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currir en las tremendas iras de esos tiranuelos de partido, que se creen facultados para atropellar por todo, decorando sus caprichos ó su ignorancia con el fácil comodin de la conveniencia pública. Mas adviertan los profesores que todas las razones que les asistan para protestar contra toda clase de vejamen y lamentarse de los perjuicios que se les irroguen por eso, no alcanzarán á librarlos de la inmoralidad que reina en el fondo de sus actos, si en desquite ó en venganza, permítaseme la espresion, del modo duro y violento con que se los trata, desempeñan mal y de cualquier modo su cometido, Hagánse superiores á su reaccion; prescindan de todo, una vez encargados del servicio, y desempeñenie como si todo les hubiese brindado á ello, como si su voluntad estuviese en todo complacida. Esto es lo que recomienda la sana moral médica, y los graves intereses que pueden comprometer obrando del modo opuesto.

Otro tanto diremos respecto del modo de redactar los documentos. Que no se trasparente tampoco en ellos la mala gana ni la precipitacion. Siquiera esto no tenga por lo comun tanta trascendencia, porque es susceptible de enmienda, siempre puede causar gravísimos perjuicios. ¿De qué servirá haberse dominado, respecto de los hechos, haber sido completo y exacto en consignarlos, si luego no se examinan con la detencion debida para sacar de ellos sus legitimas consecuencias, si no se medita todo el tiempo necesario para darles su interpretacion cabal y genuina?

Si el ejercio versa sobre el examen de un testimonio de autos mas o menos voluminosos, teniendo luego que redactar una consulta, recomendamos el mismo celo y abnegacion, tanto mas, cuanto que es muy frecuente entre ciertas corporaciones desempeñar estos cargos de la manera mas informal que imaginarse pueda.

Uno de los vicios mas comunes y que más están reclamando, como ya lo llevamos indicado en la Introduccion, la institucion de los médicos forenses, es el abandono que se nota en las academias de medicina y cirugía, respecto de los casos para los cuales se las consulta. Sin ánimo de ofender à nadie ni esponerle á la pública censura, y conviniendo desde luego en que es un vício inherente al estado actual de cosas mas bien que á los defectos personales de los individuos que forman esas corporaciones, debo pagar aquí este tributo á la verdad, la que, por amarga que sea, es necesario decirla toda. En las academias se pasan dias y semanas sin que se resuelvan los negocios de medicina legal que se les someten; las comisiones no desempeñan su cometido con la rapidez y asiduidad que los asuntos exigen, y cuando apremiados por los jueces ó los tribunales se deciden á despacharlos, se suele hacer, si no de cualquier modo, de un modo muy diferente del debido. Hemos visto dictámenes estendidos en una cuartilla de papel sobre asuntos graves, que, bien desempeñada la tarea, hubieran dado materia para muchos cuadernillos. Esos documentos no tenian la forma de los conocidos en la práctica, no llenaban el objeto; su brevedad y laconismo no espresaba ni podia espresar otra cosa que la desidia y el deseo de salir de cualquier modo del apuro. Y no es así como la dignidad de la ciencia y los altos intereses de la justicia exigen el servicio facultativo, y en especial de esas corporaciones sabias esencialmente discutidoras.

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Que no se me conteste nada sobre lo que son las academias, el trato que se les dá, el diluvio de causas que sobre ellas llueve, las ocupaciones imprescindibles de los académicos, etc., etc.; lo conozco todo como el que mas, y por eso hace años que estoy clamando por el ramo de médicos forenses que sustituya á, las academias y corporaciones de enseñanza por medio de juntas de distrito y una superior. Pero mientras subsista el estado actual, siempre será un mal grave y de inmensa trascendencia el poco empeño que se pone en redactar las con

sultas de esos cuerpos sabios; siempre será inmoral estender documentos de cualquier modo, pudiéndolos redactar mejor y de un modo mas cumplido, y teniendo la conciencia de que para formular una opinion no se ha empleado todo el tiempo y la meditacion que los negocios demandan.

ARTICULO V.

Del deber de arrostrar las consecuencias de un

juicio.

El ejercicio de la medicina legal no está exento de peligros. El voto del perito decide muchas veces de un pleito y es la base de una acusacion fiscal; por lo tanto, nada mas fácil que la venganza de los perjudicados estalle contra la cabeza de los facultativos, porque cumpliendo con su deber, han dado á los hechos sometidos á su exámen la significacion que tienen.

