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SEGUNDO PERIODO DE LA SEXTA EPOCA.

§. 62.

Idea general del siglo XIX.

Las ideas disolventes de la revolucion francesa tuvieron gran acogida en España, como en los otros países latinos de Europa y América. La raza germánica ha hecho menos caso de ellas. Atribúyenseles los adelantos de nuestra época. Sin ellas hubieran sido estos mayores y mejores. En España han sido muy funestas aquellas máximas, pues áun los que pasan por buenos y tradicionalistas, hablan, piensan, comen, visten y viven á la francesa. Antes que las tropas francesas invadiesen el territorio, lo habían invadido las ideas de aquel país.

El estado de este durante el siglo XIX ha sido el de una guerra civil contínua. En los dos reinados que han llenado el siglo XIX hasta nuestros dias los españoles han tenido por ocupacion exclusiva aborrecerse y matarse. Durante el reinado de Fernando VII, fué la lucha de lo nuevo contra lo antiguo; durante el de su hija, la lucha de lo antiguo contra lo nuevo. ¡Funesto siglo, en que hemos retrocedido al siglo XIV en son de progreso, y al de la época de las guerras malditas entre Aragon y Castilla, y á las rebeliones de los Grandes, que ahora llamamos pronunciamientos, y la políticomanía que llamamos libertad!

El clero, tan rico, tan opulento, tan considerado á principios de este siglo, ha perdido todo, sus bienes, sus privilegios é inmunidades, sus exenciones, su influencia; pero en cambio ha conquistado no poco de su independencia, y camina hácia la emancipacion completa y la libertad de la Iglesia. El jansenismo ha muerto; la adhesion á la Santa Sede es mayor que nunca; el regalismo está desacreditado y se soporta con impaciencia; el culto, ménos ostentoso, va siendo más cor

TOMO VI.

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dial y devoto; el respeto á los Prelados mayor, habiendo desaparecido las exenciones, y mayor tambien la energía para combatir á la impiedad, el error y las intrusiones laicales.

La obra de Recaredo, la armonía entre la Iglesia y el Estado queda rota en casi toda España, como la de Constantino queda rota en casi toda Europa. El siglo XIX ha fomentado mucho los intereses materiales, poco los morales, ménos los religiosos. La tercera generacion de este siglo acaba en este año (1875). ¿ Verá la cuarta el fúnebre aniversario del 1793?

La historia enseña, pero no adivina. La historia contemporánea es difícil de escribir: el calificar muy arriesgado. Si ǹo es buena, vale más no detenerse mucho en ella. Por todas estas razones pasarémos por este período rápidamente y narrando sin calificar.

§. 63.

Fuentes especiales de este segundo periodo.

Poco es lo que podemos mirar como tal. Historias seculares no faltan, pero sirven de poco para nuestro estudio. Muchas de las obras modernas son hostiles á la Iglesia y hay que desconfiar de ellas. Tal sucede con la historia de Fernando VII, escrita por un anónimo, en tres tomos.

Por otra parte, la prensa periódica rebaja mucho y casi mata la literatura séria; y con todo, no se puede prescindir de ella. Es como el ópio, la morfina y otros venenos, que, por perjudiciales que sean, hay que tomarlos á veces.

La coleccion de documentos oficiales está en la Gaceta y en los Diarios de Córtes. Los demas hay que buscarlos en otra multitud de obras.

Para el reinado de Fernando VII, y algunos de los sucesos de su tiempo, puede citarse la Biblioteca de Religion.

Para la parte biográfica y personal del clero á mediados de este siglo, puede servir el Boletin del Clero, que se publicó el año 1852, y contiene las biografías y hasta los retratos del Episcopado y de los personajes más notables del clero en aquellos años. Por falta de proteccion no pudo continuar aquella publicacion.

La Revista de Barcelona y la titulada La Cruz, principiada en Sevilla por D. Leon Carbonero y Sol, y continuada en Madrid desde 1869, son tambien arsenales de noticias para la historia contemporánea de España.

Al final de la primera edicion de la Historia Eclesiástica ofrecí escribir la historia contemporánea, sin ocultar nada, para que se publicase despues de mi muerte. Despues, pensándolo mejor, me decidí á escribir la Historia de las sociedades secretas en España, á instancia de algunos amigos y á disgusto de otros, que me disuadían de ello. Esta historia de cosas infames y nada piadosas, permite el que no se descienda aquí á presentar al pormenor el origen de casi todas las bellaquerías contemporáneas en perjuicio de la Iglesia y del Estado. Aquella historia completa la Eclesiástica, pero no deben ir unidas. Aquella mancharía á esta.

