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que sin el aparato y ruido pedantesco del reinado siguiente, protegia las artes y las ciencias, al paso que pensionaba á Feijóo, costeaba los trabajos de Burriel, fomentados por el P. Rávago, confesor del Rey: grandes trabajos é investigaciones jurídicas y eclesiásticas hizo en varios archivos, sobre todo en los de Toledo. La traicion que derribó del Ministerio á Ensenada, por cuenta de Inglaterra, no mató solamente nuestra marina, sino que asesinó tambien los trabajos de Burriel, codiciados por los grajos literarios de aquel tiempo. A pesar de las protestas de Burriel, y de estar en embrion y sin coordinar los manuscritos, se los arrancaron malamente, lo cual le afectó en tales términos, que hubo de costarle la vida.

La Bibliografía sacra (1) del trinitario Fr. Miguel de San José, despues Obispo de Guadix, es obra sumamente curiosa y erudita, y como tal apreciada de los sábios. Pero aún lo es más la Biblioteca hispana antigua y nueva, que había publicado á fines del siglo XVII el presbítero y sábio bibliófilo D. Nicolás Antonio, caballero de la Orden de Santiago, y que revisó y aumentó en el siguiente, é imprimió con gran lujo tipográfico el célebre crítico y filólogo D. Francisco Perez Bayer, adicionándola con muy curiosas notas é ilustraciones. Esta obra es única en su clase, pues las demas bibliografías posteriores son parciales, ó de reinados, de institutos religiosos, ó provincias determinadas.

Otros muchos clérigos seculares brillaron tambien por sus grandes conocimientos en materias de crítica é historia, entre ellos el Dean Martí, de Alicante, célebre numismático y anticuario, y el Dean Infantas de Toledo, que reunió un precioso monetario (2), y ayudó á Burriel y Flórez en sus investigaciones en el riquísimo archivo de aquella Santa Iglesia: D. Clemente Aróstegui, Auditor en la Sacra Rota romana, muy versado en historia eclesiástica, escribió una exhortacion sobre ella estando en Roma (3) y otra sobre la venida de Santiago á España.

(1) Madrid, 1740: cuatro tomos en folio.

(2) Lo legó á la universidad de Alcalá, y fué robado el año 1809 por los franceses, segun dicen.

(3) Véase el preámbulo de esta obra, tomo I.

Entre los canónigos reglares se distinguieron los premonstratenses D. Jaime Pascual, anticuario infatigable y crítico profundo, D. José Marti, barcelonés, y D. Jaime Caresmar, todos tres del monasterio rígido y observante de Bellpuig de las Avellanas: Caresmar era muy versado en la historia de Cataluña y en el arte diplomática, de que hizo digno alarde en su Memoria sobre archivos (1).

(1) Véase en el Semanario erudito de Valladares, tomo XXVIII. Sobre estos tres premonstratenses del célebre monasterio de las Avellanas véase á Villanueva, tomo XII de su Viaje literario, carta 89.

CAPITULO III.

LA IGLESIA DE ESPAÑA EN LA SEGUNDA MITAD

DEL SIGLO XVIII.-CARLOS III.

§. 23.

Carácter religioso de Cárlos III.-Volterianismo de su corte.

En otros reinados el carácter del Monarca influía en la marcha de los asuntos eclesiásticos, al tenor de sus ideas; mas en el reinado de Cárlos III las ideas del Monarca nada tuvieron de comun con la marcha de los negocios. El Monarca era profundamente religioso, prudente, justificado en sus resoluciones y de conducta muy honrada, en términos que, durante su larga viudez, la corte fisgona que le rodeaba no tuvo ocasion de achacarle ningun desliz. Algunos biógrafos han pintado á Cárlos III como hombre, no tan sólo religioso, sino más bien supersticioso, aduciendo como testimonio de ello su apego fanático á las oraciones que le había dado siendo niño un donado del convento de San Francisco de Sevilla, llamado el hermano Sebastian del Niño Dios, el cual le vaticinó que llegaría á ser Rey de España. Cuando Cárlos III vió cumplido aquel pronóstico, creyó de todo punto la santidad del hermano Sebastian, y encargó que se gestionase en Roma para obtener su beatificacion (1).

Mas fueran las que se quisieren la devocion y religiosidad del Rey, es cierto que su reinado fué poco favorable para la Iglesia de España, por la poca ó ninguna religion de algunos de sus Ministros. El Conde de Aranda vivía en relaciones intimas con D'Alembert, Condorcet y el abate Raynal; los en

(1) William Coxe: España bajo el reinado de la casa de Borbon (tomo IV, pág. 194). El autor, á fuer de protestante, recarga el cuadro, y habla de esta materia y de todas las eclesiásticas con malignidad.