En los pueblos se vé eso todos los dias. En los reconocimientos de los mozos de reemplazo raro es el profesor que no se enagena la amistad ó la bienquerencia de ciertas familias, por no declarar inútiles para el servicio de las armas á mozos que no tienen ningun defecto físico ni enfermedad incompatible con el manejo de las armas. Si es llamado para reconocer las heridas de un vivo ó de un cadáver, y no tiene en cuenta mas que lo que la ciencia y la verdad le aconsejan, se crea por irreconciliables enemigos á los reos y sus deudos, y mas de una vez en una encrucijada ó en un camino es sorprendido por ellos, y cuando no muerto a puñaladas, apaleado, sin mas motivo que haber cumplido lealmente con su deber.

En otras ocasiones no son bárbaros de esta especie los que le hacen expiar tan duramente el cumplimiento de sus obligaciones; son tal vez autoridades, el gobierno mismo, que en ciertas circunstancias atropella por todo, y queriendo cubrir su despotismo y tiranía con las formas de la ley, ejerce una coaccion moral y física sobre los facultativos a quienes llama, y los obliga á declarar contra su conciencia, ó los arroja á todas las contingencias de sus iras y ven

ganzas.

En nuestras borrascas politicas, no seria dificil hallar mas de un caso en el que el gobierno ha hecho reconocer á ciertos acusados, á los cuales estaba decidido à inmolar mas bien como medida politica, por no decir otra cosa, que por exacto cumplimiento de la ley, y no teniendo los facultativos suficiente entereza, valor, independencia ó imparcialidad, han declarado lo que en conciencia no podian por falta de tiempo, á favor de lo que la autoridad necesitaba para saciar su sed de víctimas.

Dejo á un lado los infinitos sinsabores á que espone el servicio de los tribunales, porque ante los peligros que acabo de indicar, son sombras pálidas que apenas se perciben.

A pesar de eso, ¿quién perdera de vista la obligacion que tiene el médico-legista de hacerse superior á todas esas consecuencias funestas de sus votos? Ni la pérdida de su destino, ni la malquerencia del gobierno ó de las autoridades, ni las persecuciones que ella le acarrea, ni los peligros á que le sujeta la venganza de los reos y sus deudos, podrán jamás borrar la fealdad de su conducta, si por ello accede y hace traicion á su conciencia, declarando lo que no es verdad, desfigurando los hechos ó dándoles una interpretacion que la ciencia no con

siente.

Firme é inalterable como una roca combatida por las olas de un mar tempestuoso, no ceje ni se tuerza, en el desempeño de su obligacion; no firme ningun

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documento que no sea la verdad, al menos como él la crea; si esta falta, que sea un error nacido de la poca felicidad del juicio, jamás el producto del miedo ó la coaccion.

Quien sabe arrostrar con frente impávida los horrores de una epidemia mortífera; quien entra con faz serena y corazon tranquilo en hospitales infectos, quien, mientras silvan las balas de fusil y de cañon, socorre con sangre fria á los heridos en un campo de batalla, bien puede desafiar las vengativas iras de las gentes bárbaras é ignorantes que le atribuyen la culpa de los castigos impuestos á los reos, y la sañuda conducta de autoridades no menos bárbaras que pretendan asociarle á sus pasiones y estravíos. Quien no se sienta con valor para arrostrar iuflexible todos esos riesgos que ha jurado despreciar, que deponga sus insignias de médico, y vaya a esconderse en el polvo donde viven abyectos los cobardes y los hombres sin honor.

ARTICULO VI.

Del deber de ser imparcial.

Habiendo recomendado en primera línea la verdad y la exactitud en la observacion de los hechos y todas las condiciones necesarias para poderlo conseguir, es una consecuencia forzosa el que encarezca, una vez aceptado el cargo, no solo el buen celo y la abnegacion y el desprecio de todo peligro, sino la imparcialidad mas estricta en todos los negocios, la justicia mas acendrada. El elevado, brillante y digno papel que el médico legista desempeña, cuando los tribunales le llaman para que les dé luz sobre los hechos judiciales que ellos no pueden interpretar debidamente, exige de rigor esas dos virtudes. Que jamás el facultativo tome parte en favor ni en contra de estos ó aquellos interesados, que no se trasJuzca nunca en los documentos que redacte ni en las diligencias que practique, ni el fiscal ni el defensor; el médico forense, ni es lo uno ni lo otro; él no ve partes litigantes, no ve reos ni víctimas, no tiene sentidos mas que para los hechos, ni entendimiento mas que para la significacion científica de los mismos.

