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niese ante él el infante don Pedro. Otro día despues de oida la misa, en presencia de los prelados y ricos hombres que allí se hallaron, le dijo que considerase las mercedes y honra que de mano de nuestro Señor él habia recibido en todo el discurso de su vida, dándole siempre victoria sobre sus enemigos en todo el tiempo de su reinado, que habia sido de mas de sesenta años, y que ante todas cosas temiese á Dios y le sirviese, porque con esto sus reinos serian aumen~ tados y favorecidos, y porque conocia cuán dudosa era la fé y amistad entre los hermanos en quien quedaba el reino dividido, y no veia señales de mucho amor y hermandad entre él y el infante don Jaime su hermano, á quien dejaba heredado en el reino de Mallorca y en las islas adyacentes, y en el condado y señorío de Rosellon y Mompeller, encargóle encarecidamente que le amase y honrase, y se contentase con la principal y mejor parte que le dejaba de sus reinos, y encomendóle, que favoreciese á don Jaime Roca obispo de Huesca su canciller, á quien él habia criado desde su niñez, y al sacristan de Lérida su hermano, y á Ugo de Mataplana arcediano de Urgel, y á todos los de su casa y concejo, y que los tuviese cabo su persona, y se rigiese y gobernase mediante su parecer. Con esto mandó partir luego al infante, encargándole que hiciese proveer los castillos del reino de Valencia de armas y bastimentos, y prosiguiese la guerra con grande esfuerzo y corazon, pidiéndole y rogándole que echase todos los moros del reino, porque mientras en él estuviesen le serian enemigos perpétuos, pues tantas veces habian intentado de rebelarse contra él, siendo tratados tan benignamente, y que lo mismo harian de allí adelante si les dejase en la tierra, y ordenó, que si muriese de aquella dolencia, andando el infante proveyendo lo necesario para la guerra, no sacase su cuerpo fuera del reino, porque por esta causa no se hubiese de ausentar el infante y quedase la tierra á tanto peligro, y fuese depositado en Santa María de Algecira, ó en la iglesia mayor de Valencia, y acabada la guerra fuese sepultado en el monasterio de Poblete. Entónces renunció el reino en poder del infante, y tomó el hábito de Cister, con intencion de ir á Poblete y acabar los dias que le quedaban en religion. Añade á esto fray Pedro Marsilio, por relacion de los que se hallaron presentes, que dichas estas palabras, tomó el rey su espada que tenia á la cabecera de su cama, y la dió de su mano al infante, diciéndole que tomase aquella espada, con la cual, por la virtud de la diestra divina, siempre habia sido vencedor, y la llevase consigo y obrase varonilmente, y besando el infante la mano la tomó y se despidió del rey. El infante en cumplimiento de lo que el rey mandó, se fué para la frontera y el rey se vino á Valencia, y allí se le agravó la enfermedad y murió á veinte y siete de julio del año de mil doscientos setenta y seis, cuya memoria en los ánimos de los presentes y venideros fué muy esclarecida, siendo este príncipe siempre igual al tí tulo de tan grande gloria como se habia adquirido, conquistando tales reinos que quedaban tan poblados y ennoblecidos como lo pudieran estar si los hubiera heredado de sus predecesores. Es cosa muy señalada y digna de memoria la que escribe un autor de sus tiempos, en la relacion que hace de sus grandes hazañas, que fué tan celoso del servicio de Dios y del culto divino, que en las conquistas que hizo de los reinos de Mallorca, Valencia y Murcia, se fundaron

TOMO IV.

