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y es fortuna no tener que narrarlos. La revolucion se proponía ya no solamente destronar á la Reina, sino acabar con la monarquia. En Noviembre de 1867 murió O'Donnell en Biarritz: vivió mal y acabó mal. Si entraba en estos tratos, Dios lo sabe; pero se cree que no los ignoraba. El ministerio Narvaez dió á fines de 1866 una série de veintitres decretos para reformar la enseñanza en sentido católico. Restablecióse la carrera de derecho canónico con separacion del civil; revisáronse las obras de texto; se admitió en el Consejo de Instruccion pública mayor número de indivíduos del clero, y se ofreció una modesta gratificacion á todos los párrocos de aldeas donde no había escuelas, si querían encargarse de ellas. Calculábase que por este medio se podrían aumentar cerca de mil escuelas á muy poca costa en puntos donde no las hay ni apénas puede haberlas. Estas medidas acabaron de exacerbar la furia revolucionaria, acusando al Gobierno de querer poner el país en manos del clero.

En 23 de Abril de 1868 murió el general Narvaez, y quedó sin jefe el partido moderado. Cometióse la torpeza de nombrar al Sr. Gonzalez Bravo para reemplazarle. Con ciertos nombres no deben intentarse empresas buenas. Al ver á Gonzalez Bravo presidiendo el funeral de Narvaez, parecía que se estaba en los funerales de la monarquía.

Estos no se hicieron esperar. El dia 29 de Setiembre de aquel año la Reina Isabel salía de San Sebastian para Francia; el mismo dia y á la misma hora en que treinta y cinco años ántes había muerto su padre Fernando VII.

CAPITULO XI.

PERSECUCIONES DE LA IGLESIA POR LA TIRANIA

DEMOCRATICA.

§. 95.

Primeros atentados de la revolucion de Setiembre contra la Iglesia en 1868.

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Destronada Doña Isabel, y hecha la revolucion rápidamente y con escasa resistencia en el término de doce dias, los unionistas, sus principales motores, se vieron burlados como en 1854, pues el partido progresista se les sobrepuso, y la revolucion furiosa atropelló en breve á la revolucion mansa, volviendo la espalda al general Serrano y aclamando á Prim; sujeto de escasa y aparente valía, á quien hizo grande la pequeñez de sus admiradores. La union liberal se apoyó como siempre en el ejército; el partido progresista se apoderó de la burocracia y destrozó la magistratura; pero como había cooperado al triunfo la democracia, ó sea el partido republicano, se le dieron para su botin los municipios. Todo esto podía haberse hecho sin perjuicio de la Iglesia; pero la revolucion no hubiera sido liberal sin esto. y los tres partidos odiaban á la Iglesia más que á la monarquía. La junta revolucionaria de Sevilla procedió á cerrar de un golpe doce parroquias y cuarenta iglesias y capillas, y esto al mismo tiempo que proclamaba la libertad de cultos. Los Obispos de Tarazona y Teruel fueron presos, y el de Huesca desterrado. La junta de Madrid el mismo dia 30 repuso á los catedráticos separados, llamando á su separacion brutal atentado á los fueros de la ciencia. Los periódicos vinieron desde el primer dia llenos de groseros insultos contra varios Prelados, principiando por el Arzobispo de Toledo, á quien calificaron de trabucaire. Las caricaturas soeces, los dicterios contra el virtuoso Sr. Claret,

HISTORIA ECLESIÁSTICA DE ESPAÑA.

269 ni pueden enumerarse, ni ménos referirse: la revolucion de puro záfia llegó á ser bochornosa hasta para los que la habían hecho. En Madrid fueron demolidas las parroquias de la Almudena, Sta. Cruz y S. Millan, y se amenazó á otras varias: fueron tambien demolidos el histórico convento de Santo Domingo el Real, y los de Maravillas, San Fernando, y otros varios. En Málaga, Huesca, Valencia, Badajoz y Béjar fueron echadas las religiosas de sus conventos.

En el Puerto de Santa María fueron expulsados los Jesuitas de su grandioso colegio. Echóse á la calle á los niños cuyos padres estaban ausertes, y se denunciaron como objetos de inquisitorial tortura las máquinas del gabinete de física. Los robos que se hicieron en aquellos puntos, así como en Málaga, Salamanca, Loja, Sevilla y otras poblaciones, ascendieron á sumas enormes.

En la noche del 30 de Diciembre una banda de foragidos de Reus, despues de cometer otros varios atropellos, allanó la casa que la Congregacion de misioneros del Sr. Claret tenía en la Selva, maltrató á varios de ellos y mató á puñaladas al P. Crusats, sacerdote muy piadoso: presintiendo éste su fin se había confesado una hora ántes. Dos dias despues fueron expulsados de su casa matriz de Vich, y hubieron de emigrar á Francia en busca de la libertad que les negaba la libertað de España. El mismo Sr. Claret hubo de emigrar acompañado de la Real familia, y acusado de haber robado en el Escorial unas custodias, que ni habían salido de allí, ni áun había visto.

