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Situacion geográfica de España.- Producciones y riqueza de su suelo. lares y tortuosas direcciones, y extendiéndose y desparramán-
Las extensas cordilleras que la cruzan, corriendo en irregu-
-Razas primitivas que la poblaron.-Iberos.-Celtas.-Celtiberos.lares
Respectiva posicion de estas tribus.- Subdivisiones. -Su estado so-
cial. Sus costumbres.

Si alguna comarca ó porcion del globo parece hecha ó designada por el grande autor de la naturaleza para ser habitada por un pueblo reunido en cuerpo ó nacion, esta comarca, este país es la España.

Separada del continente europeo por una inmensa y formidable cadena de montañas, circuida en las dos terceras partes de su perímetro por las aguas del Océano y del Mediterráneo, diríase que el Supremo Hacedor habia querido dibujar con su dedo omnipotente sus naturales límites, y que defendiéndola de Europa con el antemural de los montes Pirineos, del resto del mundo con los dos mares, se habia propuesto que pudiera ser la mansion ó morada de un pueblo aislado y uniforme, ni inquietador de los otros, ni por los otros inquietado.

¿Por qué serie de causas, por qué conjunto de extraños acontecimientos, trasformaciones y vicisitudes, esta parte del globo de tan demarcados términos y lindes, presenta en su historia el cuadro confuso de tantos pueblos y naciones, de tan distintos idiomas, de tan diversa y variada fisonomía en sus costumbres? ¿Cómo tan invadida ha sido siempre, y mas que otra nacion alguna, por extrañas gentes? Explica en gran parte lo primero su propia topografía: el curso de la historia

TOMO I

dose por todo el ámbito de la Península como las arterias de un gran cuerpo, formando profundas sinuosidades, estrechas gargantas y desfiladeros, risueños y fértiles valles, anchas y dilatadas planicies, sirven como de frontera á otras tantas comarcas independientes. Dejemos á los geógrafos la descripcion de todas estas ramificaciones, que asemejándose en su marcha y vicisitudes á la vida del hombre, nacen, crecen, se ostentan á las veces robustas y soberbias, á las veces abatidas y flacas, yendo á morir en el profundo lecho de unos ú otros mares. Contentémonos con no olvidar esta constitucion física de España, porque ella será una de las claves para explicar la diferencia de caractéres que se observa en el pueblo español, y la facilidad con que pudieron formarse dentro de su territorio distintos é independientes reinos.

Numerosas corrientes de agua se desprenden del seno de estas vastas montañas, formando las grandes vias fluviales que atraviesan y fertilizan nuestro suelo.

Así, mientras las altas sierras producen en abundancia maderas de construccion y canteras de jaspes, mármoles y alabastros, en los pingües pastos de sus valles y cañadas se apacientan ganados de todas especies, que dan al hombre sustento y vestido; las llanuras y riberas le suministran con prodigalidad todo género de cereales, variedad de exquisitos vinos y de sabrosas frutas, y los mares de sus costas le surten abundosa

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mente de pescados. Las minas de ricos metales con tal profu-
sion derramó la Providencia en este suelo, que tomaríamos
por fábulas las noticias que de ellas nos dejaron los antiguos
geógrafos é historiadores, si de ser verdad y no ficcion no vié-
ramos todavía en nuestros tiempos tantos y tan irrecusables
testimonios. «En ningun país del mundo, decia ya Estrabon (1),
se ha encontrado el oro, la plata, el cobre y el hierro, ni en
tanta abundancia ni de tan excelente calidad como en España.»
Háblannos todos los autores de aquellos apartados tiempos
de montañas de plata (Argentarius mons), de rios que arras-cion é incertidumbre que trabajaba su ánimo, que lo que en
traban arenas de oro; y el mismo Estrabon llama repetidas
veces al Tajo Tagus aurifer, auratus Tagus, Tagus opulen
tissimus.

Ocampo, todavía el mismo padre Mariana, historiador por otra
parte tan sensato, juicioso y erudito, no atreviéndose á dese-
char abiertamente aquellas fábulas, aunque parecia recono-
cerlas ó sospecharlas de tales, dedicó no pocos capítulos de su
| historia á darnos razon de una serie de imagina los reyes,
entre los cuales cuenta como verdaderos los Geriones, Hispalo,
Hespero, Atlas, Sículo, Gargoris y Abides, y refiere las hazañas
de Osíris, de Baco, de Hércules, de Ulises, de los Argonautas,
y de otros héroes y divinidades: si bien aparece tal la vacila-

No siendo de nuestro propósito enumerar todas las produc-,
ciones de este suelo privilegiado, en que parece concentrarse
todos los climas y todas las temperaturas, diremos solamente:
que sobre proveer con largueza á todas las necesidades de la
vida, suministra además al hombre cuanto racionalmente
pudiera apetecer para su comodidad y regalo. De modo, que
si algun estado ó imperio pudiera subsistir con sus propios y
naturales recursos convenientemente explotados, este estado
ó imperio seria la España.

