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el Rey Cárlos por indulto de Clemente XIII, en 1705, en su hijo Gabriel, y deseando condescender con sus deseos concedía al mencionado Infante y á sus descendientes varones legitimos que por derecho de primogenitura sean llamados segun disponga el Rey Cárlos que puedan tener en administracion perpétua en lo sucesivo el dicho gran Priorato, y convertir en uso y utilidad suya las rentas y productos, habiendo de tener su domicilio y residir en los reinos de España.»>

Obtenida esta gracia, dirigió Cárlos III á Campomanes, Gobernador del Consejo, una Real cédula, en 18 de Febrero de 1785, que principia con estas palabras: « La experiencia de muchos siglos ha hecho ver á la nacion española las revoluciones y desastres que causa la falta de sucesion legítima, ó la extincion de la varonia en la familia reinante.» Para librar al pais de estos males ideaba Cárlos III multiplicar su descendencia, y al efecto casar á su hermano el Infante D. Gabriel, y para casarlo mejor, amayorazgar el gran Priorato de San Juan. La lógica de este raciocinio dejaba mucho que desear, y la revelacion recuerda aquellas palabras: Nici Dominus ædificaverit domum, in vanum laboraverunt qui ædificant eam. Todo se hizo como Cárlos III deseaba. El Infante se casó, el Priorato quedó amayorazgado; pero ni por eso nos han faltado guerras dinásticas más largas y horribles que las anteriores, ni áun á la familia Real pleitos sobre los bienes del Priorato-mayorazgo, segun verémos luego.

§. 30.

Ordenes militares.—Fundacion de la de Cárlos III.

Las Ordenes militares siguieron durante el siglo XVII en el estado de postracion á que estaban reducidas desde los dos siglos anteriores. No teniendo ya un objeto práctico en que emplear su actividad, ni áun siendo premio del valor, de la virtud y de los servicios á la Iglesia y al Estado, habian venido á ser un mero distintivo nobiliario. No tenian, pues, apénas los Monarcas un medio con que premiar á los que se habían distinguido en las ciencias, las artes y por servicios al Estado, si eran personas de la clase media. El estúpido quijo

tismo de la aristocracia del siglo XVII, que tan ineptamente prevaleció en España, y que en tiempo de ambos Felipes III y IV llevó la nacion al borde del precipicio, había lisonjeado su fatuidad, obteniendo del Papa Gregorio XV (1628) una bula para que no pudiese entrar en las Ordenes militares de Calatrava, ni Alcántara, ningun pintor ni comerciante, ni quien fuera hijo de ellos. A pesar de eso Felipe IV adornó el pecho del eminente pintor Velazquez con la cruz de Santiago, sin que esta perdiera por ello nada de su gloria.

Carlos III, al instituir la Orden que lleva su nombre, tuvo entre otras varias medidas políticas, el objeto de ir reduciendo por este medio indirecto las Ordenes militares, creando una que fuese más autorizada y distinguida en la Corte. Su divisa Virtuti et merito indicaba ya que se destinaba para premiar servicios, y no cualidades de nacimiento. En la Real cédula de su institucion (1771) dispone el Fundador, que la patrona de su Orden sea María Santísima en su misterio de la Inmaculada Concepcion: que el Jefe y gran Maestre sea siempre el Monarca de España; y que ha de haber caballeros grandescruces, y caballeros pensionados. Señala las circunstancias que deben tener unos y otros, y las insignias que deben usar; la principal de las cuales es la cruz, que por un lado tiene la imágen de la Concepcion, y por otro la cifra del nombre del Rey fundador, con el mote al rededor Virtuti et merito, y encima una corona Real. Previene que ha de haber veinte eclesiásticos entre los pensionados, y cuatro Prelados entre los grandes-cruces, á más del gran canciller, que será siempre el primer caballero despues de las personas de la familia Real. Dispone todo lo relativo al gobierno de la Orden. Manda que todos sus indivíduos comulguen en el dia ó en la víspera de la Purísima Concepcion, aplicando la Comunion para implorar del Altísimo sus bendiciones sobre el Rey y su familia, y sobre estos reinos, y que recen algo todos los dias por la exaltacion de nuestra santa fe católica. Arregla las funciones anuales de iglesia, el órden que deben guardar entre sí los caballeros, para precaver disputas de precedencia; el juramento que deben hacer, y las ceremonias de la recepcion y del acto de recibir las insignias de gran cruz, tanto si se hacen delante de S. M,, como en su ausencia.

A 21 de Febrero de 1772 expidió Su Santidad la bula Benedictus Deus, en que declara que la referida Orden, no sólo es muy conforme á la piedad del Rey, sino tambien muy á propósito para fomentar el ejercicio de las virtudes en la nobleza española, y la aprueba y confirma para que subsista perpétuamente, condecorada con el nombre del Rey, confiada al patrocinio de la Inmaculada Virgen Madre de Dios, erigida bajo ciertas loables reglas, y debiendo ser gobernada por el Rey y sus sucesores en la Corona de España. Autoriza al Monarca para que cargue pensiones sobre encomiendas de otras Ordenes, mitras y prebendas, hasta la suma de dos millones anuales. Y concede varios privilegios é indulgencias á los caballeros, especialmente á los grandes-cruces.

