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1823.

Junta secre

de reunion, y contando con el apayo del ejército faccioso no disuelto todavía, eran un poder formidable que amenazaba al misino monarca si rehuía sus designios. Sus creadores habíanse propuesto sustituir á la influencia popular de los gobiernos representativos un influjo tambien democrático, pero subordinado á la voluntad del clero que tenia sus riendas, y con esta soberanía de hecho consumar una revolucion sangrienta que acabase con todos los españoles que no participasen de sus ideas. Sus medios eran el púlpito y el confesonario, predicando el fanatismo, el terror y la inclemencia: y sus discípulos llenaron tan cumplidamente el encargo, que el gobernador eclesiástico de la diócesis de Barcelona decia al clero en su circular de 25 de Noviembre, no obstante los peligros de la atribulada época en que escribia: "Se ha profanado la cátedra del Espíritu Santo con espresiones bajas escitando al odio y á la venganza."

Todas las ruedas de la máquina política contribuían á dar impulso y á secundar el sistema apostólico; habíase creado por orden reservada una junta secreta de Estado, compuesta de individuos ta de Estado. iniciados en los misterios del realismo, presidida por un ex-inquisidor, y cuya secretaría desempeñaba un furibundo canónigo de Granada llamado don José Salomé. Entre los descubrimientos dignos de Marat que se debieron á aquella junta sobresale la formacion que ordenó á la policía de un índice ó padron general por el orden de apellidos en que arbitrariamente se notaba á cada individuo el destino que habia desempeñado durante el período constitucional, la opinion que gozaba, si habia sido exaltado ó moderado, comprador de bienes nacionales, ó vinculados, fracmason ó comunero. Los únicos documentos en que se apoyó la junta fueron las revelaciones de Regato, los infor

Índice ral.

gene

mes reservadísimos pedidos á curas ó frailes, las declaraciones de los que andando el tiempo se espontanearon, ó de los que supusieron haber pertenecido á las logias de la revolucion, para delatar á mansalva en recompensa de un vil salario. Formado el gran libro circuláronse las listas de cada provincia á la policía respectiva para que vigilase á los sospechosos, y muchas veces preso un ciudadano, si salia inocente del crisol de los tribunales, insertábase en la causa la nota que tenia en el libro secreto, y formábanle cargos por ella.

En los amargos dias que describimos la hacienda y aun la vida de los españoles servian de ludibrio á los delatores y á los hombres mas perversos, que recibido un informe y juntamente el soborno del enemigo, afirmaban las mayores calumnias. En cada ciudad habia acusadores pagados que firmaban sin leer las respuestas que de antemano les remitia el interrogador, y una vez sumido en el calabozo el acusado, transcurrian meses y años sin abrir la causa ni pedirle declaracion.

Los individuos de la junta apostólica, estendida su dominacion y cimentada sobre bases tan sólidas, aspiraron á encadenar al monarca á su reglamento y llevar de este modo á felice cima sus intentos. Un prelado eclesiástico osó proponer al rey que se colocase á la cabeza de las sociedades secretas realistas, y contribuyese el primero al esterminio completo de los impíos: Fernando, que queria ser siempre absoluto, segun el dicho de su madre, no accedió á los ruegos del obispo. Era demasiado poderosa la palanca aplicada por las naciones de la Santa Alianza para no conmover el edificio aéreo que en siglo tan ilustrado comenzaba á levantar la teocracia.

Fernando no solamente habia mudado gran parte de su servidumbre y despojado de las llaves

Gracias.

de gentiles hombres á muchos grandes, sino que los desterró de la corte por tiempo indeterminado. En retorno concedió numerosas gracias y mercedes á los gefes de la faccion: el arzobispo de Valencia obtuvo la gran cruz de la orden de Isabel la Católica, y el de Tarragona, y los obispos de Orihuela, Pamplona, Urgél, Céuta, Málaga, Solsona y Zaragoza la de Carlos III. Fue creado marques de la Constancia don Antonio Vargas Laguna por haberse negado á jurar la Constitucion en 1820; y de la Fidelidad don Pedro Agustin de Echevarri por las tramas en que anduvo envuelto; conde del Real Aprecio el viejo don Francisco Eguía, sostenedor incansable del despotismo; el baron de Eroles, don Carlos O'donell, el conde de España y don Ignacio Alvarez Campana ornaron su pecho con la gran cruz de Carlos III, y consiguieron el grado de tenientes generales don Pedro Grimarest, don Gregorio Laguna y don Vicente Quesada. Tampoco quedó sin premio el general don Juan Downie, destinado allá en Sevilla el 11 de Junio á estorbar la salida del rey, pues consiguió la gran cruz de San Fernando.

