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Boletin de la Sociedad Española de Excursiones.

culiar del Arquitecto de Carlos III. Al mismo artista se debe la traza del transparente ó altar de San Julián, de mejor gusto que el célebre de Toledo y hecho también de ricos materiales (hermosos jaspes verdes de la Sierra Elvira y otros de la de Cuenca, etc.), y notable, igualmente, en la parte escultórica, obra del valenciano Francisco Vergara, quien (según Ponz, amigo suyo) la hizo en Roma por los años 1758 y 59.

Después de tantas modificaciones quedó la Catedral conquense tal como ha llegado á nuestros días; pero hace pocos años se hundió su torre (que parece no era de gran valor artístico), causando varias desgracias personales,

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destrozando, al desplomarse, una preciosa capillita plateresca: declarado este templo monumento nacional, y comenzadas las obras de restauración, el nombre del Arquitecto director de ellas, D. Vicente Lampérez (quien lleva ya muy adelantado un imponente andamio, y se dispone á derribar la ruinosa fachada) (1), es la mejor garantia del acierto con que tales trabajos han de llevarse á cabo.

Merecen también detenido estudio las capillas y dependencias de la iglesia mayor de Cuenca. De aquellas, después de la ya mencionada de Santiago, vimos primeramente la de los Albornoces ó de los Caballeros, que tiene ricas verjas y una portada esmeradamente cincelada por Antonio Flórez, en la que: se enlazan de un modo extraño imágenes de la Muerte, con símbolos de combate y de la vida» (2), coronando este complicado conjunto un famoso esqueleto tallado en piedra. En el interior de ella son muy dignos de estudio varios sepulcros de algunos miembros de la ilustre familia de Albornoz, y los retablos de la Epifania y de la Piedad, cuyos hermosos cuadros, de marcado carácter italiano, son obra de Fernando Yáñez de la Almedina, uno de los que pintaron de modo tan notable las puertas del retablo de la Catedral de Valencia; Justi (3) (aunque advirtiendo no la pudo ver bien por lo ennegrecida que se halla) cree del mismo pintor la tabla del Calvario, existente en otro altar de esta capilla, y que á nosotros nos pareció de distinta mano. Admiramos la reja de la capilla de los Apóstoles, y visitamos, entre otras, la que guarda las pinturas del conquense Cristóbal García Salmerón, bastante decorativas, pero nada más que regularmente ejecutadas, y la que encierra dos estatuas de la Fe y el Tiempo (obras de M. Benlliure) y un antiguo retablo con interesantes pinturas, y luego salimos al claustro, y de allí pasamos á la capilla, panteón de los marqueses de Cañete, donde, si no ando trascordado, hay varias banderas colgadas en el lado del Evangelio; ¿será alguna de ellas la ganada al Drake, de que hablan Rizo y Ponz?

Admiramos también las talladas puertas de nogal de la sala capitular de verano, muy dignas de Berruguete, à quien (quizá erróneamente) las atribuye la tradición; en dicha estancia hay también un tapiz del siglo XV, y una hermosa serie de otros de Bruselas (siglo XVI), firmados por J. V. Brughen, algunos de los cuales, colgados de las paredes, tapan un muy mediano apostolado de Andrés de Vargas, y en la sala capitular de invierno vimos dos ta

(1) Esta desdichadisima fachada, dice Ponz (obra citada), que: «se hizo desde el año 1664 hasta el de 1669».

(2) Las palabras entre comillas son del articulo titulado El misterio del retablo leonardesco de Valencia, por el Dr. Carlos Justi, trabajo que, traducido al castellano por el Sr. F. S. B., se publicó en este BOLETÍN. (Año X, páginas 203 y siguientes.)

(3) Artículo mencionado.

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