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en medio de ambos la princesa heredera doña Isabel, á la que llevaba en sus brazos el ama de Cámara que dió de mamar á S. A. Marchaban despues el capitan de guardias; el mayordomo inayor de la reina; la camarera mayor de palacio; las dainas; los cardenales; los embajadores y gentiles hombres de Cámara; y cerraban la marcha los guardias de las reales personas.

Colocáronse los reyes y la comitiva en los puntos señalados de antemano en el ceremonial aprobado, y quedó en pie al lado derecho del rey el conde de Oropesa con el estoque real desnudo y levantado. Concluidas las ceremonias religiosas que precedieron al Ceremonias, acto de la jura, situóse en medio del altar el patriarca de las Indias, destinado para recibir el juramento que el reino habia de prestar á la princesa doña María Isabel como heredera de la corona, y el rey de armas llamó en alta voz la atencion del concurso para oir la escritura de juramento que leyó un camarista de Castilla. En seguida el infante don Francisco de Paula, llamado por el rey de arinas en compañía del maestro de ceremonias, se arrodilló delante de la mesa del patriarca, y poniendo la diestra encima del crucifijo y de los Evangelios prestó el juramento en la fórmula establecida. Luego dobló las rodillas el infante delante de S. M., y puestas las manos dentro de las Pleito-home- del rey hizo el pleito-homenage, dando palabra de cumplir lo contenido en la escritura. Besó la mano real, y Fernando le echó los brazos al cuello: tambien besó la mano á la reina y á la heredera, y regresó á su asiento. Siguieron los demas infantes, cardenales, arzobispos y obispos, grandes y títulos de Castilla: presentáronse despues los procuradores á Cortes, pero subiendo á competencia los de Burgos y Toledo, mandó el rey "que jurase Burgos, pues Toledo juraria cuando se lo mandase,

nage,

y pidieron testimonio ambos procuradores, á lo cual accedió el monarca.

La salida pública de los reyes, las fiestas reales de la plaza Mayor, los fuegos de artificio, las iluminaciones, las corridas de toros en la misma plaza, el espectáculo nuevo para los que entonces vi. vian de los caballeros en plaza, las justas magníficas de los maestrantes fuera de la puerta de Alcalá, las comparsas de máscaras, el simulacro militar en que dos ejércitos enemigos combatieron defendiendo el uno y atacando el otro á Madrid, y el lujo asiático y suntuosidad de los trenes y trages, dieron á la jura tanto lustre y esplendor que no tenian idea de tal magnificencia los espectadores. El espléndido comisario de Cruzada don Manuel Fernandez Varela distribuyó entre los pobres de Madrid doscientas camas, vistió doscientos cincuenta y seis niños y niñas, regaló á los hospitales siete mil varas de percal, y derramó á manos llenas limosnas y beneficios entre la cla

se meneste rosa.

Regocijos,

Varela.

Gracias.

Ciento y un cañonazos disparados el dia 20 en Junio de 1833. todas las ciudades y plazas de la monarquía anunciaron la augusta ceremonia que en aquellos momentos se celebraba, y por la tarde hubo gran parada, en que sobresalieron las tropas que guarnecian los pueblos. Fernando instituyó la cruz de María Isabel para premiar á los valerosos soldados que se distinguiesen por su denuedo y bizarría. Tambien concedió á Castaños el título de duque de Bailen, y la grandeza de España, como igualmente á algunos generales de las órdenes religiosas para no perder su costumbre. El reino entero imitó á la corte en las fiestas y regocijos públicos con que celebraron los españoles el juramento prestado á la inocente princesa, descollando Barcelona en el suntuoso torneo que dió 53

T. III.

1833.

en la llanura que se estiende desde el glacis de la muralla hasta la falda de Monjuich, al que asistieron ochenta mil espectadores. Los representantes de Vizcaya, reunidos bajo el arbol de Guernica, aclamaron espontánea y unánimemente el 14 de Julio á la princesa Isabel por heredera del Estado de Vizcaya.

Don Pedro, aunque encerrado en Oporto, no cesaba de recibir refuerzos, y el 20 de Junio salió de alli su escuadra, compuesta de un navío, dos fragatas, dos corbetas, un bergantin y cinco barcos de vapor. Mandábanla el vice-almirante Pouza y el capitan Napier: el francés Solignac, general del duque de Braganza, que se habia opuesto á su salida porque creía aventurada la espedicion, renunció el mando, y don Pedro admitió su renuncia. La escuadra de los libres descubrió á la Derrota de la de don Miguel, y desplegó las velas para alta guelista.-Na- mar, donde la siguió la del tirano; mas trabado el combate el 4 de Julio, quedó la última prisionera, y venció la causa de la libertad y de la civilizacion. En aquellos dias llegó al reino lusitano á prestar el apoyo de su espada á don Miguel el mariscal Bourmont, y el usurpador le confió el mando de su ejército.

escuadra mi

pier.