Triunfaron por fin, á despecho de los consejeros de la corona, y quizás del mismo Fernando, los principios sostenidos por el conde Pozzo di Borgo en nombre de las potencias aliadas; y el monarca tuvo que plegarse á sus votos, porque temió las resultas de una negativa. Causa admiracion el ver que fuese necesaria la venida de un enviado del autócrata ruso para que el rey de la culta España oyese de sus labios lecciones de moderacion y templase su vengativa saña, No pasina menos la imaginacion el que el monarca francés, que habia libertado con sus huestes á Fernando de los peligros que corría, conservase tan escasa influencia en su ingrato corazon que le fuese preciso mendigar los

socorros de un estrangero para reducir al iracundo príncipe al camino de la propia conveniencia y de la razon. Presidió pues el rey varios consejos de ministros, y despues de prolongados debates decidió proveer en las personas indicadas por la embajada francesa las plazas de secrétarios del despacho. Don Victor Saez cedió su silla de Estado Caida de Saez. al marques de Casa Irujo en 2 de Diciembre, trocando el confesonario real por la mitra de Tortosa; ocupó la de Gracia y Justicia don Narciso Heredia, conde de Ofalia; la de Guerra el mariscal de campo don José de la Cruz, y la de Hacienda don Luis Lopez Ballesteros, director general de

rentas.

Aqui terminó la reaccion teocrática en su pureza; pues aunque no tardó en renacer y en apoderarse de las riendas del gobierno, nunca las empuñó como ahora á su arbitrio y unida al nonarca, que comenzó á desconfiar de sus planes. Originóse pues la division de los realistas en dos bandos, compuesto el primero de los que deseaban un gobierno ilustrado y conciliador, que sin alterar las formas esenciales de la monarquía previniese las revoluciones; y el segundo de los que se negaban á toda transaccion con las ideas del siglo, y pensaban que el modo de que no resucitase el liberalismo era acabar en el patíbulo con sus individuos. Irritado el último partido contra Fernando, que por no venir á un rompimiento con las naciones aliadas habia accedido á la mudanza de ministerio y á las vias de templanza, refugióse al cuarto del infante don Carlos, cuyo ardimiento religioso pareció mas propio para los fines propuestos. El infante se puso de buena fé á la cabeza de los descontentos trabajando á favor del renacimiento del santo oficio, de las hoguerras y de los cadalsos; porque su conciencia no le permitia estender mas.

Ministerio de falia y Cruz. Casa Irujo, O

1823.

Division del realismo.

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ña Francisca.

Carácter de do- allá los ojos. Mas su esposa la infanta doña Francisca, alma de aquellos conciliábulos, de un temperamento irritable, colérica, ambiciosa, llena de orgullo, dióles en secreto, y sin noticia de su marido, un giro menos dudoso procurando allanarse el camino del solio. Auxiliábanla en tan osada empresa la irascible y presuntuosa princesa de Beira, varias personas de ambas servidumbres y los gefes de la sociedad apostólica: asi puso los cimientos al carlismo, ligado desde entonces con las opiniones y con los españoles mas sangrientos.

Consejo de Estado.

1823.

La primera medida del ministerio fue crear de nuevo el Consejo de Estado, reservando al monarca y á los infantes don Carlos y don Francisco la presidencia, y nombrando individuos á don Francisco Eguía, decano, al duque de San Carlos, á don Juan Perez Villamil, don Antonio Vargas Laguna, don Antonio Gomez Calderon, don Juan Bautista Erro, don José García de la Torre y don Juan Antonio Rojas, canónigo de Caracas; sugetos todos de subido temple, y de los cuales muchos pertenecian al partido estremo de la teocracia. Estimuló á los ministros el deseo de un acomodamiento con los partidarios de la venganza, pues habíase espedido en 28 de Noviembre en la agonía de los anteriores secretarios del despacho la orden de licenciar á los facciosos que voluntariamente se alistaron en las filas de la fé, y no solo Merino y otros gefes retardaban su cumplimiento, sino que imputando á la influencia francesa la adopcion de aquellas medidas, cundian por todas partes el descontento y el odio. En distintas ocasiones se tiñeron las calles de la capital con sangre estrangera derramada por los soldados facciosos, y en un solo dia resultaron en el barrio de San Anton catorce heridos y un

muerto.

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