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la Concha, ante escribano real y los omes buenos, fijodalgos y labradores del valle, hizo información minuciosa de los referidos derechos, y puso en orden su cobranza (1).

Cianca, adonde se llega después de pasar la estación de Guarnizo y sus lozanos robles, figura en la que podríamos llamar geografía militar de Lope García, porque apenas cita en su interesante libro nombre propio de lugar, sino para referir sucesos de armas ocurridos o preparados en él. En Cianca vinieron a establecerse hijos de aquella prolífica estirpe de Ceballos, la cual, no pareciéndole bastantes sus repetidos y dispersos solares montañeses, íbalos a buscar fuera (2). Pero los de Cianca no los acogieron bien; hubo bandos y pelearon unos con otros en diversos sitios de la comarca. Venía, en ayuda de los de Cianca, un Pedro Gómez de Agüero, bastardo de este linaje, y descubriendo al trasponer de una loma algunos jinetes, creyólos de sus aliados, y llegóse alegre y descuidado a juntarse con ellos. Dejáronle venir, y ya estaba cerca cuando advirtió su error; eran de los Ceballos. Quiso torcer las riendas y huir, mas tropezó su caballo y cayó en tierra. Vinieron sobre él los enemigos y le mataron. «E tornáronse los de Agüero con el muerto a Trasmiera», dice heladamente el historiador.

nando, señalado capitán en las guerras de Andalucía, en la célebre campaña y oma de Antequera, y más tarde en el cerco de Bataguer contra el conde de Urgel don Jaime de Aragón, uno de los pretendientes desairados, alzado en armas de las decisiones de Caspe.

(1) Memorial ajustado del pleito de los valles de Carriedo, Cayón, Villaescusa, Piélagos, Camargo, Reocín con Camesa, Alfoz de Lloredo, Cabezón y Val de Cabuérniga con la casa del Infantado.-Alegatos y probanzas.-En este dilatado litigio, como en otro que sostuvieron los valles de Toranzo, Iguña, Castañeda, Rionansa, San Vicente, Tudanca, Buelna y la villa de Cartes, contra la casa de Castañeda y Aguilar, abundan los detalles curiosos, que dibujan la historia y el estado social de la montaña durante dos centurias, desde la mitad del siglo xv a la mitad del siglo xvii. Como con la cuestión de dominio que en ellos se debatía iban mezclados derechos importantes de los particulares, hállanse sus ejemplares impresos o copias manuscritas en varios archivos de familia y de fundaciones pías.

(2) Un Ceballos, Hernán Martínez, ganó a los moros la villa de Alarcón; establecióse en ella, y trocó por el nombre de la villa el de su ascendencia, dando origen a los Alarcones, según cuentan Argote de Molina y otros genealogistas.

Cuando el ferrocarril cruza las fragosas y sombrías estribaciones septentrionales del monte Carceña, y sobre el hondo cauce del revuelto Carrimón, harto conocido en un tiempo de cazadores de jabalíes y hoy de los cazadores de sordas o becadas, desemboca en el placentero valle de Piélagos, pasando por encima de la carretera.

Si siguieses por esa carretera de Castilla, la hallarías bordada de «casas de placer», como sin curarse de caer en extranjerismo, decían nuestros cronistas viejos. Y darás con una que echa fuera sus rosales y madreselvas para alegrar tus ojos y restablecer con el fresco aroma de sus flores tu acaso decaído espíritu. Las casas son como las personas: las hay abiertas y cerradas, que convidan a entrar y convidan a no arrimarse, que llaman y que despiden. A la puerta de ésta puedes llamar con confianza plena de que los verdes y floridos vástagos de sus cenadores no engañan, sino que de antemano, y para que no vaciles, y para que sepas dónde entras, quieren darte señales de la acogida que te espera dentro. Y verás que el calor del doméstico cariño, del cordial y sincero afecto, hasta al yerto suelo favorece, porque en los arriates a uno y otro lado del umbral hospitalario hallarás, en medio de los ardores de Junio, rozagante y magnífica, la flor esquiva de los hielos, la camelia.

El Pas, que baja de Toranzo, serpea a lo largo del valle.

Habíanle echado encima un puente de robustísima sillería para someter su inquieta bravura al paso del ferrocarril; pero alteróse un día, hizo cólera, amontonó agua, y retorciéndola en torno de los anchos pilares, los arrancó de cuajo, cual dicen que desarraiga el elefante troncos añejos, y sin encarnizarse en deshacerlos, como quien no tiene saña, dejó los enormes trozos de fábrica enteros, tendidos dentro de su cauce, y allí yacen todavía.

Generoso en medio de su furia; porque a dos pasos del puente y en su margen derecha encuentra una fábrica, industria y vivienda humana, que con una presa le entorpece el paso y le roba caudal para sus menesteres, y no tiene contra él mayor

defensa que los ligeros chopos y alisos de su parque, y, sin embargo, la perdonó, y no quiso de ella más que el sobresalto y temor de los que la vivían.

Pues poco más abajo de este teatro de su fuerza y de sus iras, le hallaréis manso y sosegado, metiéndose entre espadañas, por bajo de castaños y robles, moderando su correr como si amara la sombra y buscara descanso; aquí ya su voz no es la de su origen que provoca y desvela, es voz suave, insinuadora, que aconseja o adormece. Diríase que el agua ha envejecido, si el agua no fuera la imagen más hermosa y clara de la juventud perenne, de la vida en su flor y en su fruto, en su expansión constante sobre el mundo, en la transparencia de sus intentos sanos, en la pureza virgen del alma cuando aún no ha sido enturbiada por lluvias y huracanes, por el cieno que la misma corriente mueve, levanta del fondo y arrastra consigo suspendido y revuelto.