CAPITULO VIII.

FUNESTOS PRINCIPIOS DEL REINADO DE FERNANDO VII.

§. 64.

Destronamiento de Carlos IV por sus hijos.—Invasion francesa.

Carlos IV tuvo que renovar en el Escorial las tristes escenas que presenció el alcázar de Madrid cuando Felipe II puso preso al Príncipe D. Cárlos, su hijo. Perdonado aquel crímen á instancias de la ultrajada María Luisa, que al fin era madre, y una señora, el hijo ingrato volvió á conspirar, apoyado por próceres tornadizos é impacientes, y áun por algunos clérigos cortesanos (1). En hombros de ellos, y merced á una sublevacion militar, subió al trono por encima de la honra de sus padres el dia 19 de Marzo de 1808.

Cansada la nacion de la inmoralidad cortesana, de los escándalos palaciegos, y de la ineptitud y petulancia del menguado favorito de la Reina, aclamó al hijo ingrato, que infringía el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, y Dios ultrajado no bendijo, ni á la Corona del hijo ingrato, ni á la nacion que le aclamó sancionando su crímen. En la conspiracion tomó tambien parte su hermano Don Carlos, que estuvo á su lado, en vez de estar al de sus padres.

Con la caida de Godoy pareció respirar algun tanto la Iglesia de España, perseguida por él: aclamó el clero con entusiasmo al nuevo Monarca, y se puso de su lado, aprestándose á la lid que se preparaba. La traidora política del favorito y su ambicioso egoismo habían franqueado al enemigo nuestras plazas y arsenales: la lucha debía ser terrible y desesperada, habiendo de guerrear un país desarmado, inexperto y sin je

(1) Uno de ellos, el canónigo Escoiquiz, ayo del Príncipe: fué desterrado á Toledo, donde tería un pingüe arcedianato.

fes, contra un ejército numeroso y aguerrido. Vióse entónces á los religiosos salir de sus retiros para alentar á los pueblos á la pelea, y á los altos dignatarios de la Iglesia tomar parte en las juntas populares para promover el levantamiento general. Que la guerra se hizo en España en nombre de la religion ultrajada y del Rey cautivo, es una verdad que atestiguan todos los escritos y hechos de aquella época (1). Los eclesiásticos consideraban aquella guerra como de religion, y se creían autorizados hasta para empuñar las armas. Y en verdad, aquellas tropas y aquellos generales eran los mismos que habían lanzado de Francia al clero, prendido y martirizado al Papa, escarnecido al mismo Dios, y considerado la vuelta de su país al catolicismo como una capuchinada. Veianlos en España burlarse de las prácticas religiosas y atropellar por todo lo más sagrado, apoderándose de los bienes de las iglesias; y para completar aquel cuadro, se vió á casi todos los jansenistas, impíos y hombres desmoralizados ponerse del lado de los invasores. Los poetas que habían pulsado su lira en obsequio de Godoy, y escrito poemas licenciosos y sátiras impías, continuaron haciendo versos á los triunfos de los franceses, y cantando las derrotas de sus hermanos: finalmente, apenas hubo clérigo de mala conducta que no se hiciera afrancesado. Entre los ministros de Cárlos IV y los de José Bonaparte, apénas había diferencia alguna en materia de ideas religiosas y con respecto á las cosas de la Iglesia. ¿Sería, pues, de extrañar que el clero y las personas religiosas se pusieran del lado en que se defendían la inmunidad de la Iglesia, la independencia de la patria y las tradiciones de nuestros mayores?

Hoy en dia algunos escritores principian á mirar de reojo el alzamiento de 1808, y se conduelen de que el fanatismo de los frailes impidiera realizar las grandes ventajas que hubiera reportado nuestro país de la dominacion napoleónica. Estos afrancesados serán malos españoles, pero por lo menos son muy lógicos: para hacer lo que despues se ha hecho, y para

(1) Los escritores y periodistas liberales que escriben la historia á su capricho, hablan del alzamiento á favor de la libertad: guerra de la Independencia se llamó y llama, lo cual no es lo mismo. Más gritaban libertad los afrancesados.

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