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CAPITULO VI.

PRINCIPIA LA NUEVA DECADENCIA DE ESPAÑA EN TIEMPO DE CARLOS IV.

§. 49.

Hipocresía de la corte de Carlos IV. — Perniciosa influencia de Godoy.

Al bajar Cárlos III al sepulcro en 14 de Diciembre de 1788; hubiera podido presumir la ruina de su familia, si hubiese tenido prevision para ello. Durante su largo reinado de treinta años había llegado à ser el jefe de la casa de Borbon. El trono de Francia estaba minado por el volteriarismo y la masonería. El desgraciado Luis XVI principiaba su viaje al patíbulo, y los principios de 1789 eran ya proclamados á voz en grito antes de pasar á ser formulados en código constitucional y base del derecho nuevo. Dios libró á Cárlos III de ver en la ruina de la casa de Francia los preludios del abatimiento de su casa y descendencia.

Cários IV estaba casado con una Princesa napolitana: la Familia Real de Nápoles estaba afiliada en la masonería, y hasta las mujeres estaban contagiadas de su maléfico virus. Las costumbres no eran en ellas mejores que las ideas.

En Carlos IV principia la segunda decadencia de España. No hay puntos de contacto entre éste y Felipe IV, y á pesar de eso, uno y otro condujeron la nacion al borde del precipicio. Carlos IV era morigerado, y Felipe no lo era; pero uno y otro eran indolentes. El Conde-Duque, despues de algunos extravíos juveniles, se reconcentró en sí mismo y se arrojó en brazos de la religion. El llamado Príncipe de la Paz nunca fué religioso, manchó su tálamo y ajó la púrpurą Real. Las mismas causas, aunque combinadas de distinto modo, dieron los mismos funestos resultados. La vida indolente de Cár

HISTORIA ECLESIÁSTICA DE ESPAÑA.

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los IV hubiera sido buena para un mayorazgo de aldea, mas no para un Monarca en circunstancias dificiles (1).

Al fin en los ministros de Cárlos III descollaban grandes talentos, rectitud en sus miras políticas, aunque con frecuencia deplorable y equivocada, y había probidad en sus acciones. Todo esto le faltaba al favorito, y en su fátuo orgullo le estorbaban los hombres sábios y experimentados del reinado anterior. Aranda, Jovellanos, Floridablanca y otras muchas personas de valer sufrieron el destierro por no amoldarse á los caprichos del favorito, que mandaba en la Reina, la que á su vez mandaba en el Rey. A falta de hombres de bien que le aplaudieran, el favorito se rodeó de poctas y parásitos que le embriagaron con el humo de sus alabanzas: por desgracia para él la historia suele estar reñida con la poesía cortesana. Las Memorias de Godoy han encontrado más críticos que creyentes: es fácil á un ministro omnipotente relatar lo poco bueno que hiciera á costa ajena, encubriendo los yerros propios ó culpando á otros de sus desaciertos.

La Iglesia de España mira con tédio á Godoy, no tan solo por los males que causó á la nacion, sino tambien por sus escasas ideas religiosas y por los golpes que en su tiempo hubo de sufrir. Godoy no solamente siguió legislando en materias eclesiásticas, sin contar con la autoridad de la Iglesia, sino que destruyó muchísimos beneficios eclesiásticos y no pocos establecimientos de beneficencia, invirtiendo sus rentas en pago de la deuda del Estado. De aquella época data la ruina del culto en gran número de iglesias. Prohibió tambien la fundacion de capellanías sin Real licencia (1796); disposicion que ya se había dictado varias veces (2).

Si en la clase media y en el pueblo había buenas costum-. bres y fe viva, no así en las clases superiores, corroidas por vicios casi públicos, sin creencias y sin pudor. Hipocritas delante de Cárlos IV, eran cínicos en sus casas: apandillados con toreros y gente soez, bajamente amancebados con majas

(1) Villanueva dice que solía vérsele preocupado y melancólico, y que á vista de lo que pasaba en su Corte llegó á decir alguna vez que de bue→ na gana se hubiera metido cartujo.

(2) Ley 6., tít. 12, lib. I de la Novísima Recopilacion.

y mujeres desenvueltas de la hez del pueblo, y corriendo aventuras escandalosas, manifestaban públicamente sus vicios sin reserva alguna. Para que de ello no quedara duda, las pinturas de aquel tiempo se han encargado de trasmitir hasta nosotros escenas del rebajamiento de la grandeza: las tradiciones escandalosas de la época no han perdonado ni áun á la que compartía el tálamo Real. Sacar á las tablas los extravíos de alguna que otra persona que aparentaba devocion, como hacía Moratin, mientras que la generalidad de la corte se hallaba corroida por la inmoralidad, la impiedad y una prostitucion cínica y soez, fue empresa digna de un poeta escéptico y adulador del favorito. Apláudanle en hora buena los que adolezcan de las ideas que los cortesanos de Godoy; pero los españoles que no han desmerecido de sus padres mirarán con tédio sus ideas, siquiera los versos sean buenos.

Tal era la corte de España bajo los funestos auspicios de Godoy. De aquella época datan nuestra decadencia y malestar. No se ha hecho cosa mala en nuestros dias y bajo el régimen parlamentario y liberal que no se inaugurase en aquel funesto reinado y bajo el régimen absoluto (1). Afortunadamente el ódio instintivo de los españoles contra el favorito fué un preservativo contra la corrupcion cortesana.

