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muy parco el que escriba la historia general, pues difícilmente podrá ser tan imparcial como en la historia de los tiempos pasados. El afecto ó el odio impulsan la pluma sin sentir; por eso, segun se vayan aproximando los sucesos, procuraré contener la pluma en sus apreciaciones, salvo los casos de indudable elogio.

§. 2.

Fuentes históricas especiales de esta tercera época.

No son muchas las que se pueden citar, ni tampoco inspiran la mayor confianza.

Figura en primer término la Historia de España bajo el reinado de la casa de Borbon, por Guillermo Coxe. Esta obra fué traducida al castellano en 1846 y publicada en cuatro tomos. El criterio de este escritor, como protestante, es poco seguro en las cosas relativas à la Iglesia, aunque por lo demás sea bastante imparcial.

Las historias generales escritas en estos últimos años tampoco son, por lo comun, ni muy seguras ni muy abundantes en lo que á la Iglesia se refiere.

Del reinado de Felipe V tenemos tres historias principales: la del Marqués de Rivas, D. Antonio Ubilla y Medina, titulada Sucesion del Rey Felipe V, Madrid 1704, un tomo en fólio, la cual sólo alcanza á los primeros años; la de Belando, titulada Historia civil de España en tiempo de Felipe V, y los Comentarios sobre la guerra de sucesion, por el Marqués de San Felipe, que sirven de poco para la historia eclesiástica.

El reinado de Cárlos III describió prolijamente D. Antonio Ferrer del Rio; pero su obra no halló buena acogida entre los católicos, como tampoco los numerosos datos que amontonó en elogio de Floridablanca al compilar sus obras (tomo LXIX de la Biblioteca de autores españoles). En cambio es muy curiosa la Biblioteca de escritores de aquel reinado, por Sempere y Guarinos, para conocer el estado floreciente de la literatura eclesiástica de España en aquel tiempo. En cambio las cartas de Azara hacen y harán las delicias de los aficionados à rebuscar chisines en los lugares infimos de la historia.

y

Las Memorias del Príncipe de la Paz en vindicacion suya de varios acontecimientos del reinado de Cárlos IV, aunque parciales y apologéticas, no dejan de ofrecer importancia en cosas que á la historia se refieren.

Finalmente, las Colecciones diplomáticas de Abreu y Cantillo son muy importantes en lo que se refiere á los Concordatos del siglo pasado, como tambien varios trabajos publicados en el Semanario erudito de Valladares, y otras obras especiales sobre asuntos parciales, que se citarán al tratar acerca de ellos.

CAPITULO I.

REFORMAS ECLESIASTICAS PROMOVIDAS POR LOS MINISTROS DE FELIPE V.

§. 3.

Carácter reformista de Felipe V y sus ministros extranjeros.

Felipe V subió al trono español en brazos del Cardenal Portocarrero; mas éste, que se creía primer motor, había obedecido al impulso de una mano más vigorosa que la suya. La gratitud y el decoro exigían que el poder descansara en sus manos; y Portocarrero, no solamente gobernó, sino que formó Ministerio á su gusto, ahuyentó de la corte á la Reina viuda de Cárlos II, haciéndole sentir el peso de sus desdenes, y separó de sus destinos á todos sus émulos, á pretexto de adhesion á la casa de Austria. Ni áun los confesores del difunto Monarca se libraron de la proscripcion; como se habían metido á gobernar, se les trataba como á ministros y no como á confesores. Colocó en los destinos principales á varios eclesiásticos, amigos ó sirvientes suyos, dándoles destinos superiores á su capacidad y ajenos á su carácter. Reianse los extranjeros malignamente de estos actos, sabiendo cuán poco habían de durar (1). El bueno del Cardenal había creido que el cambio de dinastía, para el cual tanto había trabajado, no había de traer cambio de cosas, ni de ideas; pero ¡cuánto se equivocaba! No tardó él mismo en conocerlo y en tener que retirarse á Toledo, para ver, con sorpresa, cosas que había

(1) Véase la correspondencia del fatuo Lombille á Torcy, citada por Willian Coxe, tomo I, pág. 98.

