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que contenían oculto el germen de opiniones que acabaron por concretarse en contra del yugo español.»

Lima era la capital y la soberana de los pueblos ya formados en la América meridional, sin contrapeso alguno, hasta la fundación de la universidad de Charcas, que desmedró ya gran parte de su poder ilimitado y exclusivo sobre todo el inmenso territorio, hasta que fué desmembrado aquel primer virreinato por la creación del de Buenos Aires en 1776.

En todo este nuevo virreinato no habían más que dos universidades, las dos fundadas por los jesuitas: la de Córdoba, que solo confería los grados de maestro en artes, y de licenciado y doctor en teología, no habiéndose elevado al rango de mayor sino en 1808, y la de Charcas, en la que se cursaban todas las ciencias que se enseñaban en aquella época y se conferían los grados de bachiller, licenciado y doctor en teología, cánones y leyes, y el de maestro en filosofia.

Concurrían á la universidad de Charcas de todo el virreinato y aun del sud del Perú. Los hijos de Buenos Aires que aspiraban al capirote y á las borlas se veian obligados à trasladarse á Charcas, cuyo lustre de sus escuelas reflejaba sobre los abogados que se formaban en ellas. (1)

Ya hemos dicho que fué entre los que frecuentaban esta universidad que germinaron las ideas de independencia y libertad, y que tres de los que constituyeron la primera junta suprema de gobierno en Buenos Aires, recibieron sus grados en Chuquisaca, así como todos los letrados que tomaron parte en la revolución de La Paz. La real audiencia tuvo también su principal apoyo en la mayoría del claustro universitario, que á principios del siglo XIX contaba 350 doctores, según don Juan Ma. Gutiérrez. (2)

El arzobispo de La Plata era el cancelario nato de la universidad; el rector se nombraba temporalmente por el claustro, que lo componían todos los doctores. Había pues, verdadera corporación universitaria, que nuestras leyes, en vez de reformarla y perfeccionarla, no han hecho más que destruirla.

Los grados se conferían con grande aparato y so

(1) Juan María Gutiérrez. Noticia histórica sobre los estudios y colegios públicos en Buenos Aires.

[2] ld.

lemnidad ante el claustro reunido: después que el aspirante se exhibía satisfactoriamente en su tésis, el padrino que había elegido le dirigía un discurso que inmediatamente era contestado por aquél. Investido el nuevo doctor del anillo, borla y capirote, se le conducía ostentosamente á su casa, donde estaba preparada la mesa de once, que no era la ritualidad menos insignificante de la función.

No menos dispendiosos ni solemnes eran los actos literarios que alternativamente se exhibían por los cursantes de algunos colegios. Entre los alumnos más aprove chados se designaba uno, que por unos seis meses tenía que chamuscarse las cejas estudiando la tésis que en conclusiones públicas tenía que sostener ante el claustro. Haberse presentado en acto era un timbre de honor en la carrera del actuante. (1)

La universidad mayor, real y pontificia de San Francisco Xavier constituye el blasón de la antigua y la nueva Chuquisaca, con inmensa resonancia americana, y sin embargo, apenas es conocido su origen, y nadie se ha propuesto seguir con atento estudio las profundas huellas de su pasado de tres siglos. No tiene pues, nuestra vieja y renombrada universidad ni anales, ni crónica, ni historia, y si no fueran breves noticias de los cronistas y algunos documentos publicados por el laborioso historiógrafo doctor Valentín Abecia, su vida sería de todo punto desconocida.

El amor al establecimiento en que recibiéramos nuestra educación nos indujo á investigar su origen y su pa sado, ocurriendo á las fuentes de esta institución tres veces secular, sin desalentarnos en nuestra empeñosa labor.

Ocurrimos al archivo de la universidad, y encontramos apenas los libros de la academia Corolina, desde 1782 hasta 1825, y los de la academia de juristas que sucedió á aquella, hasta 1881 en que se suprimió este cuerpo; libros de grados y exámenes de cursos, que suministran pocos datos.

El archivo de la universidad ha desaparecido, víctima de la barbarie de la guerra civil, ha sido destruido ó robado, y causa lástima y cierta indignación que no se piense siquiera en restablecerlo.

Pasamos al archivo nacional, cuyo catálogo, en la parte organizada, hemos recorrido cuidadosamente, encontrando muchos documentos, verdaderos tesoros.

(1) Estudios históricos de Monseñor Taborga.

Hemos leido con atención y aprecio la «Historia de Chuquisaca», importantísimo y prolijo trabajo no concluido, del doctor Valentín Abecia, publicado fracmentariamente en el Boletin de la Sociedad Geográfica», que contiene un buen número de documentos inéditos, tomados del archivo del rectorado, en la parte á que nos hemos referido, del archivo nacional, del de la catedral y del colegio seminario, que hemos tenido cuidado de com.probar.

Ha publicado el doctor Abecia los documentos, en su texto original, sin comentarios y con brevísimas notas. Su relación histórica propia principia al tratar de la real academia Carolina, punto en el que se corta tan interesante trabajo.