A pesar de eso concedióse á Cárlos IV la llamada mesada eclesiástica para el tiempo de su vida y con objeto de defender la religion (2), al tenor de lo que se venía concediendo a otros Reyes por quindenios ó plazos determinados: subsanóse tambien lo que se había cobrado malamente y sin autoridad. En el mismo año en que se hizo al Rey esta concesion (1792) entraron en España una multitud de sacerdotes franceses huyendo de la revolucion y de la muerte. Su número ascendió á más de 3.000. Solamente en Huesca se acogieron 150 (3); el señor Lorenzana albergó á 300, la mayor parte de los cuales fueron alojados en su palacio de Alcalá á sus expensas. El Sr. Fabian

(1) Hasta los proyectos contra la unidad religiosa datan de entónces, pues Villanueva habla del proyecto ya aprobado, de traer los judíos á España, y deplora que no se hiciese.

(2) Ley 7., tít. 24, lib. I de la Novísima Recopilacion.

(3) Teatro eclesiástico de Aragon, tomo VII, pág. 413.

y Fuero, Arzobispo de Valencia, albergó á 700: los de Cartagena, Sevilla Aragon y Cataluña á muchos y en proporcion. Los Obispos españoles no solamente los recomendaron á la caridad pública y mantuvieron por mucho tiempo á sus expensas, sino que obligaron á los curas de pueblos grandes ó con anejos, á que tomasen un clérigo francés que les acompañara, y al cual tenían obligacion de mantener y proporcionar celebracion. De esta manera, lejos de ser gravosos vinieron á ser muy útiles. Algunos de ellos, muy jóvenes entónces, han pagado en estos últimos años á clérigos españoles la deuda de hospitalidad que entónces contrajeron.

Despues de una guerra desastrosa con Francia, nuestros ejércitos, mal dirigidos y peor asistidos, no sólo tuvieron que retirarse de la frontera, sino que principiaron á perder terreno en Navarra y Cataluña. Los franceses llegaron á fijar el pié á este otro lado del Ebro. Despues de una paz desastrosa, Godoy entró en relaciones íntimas con la República francesa: habia recibido el fastuoso y pedantesco título de Principe de la Paz, y esperaba de Napoleon el principado á costa de Portugal y de la dignidad é intereses de España. Ya había logrado emparentar con la Familia Real casando con Doña María Teresa de Borbon y Vallabriga, hija primogénita del Infante D. Luis y prima del Rey. Decíase que estaba casado en secreto con Doña María Josefa Tudó, y de esta bigamia se hablaba en todos los círculos de la corte. Denuncióse à la Inquisicion por algunos frailes, á quienes se quiso suponer instigados por el Arzobispo Despuig (1). La Inquisicion no se sintió con bastantes fuerzas para luchar con el favorito.

El Cardenal Lorenzana se creyó en conciencia con obligacion de avisar á la Santa Sede: la carta del Papa al Cardenal Lorenzana fué interceptada por Napoleon, quien la hizo entregar al Príncipe de la Paz. Entónces este desterró á los dos Arzobispos Lorenzana y Despuig, con el burlesco pretexto de que fueran á consolar al Papa (2). El Sr. Lorenzana, impo

(1) Cronología de España por D. José Presas ( Madrid, 1836, página 41). Aún acumuló más datos el mismo autor sobre este punto en el libro titulado: Pintura de los males que ha causado á España el Gobierno absoluto (Burdeos, 1827), á la pág. 10 de dicha obra.

(2) <En circunstancias en que no podían verle ni hablarle, por tenerTOMO VI. 10

sibilitado de volver á su diócesis hubo de renunciarla, y en su lugar se nombró (1800) al Sr. Borbon (1).

Mas lo que parecía una burla de la diplomacia impía fué un medio de que se valió la Providencia para favorecer á Pio VI y á no pocos Cardenales faltos de recursos, á quienes favoreció el Cardenal Lorenzana con su habitual generosidad y largueza.

§. 50.

Córtes de 1789: abrogacion de la ley Sálica.

Carlos IV había subido al trono contra las disposiciones de la mal llamada ley Sálica (2), implantada en España por Felipe V para arruinar á España, su Corona y su dinastía con lo que pensaba salvarla. No puede culpársele de no haber sido profeta; pero los hombres para acertar deben contar con Dios más que con la prudencia humana. Cárlos IV no había nacido en España: á pesar de eso subió al trono. Desde luego manifestó su deseo de abolir la ley de su abuelo. Las Córtes estaban reducidas á una nulidad casi completa desde los tiempos de la dominacion austriaca. La dinastía de Borbon las rebajó todavía más. Al jurar á Felipe V, ni siquiera juró éste en las Córtes de Castilla guardar las leyes; pero sí las juró á los aragoneses y catalanes. Con todo, Felipe V guardó la fórmula de que las Córtes pidieran poderes para variar la forma de sucesion á la Corona. Pocos fueron los que los presentaron, y el asunto se llevó atropelladamente y á gusto de la Reina. Cam

le en estrecha prision el emperador Napoleon, fueron violentados á desamparar su grey, y dejar su patrio suelo, sin más causa ni motivo que el haber intentado aquellos fieles españoles poner límites al capricho del valido, á quien se imputaba entonces, y no sin fundamento, el delito de bigamia, por el cual querían ambos Prelados que fuese juzgado y castigado con arreglo á las leyes.» (Presas: Pintura de los males, etc., página 10).

(1) Véase el tomo XII de la Historia del Sr. Amat, pág. 75.

(2) La ley Sálica excluía absolutamente del trono á las mujeres, pero la ley de Felipe V no las excluye, sino que estableció precisamente la preferencia de varones á las hembras, llamando á estas en defecto de aquellos.

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