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por su gran devocion dos mil iglesias, y así nuestro Señor alargó su vida, de manera que reinó sesenta y tres años, y lo que es cosa de gran maravilla, casi desde su niñez hasta el año que murió se ejercitó en la guerra, y con toda verdad se puede afirmar que fué uno de los mas valerosos príncipes que en hecho de caballería se han señalado en la cristiandad. Tuvo contra moros treinta batallas campales, y así con justísimo título le llamaron el Conquistador. Tambien en toda gentileza y cortesania excedió á todos los caballeros de sus tiempos, y ninguno se le igualó en la disposicion y hermosa compostura de su persona. En su testamento que se otorgó en Mompeller á veinte y seis del mes de agosto de mil doscientos setenta y dos, confirmó las donaciones que hizo á los infantes sus hijos, y á los que hubo en doña Teresa Gil de Vidaure, que declaró por su testamento ser legítimos, que se llamaron don Jaime y don Pedro. Al mayor dejó los castillos y villas de Ejérica, Toro, Eslida, Becho, Ahin, Suera, Farizara y otros lugares que llamaron la baronía de Ejérica, y al menor instituyó heredero en el castillo villa de Ayerve, Luesia, Abuero, Liso, Artaso, Castellon de Siest y Bureta, y en las villas y castillos de Azuer, Cabañas y Boquiñen, declarando que en defecto de hijos legitimos sucediesen los de una casa á la otra, y si en ambas faltasen, recayesen estas baronías en la corona, y en caso que los infantes don Pedro y don Jaime muriesen sin dejar hijos legítimos sucesores, los nombra y sustituye en la sucesion de las reinos y señoríos de la corona de Aragon. No embargante esto, y que en su testamento declara ser legítimos, y que vivió con doña Teresa Gil su madre mucho tiempo despues de la muerte de la reina doña Violante, y parece haber sido velados, se quiso el rey apartar della y se trató el pleito, procurando el divorcio, y siendo sentenciada por el juez ordinario la causa del matrimonio en favor de doña Teresa, un año antes que el rey falleciese envió su procurador á la corte romana para seguir el pleito. Tuvo en el mismo tiempo consigo á doña Berenguela Alfonso, hija del infante don Alonso señor de Molina, y segun se refiere en su historia, pensaba estar con ella sin pecado, como debe estar el marido con su mujer. Antes desto, tuvo dos hijos, á don Fernan Sanchez á quien fray Pedro Marsilio llama natural, y le hubo en una dueña de gran linaje de los de Antillon y deste descienden los de la casa de Castro, que se llamaron así por la baronía de Castro que tuvo en heredamiento, y despues dél don Felipe Fernandez su hijo. Tuvo en otra dueña principal que se llamó doña Berenguela Fernandez, otro hijo natural, que fué don Pedro Fernandez, y á éste dejó la baronía de Ijar, y sus sucesores tomaron aquel apellido. Casó en su vida á don Jaime señor de Ejérica, con doña Elisa, hija de don Alvar Perez de Azagra, señor de Albarracin, y á don Pedro, señor de la baronía de Ayerve, con doña Aldonza de Cervera, hija de don Jaime de Cervera, que tuvo en Cataluña algunas villas y castillos, cuyos descendientes tomaron el apellido de Ejérica y Ayerve, lugares principales de sus baronías. Don Pedro Fernandez casó con doña Teresa Gombal de Entenza, hija de don Guillen de Entenza, de la cual no dejó hijos, y segunda vez casó con doña Marquesa, hija de Tibaldo rey de Navarra, que no se declara cual de los dos reyes era, padre ó bijo, y es muy verisimil que fué el primero, y de 28

doña Marquesa Lopez, que segun parece por algunas | yos hijos legítimos y varones llamó á la sucesion del memorias eran de los de Rada, que fué uno de los inajes muy principales de Navarra, y esta doña Marquesa mujer de don Pedro Fernandez, fundó el monasterio de religiosas de la órden del Santo Sepulcro de Jerusalen desta ciudad, de quien sucedieron los señores del linaje y casa de ljar, y por su causa pusieron en sus escudos las armas reales de Navarra. De las hijas vivian la reina doña Violante y la infanta doña Costanza mujer del infante don Manuel, que nació primero que doña Isabel reina de Francia, á cu

reino, en defecto de sucesion legítima de los cuatro infantes sus hijos. Primeramente á los de la reina doña Violante, y sucesivamente á los de doña Costanza, y de la reina doña Isabel, y declara que por ninguna via pueda suceder mujer en los reinos y señoríos de la corona. Fué depositado su cuerpo en la iglesia mayor de la ciudad de Valencia, ante el altar mayor, hasta que se llevase á Poblete á donde estaba sepultado el rey don Alonso su abuelo, y él se habia mandado enterrar.

LIBRO IV.

CAP. 1.-De la tregua que el infante don Pedro hizo con los caudillos de los moros que se rebelaron en el reino de Valencia.

