulcros, estatuas y figuras de la nave meridional, que después de haber sido entierro de canónigos, vino a servir para común sepultura de pobres (1). La ciencia epigráfica, que hoy tan solicita y perseverante busca, reune y compara documentos, que no se ahorra de fatigas ni caudales para restituir, merced a sus esparcidos rasgos, la fisonomía social de señalados monumentos históricos, hubiera estimado en su valor singular tan rara y curiosa galería.

En la nave occidental se abre la puerta de una capilla arruinada, cuya advocación del Espíritu Santo, es memoria y última reliquia del hospicio fundado para doce pobres por el abad más insigne que tuvo la Colegiata (2).

(1) Esta nave meridional que mila al mar y abre sus ajimeces trebolados sobre el muro bañado aún pocos años ha por las olas, se llamó de los cuerpos santos, denominación que trae la iglesia en documentos y noticias del siglo XVI mientras en los anteriores es designada por el nombre de uno o de los dos mártires sus patroncs.-No aparece probada la causa de tal denominación: el Padre Sota apunta la creencia existente en su tiempo de que las sabandijas morían a, penetrar en aquella parte del claustro, y autoriza la denominación con un supuesto martirio y sepultura de cristianos en aquel sitio por piratas herejes. Juan de Castañeda, en su Memorial, cita la misma creencia, escrito en 1591. (2) Véase el Apéndice núm. 1.o Existía aún en el siglo xvi. Intus in circuitn xenodochium habet S. Spiritus, ubi pauperes quilibet, benigne excepti, humanissime pro necessitate, diligenti cura tractantur, dice Brawn.

Ilustre por su sangre, considerado por sus letras, eminente por sus prendas de consejero y estadista, Nuño Pérez de Monroy, brilla con purísima gloria en tiempos harto difíciles para la monarquía castellana. Dos minoridades sucesivas pusieron a prueba la integridad de su carácter, que salió ilesa de tan prolijos y multiplicados riesgos, encarecido su buen nombre. con el extraño ejemplo de conservar su dignidad modesta, sin pretender a mayores en la jerarquía eclesiástica.

Cierto que su virtud no estaba sola; apoyábase en el corazón varonil y entero de la matrona regente doña María de Molina, gobernadora de los reinos de Castilla durante la menor edad de su hijo Fernando IV, y posteriormente la de su nieto Alfonso XI. Honra singular y excelencia gloriosa de nuestras dinastías españolas, la de que sus hembras mostrasen en el trono cualidades suficientes para acreditar al más esforzado y prudente varón; estirpe rica, generosa y bendita por Dios, la que dando una Isabel santa a Portugal, una Blanca gloriosísima a Francia, cuenta dentro de nuestra tierra española una Berenguela en el siglo XIII; una María en el XIV; una Isabel por excelencia católica en el xv. Y de esta tradición perpetuada y enaltecida, del hábito de obedecer y servir a una mujer generosa y digna, cuya autoridad y elevación eran justificadas por el ejercicio constante de toda virtud doméstica y pública, nació acaso en la caballería castellana el respeto profundo a la mujer, y tomó nuestra cortesía su carácter austero y grave eximiéndose de la liviana jovialidad que empaña y desdora la celebrada galantería de otras naciones. La cotilla y el chapín bordado terciaban en la vida social con el arrebolado prestigio de haber hollado el escabel del solio con no menor firmeza y gloria que el férreo zapato y el borceguí purpúreo, y fulgía sobre la frente altiva de la dama española, reina del estrado, la soberana aureola de sus semejantes las señoras del solio.

Acechada por el bando de los Cerdas, joven entonces esperanzado y resuelto, cercada de nobles tornadizos y ambiciosos, no muy segura de sus derechos la viuda de Sancho el Bravo, fuera acaso figura menos eminente y ejemplar de nuestra

historia sin la asistencia y constante celo del abad de Santander. Porque en el consejo de los príncipes pueden los privados hacerles servicio mayor que el de procurar su gloria y engrandecimiento; pueden preservar su fama del feo epíteto de codiciosos o malrotadores, y su nombre de torpes manchas de sangre vertidas en traiciones y venganzas; y de favor tan inestimable es deudora doña María a Nuño Pérez, que después de mantener y justificar la pureza de su administración, supo impedir el homicidio consentido por el rey, en la persona de un príncipe don Juan su tío, venido a Burgos a asistir a una fiesta de familia en fe de un seguro real (1).