En una carta de la Princesa de los Ursinos, hablando del Patriarca de las Indias, le llama mico raquítico, viejo, y maligno, con motivo de una etiqueta que hubo al tiempo de comulgar el Rey. Por consejo del Cardenal Portocarrero, para complacer á la tal Princesa, se le desterró de la corte.

estado muy lejos de calcular. La camarilla francesa, luégo que hubo subido al trono, pegó una coz á la escalera por donde había trepado: Portocarrero y el Arzobispo de Sevilla, don Manuel Arias, presidente del Consejo, hubieron de comprender que los tiempos de Cisneros habían pasado. En cambio vino el Cardenal francés D'Estrées á trabajar el papel de Mazzarino, promover cuestiones de etiqueta con la Princesa de los Ursinos, y ahuyentar de la corte á los Arzobispos de Toledo y Sevilla. Para el arreglo de la Hacienda vino el famoso Orry, hacendista frances. Es muy fácil conocer los defectos rentisticos de una nacion y escribir memorias para sacar dinero: los españoles habían hecho uno y otro durante el siglo XVII, en que hubo plaga de proyectistas (1); mas la dificultad estaba en desarraigar prácticas abusivas, sostenidas por privilegios, inmunidades, leyes, fueros y costumbres. Orry trató de atropellar por todo: los bienes de la Iglesia llamaron su atencion, como es de suponer, y apoyado por las ideas de Macanaz y algunos otros españoles, libres en sus opiniones, dirigió sus miradas hacia la plata de las iglesias. Es muy comun en los que no tienen ojos para ver las alhajas regaladas á sus mancebas, tenerlos muy ávidos para contemplar las que adornan los altares del Señor. Luis XIV aventuró algunas observaciones sobre la plata de las iglesias (2). Orry no tenía más voluntad que la de aquel, mas no se atrevió á llevar á efecto aquella medida, que pudiera haber costado muy cara al Monarca en las delicadas circunstancias de aquellos momentos.

§. 4.

Toma parte el clero en la guerra de sucesion.

Precisamente el no haber las tropas del Archiduque Carlos de Austria respetado los bienes de las iglesias, fué lo que

(1) Arbitristas, que ahora llamamos Economistas.

(2) Instrucciones al Embajador francés, Conde de Merrsin. (Wiliam Coxe, tomo I, pág. 117.) El Cardenal Arzobispo de Sevilla D. Manuel Arias ejecutó entónces una accion harto bizarra, pues al paso que representó al Rey contra aquella medida, mandó deshacer toda su vajilla de plata, y la entregó al Rey acuñada.

más perjudicó á éste, áun en concepto de los protestantes mismos (1). La escuadra inglesa que se apoderó del puerto de Santa María, se abandonó á los mayores excesos, saqueando hasta las iglesias y violando á las vírgenes del Señor. Los jefes mismos dieron ejemplo de brutalidad á la soldadesca. A pesar de la predisposicion del país á su favor, los andaluces no pudieron llevar en paciencia aquel atentado contra la Religion, y se declararon contra los aliados, que hubieron de reembarcarse precipitadamente, perseguidos por la animadversion del país. La jóven Reina, que estaba al frente de los negocios por la ausencia de Felipe V en Italia, ofreció vender sus joyas para levantar tropas y marchar con ellas á Andalucía. El Cardenal Portocarrero alistó y mantuvo á sus expensas seis escuadrones; el Obispo de Córdoba un regimiento, el de Murcia dos, y el de Tarazona llegó hasta el punto de alistar á sus propios clérigos. Tampoco los eclesiásticos partidarios del Archiduque anduvieron remisos en armarse. Notóse esto mucho más en Valencia, donde Macanaz había exasperado los ánimos de los eclesiásticos, atropellando la inmunidad eclesiástica en las personas é intereses. Armáronse los frailes y salieron á recibir á las tropas del Archiduque con no poca risa de los ingleses. El Arzobispo, que anteriormente sc habia mostrado adicto á la casa de Borbon y tratado de alentar la pusilánime fidelidad del Virey (2), se inciinó al partido del Archiduque, lo cual ocasionó despues sérios disgustos al Cabildo de aquella iglesia metropolitana.

Cuando las tropas del Archiduque ocuparon á Madrid, señalóse contra la casa de Borbon un fraile vitorio llamado fray Gaspar Sanchez, que levantó en la corte partidas de migueletes á favor del Archiduque, mientras dominó allí. Habiendo sido preso al volver las tropas de Felipe V á Madrid, y despues de una briosa resistencia en Palacio (3), se le condenó

(1) William Coxe, pág. 176.

(2) La fidelidad de muchos Generales fue por entonces harto proble-mática. Dadando del triunfo de Felipe V, procuraban estar á la mira para lade irse al partido vencedor. Véase en la Historia de Salamanca por Dorado la conducta del General que mandaba las tropas en aquella provincia, á pe ar de las exhortaciones del Obispo.

(3) Semanario erudito, tomo VII, pág. 78.

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