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salzamiento de la Iglesia católica. Por estas exhortaciones habia muchos dias, que el rey estaba muy determinado, como por verdadero triunfo de las victorias que nuestro Señor le dió de los moros, echarlos de aquel reino, y dejarle libre de su comunicacion, pero las cosas se encaminaron por la providencia divique lo ordena y dispone todo de manera, que fué mas fácil el conquistarlos siendo enemigos, que echarlos siendo vencidos. Estaba la mayor parte de la gente en Játiva, adonde el infante residia, y tenian frontera en otros lugares algunos ricos hombres con sus compañías. Pasaron en socorro de los moros diversas compañías de ginetes del reino de Granada y de las costas de Almería y Málaga, y acudian muchos navíos de allende con gente de guerra, y sabida la muerte del rey, dió el infante gran priesa en fortificar los lugares y castillos del reino, y en esto se entretuvo la guerra hasta en fin del mes de agosto, y por tener lugar de ordenar cosas del estado de sus reinos, y recibir la corona, puso tregua por tiempo de tres meses con los principales caudillos de los moros, que eran Abuidriz, Halen Abenhayet, Abenzumair y Abulfaratax, por todos los castillos y rocas que estaban alzadas, exceptuando los castillos, lugares de Alfandec, Mirien, Alarch, Aguilar, Alaguar, Ataya, Saljet, Guerex, Sierra de la Sacar, Sierra de Conflides, Berida, Rujola, Alyubayal, Alotaibe, Pop y Relleu. Otorgaron la tregua estos caudillos por sí y los moros del reino de Valencia, y por los ginetes y gente del reino de Granada. Partióse el infante de Játiva para Algecira y de allí se vino á la ciudad de Valencia, á donde estuvo hasta el fin del mes de octubre, proveyendo y ordenando lo necesario para la guerra, y de aquel lugar envió á fray Ramon de Crebayas para proveer y fortificar los lugares y castillos de las fronteras de Castilla, y del reino de Navarra y por la guerra que habia entre aragoneses y navarros, mandó que estuviesen en Borja por capitan general don Lope Ferrench de Luna.

Tomó el rey don Jaime por la postrera empresa de su vida, habiendo ganado tanta gloria en el discurso della, echar del reino de Valencia los moros que en él quedaban, y limpiar aquel reino de tanta inficion, estando tan vecino de África y del reino de Granada, y tan sujeto á diversos peligros. Habia sido requerido para ello diversas veces y exhortado de los sumos pontífices, señaladamente del papa Clemente cuarto. Aquel sumo pontifice con gran celo del servicio de nuestro Señor, y postreramente con el obispo de Valencia le envió á exhortar y pedir muy caramente, que considerase, cuán peligroso era que quedasen los infieles en su tierra, porque como quiera que en la necesidad ocultaban su malicia, pero solian con cualquier oportunidad revelarla, diciendo, que no era consejo discreto ni seguro tener tales enemigos domésticos, ni aun vecinos, y que se acordase con cuanto peligro de su persona, desde su mocedad se habia puesto en destruir aquella secta, y cuán contrario era haberlos perseguido, cuando estaban en sus mismas tierras, y permitir que quedasen en ellas, siendo ya suyas. Aconsejábanle, que los echase fuera de los límites de sus reinos, y aun para esto le requeria, que cumpliese el voto, al cual decia que estaba obligado públicamente, que era de perseguirlos y hacerles continua guerra. Añadia á esto, que pues la santa madre Iglesia se regocijaba en la memoria de los sucesos, que por la virtud divina se habian obrado tan prósperamente, por medio de su diestra contra los infieles, que cada dia blasfemaban su santo nombre, y eran tan terribles perseguidores de nuestra santa fé católica, y continuamente oraba, que en aquella rectitud de celo y pureza de fé, nuestro Señor le conservase por muy largos dias, previniese á todos los peligros que podian dañar á él y á sus descendientes, y oscurecer la gloria de su nombre, y procurase de dar el verdadero ornamento á la iglesia de aquel reino, que se podia decir ser un jardin, que nuestro Señor le habia plantado en esta vida, para que como nueva planta, y que por su mano había sido preservada de la servidumbre de la gente pagana, fuese dando tal fruto, que redundase en en

CAP. II. De la coronacion del rey don Pedro, y que fué jurado el infante don Alonso su hijo por primogénito

sucesor.