HISTORIA ECLESIÁSTICA DE ESPAÑA.

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ciclopedistas le embriagaban con su incienso, y Voltaire en un arranque de entusiasmo suspiraba por media docena como él para regenerar á España. Voltaire no tenía razon en esto: en la corte de Cárlos III había algunas docenas de hombres como el Conde de Aranda, y quizá llevaban su aversion á la Iglesia aún más allá que la llevara aquel. Cuando se celebró el autillo de D. Pablo Olavide, se hizo que asistieran á él, de órden del Inquisidor general, sesenta indivíduos de la grandeza, Consejos y el ejército, por via de leccion y amenaza. Fernando VI, de ménos talento que Cárlos III, había logrado ser dirigido por Ministros tan entendidos como piadosos, salva alguna excepcion. El célebre Ensenada, cuyo nombre es tan popular y grato en España, era hombre religioso y de puras intenciones. No tuvieron aquella suerte Cárlos III ni Cárlos IV. Aun los mismos ministros que tenían ideas algun tanto religiosas, como Campomanes y Floridablanca, las oscurecían con un regalismo tan exagerado, que convertía la Iglesia en una oficina del Gobierno. El confesor de Cárlos III, el célebre P. Joaquin de Eleta, Obispo de Osma, tampoco tenía el talento necesario para dominar aquella situacion, y no pocas veces sirvió de instrumento á los planes de los que entónces se llamaban filósofos, los cuales á su vez han puesto harto en ridiculo la credulidad del buen fraile gilito, que dirigía la conciencia de Cárlos III (1). Este Monarca por su parte no dejó influir al confesor en la política, como lo habían hecho sus antecesores; y así es que la influencia de que pudo gozar se concretó á las materias religiosas y á los asuntos de la Iglesia en la parte personal.

La expulsion de los Jesuitas, la causa del Obispo de Cuenca, los principios de la desamortizacion eclesiástica, las luchas

(1) Fraile ignorante y fanático, le llama Coxe (tomo IV, pág. 449), amante de toda supersticion y defensor ardiente y exagerado de la Inquisicion. Este retrato, como cási todos los de personas religiosas que traza aquel protestante, son muy exagerados y rebosan malignidad impía. Continúa el mismo diciendo: «La filosofia, que derramaba torrentes de luz del otro lado de los Pirineos, podía contar con los ministros de Carlos III. »

En la fraseología volteriana la palabra filosofía significaba cási siempre masonería y siempre impiedad.

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con la Santa Sede y las transacciones verificadas con ésta, forman de este conjunto una época notable para la historia eclesiástica de España. Los escritores que han tratado del reinado de Cárlos III, ó bien han dado poca importancia á estas medidas religiosas, ó las han ensalzado hasta las nubes, segun que los biógrafos, ó no tenían religion, ó tenían poca. La expulsion de los Jesuitas era suficiente para subsanar á los ojos de ellos cualquiera otro desacierto que se hubiese cometido durante su reinado. Mas las personas religiosas y afectas á la Iglesia, si bien respetan la piedad y buenas cualidades de Cárlos III, están muy lejos de darle hoy en dia el título de Grande que le han regalado, muy de barato, los políticos liberales, ó mejor dicho, anticatólicos.

§. 24.

La Inquisicion en tiempo de la casa de Borbon.

Felipe V había venido á España prevenido contra la Inquisicion, como lo estaban todos los extranjeros; mas á pesar de eso el astuto Luis XIV había tenido cuidado de recomendarle que conservara el Santo Oficio, como medio de tener à España en paz. Preparóse un auto de fe para obsequiar al Rey, pues habían llegado los autos á ser un obligado de todas las fiestas régias, como los toros y los fuegos artificiales. Felipe V se negó por primera vez á concurrir á ellos; más adelante se le vió asistir á uno (1720). La Inquisicion continuó celebrando sus autos periódicamente, como en los dos siglos anteriores: así es que durante el largo reinado de Felipe V se celebraron muchos autos de fe, en los cuales fueron quemados algunos judíos y moros; los demás fueron castigados con penas menores: eran en su mayor parte blasfemos, bigamos, hechiceros y brujos. Uno de los autos más célebres del tiempo de Felipe V fué el de las monjas de Corella (1743), varias de las cuales habían incurrido en las torpezas del molinosismo, seducidas por un malvado lego llamado Fr. Juan de Longas. La verdad de lo que allí hubo no se ha podido averiguar todavía; si bien parece que se procedió con demasiada prevencion por herir al Instituto á que pertenecían. Cási todas ellas estuvieron nega

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