No anduvo escasa la reina en pagar la leal asistencia del abad, quien respondió con largueza de príncipe, gastando su hacienda y su crédito en servicio de pobres y de reyes; éstos posaban en sus casas de Valladolid como en palacio propio, y en ellas, al decir de Alonso de Maldonado, cronista de los Monroyes (2), casó aquel don Pedro famoso por sus justicias. Para los pobres fundó asilos en Plasencia y Valladolid, y a su querida iglesia de Sant Medel y San Celedón la dotó con rentas y capellanías, proveyendo a su prestigio con ordenar y regularizar el aparato del culto y horas canónicas, y a su seguri

(1) Los capítulos VIII y XVI de la Crónica tratan menudamente de estos sucesos. En una cosa, esencial a la verdad, fallescieron, como en su tiempo se decía, las virtudes de doña María y el carácter de Nuño Pérez: en la educación del príncipe, luego rey, don Fernando IV. En hora temprana tomaron torcido camino sus inclinaciones; fué vicioso, débil, y los años de su reinado ayudaron poco a la emancipación y gloria de Castilla. Uno de los mejores testimonios de la condición torcida y flaca de este monarca, es la elección de sus favoritos, de los cuales el más célebre, Sancho Ruiz de Escalante, natural de Santander, aparece en la Crónica, como un esbozo primero del tipo, legendario después, de Tenorio. Disoluto, descreído, mofador de todo precepto divino y humano, murió asesinado en Medina del Campo yaciendo en su lecho, después de ofender con el escándalo de una orgía la Sagrada Majestad del día en el de Jueves Santo del año de 1305. ¿Era de éstos Fr. Ruy López de Escalante, comendador de Benavente en la orden de Calatrava, siendo Maestre Fr. Ruy Díaz de Yanguas, A. de C. 1212? Vid Rades-Chro, pág. 81.

(2) Hechos de don Alfonso de Monroy, clavero y maestro de la Orden de Alcantara, por Alonso de Maldonado.—Memorial histórico español, t. VI. ̧

dad con lograr de los monarcas reinantes la confirmación y ensanche de los privilegios otorgados por antecesores suyos, principalmente los del señorío de la Villa, y derechos de ancoraje y puerto, mercedes de Alonso VIII (1).

Antes de despedirnos de la vieja abadía, recorramos su historia, dejándonos guiar en las tinieblas de las eras remotas por la mano segura y experta del preclaro ilustrador de nuestra historia eclesiástica, P. Enrique Flórez. Piensa el ilustre agustino que en el siglo XII, y por obra de Alfonso VII el emperador (2), fué convertida en colegial la antigua fundación monástica existente en Santander de tiempos inmemoriales. Otro tanto había hecho en Santillana, y sin duda estos actos de aquel rey emprendedor respondían al pensamiento político de unir estrechamente a su corona y real servicio estos estados, arrancados al dominio feudal de sus señores naturales, como dijimos al hablar del último de ellos, Rodrigo González de Lara.

<<No reconozcáis otro señor más que al abad de San Emeterio», decía casi un siglo después (1187) a los santanderinos un nieto de aquel monarca, el glorioso vencedor de las Navas; Alfonso VIII (3), «o a quien hiciese sus veces en su ausencia, él os nombrará merino que oiga vuestras querellas y las decida, y al abad recurriréis de las decisiones del merino cuando lastimen vuestro derecho; al abad pagaréis censo de la casa que habitareis, de la tierra que adquirieseis, del huerto que labraseis; sea juez en vuestros litigios, y si litigaseis con extraño, venga éste a hacerse oir o dar sus descargos ante el tribunal abadengo. No iréis a la hueste sino cuando el rey cercado de enemigos lo necesite, ni pagarán entrada vuestras mercaderías por mar ni tierra en la villa.»

(1) Ocho escrituras de concesiones reales contiene el libro de esta iglesia, hechas entre los años de 1310 a 1316, todas a nombre de este abad, a quien nunco miten los reyes apellidar mio digno, haciendo puntual memoria de los servicios muchos y señalados que le debían.

(2) 1126-1157.

(3) Fuero de Santander,-Apéndice núm 3.

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