Estando el infante en Valencia, fuéron por embajadores del rey de Castilla, que entonces era vuelto de Francia, don Suero maestre de Calatrava, y Juan Arias

para renovar en su nombre la paz y concordia que entre los reyes sus antecesores habia. Poco ántes habia tambien hecho tregua el rey de Castilla con Abenjucef rey de Marruecos y con el rey de Granada, y por el mismo tiempo el infante don Sancho con los ricos hombres que con él estaban, viniendo á Toledo á ver al rey su padre, por medio de don Lope Diaz de Haro, trató que se declarase ser él heredero y sucesor en los reinos de Castilla y Leon. Conociendo el rey don Alonso el valor del infante don Sancho su hijo, y con cuanto esfuerzo y ánimo se opuso á la guerra contra el poder y ejércitos de los reyes de Granada y Benamarin, despues de la muerte del infante don Fernando, en tiempo que estuvo la Andalucía en grande aventura de perderse, y considerando que era muy amado de los ricos hombres y caballeros, y generalmente de todos sus súbditos, porque le tenian por muy valeroso y de gran corazon, y bastantísimo para sostener el peso del gobierno, por conconsejo del infante don Manuel, que le persuadió, que la sucesion y línea de los reyes debe siempre quedar en el mayor, mandó juntar cortes en Segovia: y por su mandado todos le hicieron pleito homenaje, que despues de los dias del rey su padre, le tendrian por su rey y señor. Desta novedad el infante don Pedro se sintió gravemente, pareciéndole duro y muy áspero, que don Alonso siendo hijo mayor del infante don Fernando primogénito del rey de Castilla su sobrino, que. dase desheredado con autoridad del rey de Castilla su abuelo, pero sin mas declarar por entonces su ánimo, respondió benigna y graciosamente á esta embajada: diciendo, que hasta que hubiese recibido la corona del reino, no podia acordar en ninguna cosa de tanta calidad: y que desde Zaragoza, habido consejo con los ricos hombres de su reino enviaria sus embajadores al rey de Castilla: y confirmaria los buenos deudos y amistad que hasta allí tenian. Entonces mandó soltar de la prision ciertos embajadores del soldan, que pasando para Castilla en vida del rey su padre, por su mandado fueron detenidos, porque se decia que iban para tratar casamiento del infante don Sancho su nieto, con hija del soldan: y que con ellos venian asasines, que era una nacion de Asia, y en aquel tiempo eran muy temidos, y los tenian por gente tan bárbara y fiera, que por dinero emprendian cualquier hecho por muy feo y enorme que fuese. Pero no dió crédito el infante à lo que se habia publicado del martrimonio, y dado á entender al rey su padre, y permitió que fuésen al rey de Castilla. En todo el tiempo que estuvo en el reino de Valencia ordenando las cosas de la guerra contra los moros, no quiso antes de coronarse y tomar las insignias reales, usar del título de rey, é intitulábase tan solamente infante primogénito heredero del rey don Jaime, segun lo usaron sus antecesores: y aunque era sucesor en el reino de Valencia, no quiso recibir la corona ni titulo real, hasta que fuese primero coronado en Zaragoza. Por esta causa en fin del mes de octubre partió de Valencia y víno á Teruel y á Zaragoza, á donde estaban ajuntados los ricos hombres y caballeros, y los procuradores de las ciudades y villas del reino, á las cortes que se habian de celebrar en la coronacion: y á diez y seis de noviembre, fué coronado y ungido por rey en la iglesia mayor de San Salvador de Zaragoza y despues la reina doña Costanza su mujer, por manos de don Bernardo de Olivella arzobispo de Tarragona. Fueron estos príncipes los primeros que con nueva solemnidad recibieron en es

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ta ciudad la corona del reino, conforme á la concesion qué el papa Inocencio habia otorgado: mas por no perjudicar á sí, ni á sus sucesores en reconocer el tributo y censo que el rey don Pedro su abuelo concedió á la Iglesia en tiempo de su coronacion, ni declarar ser vasallo della, recibiendo la corona como el papa lo habia concedido, por esto ante algunas personas principales, manifestó que no recibia la corona de mano del arzobispo en nombre de la Iglesia romana, ni por ella, ni contra ella. Esto fué siendo sumo pontifice Juan vigésimo primo, que era de nacion español, y sucedió á Adriano quinto: y acabada la fiesta de la coronacion, los ricos hombres, mesnaderos y caballeros, y los procuradores de las ciudades y villas del reino prestaron homenaje y juramento de fidelidad infante don Alonso su hijo, como á legítimo sucesor, prometiendo de le tener por señor despues de los dias del rey su padre: y esta solemnidad se hizo, siendo el infante menor de edad : y el rey volvió á la ciudad de Valencia en el mes de diciembre, para proseguir la guerra contra los moros.