Nos ha dado más luz y nos ha guiado con más acierto la «Historia de la Compañia de Jesús en la provincia del Paraguay (Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú, Bolivia y Brasil) según los documentos originales del archivo general de Indias extractados y anotados por el R. P. Pablo Pastells, S. J. Madrid, librería general de Victoriano Suárez-1912», en 5 volúmenes.

«La página más bella de los jesuitas, y uno de los principales pretextos para su expulsión, dice César Cantú, fueron precisamente las misiones del Paraguay». Para fundar y para constituir ese imperio sin ejemplo en el mundo, que se llamó la provincia del Paraguay, partieron los jesuitas del Perú

La obra monumental á que nos referimos. este gran trabajo histórico está formado en la épica Sevilla, en la ciudad de los más ilustres recuerdos de la historia colonial. Durante tres siglos Sevilla fué el lazo que unía al nuevo mundo con el antiguo. En Sevilla se embarcaban para las Indias los prudentes virreyes, los venerables prelados, los celosos apóstoles, los especuladores atrevidos, los audaces aventureros. En esas orillas del Guadalquivir, hoy silenciosas y tranquilas, bullian entonces los concursos abigarrados y animadísimos de gentes de todo género que venían ó iban del nuevo mundo. Hoy todo eso ya pasó. El lazo político que unía á España con América se ha roto; pero la divina providencia ha dispuesto que en la misma Sevilla se forme un lazo científico, que sin duda ha de producir benéficos resultados. (1)

(1) Antonio Astrain S. J.

En esta investigación hemos consultado con avidez á los cronistas ó historiadores de las misiones de los jesuitas en América, particularmente al P. Lozano; la «Colección de obras, documentos y noticias, etc.» de Andrés Lamas, la «Colección de Pedro de Angelis», la «Historia Civil» del deán Funes, y otros autores que irán citados en el texto de la obra.

Tenemos á la vista los «Anales universitarios» de la universidad de San Marcos de Lima, por José G. Paz Soldán y Francisco García Calderón, rectores de aquel célebre establecimiento; el «Bosquejo histórico de la universidad de Córdoba», por Juan M. Garro, y los «Anales de la universidad nacional de Córdoba», por el R. P. Fr. Zenón Bustos, actual obispo de aquella diócesis, que nos han suministrado algunos datos y nos han de servir de modelo para nuestro trabajo.

En suma: estamos en posesión de muchos documentos y relaciones, cuya ordenación y aprovechamiento conveniente exige grande trabajo, que no faltará de nuestra parte, sin medir la responsabilidad que nos imponemos.

El éxito de nuestros estudios preliminares ha sobrepasado á nuestras esperanzas y nos alienta á acometer la tarea, sin pretensiones literarias y con el móvil de descorrer, en parte siquiera, el velo que cubre los fastos de la universidad de Chuquisaca, llamando la atención de los escritores nacionales hacia un tema de tanta importancia, como que se trata de la cuna de nuestra civilización cientifica y de los orígenes de nuestra emancipación política.

CAPÍTULO PRIMERO

I. España en el siglo XVI.--II. Fundación de la Compañía de Jesús.-III. Los discípulos de Loyola arrancados de la palestra teológica, son atraidos por el celo apostólico á América: juicios de Pedro de Angelis y de César Cantú.-IV. Archivo de Mojos y Chiquitcs for René Moreno, y Proemio á las Cartas de un jesuita por Mariano Baptista.-V. Entrada de la Compañía de Jesús en el Perú.-VI. Avanza sus conquistas en la gobernación del Tucumán.

I.

A juicio de todo el mundo ilustrado, el siglo XVI fué para la España un verdadero siglo de oro en las letras, en las bellas artes y en hechos de sin par magnificencia; era aquella la digna corona del heroe de setecientos años por la fe y la patria. Pero lo que no siempre se tiene en cuenta es que ese siglo no fué de tanto valor para las letras y grandes hechos, sino porque fué de encumbradísimo mérito en la piedad cristiana.

Para conocer la intima y admirable relación que lo bello, verdadero y fuerte de aquel siglo tenía con la fe y piedad cristiana que florecían en España, basta nombrar Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, los tres Luises, de Granada, de León y Vives, Cervantes, Herrera y Velasquez de Silva, Garcilazo de la Vega (el de Toledo), y Calderón de la Barca que fué como el digno crepúsculo de ese gran día. Basta mencionar el Escorial, las gigantescas campañas de América, la batalla de Lepanto, y hombres como Cisneros, Felipe II é Ignacio de Loyola. Ah! que astro del cielo cristiano era esa España que á un mismo tiempo despedía hacia el oriente hasta la India y el Japón un rayo de luz como Francisco Javier, y hacia el occidente hasta las playas del océano Pacífico un Toribio de Mogrobejo y un Francisco Solano, sin hablar de las Rosas de Lima y Azucenas de Quito, y los Sebastián de Aparicio y

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