Despues S. M., en Real despacho de 19 de Marzo de 1775, insertó la bula expresada; y mandó que las encomiendas de las cuatro Ordenes militares contribuyan anualmente con un millon de reales. Las mitras de España con doscientos mil, y las prebendas eclesiásticas con otros doscientos mil reales; y además las mitras y prebendas de América con cuarenta mil pesos fuertes, que puestos en España dejarán líquidos unos seiscientos mil reales. Arreglóse en el mismo Real despacho lo

que corresponde á cada encomienda, ó pieza eclesiástica, y así quedó asegurada á la Real Orden de Cárlos III la renta anual de dos millones de reales para gastos de la Orden y pensiones de caballeros. Prohibióse dar pensiones á los caballeros de las Ordenes militares. Floridablanca era poco afecto á estos.

Perdióse bien pronto de vista la idea del Fundador de la Orden, y en nuestros dias ha llegado á darse á protestantes é infieles. Así en España se desnaturaliza todo, y lo mismo en nuestro siglo que en el XVIII, apoderándose el orgullo y la fatuidad de todas las instituciones más sábias y útiles, conviértenlas en objeto de farsa y de grotesco orgullo, viniendo la Cruz santa á ornar pechos de crucificadores.

Aun contribuyó más Cárlos IV á desvirtuar el pensamiento de Cárlos III, como verémos luego.

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El pensamiento de subdividir algunas diócesis, abandonado desde el tiempo de Felipe II, volvió á surgir en el reinado de Cárlos III. Por desgracia ni hubo un pensamiento general y grande, ni se verificó en los arzobispados, donde más falta hacía. Las nuevas diócesis erigidas fueron las de Santander, Ibiza, Tudela y Menorca: primera vista se conoce lo poco que se ganó en dividir obispados que no eran de una extension desmedida, dejando intactos los de Toledo, Valencia y otros, que hubiera convenido dividir, aun cuando las divisiones que se hicieron fuesen necesarias.

La iglesia de Santander fué erigida por el Papa Benedicto XIV: para ello se desmembró del arzobispado de Burgos todo el territorio del otro lado de los montes, segun vierten las aguas al Océano. Comprendía la nueva diócesis 468 parroquias y 90 anejos, divididos en 32 arciprestazgos ó vicariatos foráneos. Esta division fué la más importante y necesaria que se hizo. Nombróse por primer Obispo al Abad que era de la colegiata de San Hemeterio, D. Francisco Javier de Arriaza, que tomó posesion en 1775. Entre los cinco Obispos que ha tenido Santander se cuenta el Sr. D. Rafael Menendez de Luarca, á quien debió mucho aquella ciudad.

La colegiata de Tudela venía envuelta desde tiempos antiguos en contínuos pleitos con la catedral de Tarazona: su Dean había adquirido grandes privilegios y uso de pontifica

les: por otra parte pertenecía al reino de Navarra, al paso que Tarazona era de la Corona de Aragon. Formóso expediente, y llevado al Consejo, Campomanes sostuvo la conveniencia de erigir en catedral la colegiata de Tudela, como se verificó más adelante (1783). La animosidad era tal entre los dos pueblos comarcanos, que habían estado algunas veces à pique de dirimir sus contiendas á mano armada (1). Formóse, pues un obispado, pero tan mezquino y reducido, que el Obispo lo podía visitar en un dia, pues solamente se le asignaron diez parroquias. Ni aún se le agregó la próxima iglesia de Cascante, que, por ser de Navarra, parecía deberse unir á la nueva é inmediata silla.

La diócesis de Ibiza fué erigida en 1782 (2) desmembrándola de Mallorca, á donde correspondía, teniendo en cuenta la dificultad de comunicaciones, cosa muy atendible en derecho canónico. Componen esta diócesis la misma isla de Ibiza, la Formentera y algunas otras despobladas, á sus inmediaciones: las parroquias que se le asignaron fueron veinte, de las cuales diez y siete son de la misma isla de Ibiza. Quedó por sufragánea de Tarragona, y no de Valencia, como lo son los otros dos obispados de las Baleares. Más adelante se erigió por razones análogas el obispado de Menorca, cuya silla se puso en Ciudadela, al tenor de la bula expedida tambien por el Papa Pio VI, en 23 de Julio de 1795. Abraza solamente el territorio de la Isla: hizo las gestiones para la nueva silla el caballero Azara..

La division de diócesis alcanzó tambien á las iglesias de Uitramar. La vasta extension de la isla de Cuba, y la grande

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Véase el tomo 50 de la España sagrada.

(2) Las causas que hubo para estas erecciones están especificadas en las bulas pontificias con toda latitud. La de Ibiza puede verse en el,tomo VI del Bulario de Pio VI á la pág. 491, y las anteriores en los tomos de los respectivos años. La de Tudela (Ad universum) tomo VII, página 105, y la de Menorca, tom. IX, á la pág. 542.

En los mismos tomos del Bulario, impresos hácia el año 1843, se hallan otras bulas muy curiosas relativas á los regulares en España; reforma de los Carmelitas (1783); separacion de las Cartujas (1784), y congregacion especial de los Basilios (1790).

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