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Pero á pesar de todos los defectos que puedan señalarse, V. E. debe tener la seguridad de que este libro ha sido confeccionado con entusiasmo, con cariño, con verdadero amor, no sólo por cumplir un deber para con V. E., que ha dispuesto su publicación, y para con los Sres. Diputados, que han de utilizarlo, sino por el profundo respeto á los insignes oradores que ha sido necesario consultar. Sobre sus páginas flota el espíritu inmortal de las más legítimas glorias de nuestro Parlamento. La sencilla elocuencia de los legisladores de Cádiz; la austera dicción de los miembros del Estamento; la brillante oratoria de los Diputados de la Regencia; la vehemente y apasionada palabra de los tribunos de la Revolución, y el castizo, noble y sereno discurso de los hombres del día, fulguran entre estas páginas con resplandores vivísimos. Los que han evocado su memoria, hojeando el Diario de las Sesiones, no han podido menos de sentir la intensa emoción que se apodera del espíritu al abrir una tumba que guarda cenizas veneradas. Y esta emoción se convertía más tarde en verdadera pena, por la necesidad imprescindible de mutilar sus maravillosos discursos, modelos admirables de la clásica elocuencia española, despojándolos del espléndido ropaje con que la inspiración y el Arte los vistieron, para transcribir, sin el encanto de la palabra, las autorizadas opiniones que atesoran.

Tal es, Excelentísimo Señor, la labor que V. E. encomendó á esta Secretaría y que tengo el honor de entregarle terminada. No sé si habremos interpretado bien su pensamiento; de lo que estoy seguro es de que todos hemos procurado cumplir fielmente sus instrucciones.

Á la indulgente bondad de V. E. y de los Sres. Diputados nos sometemos con el mayor respeto.

Dios guarde á V. E. muchos años.-Secretaría del Congreso 10 de Noviembre de 1906.

El Oficial Mayor,

Antonio Gamoneda.

Excmo. Sr. Presidente del Congreso de los Diputados.

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