Los sentimientos, y con mas razon las pasiones, le están vedadas. Desde el momento que es llamado por un tribunal y jura decir la verdad, ó si no jura se propone decirla, debe rechazar toda prevision y aplazar su juicio para cuando tenga completo conocimiento de los datos. Debe serle indiferente el resultado próspero ó adverso para unos ú otros. Cuando la ley da derecho á recusarlos si son nombrados terceros en discordia por amistad intima, enemistad reconocida ú otras causas incompatibles con la imparcialidad que debe brillar en sus juicios, harto da á comprender en cuán alto aprecio tiene esa cualidad, la de ser imparcial.

Cierre la puerta de su casa á los que vayan á prepararle en este ó aquel sentido; huya de los interesados que van á prevenir su razon en pro ó en contra; la verdad que él descubre sea su único amigo y la única influencia, á impulsos de la cual se interese.

Recuerde lo que la ley tiene establecido contra los prevaricadores y los que se dejan cohechar. Piense en la infamia que estampara su indeleble estigma en su nombre, como se le probare que se ha inclinado por dádivas, presentes ú otra cosa análoga, mas bien al lado de unas partes que al de otras. Esos borrones, esas manchas caen sobre la conciencia del hombre como gotas de plomo derretido, y allí se trasforman en nido de viboras que muerden y deponen en la mòrdedura la ponzoña de los remordimientos.

Que no fie en el secreto y la impunidad, porque, aun cuando no sea ilusoria

casi siempre, hay por lo menos dos que saben la infamia; el comprador y el vendido, y aun cuando no haya mas que un resto de pudor y de conciencia, eso solo basta y sobra para llevar consigo la levadura de la deshonra siempre pronta á fermentar.

Ya que no el temor de la ley, de las penas impuestas por el código penal, deténgale en esa inmoral via el pensamiento que el tribunal ha suspendido su accion, aguardando el juicio del perito; la balanza de la justicia está inmóvil; el dictámen cientifico va á darle movimiento. ¡Ay del médico legista que, al do blegarse á estos ó aquellos motivos de bastardia ó debilidad, no oiga la voz franca y siempre amiga de la conviccion y de la conciencia! Si un criminal queda impune, si un inocente sufre por la injusticia ¿cómo podrá tener tran quilidad el corazon del prevaricador, del cohechado ó del que, á merced de sus sentimientos ó pasiones, se ha decidido por una parte contra la cual hablen los hechos?

La inflexible imparcialidad que recomendamos, no solo se refiere á la emision de los juicios, sino al modo de recoger los datos, ó al giro que se da à las diligencias. Lejos y muy lejos de nosotros buscar medios de eludir la ley, facilitar á los comprometidos circunstancias que mejoren su estado, ni cometer omisiones importantes para despojar al caso de la gravedad que tenga. Quédense esos amaños para esos desdichados curiales que tienen bastante ingenio y travesura para proponer ellos mismos á las partes los medios de escaparse por la tangente, inventando una trampa para ley, un ardid con que se elude fácil y habilmente lo dispuesto por los códigos. Cualquier paso dado en este sentido es vergonzoso para el profesor, indigno de la profesion que ejerce, y atentatorio á la moral que debe ser siempre su segunda religion.

No tememos que los facultativos se hagan parciales por cohecho ó prevari cacion; la inmensa mayoría tiene demasiada honradez para cometer esa bajeza. Mas comun es ser parciales al impulso de sentimientos apasionados, malísimos consejeros de la razon á la que llegan á perturbar muchas veces. Muy á menudo sucede que, prevenidos de ante mano los peritos por las noticias estraoficiales que tienen del caso, ó por haberse equivocado en la apreciacion de los hechos, se empeñan en un sentido y se hacen parciales, no por favorecer ni perjudicar á una de las partes, sino porque ya han comprometido en el negocio su amor propio. Este es el gran peligro, este es el escollo temible contra el cual se estreIlan hasta los hombres de mas acrisolada moral y de mas despejado talento. Una vez despeñados por esta via, se obcecan ú obstinan, y espanta ver los esfuerzos que hacen por sostener su opinion funesta en sus documentos. Ya no son escritos médico-legales; ya son acusaciones violentas ó defensas desesperadas que oscurecen al perito para darle los colores de defensor ó de fiscal. No hace mucho hemos tenido ocasion de ver documentos de esta naturaleza en un caso grave, en el que iba la vida y la honra de un infeliz enagenado. Podriamos citar en caso necesario otros muchos en los que hemos tenido ocasion de ver lo mismo; y á eso es debido que nos levantemos con todas nuestras fuerzas contra semejante modo de proceder, mas contrario á la moral de lo que esos obcecados profesores han creido.

