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cisco Gutierrez: CMXXXIV.-Relacion del auto de fe celebrado en Murcia el domingo 15 de Marzo de 1682: libro CMXXXIV.-Cartas sobre los solicitantes entre Fr. Isidoro y Fr. Luis Aliaga: libro CMXXXIX.-De los cuentos de las brujas, por Pedro de Valencia: libro CMXXXIX-Censura del libro Política para Corregidores», del licenciado Castillo de Bobadilla: lib. CMXLI, fól. 33.Forma de dar el tormento del potro: lib. CMXLV.-Escrito de D. José de Mur, Regente de la Audiencia de Mallorca, en favor de la jurisdiccion Real, recogido por el Santo Oficio: lib. CMXLV.-Memorial piadoso del alma en razon del remedio de las cosas de España, por D. Pedro Huidobro Castellanos: libro - Escritos de Duarte Prescot CHXLVI. sobre navegacion, puertos francos y otros asuntos para fomentar la riqueza de España: lib. CMXLVI, fól. 367.-De la obediencia en la milicia: lib. CMLIV, fól. 24.

(Se continuará.)

VARIEDADES.

DISCURSO DEL..... AL SR. D. JUAN DE AUSTRIA SOBRE SU VENIDA Á ITALIA.

(Conttnuacion) (1).

Despues de estas dos cosas la tercera que V. A. â de hazer es mostrarse muy inclinado á la naçion italiana, porque demas que en ella hay personas de mucho valer y de grandes partes, como V. A. lo verá por la experiengia, ninguna cosa hará ser más bien quisto y

(1) Véase el número anterior,

adorado á V. A. en aquella prouincia que el entender que tiene amor á su naçion. Y assi combiene que V. A., aunque en efecto no lo tuuiesse, muestre tenerlo y lo diga, y haga obras y dé señales dello conforme á las occasiones que se presentaren, porque si, por el contrario, tuuiessen entendido que V. A. no estuuiesse bien con su naçion, no tendria en ella ningun seruidor ni amigo.

Combiene á V. A., por ser quien es, dar grandes señales de mucha christiandad en todas las partes donde estuuiesse, y mucho más en Italia, adonde hay alguna especie de infidelidad y opiniones gentílicas. Si bien por miedo del castigo no lo osan descubrir, ganará V. A. mucho con Dios y con el mundo, si en su manera de proçeder será la apariencia de tan buen christiano y cathólico como lo es en effeto con tan grande obseruaçion y reuerencia del culto diuino y personas ecclesiásticas, como V. A. siempre lo â hecho y haze, y mas por ser mas necessario el buen exemplo en aquellas partes.

La edad de V. A. no es tan poca, que no tuuiesse menos Scipion quando vino á la conquista de España, y Álexandro Magno quando salió á la conquista del mundo. Lo que V. A. â de procurar es, que en las costumbres parezca mucho mas de lo que es, y particularmente en lo que toca á las mujeres, es V. A. obligado á tener gran cuidado que sus fra. gilidades no las entienda la Tierra, sino que todo su trato sea lleno de honestidad. Y porque no le faltarán personas que le persuadan y inçiten á otra cosa con calor de la moçedad y hermosura y ser tan gran Señor, no ê querido dexar de tocar este paso protestando á V. A. que ninguna cosa haze al hombre mas

perder el crédito que el andar en esta materia en las bocas de las gentes, y así dexaré á su confesor que haga el officio de predicarle la castidad, contentándome solamente de suplicalle el secreto; y este secreto entiendo yo que sea de manera que lo sea á sus mismos criados de V. A., pues con vno, ó dos que lo sepan y de los más confidentes y secretos, no haurà negocio, por grande que sea, que no se pueda acauar, guardándose sobre todo V. A. de andar de noche por las calles y casas de mujeres; pues en la tierra extraña y de aquella calidad, pareze que no se suffre hazer lo que en Madrid y otras tierras de Castilla.