Por lo mismo no es maravilla que desde la mas remota antigüedad atrajera el concurso de extraños pueblos, y que, cuantos de él iban teniendo noticia anhelaran fijar su planta y asentarse en esta region tan singularmente favorecida. ¿Quiénes fueron los primeros que á ella arribaron? ¿quiénes los primitivos pobladores de España?

una página sienta formalmente como cosa cierta y averiguada, en otra afirma haberlo puesto siempre en cuento de hablillas y consejas (2): con lo que introduce en el espíritu del lector no poca perplejidad, confusion y embarazo.

Confesamos ingenuamente que despues de haber consultado, con el interés de quien busca de buena fe la verdad, cuantos autores antiguos hemos podido haber que supiésemos haber tratado las cosas de España, despues de haber evacuado muchas citas con gran escrupulosidad y consumo de tiempo, no nos ha sido posible encontrar segura brújula y norte cierto por donde guiarnos en las oscuras investigaciones acerca de los pobladores primitivos de nuestra nacion: antes bien hemos tenido momentos de turbarse nuestra imaginacion cuando la hemos engolfado en este laberinto de dudas sin salida razonable, tropezando siempre, ó con relaciones que llevan marcado el sello de la fábula, ó con noticias que por confesion de los mismos autores se asientan en livianos y flacos fundamentos. Con la fe mas ardiente desearíamos que hubiese quien hallara datos mas sólidos, luces mas claras y salida mas segura de este intrincado dédalo.

Viniendo á las razas de que mas averiguadamente consta que poblaran la España en los tiempos que se esconden á las investigaciones históricas, aparecen los primeros y mas antiguos los iberos, procedentes, segun los datos mas probables, de las tribus indo-escitas, raza nómada, compuesta de pastores y guerreros, que de la India escítica vinieron derramándose

Oscuro por demás y entre densas nieblas envuelto se presenta por lo comun el origen y primer período de la historia de casi todos los pueblos. Ocasiónalo el temerario afan y pueril Un pasaje del historiador de los judíos Josefo ha dado lugar orgullo de querer remontar su antigüedad á la época mas á que algunos de nuestros historiadores hayan afirmado como apartada posible, comunmente á la de la trasmigracion de las cosa segura que Tubal, hijo de Japhet y nieto de Noé, fué el gentes despues del diluvio, y á falta de otro orígen que poder, primer hombre que vino á España, «y la gobernó con imperio atribuirse suelen llamarse hijos de la tierra. Al empeño de templado y justo.» Apoyados otros en un capítulo del Génerealzar esto que algunos llaman glorias de antigüedad, ha sis, en que se nombra á Tharsis, hijo de Javan y nieto de Jasido muchas veces lastimosamente sacrificada la verdad histó-phet, entre los que salieron á poblar las islas de las naciones rica, supliendo la falta de datos con invenciones ingeniosas, despues de la confusion de las lenguas en la torre de Babel, le con fabulosas tradiciones, ó con caprichosas y sutiles etimo- hacen el primer poblador de España y el que dió su nombre á logías, especie de adivinacion fantástica, en que por palabras la isla Tharseya, y de aquí el origen y principio de la nacion aisladas y sonidos semejantes se pretende deducir y legitimar española. Bien querríamos, pero no nos es posible, tener por las derivaciones que se buscan y están en la mente ó en el bastante sólidos los fundamentos de una y otra opinion para intento y conveniencia del escritor. Al propósito de dar á un asentar ni la una ni la otra como ciertas (3). país ó á una poblacion la preeminencia de antigüedad se han tejido esas cronologías caprichosas de príncipes ó personajes que jamás existieron, y cuyos hechos, sin embargo, no falta quien refiera con tal puntualidad, como si hubiera conocido á los primeros, y hubiese sido testigo presencial de los segundos. Ficciones halagüeñas, con que no ha debido ser difícil sorprender la credulidad pública en épocas poco alumbradas todavía, y que fácilmente trasmitidas de generacion en generacion han ido recibiendo una especie de sancion tradicional, hasta que la antorcha de la sana crítica las hace desaparecer. Tal vez nuestra España ha sido una de las naciones que por mas tiempo han probado los efectos de este sistema que las luces y el buen sentido han condenado ya. No fueron solo los historiadores griegos y latinos los que desfiguraron nuestra historia con bellas ficciones mitológicas, porque así les convenia en su tiempo para mantener entretenidos los espíritus con las ideas de lo extraño y de lo maravilloso: nuestros historiadores mas antiguos, ó con buena fe adoptaron ciegamente lo que en aquellos hallaron escrito, ó con menos sinceridad ellos mismos inventaron crónicas que mas adelante se averiguó ser apócrifas y supuestas, en que ya se hacia á Noé venir á España y fundar en ella poblaciones, ya se traia á ella la mitad de los dioses del Olimpo, ya se daba el catálogo y cronología de mas de treinta reyes fabulosos que debian haberse sucedido en el gobierno de España, y cuyos hechos, guerras, leyes y vicisitudes minuciosamente se referian.

