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que le son pares, cuando no se la sobreponen ó la reducen á la nulidad.

Mas semejante tarea demandaba mayor espacio y más medios de los que ahora tiene á su disposicion el que estas líneas traza, quien, por otra parte, entiende que la mision de la SOCIEDAD DE BIBLIOFILOS ESPAÑOLES no consiste en formar escuelas, difundir teorías, ó ventilar cuestiones literarias, ni mucho menos filosóficas ó políticas; sino en conservar, dándolas á luz, las obras inéditas ó raras de todo linaje, con que nuestros antepasados ilustraron la pátria literatura, evitando así su desconocimiento ó pérdida: Ne majorum scripta pereant, como dejamos apuntado.

En tal supuesto, cúmplenos, pues, limitar esta Advertencia á reseñar con brevedad la historia de la obra de Oviedo que publicamos; á enumerar sucintamente las diversas copias que de ella conocemos, y á dar cuenta, por último, de la forma material á que hemos sujetado su edicion, y del Apéndice que le hemos puesto.

Harto se colige el primero de los puntos enunciados, de las introducciones á la primera y segunda parte y de otros pasajes del Libro de la Cámara. Sabemos además que el Autor de este habia pasado la mitad primera de su vida en las córtes de Europa que más lucian en aquella época, y tratado en ellas á los hombres eminentes en Ciencias, Letras y Política, como á los poderosos magnates y á los héroes que florecian, principalmente en Castilla, estado á la sazon el mís importante acaso de los del Continente. Habíase estrenado en el servicio de la casa de D. Alfonso de Aragon, segundo duque de Villahermosa, sobrino del Rey Católico y hermano de D. Juan de Aragon, duque de Luna De aquella «escuela de Minerva y de Marte», como el mismo Oviedo llama á la casa de ambos duques, pasó, presentado por el de Villahermosa, al servicio de la Reina Católica, y posteriormente al de su malogrado primogénito, D. Juan, cuyo aprecio é íntima confianza se conquistó muy luego. La inopinada cuanto sentida muerte de aquel Príncipe desvaneció como por mágia la brillante córte que en su derredor comenzaba á formarse, y los fieles servidores que la componian desparramáronse á deshora, acogiéndose unos á la clausura, muriendo otros de tristeza y marchando

varios á buscar la guerra ó correr aventuras en extrañas regiones. Este último partido siguió nuestro Oviedo, quien despues de tres años pasados en Italia, «á veces al sueldo de la guerra, y otras vagando de unas partes y reynos en otras regiones,» y durante los cuales no descuidó el estudio, ni el trato con los principales escritores y artistas italianos, entró al servicio del rey de Nápoles, D. Fadrique, y cuando éste vió su reino dividido entre España y Francia, encargó al fiel Oviedo que acompañase á su hermana, la reina D.* Juana, sobrina del Rey Católico y esposa que fuera de Fernando II de Nápoles, en cuyo servicio permaneció hasta el regreso á España de aquella Princesa.

El dolor causado por la prematura muerte de su primera esposa, elegida poco despues de aquel regreso, volvió á empujar á Oviedo al servicio de las armas, si bien no tardó en verse nuevamente agregado á la córte del Rey Católico, en empleos de distinto linaje; y cuando aquel prudente Monarca al admitir á su servicio al Duque de Calabria, primogénito del ex-rey de Nápoles, procuró rodearle de caballeros de su entera confianza, fue desde luego elegido nuestro Autor, que habia además pertenecido á la casa del Rey su padre, segun queda ya indicado. Ligado así otra vez á la córte de España, abandonó Oviedo la milicia á la que proyectára volver, permaneciendo fiel, durante los disturbios y trastornos que ocasionó la muerte de D.a Isabel, al Rey Católico, quien aficionado á su estudio y erudicion, le insinuó ya en 1505 el deseo de que recogiese y compilase cuantas noticias concernian á los reyes de España desde los tiempos más remotos, empresa que, á pesar de todas sus vigilias, sólo pudo ver realizada veintisiete años adelante, y sin que estas contínuas tareas literarias le impidiesen contraer un nuevo y más afortunado matrimonio. Elegido en aquella época por el Rey Católico para volver á la guerra de Italia el Gran Capitan, quiso servirse de Oviedo como secretario, cargo que ejerció sólo algunos meses, por haber caido una vez más Gonzalo Fernandez de Córdoba en la desgracia, que tanto y tan á menudo amargó la vida y defraudó los justos merecimientos de aquel heróico caudillo.

A poco de restituirse á la córte del Rey Católico fue cuando Oviedo, deseoso de reponer su malparada fortuna, se alistó en la

expedicion de Pedrarias Dávila á las Indias, donde habia de comenzar una nueva, si no menos ilustre, útil y laboriosa fase de su vida, que no interesa á nuestro propósito reseñar y que ha sido, por otra parte, ya referida por el Escritor á quien antes aludimos. No parecerá, pues, extraño que el que tales escuelas cursára en la ciencia de la vida cortesana, el que habia servido á tantos y tan principales señores, el amigo de Colon, del Gran Capitan, del suave Sannazaro, del docto Pontano y de otros héroes, magnates, literatos y artistas; el que además habia formado parte de aquella casa, modelo de enseñanza de príncipes, creada por la Reina Católica para su malogrado Hijo, y que áun hoy es digno objeto de nuestra admiracion y estudio, fuese consultado por el emperador Cárlos V, cuando concibió el deseo de que su hijo D. Felipe se criase y sirviese como se habia criado y servido el Primogénito de los Conquistadores de Granada. Y tanto más, cuanto que consultadas al efecto muchas personas respetables de aquella época, remitiéronse todas á la experiencia y á la prodigiosa memoria de Gonzalo Fernandez de Oviedo, que habia además disfrutado la mayor intimidad y completa confianza, así de los Reyes Católicos como de su desdichado Hijo.