CAP. III. De la venida de la reina doña Violante à Aragon, con don Alonso y don Fernando sus nietos; y de las novedades que sucedieron en Castilla.

Sucedió por este tiempo, que la reina de Castilla, que se habia hallado en las cortes de Segovia al juramento que se hizo al infante don Sancho su hijo, sintiendo gravemente que don Alonso y don Fernando sus nietos, á quien decia, que de derecho pertenecia la sucesion de los reinos de Castilla y Leon, quedasen desheredados, considerando el peligro grande que se les podria seguir, si quedasen en Castilla debajo del poder del infante su tio, que estaba apoderado en todo el gobierno, determinó de traerlos al reino de Aragon y venirse con ellos, y con la infanta doña Blanca su nuera: escribió al rey de Aragon su hermano, que se fuése á ver con ella al monasterio de Huerta, y so color de venir á Guadalajara, que era suya, sin detenerse vino á Sigüenza, y á Medinaceli, y pasó á Hariza, á donde se fué á ver con ella el rey su hermano. Esto fué à ocho de enero de mil doscientos setenta y siete, y desde Hariza escribió el rey al obispo de Segovia que vistas las cosas que habian precedido á la salida de la reina y de los infantes, habia procurado con ella, por la seguridad de su persona y de sus nietos, que estuviesen fuera del poder y tierras del rey de Castilla: y por esto y por lo que despues sucedió, sospecharon el rey don Alonso y el infante don Sancho, que el rey de Aragon habia procurado esta salida, y dado favor á ella, por tener á sus nietos en su poder, y asegurar sus cosas como le convenia, para cualquier empresa que se le pudiese ofrecer, por dificultosa y grande que fuese. Con esto dejando asentadas las cosas de la reina de Castilla y de sus sobrinos, en el mismo mes de enero, se volvió el rey á la frontera de los moros del reino de Valencia, y fué á Segorbe, Murviedro, Cocentaina y Algecira, proveyendo en lo necesario de la guerra. Cuando el rey de Castilla supo que la reina doña Violante su mujer se venia al reino de Aragon, envió á gran priesa á mandar que los consejos de los lugares, por donde habia de pasar, la detuviesen, y fuése de Segovia para Burgos con el infante don Sancho: porque entendió que la reina se habia movido á emprender lo que hizo por consejo dei infante don Fadrique su hermano, y de don Simon Ruiz señor de los Cameros, y que trata

