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lá religion y de la monarquía: el entusiasmo en defensa de tan sagrados objetos nunca decayó en los reveses de la guerra; y prefiriendo mis vasallos la muerte á la pérdida de tan importantes bienes, hicieron presente á la Europa con su fidelidad y su constancia que si la España habia dado el ser y abrigado en su seno á algunos desnaturalizados hijos de la rebelion universal, la nacion entera era religiosa, monárquica y amante de su legítiino saberano.

» La Europa entera, conociendo profundamente mi cautiverio y el de toda mi real familia, la mísera situacion de mis vasallos fieles y leales, y las máximas perniciosas que profusamente esparcian á toda costa los agentes españoles por todas partes, determinaron poner fin á un estado de cosas que era el escándalo universal, que caminaba á trastornar todos los tronos y todas las instituciones antiguas, cambiándolas en la irreligion. y en la inmoralidad.

» Encargada la Francia de tan santa empresa, en pocos meses ha triunfado de los esfuerzos de todos los rebeldes del mundo, reunidos, por desgracia de la España, en el suelo clásico de la fidelidad y lealtad. Mi augusto y amado primo el duque de Angulema al frente de un ejército valiente, vencedor en todos mis dominios, me ha sacado de la esclavitud en que gemia, restituyendome á mis amados vasallos, fieles y constantes.

» Sentado ya otra vez en el trono de San Fernando por la mano sabia y justa del Omnipotente, por las generosas resoluciones de mis poderosos aliados, y por los denodados esfuerzos de mi primo el duque de Angulema y su valiente ejército; deseando proveer de remedio á las mas urgentes necesidades de mis pueblos, y manifestar á todo el mundo mi verdadera voluntad en el T. III. 21

primer momento que he recobrado mi libertad, he venido en decretar lo siguiente:

1.o "Son nulos y de ningun valor todos los actos del gobierno llamado constitucional, de cualquiera clase y condicion que sean, que ha dominado á mis pueblos desde el 7 de Marzo hasta hoy dia 1.o de Octubre de 1823, declarando, como declaro, que en toda esta época he carecido de libertad, obligado á sancionar las leyes y á espedir las órdenes, decretos y reglamentos que contra mi voluntad se meditaban y espedian por el mismo gobierno.

2.° " Apruebo todo cuanto se ha decretado y ordenado por la junta provisional de gobierno y por la regencia del reino, creadas, aquella en Oyarzun el dia 9 de Abril, y esta en Madrid el dia 26 de Mayo del presente año; entendiéndose interinamente hasta tanto que instruido competentemente de las necesidades de mis pueblos, pueda dar las leyes y dictar las providencias mas oportunas para causar su verdadera prosperidad y felicidad, objeto constante de todos inis deseos. Tendréislo entendido, y lo comunicaréis á todos los ministros. Rubricado de la real mano. - Puerto de Santa María, 1.o de Octubre de 1823. — A don Victor Saez."

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Comenzaban á circular por el Puerto ejemplares impresos del decreto del dia anterior espedido en Cádiz, cuando se dió á la luz el que acabamos de copiar: la sorpresa fue igual al engaño. Los partidarios furibundos de la tiranía regocijáronse al ver abiertas de nuevo por la mano augusta del rey las puertas de la intolerancia y de las proscripciones; mas los buenos ciudadanos, que libres de ambicion únicamente deseaban la ventura de la patria afianzada en la concordia y el orden, temblaron cuando el trono sancionó con este decreto la anar

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quía que reinaba. En él se aprobaban, sin que hubiese mediado tiempo para examinar ni aun sus títulos, las órdenes espedidas por la regencia en medio del ardimiento y del frenesí de las pasiones; y se condenaban y abolian los trabajos de las pasadas Cortes, que no obstante algunos desaciertos, habian dictado leyes sabias y justas. Y el rey, que con su firma las habia autorizado y mandado á su pueblo que las acatase, no debia condenar ahora la sumision agena sin cubrirse de oprobio; porque si S. M. habia sucumbido al temor, como alegaba, cada español podia escusarse mas fundadamente con el propio miedo, puesto que se castigaba con las penas impuestas á los que contravenian á los mandatos del gobierno.

El decreto del Puerto de Santa María dió principio á una era sangrienta de crímenes jurídicos, de asesinatos y de proscripciones que desdoran los anales de la desventurada España. ¡Con qué amargura vamos á revolver tan negros fastos, y á sacar á la luz del dia de la confusion en que yacen la crueldad del monarca y la sed de sangre de sus ministros! Faltan alientos á los que entonces viviamos para descorrer el velo al cuadro espantoso de tantas miserias y del desbordamiento completo de la anarquía.