Los Ministros que S. M. tiene en Italia â de procurar V. A. hazerles toda la honrra, y darles todo el gusto que fuere posible, porque aunque es justo que ellos reconozcan á V. A. por superior, tambien es raçon que V. A. los honrre como á tan principales Ministros del Rey nuestro Señor, y que todos ellos entiendan que la yda de V. A. en Italia no es para quitarles ni vn punto de su autoridad, sino acreçentársela en lo que fuere en mano de V. A., y soy de pareçer que así lo ponga V. A. por obra, y que vse de la que S. M. le tiene dada, como si ellos fueren sus collegas y no inferiores, que con eso se hará mejor el servicio de S. M., y ellos estarán siempre más promptos y deseosos de seruir á V. A. Y por ser el Duque de Alburquerque el primero con quien V. A. haurà de tratar en llegando á Italia, será bien que V. A. le dé mucho contento en aquello que á V. A. no le qüesta nada, y él lo estimará mas que vn thesoro, que es honrrarle mucho en los títulos y cortesías. Y porque no sé si él vendrá personalmente á besar las

manos á V. A., sino tiene para ello órden precisa de S. M., es de creher que embiará á su sobrino D. Beltran, ó otro, á hazer este officio, á quien V. A. â de acoger con mucho amor y responderle á sus cartas con la misma manera. Y lo que fuere menester que se prouea del Estado de Milan, V. A. lo pida como rogando y no como mandándolo, aunque tenga autoridad para ello, y á mi parezer no será inconuiniente que V. A. embie vna persona suya principal á visitar á la Duquesa, su mujer, con algun presentico, ó regalo, porque el Duque por su condicion lo tendrá en mas de lo que yo podria dezir. Demas desto, por mostrar V. A. de querer tener con él entera amistad y confiança, podrá V. A., ó con el mismo cauallero que fuese á visitar á la Duquesa, ó con otro á posta, comunicarle algunas cosas tocantes á la empressa, y pedirle su pareçer, y esto aunque V. A. lo haga muchas vezes no se perderá nada en ello. Y auiendo esta buena correspondencia, es de creher, que todo se açertará mejor para el seruiçio de S. M., conforme á lo que V. A. desea.

Y si los del estado de Milan embiasen á besar las manos de V. A., los a de mirar con muy buenos ojos, porque demas de la fidelidad que tienen á S. M. son de la mejor gente del mundo, que aunque sea mi patria, lo puedo decir libremente sabiendo ser cosa tan notoria á todos.

En Nápoles hallará V. A. al Cardenal de Granuela, que es vno de los más raros y señalados hombres que S. M. tiene en su seruiçio; demas de la prudençia y buen juicio tiene más noticia de negocios de Estado, que hombre del mundo, por hauer pasado por su mano todos ellos en tiempo del Emperador de

gloriosa memoria, y muy mucho en tiempo del Rey nuestro señor, el qual tiene del dicho Cardenal toda la confiança que de vn buen Ministro se puede tener. Assí será bien que V. A. le honrre mucho y tenga gran quenta con su persona, comunicándole los negocios que se offrecieren, y tomando en ellos su parezer, el qual es de creher que en todo será muy açertado. Y aunque V. A. es tan prudente que no a menester liçion de ninguna persona, todauia por tener mejor entendidos los humores que agora reynan en Italia, será muy bien que V. A. á parte se informe de todo del dicho Cardenal, el qual si no es hombre vano ni soberbio, estimará esto en tanto que en ninguna cosa podrá V. A. obligarle más, y teniendo la quenta que arriba e dicho en conseruar su autoridad y procurar de acrecentarsela, se hará cumplidamente el seruiçio de S. M.; y aunque el Cardenal es nueuo en el gobierno de aquel Reyno, digo á V. A. por la noticia que tengo de su valor de treinta y cinco años á esta parte que le conozco, que de ninguna persona podrá V. A. mejor informarse que dél en todas las cosas que á Estado y buen gouierno tocaren. Y porque en todas partes se a publicado, que con la yda de V. A. se quita mucha parte de la authoridad de los visorreyes, todas las demostraciones que V. A. hiziere al contrario desto serán, á mi juicio, muy acertadas, porque conseruándoles á ellos su authoridad, V. A. acrecienta la suya, y encamina muy mejor el seruiçio de S. M.