ban algunas cosas en su deservicio, mandó al infante y con gran celeridad la comenzaron a combatir, teque prendiese á don Simon Ruiz, y luego lo mandase niéndola cercada por todas partes. Los moros con matar: y fué preso y llevado á Treviño, a donde le grande ánimo, siendo tantos, salian muy amenudo á mandó el infante quemar, siendo de los principales dar rebato á los nuestros, é hicieron harto daño ricos hombres del reino. El mismo dia que el infan- en ellos y los mas dias habia escaramuzas, en las te salió de Burgos, Diego Lopez de Salzedo por man- cuales murieron muchos de ambas partes: pero iban dado del rey prendió al infante don Fadrique y fué los moros perdiendo el ánimo, y fueron tan apremiados, Juego ahogado. Estas muertes se hicieron escondida- que no atendian sino a defenderse. En la villa y castimente sin ser oidos, de que se siguió grande altera- lo habia dos alcaides, por quien se gobernaba toda cion y escándalo por toda la tierra, y fué una de las aquella gente, que llamaban Mahomet Benzaihe y Beprincipales causas, porque despues se quitó al rey de naiza, y por entretener con alguna esperanza al rey Castilla la administracion de sus reinos. Escribe un hasta que les llegase el socorro que esperaban del reiautor antiguo portugués una cosa que es bien de con- no de Granada, ofrecieron, que entregarian la villa siderar, que la causa de la muerte del infante, fué y castillo á un caballero de la casa del rey, que llamaque como el rey quiso saber por los mas enseñados en ban Jimeno Zapata, para cierto dia: pero cuando llegó astrología, á quien él daba crédito, fuera de lo que el plazo, como tuviesen nueva que venia en su ayuda debia, cuál habia de ser su fin, y le dijesen que habia Abenjucef, no quisieron cumplir lo que estaba tratade morir desheredado del reino de Castilla y Leon, por do. Teniendo el rey aviso, que el rey de Marruecos hombre de su sangre, por esta razon mandó matar al in- pasaba á España por socorrer á los moros de Montesa, fante su hermano, y á don Simon Ruiz de los Cameros, mandó hacer llamamiento general de los ricos bomque estaba casado con hija del infante, temiendo que de bres y caballeros que le debian servir en la guerra, allí le habia de venir el daño. Por estas novedades en- por estar heredados en el reino de Valencia y á los vió el rey don Alonso al rey de Aragon á don Gutierre concejos de las ciudades y villas de Aragon, y algunas Garcés arcediano de Treviño, y á Juan Arias, y fué- del principado de Cataluña, para que se hallasen en ron á Algecira, por el mes de marzo, y esplicaron el Játiva con él para ocho de julio, aderezados y en orgrande sentimiento que el rey tenia, que se hubiese den de guerra por cuatro meses. En este medio se fué salido la reina con sus nietos de su reino, contra su estrechando el cerco, y porque en la villa habia mucho voluntad, de que se esperaban seguir grandes turba- número de gente de pié y caballo, y era el lugar y sitio ciones y guerras por su causa. El rey en respuesta desta de su naturaleza muy fuerte, pareció ser necesario embajada, envió á Castilla á Blasco Perez de Azlor, y á ántes de dar el combate, tomar el cerro mas alto, que Garci Garcés de Arazuri, para que le escusasen de la llamaban la Muela, porque desde allí se podia hacer venida de la reina, pues no podia estorbar á ninguna grande daño en el castillo, como de lugar mas alto. persona de las que á sus reinos se quisiesen recoger, Entretanto se proveyó de asegurar la costa de la mar, que no lo hiciesen, y ménos á la reina su hermana y porque no entrase gente de socorro de Berbería, ó del á sus sobrinos: mayormente que lo que tocaba á la reino de Granada: y el rey hizo almirante de la armareina, muy presto se podria tratar, como volviese á da de las galeras á don Pedro Queralt: y con grande su gracia y servicio; y que en su quedada ninguna solicitud anduvo discurriendo por aquellas costas. Vicosa se habia hecho con ánimo de le desplacer, ni darnieron á esta guerra del reino de Murcia, con color descontentamiento: y le rogaba, que por estar tan de servir al rey en ella, algunos almocatenes: que eran afligida de las muertes del infante don Fernando su hi-los que ahora decimos capitanes de infantería, y vejo, y del arzobispo de Toledo su hermano, tuviese por bien que sus nietos estuviesen con ella, para su consuelo todo el tiempo que en Aragon se detuviese. CAP. IV.-De la guerra que el rey hizo contra los moros del reino de Valencia, que se habian rebelado y alzado en Montesa, y como fueron vencidos.

Despues el rey comenzó en dar priesa en la guerra de los moros, y fuése para las montañas de Turbena con la gente de los consejos de Murviedro, Burriana, Castellon, Liria, Algeçira. Játiva, Culla, Cullera, Onda, Morella, Sanmateo, y Peñíscola, que él habia mandado ajuntar estando en Algecira. Eran mil y setecientos hombres los que ocurrieron eu aquella villa, con los cuales mandó talar los campos y vegas de los lugares que se habian alzado. Esta tala se hizo por el mes de abril, y en ella recibieron grande daño todos los lugares que se habían rebelado, y los que se defendian en los castillos de aquella sierra, poco a poco desampararon los á lugares, y se recogieron á una villa muy fuerte, que llamaban Montesa, en número de treinta mil personas sin mujeres y niños, á donde se hicieron fuertes. Cuando el rey supo que los moros se habian recogido á Montesa, y se fortalecian en ella y hacian mucho daño y estrago en sus comarcas, sin esperar mas gente de la que tenia, ni dar lugar que los moros confiasen en el socorro, deliberó de ir a cercar á Montesa,