Aun despues de evidenciada la falsedad de las crónicas de Auberto, de Juliano, de Dextro, y del nuevo Beroso de Fray Annio de Viterbo, sobre que fundó la suya el buen Florian de

(1) Libro III, cap. I.

(2) «El primero que podemos contar entre los reyes de España..... es Gerion.» Mariana. Lib. I, cap. VIII.—Por cierta cosa se tiene haber Hispalo reinado en España despues de los Geriones. » Lib. I, cap. IX. -Se puede recibir como cosa verdadera, que Sículo, hijo de Atlante, despues que su padre partió de España..... le sucedió en todos sus reinos. » Cap. IX.—«Todo esto y los nombres destos reyes, tales cuales ellos sean, ni se debian pasar en silencio..... ni tampoco era justo aprobar lo que siempre hemos puesto en cuento de hablillas y consejas.» Cap. XI.

(3) El pasaje de Josefo dice solamente: Thobelus Thobelis sedem dedit qui nostra ætate Iberi vocantur. Antiq. Judaic. Lib. I, cap. VI.

En primer lugar el historiador judío escribió mas de dos mil años despues del suceso; en segundo lugar no expresa el fundamento de su asercion; en tercer lugar no asegura que Thobel ó Tubal viniera á España, sino que señaló su asiento á los thobelinos ó iberos; en cuarto lugar es de suponer que se referia á los iberos asiáticos, situados al pié del Cáucaso, no á los iberos españoles. Creemos, pues, que está muy lejos de ser fundamento bastante para sentar como cierta la venida de Tubal á España.

Respecto á Tharsis, hé aquí lo que dicen solamente los vers. 4 y 5 del cap. X del Génesis: Filii autem Javan: Elisa et Tharsis, Cetthim et Dodanim. Ab his divisa sunt insulæ gentium in regionibus suis, unusquisque secundum linguam suam et familias suas in nationibus suis.

No hay duda que podrian algunos descendientes de Japhet, de Tubal ó de Tharsis venir á poblar algunos puntos de nuestra Península, pero ni prueban los textos que vinieran ellos mismos, ni pueden hacerse sobre ello sino conjeturas mas o menos probables.

ARMAS DE LAS ÉPOCAS PRIMITIVAS CONSERVADAS EN EL MUSEO

ARQUEOLÓGICO DE TARRAGONA

(DESCRIPCION REDACTADA POR EL SEÑOR HERNANDEZ SANAHUJA, DIRECTOR DEL MISMO)

Durante el dilatado período prehistórico, cuando aun no se conocia el uso de los metales, los hombres en falta de ellos y para ocurrir á sus necesidades, ya sea para la propia defensa ó para sus usos domésticos, acudieron al auxilio de las piedras duras que les ofrecia la naturaleza, á las que daban la forma que mas les convenia, segun el empleo á que eran destinadas, labrándolas con maravillosa paciencia. Los paleontólogos dividen estos instrumentos silíceos en dos grandes grupos: los de la piedra tallada, que atribuyen á la edad paleolítica ó antediluviana, y los de la piedra pulida, que aplican á la edad neolítica ó postdiluviana.