Así entra el Pas por los términos de Quijano; así camina al mar, entre los molinos y praderas, los pomares y cerecedas de Barcenillas; escondido del sol bajo las hojas, acompañando el paso del viajero, sin apartarse de la vera de su camino, refiriéndole al oído misterios sin número, que el viajero entiende, pero que no puede repetir a nadie, porque aún no ha sido reducido al modelo preciso, concreto, pintoresco y eufónico de la palabra, el sonido inarticulado, vago, inconsistente, sutil del agua.

Las aguas corrientes no son riqueza sólo, son vida del paisaje.

Como que el agua posee los tres accidentes del vivir; luz, voz y movimiento; luz reflejada como la luz de la pupila, voz ligera y amorosa, soñolienta y grave, como la voz de la garganta humana. No hay soledad donde el agua corre, no hay tristeza donde el agua mana, no hay desierto donde el agua vive. Fecunda el suelo y despierta el alma, arrulla el dolor, ensancha la alegría, es compañía y música, medicina y deleite; sobre sus ondas van blandamente llevados los pensamientos, os los trae de donde viene, lleva los vuestros adonde va;

en ellas se refleja el cielo y podéis contemplarle sin que os ofenda la viva luz del sol, cuando ya la frente se inclina a tierra o porque la tierra la atrae o porque el peso de los años la dobla.

Así corre el Pas hasta que, bajo los arcos de la puente de Arce, se encuentra con la marea que le ofusca la claridad y le amarga la dulzura.

En esta puente de Arce tenía su torre, por los años del rey don Enrique III (1), un señor Ruy Díaz de Arce, de cuyas violencias hace minuciosa mención el «Pleyto de los Valles». Habíalo buscado ya por homicida la justicia del rey; mas era poderoso, muy emparentado en la tierra, y el rey mismo había ordenado a su corregidor en las Asturias de Santillana, Juan Fernández de Roa, la suspensión de los procedimientos. Insolentóse con esto Ruy Díaz, y fueron a más sus fechorías, tanto, que en1403 fué preso y encarcelado con un su criado Gonzalo de Pando, cómplice e instrumento. No se descuidaron sus parientes, deudos y amigos, y trataron de asaltar la cárcel y libertar al facineroso. Súpolo el fiscal y avisó al entonces corregidor, Gómez Arias, hombre resuelto y de pecho duro, pidiéndole dictase sentencia capital contra los reos antes de que los conjurados se los arrancasen de las manos. A 27 de Agosto sentenció Gómez Arias el proceso, mandando empozar a Ruy Díaz, como se ejecutó, y que le derriben su torre, y que los valles de Camargo y Piélagos se encarguen de esta segunda parte de la sentencia y del suplicio de horca a que condena a Gonzalo de Pando.

¿Dónde estaría la torre en que anidaba el salteador milano? Ya encontrará su solar el novelista que sepa utilizar la rica mina de caracteres y hechos singulares que los papeles viejos de la Montaña encierran.

Poco corren ya las aguas para entrar en el mar por una boca estrecha, tormentosa y desolada frente a Miengo. ¿Por qué se llamaba este territorio entre las bocas del Pas y del Besaya

(1) 1390-1406.

que desagua más al Poniente, en Suances, la onor de Miengo? (1). Yo sólo sé que estos dos puertos eran de la villa de Santander, la cual tenía el privilegio de la carga y descarga, pesca y salazón en ellos: amparados los naturales de la autoridad del marqués de Santillana, cuyo era el territorio, resistían la gabela y hacían tuerto al derecho de los santanderinos; éstos acudieron al rey don Juan II, quien sentenció en su favor (2), otorgándoles la confiscación de los buques y mercaderías que pudiesen tomar en contravención a lo legal y estadlecido. Luego se otorgó a los incursos en penalidad el canje be los bienes confiscados por dinero, y quizás con perjuicio de los de Santander, licencia de comerciar y marinear en estos parajes mediante una fianza o anticipo a la Corona, porque en 1498, a 20 de Julio, desde Valladolid, los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel se dirigen en una sobrecarta real al corregidor de la villa de Santander, al cual hacen su mero ejecutor para lo mandado en esta sobrecarta, y al concejo, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y homes buenos de la dicha villa, mandándoles guarden y cumplan y hagan guardar y cumplir otra su carta «librada de algunos de los oidores de la nuestra abdiencia e de otros oficiales della e sellada con nuestro sello de cera colorada a las espaldas», en que enviaron mandar al dicho concejo de la villa de Santander «e a la persona o personas que fueran en tomar e llevar los navíos de los concejos del puerto de sant martin de larena (3), que luego que con la dicha ntra. carta fuesedes requeridos diesedes e tornasedes e restituyesedes a los dichos concejos del dicho puerto de sant martin de larena e myengo todos los navíos e pinaças que asy les llevarades e tomarades e mandaredes to

(1) La onor, o el onor, úsase en ambos géneros. Parece término de jurisdicción, que significaba una parte de territorio dado en gobierno o administración conciertas condiciones desconocidas hoy.-La honor de Puerto (Santoña).

(2) En Medina de Ríoseco a ocho días del mes de Octubre del año de 1458.— Papeles curiosos relativos a Santander en poder de mi amigo don Gregorio Cruzada Villaamil.

(3) Suances.

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