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nian con sus compañías de gente de pié: y entrando por Cocentaina hicieron homenaje á Roger de Lauria, que tenia el castillo, que no harian daño sino en los lugares alzados que estaban en guerra, y robaron el arrabal de la villa, y cautivaron los moros y moras que hallaron, y volviéronse con la presa para el reino de Murcia. Por esta novedad envió contra aquella frontera el rey, para que se tomase enmienda del daño que aquella gente hizo á don Rui Jimenez de Luna, que era procurador general del reino de Valencia, y á Roger de Lauria con alguna gente de caballo y de pié: y Gonzalo Ruiz Giron maestre de Santiago, adelantado de la frontera por el rey de Castilla, envió á Dia Sanchez de Bustamante, alcaide de la ciudad de Murcia con oferta de entregar los principales delincuentes: y que se haria enmienda y satisfaccion, y volviéronse aquellos caballeros con su gente al cerco de Montesa. Era por el mes de agosto, cuando el rey tuvo nueva cierta que Abenjucef no pasaba en socorro de los de Montesa, como se temia, por causa de una grande armada de galeras y naos que el rey don Alonso mandó hacer para enviarla al estrecho de Gibraltrar contra la villa de Algecira, en la cual estaba mucha gente del rey de Marruecos, y propuso de la cercar por mar y por tierra, y echar de allí tan poderoso enemigo. Sabido esto, proveyó el rey que la gente de Cataluña se volviese, porque los moros esta

ban ya en tanto estrecho, que ninguna esperanza les quedaba de defenderse y viendo que era tiempo de poner en ejecucion su propósito, mandó apercibir toda la gente, y que estuviesen en orden de batalla para el dia siguiente, y al alba con las tres partes del ejército á pié y á caballo mandó combatir la villa por todas partes, y todos los moros concurrieron á donde se ofrecia el mayor peligro. El rey con la gente que habia escogido, subió por la cuesta hasta llegar al pié de la Muela, y los moros que estaban en su defensa comenzaron de tirar piedras y saetas, y trabóse por todas partes gran batalla: pero peleando el rey con grande ánimo y vigor contra los enemigos, ganaron los nuestros algunos portillos que tenian los moros, y fueron desamparando aquel lugar, y cobrole la gente del rey, y despeñaron dél los que habian quedado. Cuando los moros que estaban en el combate sintieron el ruido: y vieron el estandartereal en la Mue- | la, entendiendo que no les quedaba otra guarida ni defensa, perdieron el ánimo y rindiéronse al rey sin condicion alguna. Esto fué, segun hallo en antiguas memorias, en el mes de setiembre dia de san Miguel. Fué de muy gran valor el tesoro que allí hallaron los nuestros: porque era el despojo de lo mejor que los moros tenian, Entregada Montesa, los que tenian los castillos mas fuertes, vinieron á la merced del rey, y Jos mas desampararon la tierra, y con esto se acabó de cobrar lo que estaba rebelado: y se fortificaron los castillos fuertes, porque no se pusiesen en otra tal aventura: pues si no fuera por el esfuerzo y valor del rey, estuvo en condicion de perderse, y fuera de mas trabajo cobrarlo, que se tuvo en conquistarlo. En este año por el mes de mayo murió el papa Juan en Viterbo desastradamente, cayendo sobre él la cubierta de una estancia, que nuevamente habia mandado labrar, y fué elegido en su lugar Nicolao tercero.

CAP. V. De la alteracion que se movió por los condes de Fox, Pallás y Urgel, y algunos barones de Cataluña, estando el rey ocupado en la guerra de los moros en el reino de Valencia.

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Durando la guerra de los moros que se habian rebelado en el reino de Valencia, y estando el rey en Játiva en frontera, y teniendo en grande peligro aquel reino, Roger Bernardo conde de Fox, y Arnao Roger, conde de Pallás, y Armengol, conde de Urgel, y don Alvaro su hermano, Ramon Folch, vizconde de Cardona, don❘ Bernardo Roger de Eril, don Ramon Roger, don Ra- | mon de Anglesola, y don Guillen Ramon de Jossa, y otros varones y caballeros, se juramentaron y conse¬ | deraron entre sí, de hacer guerra al rey estando ausente y ocupado en la guerra de los moros: y comenzaron á hacer mucho daño en los lugares y vasallos del rey, combatiendo muchos dellos, talando y destruyendo la tierra. Entró el conde de Fox en el condado de Urgel por se apoderar de algunos lugares que estaban en la obediencia del rey, pretendiendo ser del conde Armengol su sobrino, hijo del conde don Alvaro, y con color de ir contra el obispo de Urgel, entró robando y estragando algunos lugares. Sabiendo el rey esta novedad, envioles á requerir, que dejasen de seguir aquella demanda, pues en lo que el conde de Fox y su sobrino pretendian, el obispo estaria á derecho con ellos, y mandó á don Ramon de Moncada procurador del reino de Aragon, que con la gente que tenia fuése en ayuda del obispo, y lo mismo mandó á los bailes de Ribagorza y Pallás, y á los vegueres de Cer- |