Aprovechando, pues, en 1535 la estancia temporal en España de Oviedo, que habia venido como procurador de la ciudad de Santo Domingo, pidiósele informe, de parte del Emperador, por conducto de D. Fernando de Stúñiga, comendador mayor de Castilla, sobre la organizacion de la casa del Primogénito de los Reyes Católicos, á cuya semejanza se queria montar la del príncipe D. Felipe, de quien Stúñiga era ayo (1). Correspondió en seguida Oviedo á la consulta, con la prontitud y eficacia que de él eran de esperar, y áun se ofreció á detener su próxima partida para América, hasta evacuar cumplidamente el informe que se le demandaba. Mas como no se creyó necesario el cumplimiento de esta oferta, limitóse por entonces á enviar una breve relacion, «de cinco ó seis hojas de papel,» con sólo aquello que de pronto se le vino á la memoria.

No ha llegado á nosotros esta primera y sucinta relacion, que,

(1) Véase pág. 1."

por otra parte, tampoco parece surtió efecto alguno, ni hubo de dejar satisfecho á su propio Autor. Este volvió á España en fines de 1546, así á procurar la impresion de su Historia generaly natural de las Indias, como á entender en el despacho de algunos negocios relativos á la gobernacion de la Isla Española, y anhelando sin duda congraciarse con el Soberano, y sabedor de que el mismo deseaba que ampliase su trabajo relativo á los Oficios de la Casa Real (1), compuso el libro que, de su puño y letra, se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, sala 2.a, est. K, plúteo 5.

Este códice, procedente de la librería del Colegio mayor de Cuenca, encuadernado en pasta ordinaria y escrito en 82 fólios útiles en 4.o, de papel grueso, sin portada ni índice, es á no dudar el primero que redactó Oviedo, estando en Madrid durante el invierno de 1547, segun consta en la especie de memorial con que termina el mismo, y en que, recomendando el pronto despacho de los asuntos de la Isla Española, dice: «Y porque mi edad no es ya ni estos frios de Madrid, donde nascí, para ombre que há xxxv años, en este de 1547, que estó sirviendo a sus Cesárea e Catholicas magestades e a vuestra alteza e sus progenitores en Indias (2).» Y tenemos á este como el que primero redactó y escribió en limpio de su puño, porque la frase en este de 1547, que hemos puesto en bastardilla y parece indicar el año corriente al extender Oviedo este autógrafo, no se halla en ninguno de los otros dos, siendo además esta la única, de las numerosas copias que hemos registrado y citarémos, que termina en la primera parte de la obra. Hállanse tambien en su texto algunas menos noticias que en los posteriores, faltan varios datos y nombres propios, y áun se ven espacios en blanco, sin duda. por no tener presentes Oviedo entonces cosas, que posteriormente recordó ó averiguó.

Esta copia y las demás que, segun dirémos, se conservan en la Biblioteca de Palacio no han estado á nuestra disposicion para registrarlas, por más que no ignorásemos su existencia, hasta el

(1) V. pág. 2.
(2) V. pág. 135.

año próximo pasado, y cuando ya se hallaba terminada la impresion del texto del Libro de la Cámara, y faltaba sólo la de una pequeña parte del Apéndice, y esta Introduccion, en que, afortunadamente y merced á la ilustracion y franqueza literaria del antiguo bibliotecario de Palacio, Sr. D. Manuel Carnicero y á la intervencion del entonces jefe de la Comision de Inventarios, nuestro consócio D. Gregorio Cruzada Villaamil, pudimos disfrutarlas. Sin el auxilio de estos señores, á quienes aquí prestamos el debido testimonio de gratitud, en nombre de la SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES, hubieran continuado siendo inútiles nuestras antiguas y repetidas gestiones para penetrar en la Biblioteca de Palacio y careceriamos de los datos, que hoy nos permiten fijar la historia del Libro de la Cámara, á través del dédalo inextricable de una docena de copias, tres de ellas autógrafas y todas con notables variantes y diferencias de consideracion en el contenido, en el número y disposicion de los capítulos y hasta en el título de la Obra.

Emprendida formalmente esta, hubo de tomarle cada vez más aficion Oviedo, que consideraba la materia importante y dignat de «estar en la cámara de cualquier señor bien exercitado»; y aprovechando su estancia en Sevilla, á donde marchó huyendo del frio y para aguardar á su compañero de viaje el capitan Alonso de la Peña, que gestionaba en córte los asuntos de la Isla, dedicóse á escribir, durante el invierno de 1547 y gran parte de 1548 (1), una segunda copia, corregida en muchos pasajes, y adicionada con segunda parte, en que trató de varios oficios cortesanos no contenidos en la primera. Esta copia, primera de las autógrafas que hubimos á la mano y que nos ha servido para la impresion, es á nuestro juicio la segunda que escribió el Autor, y ha venido á parar en la Biblioteca del Escorial, donde se conserva con la signatura jv. e. 8.

Es un códice encuadernado en tabla forrada de piel con labores y filetes en negro y oro, que conserva señales de haber tenido manezuelas ó broches, está escrito en 107 fólios en 4.o, más la portada y tres de la tabla de capítulos, de la letra de Oviedo,

(1) V. pág. 138.

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