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nebre labrado acaso en la undécima centuria y puestas allí como material de restauración, tan extrañadas de su propio y natural destino; ni el bulto de fiera, leona, pantera o loba con sus cachorros que las acompaña, simbolo probable de maternidad celosa y formidable amparo, que aceptó la Iglesia y heredó el arte del materno emblema de Roma, adaptándolo al simbolismo nuevo. Las hiladas de sillarejo, interrumpidas y trocadas, dan bastante indicio de las vicisitudes de la construcción y sus varios momentos, y se puede afirmar que no solamente de materiales nuevos sino de materiales antiguos, y de otros que preparados en anteriores tiempos no habían tenido aún oportuna aplicación, se valió el arquitecto Quintana, que en 1203 se atribuía por boca del mismo edificio su construcción.

En la cara interna del machón diestro, bajo la imposta de la entrada, grabó iliterato escoplo su memoria:

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En los capiteles de esta mano se distingue una figura de cabello largo y ropas talares, puesta entre dos, al parecer, leones. Los leones en uno de los capiteles levantan la cabeza

(1) ERA MCCXLI (año de 1203) DE SANTA MARÍA ESTA IGLESA PETRO QUINTANA ME FECIT. PATERNOSTER por su ALMA. Tales son el fiel traslado e interpretación literal de la tosca inscripción.-En 1845, el distinguido brigadier de Artillería don Santiago Piñeiro, de buena memoria entre sus amigos y sus compañeros de armas, la leyó de la siguiente manera, supliendo acertadamente las que a su parecer eran abreviaturas, pero interpretando algunos caracteres y con un error de copia en la fecha, la cual trae patente el signo epigráfico abreviación de XL, en

hacia lo alto, en el otro la humillan al suelo. ¿Son dos tiempos de un mismo suceso? ¿Representan a Daniel? ¿O una escena de martirio frecuente en los circos romanos, donde a veces la voz o la presencia de la víctima ofrecida a su apetito amansaba y rendía a las fieras? Los capiteles de la otra mano representan sucesos de caballería; en el uno, dos jinetes pelean a vista de una dama; en el otro, dos hipógrifos abren sus alas ociosas; ¿esperan el fin del duelo para transportar al vencedor y a su cautiva o libertada, premio cierto de la victoria, a fantásticas regiones?

En el campo del timpano retuerce y anilla su larga y escamosa cola un monstruoso dragón de viperina cabeza y saltones ojos; con él pelea un paladín bien armado, San Jorge acaso, al cual asiste y esfuerza un ángel; constante alegoría del arte románico, tal vez cifra y resumen del perenne combate de la vida, el que sostienen dentro del hombre y dentro de la sociedad los dos principios eternos de la naturaleza, cuyas victorias y derrotas son la manifestación constante y evidente de la augusta libertad humana.

Esta fachada de Yermo, que mira al Sur, desaplomada y hendida pesa caduca sobre puntales de madera. Tiene enfrente dos troncos viejísimos de fresno que, desmochados, retoñan con juvenil lozanía; pero la fábrica humana no tiene la savia de inextinguible vida que la madre naturaleza hace correr por las venas de sus vigorosas criaturas.

Al pie del collado de Yermo corre un arroyo, Belmonte, que sale al Besaya por bajo de la carretera en Riocorvo. La carretera se entra en una hoz sombría, en cuyo fondo duerme el río dentro de blancas cuencas de roca, cuyos bordes afilan el sol, el viento y la lluvia.

vez del X que copió el señor Piñeiro: ERA MCCXI (año de 1173) Á SANTA MARÍA EDIFICATA ECLESIA PETRO QUINTANA ME FECIT PATER NOSTER POR SU ANIMA. El mismo erudito oficial copió un trozo de inscripción en el torreón de Cartes, y otra de la clave de un arco de la casa de Quijano o del correo en la misma villa; ambos parecen ilegibles.-Sirva esta noticia para los epigrafistas y curiosos que visiten estos parajes.

Asperos lugares, cuya soledad y tristeza contrastan con la luz y la alegría de la maravillosa vega que acabamos de atravesar, y con el abierto y plácido horizonte de Buelna, que hallaremos presto. Mas antes hay donde nos detengan, amigos acaso, y de cierto recuerdos de doliente sanado y agradecido.

Llegamos a uno de los parajes de mayor devoción en la Montaña y de no corta fama en las restantes provincias españolas. Nacida la devoción de una antigua y milagrosa imagen de María, fiada a la custodia de sus leales servidores los hijos de Santo Domingo de Guzmán; nacida la fama de un prodigioso manantial, en el cual, renovados los bíblicos asombros, se ven cada hora entrar tullidos, mancos y cojos y salir sanados, vencido el mal, recobrada la vida: que la vida no consiste únicamente en respirar y alimentarse; la vida es gozar del pleno ejercicio de sus miembros, tenerlos dóciles y prontos a la voluntad del espíritu, ágiles para el bien común, diestros para su empleo de vencer y dominar resistencias, aprovechando los dones de la naturaleza, explotando sus arcanos, asistiendo a la acción universal humana, al creciente y progresivo movimiento, destino y misión de nuestra terrenal existencia.