En el Museo de Tarragona los hay de las dos clases; el n.o 6, supongamos, es la copia de una hacha de sílice negro, acantillada, de 11 centímetros de longitud, que segun aquella clasificacion, corresponde á la edad paleolítica. El n.o 1 es la punta de una flecha de silex ó pedernal blanco, de 25 milímetros de longitud, astillada, como nuestras piedras de chispa; el n.o 2 es otra punta de flecha, tambien tallada, con su mango para introducirlo al extremo de una caña asegurándola con nervios, segun practicaban los americanos; es de una delicadeza extraordinaria y de una fragilidad suma; mide 54 milímetros de longitud y 5 milímetros de grueso. La del n.° 3, cuando se descubrió, estaba sólidamente unida á un hueso humano, y á los esfuerzos que hicieron los que la hallaron para separarlos, se les rompió la punta. El n.o 5 es un cuchillo, tambien tallado, del mismo género y materia, de 84 milímetros de longitud. Estos últimos cuatro restos fueron descubiertos en la vertiente de la colina de San Cristóbal, entre Casetas y Calaceite, á orillas del rio Algás, uno de los confluentes del Ebro, en cuyo punto suelen encontrarse muchas de estas curiosas y antiguas

armas.

El n.o 4 es un instrumento de forma romboidal, de 35 milímetros de longitud, en cuarzo resinoso, con unas vetas de colores que cruzándose toman el aspecto de un ovillo. Se encontró en Tarragona, ignorándose la época á que corresponde y el objeto á que estaba destinado.

El n. 7 es una hacha en cuarzo, de 10 centímetros de longitud; pertenece como las demás que siguen al período neolítico ó de la piedra pulida; está trabajada con sumo primor. El n.o 8 otra hacha de extraordinarias proporciones, puesto que mide 23 centímetros; es de una piedra basáltica de una gran dureza: la del n.o9 es del mismo género, y tiene solamente 13 centímetros, así como la del n° 10, que es de una notable pequeñez, pues solo tiene 43 milímetros. Las de los núms. 12 y 13 son tambien de gran dureza; la una tiene 13 centímetros y la otra solamente 75 milímetros. ÉPOCA ROMANA.- -El n.o 15 son los restos de una espada ibérica, de puro acero, de un peso extraordinario en razon á su volúmen; el óxido la ha destruido en gran parte. Los escritores griegos y romanos expresan que la espada era de orígen español, cuyo uso adoptaron los cartagineses y romanos. La espada española fué célebre en la antigüedad, pues su temple era tal, que segun Tito Livio y Diodoro Sículo, no habia escudo, coraza ni casco que resistiera á sus golpes, llegando á cortar hasta los huesos mas duros. Fueron famosas por su excelente calidad las armas forjadas en Galicia, templadas en las aguas del rio Calybe; y despues de ellas lo eran las de Bilbilis, que las templaban tambien en las aguas de su rio Salo. Seria prolijo detallar lo mucho que de ellas dicen los escritores de la antigüedad.

N.o 11. Lingula ó Cecespita, especie de puñal ó cuchillo, con el que el Cultrarius ó sacrificador degollaba las víctimas destinadas al sacrificio.

N.o 1. Fragmento de una Sacena ó hacha, casi comida del orin; y el n.o 16 es la mitad de una securis ó segur, oxidada, pero con el corte bien conservado.

N. 17. Dolabria fossoria, especie de hacha, cortante por un extremo y puntiaguda por el otro, de la que se servian los mismos romanos para sus trabajos en peña viva.

N.o 18. Francisca, hacha de dos cortes, con su mango ó astil de puro acero, todo de una sola pieza, que usaban é introdujeron en España los godos cuando la invadieron. Su hallazgo es notable y digno de referencia, por relacionarse con otros restos que se conservan en el Museo de Tarragona, los cuales se mencionan en otra lámina por ser pertenecientes al mismo descubrimiento.

Durante el mes de marzo de 1864, al quitar la tierra que cubria la roca de la colina para poner los cimientos de una nueva casa en la calle del Gasómetro, se encontró el orificio de un profundo pozo taladrado en peña viva, lleno de ruinas procedentes de un templo antiguo, que radicaba en aquel punto: entre la tierra y cascajo aparecieron fragmentos de estatuas de mármol y de bronce; una coleccion casi completa de vasos sagrados del mismo metal, lápidas y otros objetos romanos; y á los 29 metros, junto al agua y entre ladrillos, tejas, arena y fango salieron armas godas, como un mandoble ó espada de dos manos, una maza de armas de acero, la francisca expresada y varios restos de armadura acompañadas de muchas monedas pertenecientes á los emperadores Graciano, Teodosio, Arcadio y Honorio, de manera que este descubrimiento pone en evidencia, que la verdadera y gran ruina de Tarragona no se verificó hasta despues de este último emperador, á mediados del siglo v, por los soldados de Eurico, conducidos por el general godo Heldefredo, y no antes, como algunos historiadores modernos afirman. Todos estos interesantísimos restos arqueológicos, dignos de estudio, se hallan depositados en el Museo de Tarragona.

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