La Junta revolucionaria de Madrid proclamó diez y seis libertades: libertad de imprenta, de cultos, de comercio, de asociacion, de enseñanza... pero estas libertades fueron para la Iglesia mera tiranía. A los cuatro dias (12 de Octubre) explicó la libertad de asociacion suprimiendo todas las comunidades creadas despues de 1837. El dia 14, al proclamar la enseñanza libre, se restringieron á las comunidades religiosas las facultades de enseñar. El dia 19 fueron suprimidas las casas de Jesuitas restablecidas en España, y la Sociedad de San Vicente de Paul, á pesar de su carácter benéfico y laical; y aquel mismo dia se le ocuparon todos los fondos que tenían para socorro de los pobres, los cuales eran donativo del bolsillo particular de los sócios. El dia 21 fué expulsada de las uni

versidades la teología, cuyo estudio había restablecido en ellas el Sr. Aguirre el año de 1854.

De este modo inauguró la revolucion de Setiembre la libertad de conciencia y los derechos ilegislables. Todas estas proezas, y otras muchas más por el mismo estilo ejecutó en el mes de Octubre, primero de su desastrosa vida.

En el mes siguiente suprimió el tribunal de las Ordenes militares (26 de Noviembre), y para proceder en todo torpemente, cometió la cismática tropelia de mandar que siguiesen ejerciendo jurisdiccion dos magistrados de él, que pasaron á la sala segunda del Tribunal Supremo de Justicia.

Finalmente, el dia 6 de Diciembre decretó la llamada unidad de fueros, suprimiendo por completo el fuero eclesiástico.

§. 96.

El otro bienio infausto, ó sea la interinidad (1869 y 1870).

Dos años estuvo España gobernada sin tener gobierno, regida por la tripartita liberal, que había derrocado el trono sin establecer otra clase de gobierno. Este nuevo infausto bienio principió por el asesinato del Gobernador de Burgos (1.° de Enero de 1869) y acabó por el asesinato y muerte de Prim (30 de Diciembre de 1870). Entre estos dos asesinatos, como entre dos polos, gira la política radical que dirigió los destinos de la desventurada España en aquellos dos años funestos. Supeditados por el partido progresista, que se llamó radical, y los otros dos partidos de union liberal y republicano, quedaron sus dos jefes, Serrano y Rivero, eclipsados por Prim, á quien asesoraba el abogado D. Manuel Ruiz Zorrilla. Ambos manejaban á su placer la francmasonería regular. La irregular, ó ibérica, que tenía su Gran Oriente en Lisboa, estaba dirigida por el Sr. Rivero en lo relativo á España.

Ocurriósele en mal hora al Sr. Zorrilla despojar á las iglesias de sus archivos y objetos arqueológicos: corrieron rumores de que se trataba de coger la plata de las iglesias, y las medidas que se adoptaron fueron por el estilo de las que tomó Cárlos III para la expulsion de los Jesuitas.

Esta medida predatoria é imprudente produjo gran irrita

cion en los pueblos, que todavía se honran con las antigüedades de sus iglesias. El Gobernador de Búrgos había concitado contra sí grandes antipatías entre los republicanos por sus atropellos y carácter impío, descortés y atrabiliario. Al proceder á la incautacion del archivo, una turba de sicarios invadió los claustros de la catedral: creyó imponerles con sola su presencia, pero fué asesinado y arrastrado. Los que le habían abandonado cobardemente culparon de su asesinato al clero, cuando sólo algunos canónigos tuvieron valor para abalanzarse á socorrerle. Un honradísimo sujeto que se había lamentado en la plaza de los despojos y pérdidas que sufría Búrgos, fué condenado, atropellada é inicuamente, á diez y ocho años de presidio. Pero era de la sociedad de San Vicente de Paul, y se necesitaba probar con la iniquidad de una sentencia la falsedad de que los católicos habían tenido la culpa de aquel crímen, que á todos constaba haber sido provocado por la imprudencia del Gobernador y promovido por revolucionarios de oficio (1).

La multitud de talas, incendios, robos, despojos, apaleamientos y sediciones no son para referido. El dia 27 de Enero de 1869, una turba convocada por carteles insultó el palacio de la Nunciatura apostólica, arrastró las armas pontificias hasta el Ministerio de Gracia y Justicia y las quemó delante de él con gran algazara, á ciencia y paciencia de las autoridades, que sabían lo que iba a pasar y no lo evitaron.

La revolucion tenía grandes compromisos con el protestantismo, y había recibido sumas considerables de varias sociedades propagandistas, con el compromiso de plantear la libertad de cultos: era un contrato do ut facias. Para protestar contra ello vinieron á las Córtes los Prelados de Santiago y Jaen. Formóse la Asociacion de Católicos bajo la presidencia del honrado Marqués de Viluma, agrupándose por todas partes juntas parroquiales y provinciales, con un reglamento algun tanto asimilado al de la Sociedad de San Vicente de Paul. A pesar de las coacciones, amenazas y extremos logró la Asociacion reunir tres millones y medio de firmas para una expo

(1) Habiendo pedido el expediente el Sr. Vinader y otros diputados para que viniese á las Córtes, no sabemos se lograse.

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