Nuestro gabinete seguia siempre en Portugal la misma línea de política sosteniendo la tiranía y los escesos de aquel tigre con corona. La entrevista de éste con don Carlos que habia motivado su viaje á Coimbra produjo el resultado natural que era de esperar: ambos príncipes amigos del despotismo y del santo oficio, y que disputaban á dos niñas la diadema, unieron sus intereses y sus causas. No obstante su union y el apoyo que prestaba don Miguel á los partidarios de su cuñado, no por eso cedió el ministro Zea, y ciego y en contradiccion consigo mismo, empe

ñóse en defender el partido de la inocencia y la legitimidad en España, y el del crimen y la usurpacion en Portugal. ¡ Delirio funesto en tan honrado y entendido varon! Fernando escribió otra vez á su hermano insistiendo en que partiese, y destruyendo los frívolos pretestos que oponia para prolongar su resistencia.

Mas cartas de

Fernando

"Madrid 30 de Junio de 1833.—Mi muy querido hermano Carlos: He recibido á un tiempo hermano. tus dos cartas del 19 y 22 del presente; y ellas solas, sino lo mostrase tu conducta, bastarian para revelar el designio de entretener con protestas y eludir el cumplimiento de mis órdenes. Ya no tratas del viaje sino para ponderar sus obstáculos. Si te hubieses embarcado cuando yo lo determiné, y me decias te daré gusto y te obedeceré en todo, hubieras prevenido el contagio de Cascaes; si aun despues de tus primeras demoras no hubieses emprendido la jornada de Coimbra contra mi espresa prohibicion, hubieras podido estar á bordo el 10 ó 12, cuyo plazo te prefijé; si hallando en ese funesto viaje infestada la villa de Caldas hubieses retrocedido como dictaba tu misma seguridad, ya que nada valgan para tí mis mandatos, no hallarias ahora tomado el camino de tu vuelta por una línea de pueblos contagiados. Quien por voluntad propia y contra su deber permanece en el pais donde renacen y crecen los peligros, los busca y es responsable de sus consecuencias. No te perseguiria el contagio sino fueses tú delante de él. ¿A quién persudirás que estás mas seguro á dos leguas de la epidemia, sin saber si principiará en ese pueblo por tu familia, que poniendo el océano de por medio?-Alegas la dificultad de embarcarte en Cascaes, que era el punto designado anteriormente, con tan poca razon como alegabas mi primer consentimiento para ver á Miguel, despues

y su

Junio de 1833. de habértelo prohibido. En mi carta del 15 te insinué que Guruceta elegiría embarcadero sano y seguro, segun dictasen las circunstancias, y en la real orden que la acompañó y se te ha comunicado, añadí espresamente que se buscase cualquier otro punto de la costa. Con subterfugios tan fútiles no se contesta cuando se habla con sinceridad.- Llévate en buen hora al médico que deseas. Yo le queria á nuestro lado ignorando tu empeño; pero no te negaré este gusto, como no te he negado ninguno que haya sido compatible con mis deberes.— No es lo mismo lo del pago de los dos millones que solicitas, y de que he tomado conocimiento como te ofrecí. La deuda que reclamas es anterior al año de 23, en que por regla general se cortaron cuentas sin satisfacer los atrasos. Por gracia particular concedí á los infantes un abono mensual á cuenta de sus créditos, hasta la completa estincion: tú continúas percibiéndole, y para no exigir de una vez cantidad tan superior á la señalada en este pago previlegiado y singular no es necesaria una suma delicadeza, basta el sentimiento de la justicia. - Tienes dispuesta y provista abundantemente la fragata, y trescientos mil reales ademas á tu orden; sobra para el viaje. A tu llegada te he dicho que hallarás todo lo que necesites: alli como en Portugal, puedes arreglar tus obligaciones. En vano fias en el juicio público, que ya entiende y acusa tu detencion, y la condenará abiertamente cuando conozca las razones evasivas de tu inobediencia. Yo no puedo consentir ni consiento mas que resistas con pretestos frívolos á mis órdenes; que continúe á vista de mis pueblos el escándalo con que las quebrantas; que emanen por mas tiempo de ese pais los conatos impotentes para turbar la tranquilidad del reino, nunca tan asegurada como ahora. Esta será mi última carta sino obe

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