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VERSIÓN CASTELLANA

de la Carta que antecede, por el Dr. D. Juan Serra y Queralt, Pbro., Catedrático del Seminario Conciliar y Beneficiado de la Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla.

Oh Dios omnipotente, que todo lo gobiernas, dame gracia para poder cantar, en elogio tuyo y de tu ley santa, cosa que agrade á quien la oyere, sobre todo á tu pueblo y grey, á fin de que nunca deje de celebrar, como acaba de hacerlo en España, el gran acontecimiento referente á las islas que han sido descubiertas.

¶ He leído la historia de los antiguos monarcas y príncipes que en el mundo existieron, las acciones ilustres y las grandes guerras de los reyes de Asiria, los premios alcanzados por Belo en los combates, y, si no estoy trascordado, las inmensas hazañas de los persas, medos y atenienses, de Anfitrión y otros;

¶ las numerosas tropas de los lacedemonios, y los hechos insignes de Labeo, Orestes y el príncipe Hegesipo;

como se leen y mil veces he oído los de Tolomeo, Faraón y los jueces y reyes de los judíos, que hablaron cara á cara con Dios.

¶Y mucho tengo leído de los latinos y albanos, de aquel rey de Fiésoli, llamado Atlante, de los reyes y cónsules de los romanos, de los tribunos, de los decenviros electos, tan clementes, y de los emperadores, de los cuales podría yo decir muchas cosas que guardo en mi pecho, porque sería harto prolijo relatarlas.

¶ Que si yo quisiera referir todos los hechos de los arriba mencionados y de otros muchos, ciertamente causaríate asombro, y mucho más á algunos que nunca oyeron esas cosas sublimes, dignas y admirables, que puedes hallar escritas en la lengua vulgar y la latina, como diría S. Agustín.

¶ Mas ¿quién pudiera leer en el porvenir la historia del gran papa Alejandro VI, la legitimidad de la creación del que fué grato á todos, y á nadie jamás molesto, y la gran firmeza del primer año del pontificado de ese Papa Borgia, español, justo en sus juicios y perfectamente humano?

¶ Y ¿quién leyera después la historia del rey Fernando, cristianísimo sobre todo encarecimiento, á quien se somete su única esposa Isabel, la cual, dejando en sus manos tantos reinos, le ha dado sabiamente á entender que es rey de España, de Castilla y de León y de la hermosa ciudad de Toledo?

Se apellida rey de Córdoba y de Murcia, y rey coronado de Galicia y de Algarbe, que está en sus dominios,

y rey de Granada, que sabes ha conquistado con regio esplendor y piadoso denuedo. Se me figura que es conde de Barcelona y rey de la buena isla de Sicilia.

Creo que es príncipe de Cataluña, y tiene el señorío y condado de Cerdeña, y se hace llamar señor de aquella parte de Córcega que tiene en su poder, y parece ser conde de Rosellón; también le tengo por rey de Mallorca y Menorca.

Llámase además señor de Vizcaya, Molina y Algeciras y del excelente país de Asturias. Por todo el mundo se le encomia como sumamente fiel á la ley divina: quien la contraviene, es castigado por él; y obsérvase que nunca se harta de vejar á los judíos marranos.

¶ Hace el señor una cosa inaudita, por la cual puede llamársele un Augusto: en cualquier liga, tregua, ley ó convenio, nunca se le ve cuidar de lo humano; jamás se burla del cuerdo ni del loco; siempre hace dar limosnas por Dios, y se interesa constantemente por el bien de la Iglesia, como cristiano fiel y señor piadoso;

¶ cual lo prueba la brillante embajada que ha enviado para prestar obediencia á su pío jefe Alejandro: nunca se vió tal magnificencia. En todo revela tener su señoría gran poder entre los demás. Fíjese en ese noble embajador, quien no lo creyere, ó se negare á escucharnos.

Si yo quisiera, oyente, decirte sus títulos, quizá te causara hastío. Cuanto á sus reinos, será suficiente para espantarte lo que Isabel quiso dar en dote á este rey ó señor, cuando resolvió tomarle por esposo esa gran Isa

bel, reina de España, mujer honrada, sabia y peregrina.

¶ Ahora voy á volver á mi primer argumento sobre las islas halladas, desconocidas é infieles. Esto ha sucedido en el presente año de mil cuatrocientos noventa y tres. Un hombre llamado Cristóbal Colón, que estuvo en la corte de dicho monarca, le estimuló muchas veces á que procurase aumentar sus estados,

¶ diciendo: «Señor mío, iré á explorar, pues entiendo que hay mucha tierra que no supieron descubrir nuestros antepasados. Espero conquistarla sin guerra, si vuestra señoría se digna de prestarme auxilio; que no son éstas ilusiones de mi fantasía. Confío en el Señor, que en breve nos proporcionará reinos y honores.

¶ Poned vos el capital, que yo pondré mi persona: no quedará arruinado vuestra señoría. Á las veces la fortuna da mucho por poco, y no es loca; su esperanza es la que á todos espolea. Sabio es el que se aplica á buscar; porque en la Ley nueva, dice el Evangelio que el que busca, encuentra. »

¶ Pues bien, habiéndole oído el Rey varias veces, y contestádole sonriendo, como replicase Cristóbal audazmente, decidióse, á mi entender, ese mismo año á favorecerle, y le dijo: «Desde hoy tomo bajo mi protección tu esperanza: elige una nave con dos carabelas, las más her· mosas de mis armadas. >>

¶ En seguida mandó darle víveres y cuanto hubiera menester; y Cristóbal, acompañado de mucha gente, se encomendó al supremo Dios, á su Madre y á S. Pedro,

tomó aquellos auxilios, y partióse con la licencia y amparo del Rey y de la Reina.

¶ Y navegó muchos días sin provecho, con pena, con afán y gran fatiga. Pensó que nunca está seguro quien por el mar navega, sino siempre luchando con agua y viento; que se pierden con frecuencia las ganancias y el tributo, y no le vale decir «me arrepiento». Mas, como plugo á Dios, infalible en sus designios, en treinta y tres días llegó á tierra.

Y envió á dos de sus hombres armados á investigar si por ventura se hallaban algunas emboscadas en las tierras que habían descubierto; mas, aunque anduvieron tres días sin retroceder, no encontraron gente; de forma que se admira el que va caminando, y todavía más el que se ha quedado por la mañana.

¶Y nada se echó de menos; pues hallábase enriquecida aquella tierra con abundancia de frutos; y, si no se equivoca el que lo ha escrito, hay en ella montañas de extraordinaria altura, y la rodean y ciñen muchos ríos; habiéndose encontrado después mucha gente sin armas, escudos ni vestidos, sino que todos estaban completamente desnudos,

¶ menos algunas mujeres que tenían velado con algodón lo que más ofende al pudor, habiéndose cubierto además varias de ellas con hojas. Al ver á aquellos dos las discretas, se escondían todas huyendo precipitadamente; y ellos volvían atrás y referían el hecho á Cristóbal.

¶Y saltando en tierra Cristóbal y los demás, como explorasen el país todos armados, descubrieron muchas islas y hombres, según lo comprenderás, al oir que se enarbolan

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