El tercero Ministro que S. M. tiene en Italia es el Marqués de Pescara, al qual V. A. tiene tan particularmente conoçido, que muy poco tengo yo que tratar de su persona. En las cosas de la guer

ra creo yo que hay pocas personas que las entiendan mejor que él, assí para gouernarlas como para exercitarlas, y por esto tendré yo por muy acertado en todo su parezer; y en lo que toca á la conseruaçion de su authoridad a de tener V. A. más quenta con el Marqués que con ningun otro ministro de S. M., assí porque podria ser que V. A. residiese más en Siçilia que en otra parte de Italia, como por ser los de aquella isla de tal condiçion, que qualquier punto que V. A. le quitasse al Marqués de su reputacion y autoridad sería en daño del seruiçio de S. M., porque los Visorreyes de Siçilia tienen más absoluto poder en el gobierno de aquella isla que los Virreyes de los otros Reynos, por depender de la voluntad dellos todo lo que toca á la justicia y hazienda y gouierno de aquel Reyno, y assí qualquiera cosa que desto se quitasse sería quitarle la reputacion para todo el gouerno della.

No dexaré de acordar á V. A. el honrrar y regalar mucho á la Marquesa de Percara, que demas de ser casada con quien es, sabe V. A. quán principal Señora es, siendo hermana del Duque de Mantua, y merezerlo ella tambien por la calidad de su persona.

Y esto es quanto á lo que toca á los tres Ministros que S. M. tiene en Italia, con los quales es justo que V. A. tenga mucha quenta en honrrarlos, como e dicho no solamente el tiempo que V. A. residiere en la Prouincia donde ellos gouernaren; mas ántes en qualquier parte donde V. A. se halláre comunicando con cartas y personas propias, los negocios que á V. A. se le offreçieren, y pidiéndoles informaçion y pareçer, y muy á menudo, que será el mayor regalo y honra que V. A. les puede

hazer. Y á este propósito no dexaré de acordar á V. A. que aunque el Duque de Alua está tan lexos de Italia es persona de tanta prudencia, y tiene tanta noticia de las cosas della, que tendria por muy acertado en que V. A. tomase su pareçer en muchas cosas, y áun en todas aquéllas en por la distancia de la tierra huuiese lugar, porque yo (segun mi poco juicio) tengo al Duque de Alua y al Cardenal de Granuela por los dos mayores hombres de Estado y Gouierno que tiene Príncipe en el mundo en su seruicio. Aunque estas cosas las a de hazer V. A. con tanto secreto, que no puedan reçiuir con ellas disgusto ninguno los que residieren cabe la persona de V. A. y fueren del su Consejo. Y aunque es de creher que V. A. se gouernará en todo tan prudentemente y tan bien, que dará á S. M. toda la satisfaçion que se podrá desear; todavía querria yo que dexase V. A. por acá algun amigo que le aduirtiese de mano en mano de cómo quedasse S. M. contento de todo, y fuesse este amigo tal, que lo pudiesse saber y lo qusiesse auisar, porque en el Mundo hay gran falta de verdaderos amigos, y que traten la verdad senzillamente. Y si pudiesse V. A. assegurarse desto sería gran descanso de su coraçon, porque entendiendo lo que á S. M. le pareze bien y lo que no, podria oudar en lo de adelante, ó dar satisfaçion por lo pasado, guardando siempre al amigo su secreto sin que nadie lo pudiese imaginar.