Los incrédulos e indiferentes, repuesta la salud, logrado el fin de su venida, parten contentos sin darse a discurrir de dónde traen su virtud misteriosa aquellas aguas en que visiblemente se ahoga el principio morboso que les roía y quebrantaba el cuerpo, si de agentes increados, de ignoto origen y confusa ralea, si de una voluntad superior, divina, anterior al mundo y creadora suya. Los piadosos, las mujeres principalmente, no se alejan sin pagar u oir una misa a Nuestra Señora de las Caldas.

La subida de la varga es penosa para pies gotosos o piernas lisiadas; por eso es aspiración suprema, ideal de tantos enfermos forzados a permanecer abajo, entre el manantial y la hospedería, presos por la dolencia, la de poder trepar algún día la altura y gozar la fresca sombra de sus árboles, entre los cuales ven con envidia correr y solazarse a otros más afortu

nados. Arrimados al brazo de otra persona, o a un par de muletas, recostándose sobre el muro del puente o al pretil de los caminos, se los ve fijar tristes la mirada en aquellos parajes, vedados a su impotencia; y más da que compadecer la melancolía de sus ojos, que la vista de sus achaques o de sus heridas.

La historia del manantial se conserva en la memoria de las familias, en el agradecimiento de los dolientes, en los anales estadísticos de la ciencia médica; la del convento está escrita en un libro compuesto a fines del siglo XVII por uno de sus priores, Fr. Alonso del Pozo, calificador del Santo Oficio (1). Refiriéndose el historiador al que lo fué de su religión dominica, Fr. Juan López, obispo de Monópoli, cuenta que, venidos a estas montañas por los años de 1570 misioneros de la orden, halláronlas en tanto descuido e ignorancia, que preguntados sus naturales ancianos sobre la forma de predicación usada en ellas, respondían asombrados: -«¡Yo en mi vida he oído sermón!» - Con semejante noticia, la celosa orden, cuyo especial instituto era la propagación de la fe católica. por medio de la predicación de su santa doctrina, pensó en realizar su emblema, plantando aquí la mistica antorcha que alumbrase tan lastimosa tiniebla. Y eligió para fundaciones cuatro lugares, los de Potes, Santillana, las Caldas y el Soto. De éste, ya vimos cómo cambió de objeto; de los dos primeros diremos en sazón y tiempo.

Sazón y tiempo faltaron al intento de los dominicos, cuya ejecución quedó suspensa por largos años. Pero ya en el de 1605 se fundaba en Santillana el de Regina Cæli, y con él tomaba pie y solar en la Montaña la perseverante familia del insigne Guzmán.

(1) Historia de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de las Caldas y de su convento del Orden de Predicadores, Vidas del V. P. Fr. Juan Malfaz, Prior que fué de él, y de la V. señora doña María Ana Velarde de la Sierra, religiosa de la Tercera Regla de N. P. Santo Domingo, con las virtudes de otros religiosos de dicho convento, escrito por el R. P. M. Fr. Alonso del Pozo, Prior de él y Calificador del Santo Oficio.-San Sebastián.- Bernardo de Ugarte. 1700

Barros, lugar del valle de Buelna y señorío de los marqueses de Aguilar, era dueño de una ermita, en la que con título de las Caldas, tomado del cálido raudal que cerca brotaba, se veneraba de tiempo inmemorial la Virgen. Su efigie era de talla; vistiércnla luego con telas más ricas que oportunas, necesidad de los tiempos o tiranía de la costumbre.

Barros, pues, deseoso de mejor servicio en lo espiritual, y de satisfacer a la constante y general devoción a su Virgen, trató con los dominicos de Santillana cederles su imagen y ermita a cambio de establecer en ésta dos religiosos para las necesidades del culto.

Tales fueron los principios del monasterio, que en capítulo general de la Orden, en mayo de 1611, fué declarado independiente del de Regina Cœli, señalando vicario propio con título de prior para su gobierno: eran entonces provincial de la de Castilla el M. R. P. M. Fr. Pedro de Contreras, y prior de Santillana el padre Fr. Juan de Montemayor.

Ya con el calor y energía que infunde el trabajar en cosa propia, comenzaron los frailes a ensanchar y engrandecer su convento; y aunque les ponía coto el corto terreno, limitado por el camino de Castilla y el peñasco, edificaron sacristía, coro y un dormitorio, capaz de cinco o seis celdillas de tablado, dice el P. Pozo.

Con el año de 1663 llegaba para el convento de las Caldas el día de su completo y próspero crecimiento. Del colegio de San Gregorio de Valladolid, salió comisionado por el rector y consiliarios el castellano Fr. Juan Malfaz para hacer las pruebas de un pretendiente montañés, natural del lugar de Rumoroso. De paso por las Caldas, entróse a hacer oración, y movido su corazón por la aspereza y grandiosa soledad del sitio y su conveniencia para la vida religiosa y enseñanza de la doctrina cristiana, determinó emplearse con todo celo y eficacia en procurar y reunir los medios necesarios para que la apostólica cosecha fuese tan rica, pronta y abundante como a sus ojos el estado de la mies prometía.

En conseguirlo puso todos sus conatos, iniciando la empresa

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