vera y Urgel. Tras esto la mayor parte de Cataluña se puso en armas, publicando los catalanes, que el levantamiento era porque el rey despues que se habia coronado, no habia querido tener cortes en Barcelona, ni les confirmó las libertades, usos y costumbres que los condes de Barcelona les habian concedido, que hasta entonces se guardaron inviolablemente. Escribe Bernardo Aclet, autor catalan de aquellos tiempos, que muchos de los usajes eran perjudiciales y malos y en grande detrimento de la tierra, y que el rey queria, que aquellos, por cuyo uso el principado de Cataluña era muy oprimido, fuesen revocados, y que los otros se les confirmasen, mas por convenir tanto su presencia para fenecer la guerra de los moros, envió á don Estévan de Cardona repostero mayor de la reina, para que tratase con el conde de Pallás y con los barones de Cataluña, que deseaban su servicio, que eran don Guillen de Anglesola, don Ramon de Peralta, don Ramon de Cervera, don Guerao de Cabrera, don Ramon de Moncada, Ponce de Ribellas, don Bernardo y don Ramon de Anglesola, que diesen favor y ayuda al obispo, contra el conde de Fox, y mandó que los concejos de Lérida, Tamarit, Almenara, Camarasa, Cubells, y Mongay se ayuntasen para resistirle, y escribió á todos los barones y caballeros que tenian feudos en Cataluña, que para todo el mes de marzo siguiente estuviesen juntos, para le ir á servir contra el conde de Fox, y mandó, que don Ferriz de Lizana, que era procurador general de Cataluña, desafiase al conde, y le sacase de la paz y tregua que con el rey tenia, que él entonces le habia quebrantado. Por estas alteracio→ nes, acabada la guerra de los moros, porque convenia poner en órden lo de las fronteras del reino de Aragon y Castilla, y sobre ello fueron enviados á Valencia por Martin Romeu de Vera, justicia de Calatayud, y por el concejo de aquella villa, dos caballeros principales della, que eran don Soriano de Liñan y Guillen Dormir, acordó el rey con ellos, que iria luego en persona, á proveer lo que convenia á la defensa de aquellas fronteras, y despidiólos á veinte y tres del mes de diciembre deste año de mil doscientos setenta y ocho. Pa❤ sadas las fiestas de Navidad, se partió de Valencia para Calatayud, y atendiósc principalmente á proveer los lugares y castillos fuertes de las fronteras de Castilla y Navarra, y mandóse á Rui Gonzalez de Funes alcaide de Hariza, que fortificase el castillo y pusiese gente de guarnicion en él, de manera que no pudiese recibir daño de las gentes del infante don Sancho, que estaban en aquella frontera. Lo mismo se mandó á Pedro Jimeṇez de Samper, que tenia cargo del castillo de Somet, y á Gil Ruiz de Montuenga por los castillos de Monreal y Bordalva, y á Lorenzo Martinez de Artieda, por el castillo de Godojos, y al comendador del Hos→ pital, y al consejo de Villaluenga, y á todos los luga→ res de aquella comarca, allende desto porque los vecinos de Sos y Filera, tenian gran division y contienda con los vecinos de Sangüesa y se hacian guerra de aquellas fronteras, asentó tregua con Eustacio de Belmach, gobernador del reino de Navarra. Estando el rey en la villa de Calatayud, vino á su corte la infanta do→ ña Lascara, hija del emperador Teodoro Lascaro mu→ jer que fué del conde Guillermo de Veintemilla, y de allí volvió el rey para la ciudad de Valencia : y estando en aquella ciudad á trece del mes de abril de mil doscientos setenta y ocho mandó á los prelados de sus reinos, y á los ricos hombres que se juntasen en la ciudad de Tarragona, para tres semanas despues de la

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