Quanto á la condicion de los vasallos que S. M. tiene en Italia diré en dos palabras, que los Lombardos son gente Ilana y de muy buena pasta. Los Napolitanos son tenidos por vanos y altiuos, y por no muy senzillos. Los Siçilianos tienen opinion de la más mala gente

del mundo, aunque por no hauer yo estado en Nápoles ni en Siçilia no puedo affirmar más en esto de lo que comunmente se tiene y dize, y es de creher que en todas las prouincias hay muchos buenos y muchos ruines, y que son más los buenos que los ruines. Pero en esto podrá V. A. informarse de los que tienen más noticia que yo de las dichas Prouincias. Lo que puedo en este propósito acordar á V. A. es que en los principios desta jornada esté sobre sí, y ande recatado hasta que tenga más particular noticia de todo por experiençia y no por relacion, porque aquélla nunca ó pocas vezes yerra, y ésta muy muchas, y este recato que digo no lo a de conocer ni entender otra persona que V. A. mismo, pues, a de ser en la sustancia de los negocios y no en la apariencia exterior.

En lo que toca á los humores de los Príncipes y Potentados de Italia diré breuemente lo que me ocurre, y, pues, tengo de hablar á V. A. con la libertad que me manda, le supplico no me tenga por maldiciente, si por decirle la verdad le hablase por ventura más claro que sería raçon.

El primero con quien topará V. A. creo que será el Duque de Saboya, del qual, aunque se puede tener toda la confiança del mundo acerca de la affiçion que tiene al seruicio de S. M., todauía se a de acordar V. A. que es casado con françesa y con muger que no tiene muy buena fama en lo que toca á la Religion. Combiene mucho al seruiçio de S. M. que V. A. le honrre y procure de tenerle por amigo. Y porque podria ser que él en Niza ó Saona se viesse con V. A. y con los Serenísimos Príncipes, será bien que V. A. le comunique algunas cosas tocantes á su em

presa con mucha confiança y secreto, con que sean tales que no pueda el hauérselas comunicado ser de ningun inconueniente, porque si V. A. dejase de darle secretamente alguna parte de sus negocios, y de tomar su parezer y informacion, creo que le dexaria V. A. descontento. Él podrá dar quenta á V. A. de los humores de Francia y Esguizaros y Lutheranos, y es bien que V. A. entienda del mismo Duque à boca y por escrito si él quisiere, aunque no a de dar entera fe á su relacion. Podrá V. A. embiar á visitar á la Duquesa su muger á al Príncipe su hijo, al qual sería bien embiar algun regalo, y al cauallero que fuese á esto podrá V. A. mandar que, con la mejor manera que pudiere, se informe de lo que hay que saber de los humores de la casa del Duque y su gouierno para hazer dello relaçion á V. A. á boca y por escrito, porque el saber lo que se haze en las casas ajenas es gran dotrina para saber gouernar la suya.

Si el Duque combidare á V. A. que entre á ver el castillo de Niza y el de Villafranca, será muy bien que V. A. los vea, para lo que en algunas ocasiones podria aprouechar, entendiendo particularmente las reglas y causas de la traça dellos, porque estas cosas muy mejor se aprenden en los exemplos que se veen, que no en los libros ni en relaçiones de otras personas, y para vn Príncipe de la calidad y profesion de V. A. vna de las cosas que más le combiene saber es la raçon de las fortificaçiones de tierras y castillos, porque quien entiende bien la fortificaçion, la sabe hazer y guardar y tomar, en las quales tres cosas consiste mucho el offiçio del buen Capitan general.

(Se continuará.)

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Squalido; Núm. 204, T. III, pág. 31.— La palabra squalido es una variante de la de baja latinidad scalido, que procede del verbo scaliare y significa literalmente poner piedras ó mojones, llamados scalias, en señal del dominio que se adquiria sobre los terrenos yermos é incultos que se roturaban ó reducian á cultivo. En confirmacion de esta idea, leemos en los fueros de Aragon: Scaliis factis in heremo sive in monte, si quis signaverit locum et arando prosecutus fuerit, valeat sibi quantum araverit. En el archivo del monasterio de Sahagun hay una carta de venta de una heredad otorgada en el año 938, acerca de cuya adquisicion dicen los vendedores et presserunt in abios nostros de

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