ARTICULO VII.

De como debe procederse en los casos de duda,

Ocasiones hay en que el inclinarse mas bien á un lado que á otro, no reconoce por impulso ninguno de los vicios que acabamos de reprobar. La naturaleza del caso conduce á ello. Hay cierta duda, cierta vacilacion, porque los

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hechos no hablan bastante claro. En tales casos quieren algunos autores que el facultativo se declare a favor del acusado. Si es triste y dolorosa la posicion del profesor perito, cuando del exámen de los hechos resulta terminante y decisivo un voto que pone en gran compromiso al considerado como reo, y colocado chtre la demanda del fiscal que representa la ley viva, y la familia del infeliz contra el que se haya levantado una acusacion terrible, tiene muy a menudo que sacrificar en las aras de la verdad y la justicia los sentimientos mas tiernos; de gran consuelo y satisfaccion podrá servirle en otros casos, si por mucho que investigue y discurra no le es dado traspasar los límites de la duda. Los tribunales en estos casos le dan el ejemplo que ha de seguir; la balanza de la justicia se inclina á favor del reo. Este hermoso ejemplo, fundado en la máxima humanitaria de que vale mas absolver á cien criminales que condenar á un' inocente, debe ser seguida sin titubear por los facultativos.

ARTICULO VIII.

De como debe procederse cuando hay oposicion. Los reconocimientos, exámen de los hechos ó los datos relativos al caso para el cual son llamados los peritos, no son siempre fáciles, y no precisamente porque les erice de dificultades la naturaleza del mismo. Es muy frecuente que esas dificultades nazcan de los obstáculos, resistencia ó ardides que los interesados oponen á las diligencias periciales. Los locos, los mozos de reemplazo, las mujeres, etc., suelen llenar de obstáculos el cometido del médico forense, ya porque temen que ha de descubrir ciertos fraudes ó la realidad de sus actos tenidos por delitos, ya porqué sentimientos respetables convierten en un sacrificio doloroso, sobre todo para las mujeres, esos reconocimientos por personas que les son estrañas.

Sea cual fuere la naturaleza del obstáculo ó de la oposicion, dicho se está que los peritos no deben contar absoluta y secamente con el carácter de que llegan revestidos y hacer uso de él á todo trance, creyendo que, porque la autoridad los manda, es un desacato hacerles resistencia. La buena educacion, la buena moral, lo mismo que la buena diplomacia, les aconseja una conducta del todo opuesta. Antes que hacer valer su carácter oficial, antes que agriar los ánimos y redoblar las dificultades, hay la persuacion, hay el empleo de todos los medios suaves que la discrecion sugiere, y con los que se inspira confianza y se destruyen prevenciones.

Si á pesar de los medios suaves empleados, siempre asociando la amabilidad y la cortesanía con la dignidad y la entereza á que da derecho el cargo cometido por el juez, no pudiese el facultativo llevar á cabo el exámen de los hechos; apurados todos los recursos de buena ley, jamás se decidirá por violentar la voluntad de los que hayan de ser objeto de su reconocimiento; se limitará á dar parte al juez de lo que ocurra, para que este tome las debidas providencias. Y por lo mismo que eso puede agravar la posicion de los interesados en el negocio, debe el perito alejar en cuanto esté de su parte este recurso, y no apelar á él hasta tanto que no le pueda, diferir, sin grave compromiso de su deber y del asunto para el cual preste sus servicios.

Siempre son laudables los buenos modales, la buena educacion y la amabilidad; siempre són puentes seguros para pasar los torrentes morales que engruesan las pasiones ó sentimientos estraviados; mas nunca son de tanta necesidad como cuando se trata de practicar reconocimientos en las personas del otro sexo, y en especial segun cual sea la naturaleza del caso. Cuando se trata

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