El general Valdés regresó á Cádiz despues de haber desembarcado S. M. en el Puerto, y dádole pruebas de aprecio en las halagüeñas palabras que le dirigió; y entregóse á la confianza que debian inspirarle el cumplimiento de su deber y una conciencia tranquila. No tardó el general Bourmont en recibir aviso del Puerto de que Fernando acababa de sentenciar en secreto á la pena horca á los individuos de la regencia nombrada Sentencia de el 11 de Junio. Indignado el francés, y lleno muerte contra de generosidad, participó al ex-regente Valdés la y Vigodet.

de

Valdés, Ciscar

funesta nueva, que de ningun modo acertaba á creer; y negándose á embarcarse decia, que preferia la muerte á la fuga. Bourmont le condujo casi por fuerza al navío del almirante Duperré, mientras el conde Ambrugeac hacia otro tanto con Ciscar y Vigodet; y traslados de alli á otro barco dieron la Sálvanlos los vela para Gibraltar, donde sin la hospitalidad inglesa hubieran pèrecido de miseria.

franceses.

Don Gaspar de Vigodet antes de admitir el cargo de regente en la noche del 11 de Junio habia manifestado al rey por medio de segunda persona el ánimo en que estaba de enviar su renuncia, y Fernando en una carta autógrafa, , que conservaba el general, le mandó que no renunciase para no dar pie á que las Cortes nombrasen en su reemplazo algun enemigo suyo. Sumiso Vigodet á la orden del monarca admitió á la fuerza y con el fin único de ser útil al príncipe el destino de regente, y ahora se veía condenado á la pena capital por haber dispensado un favor, por haber prestado obediencia al misino que fulminaba el rayo. Don Gabriel Ciscar, astrónomo y maternático insigne, el Caton español, que dos veces encumbrado á la regencia durante la guerra con Napoleon habia descendido del mando supremo sin aumentar su patrimonio en lo mas mínimo, sin ornar su pecho con una cruz, con un solo grado, consultó tambien en la misma noche la voluntad del monarca, que igualmente le ordenó aceptar el cargo de regente, so pena de incurrir en su indignacion. Y prófugo, confiscados sus bienes y sin oro, porque su íntegro y entero corazon lo habia despreciado, hubiera espirado de hambre en Gibraltar si lord Wellington no le hubiese concedido una pension para prolongar aquella existencia preciosa para la patria, que perdió por fin lejos del (Ap. lib. 12. suelo natal (*). Tambien espidió el monarca una

núm. 1.)

orden de prision y muerte contra el general don
Francisco Ballesteros, que avisado á semejanza de
los regentes se salvó embarcándose precipitadamen-
te para nunca volver á la tierra patria. La com-
pañía de alabarderos, que habia acompañado al
rey
á Cádiz y mantenídose en la disciplina y a-
ventajada opinion que gozaba, quedó disuelta por
decreto del mismo dia primero de Octubre á pocas
horas de haber llegado la familia real al Puerto
de Santa María, del mismo modo que en breve
tiempo se licenció el regimiento de zapadores mi-
nadores. La regencia realista, que habia enviado
al duque del Infantado, su presidente, para que se
apoderara del ánimo del rey, con quien estaba uni-
do por los antiguos vínculos de lo pasado, le en-
cargó que empeñara á Fernando en el plan de des-
truccion universal adoptado por ella y sugerido
por el obispo de Osma; y el presidente de la re-
gencia no necesitó grandes esfuerzos para mover
un corazon ardiente de venganza. No quisiéramos
hablar del de Osma, atizador furibundo de la
discordia, y que contribuyendo con todos sus es-
fuerzos á la creacion de la sociedad secreta del
Angel esterminador, preparó los dias de luto que
lucieron en la banderizada monarquía. Tambien
firmó el monarca apenas pisó el Puerto la orden
para que las plazas fuertes que resistian todavía á
las huestes del realismo les abriesen sus puertas y
enarbolasen la bandera real.

Apenas circuló por las provincias la nueva de la salida del rey, y de la sancion que habia impreso á los actos de la regencia de Madrid, desencadenóse en todas partes la plebe tocando á rebato contra los liberales, alentada con el anatema lanzado contra ellos por el trono. Habia contenido hasta entonces á los menos osados el temor del rumbo que adoptaria el monarca; mas

Fuga precipitada de Balesteros.

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