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APÉNDICE

AL TOMO CUARTO DE LAS GLORIAS NACIONALES.

EXPEDICION DE LOS CATALANES Y ARAGONESES CONTRA TURCOS Y GRIEGOS

ESCRITA POR DON FRANCISCO DE MONCADA.

DEDICATORIA Á DON JUAN DE MONCADA, ARZOBISPO DE TARRAGONA, PRIMADO DE LA ESPAÑA CITERIOR, MI SEÑOR Y MI TIO.

Por obedecer á V. S. Ilma. he puesto en órden esta breve Historia, que la soledad de una aldea me la puso entre las manos con el deseo natural de conservar memorias casi muertas de la patria, que merecen eterna duracion. Recogí lo que pude de papeles antiguos de Cataluña, y ayudado de sus escritores y de los griegos he procurado sacar esta Expedicion que los nuestros hicieron á Levante, libre de dos terribles contrarios, descuido de los naturales y propios hijos, y malicia de los extranjeros, enemigos de nuestro nombre y gloria, que parece que andaban á porfia cuál de ellos seria el autor de su muerte. Halléme desocupado; y así reconoci por obligacion el salir á su defensa; si està ha sido bastante no lo puedo asegurar, porque las armas, que son las antiguas memorias y autores, con que me opuse, andan tan confusos y faltos que apenas me dieron el socorro necesario. Pero ya que no entera, ni como ella fué descrita á Ja posteridad, quedará por lo menos renovada con mas larga relacion de la que los antiguos catalanes nos dejaron; cuyo descuido nació de parecerles que los hechos tan esclarecidos la fama los conservará con mayor estimacion que la historia, y que el tiempo no los pudiera oscurecer. Guárdeme Dios á V. S. Ilma, muy largos años. Barcelona 3 de noviembre de 1620. El Conde de Osona.

PROEMIO.

Mi intento es escribir la memorable expedicion y jornada que los catalanes y aragoneses hicieron á las provincias de Levante, cuando su fortuna y valor andaban compitiendo en el aumento de su poder y estimacion, lamados por Andrónico Paleólogo, emperador de griegos, en socorro y defensa de su imperio y casa. Favorecidos y estimados en tanto que las armas de los turcos Je tuvieron casi oprimido, y temió su perdicion y ruina: pero despues que por el esfuerzo de los nuestros quedó libre de ellas, mal tratados y perseguidos con gran cruel. dad y tiereza bárbara, de que nació la obligacion natural de mirar por su defensa y conservacion, y la causa de volver sus fuerzas invencibles contra los mismos griegos, y su principe Andrónico: las cuales fueron tan formidables que causaren temor y asombro á los mayores príncipes de Asia y Europa, perdicion y total ruina á inuchas naciones y provincias, y admiracion á todo el mundo. Obra será esta, aunque pequeña por el descuido de los antiguos, largos en hazañas, cortos en escribirlas, llena de varios y extraños casos, de guerras continuas en regiones remotas y apartadas con varios pueblos y gentes belicosas, de sangrientas batallas y victorias no esperadas, de peligrosas conquistas acabadas con dichoso fin por tan pocos y divididos catalanes y aragoneses, que al principio fueron burla de aquellas naciones, y despues instrumento de los grandes castigos que Dios hizo en ellas. Vencidos los turcos en el primer aumento de su grandeza olomana, desposeidos de grandes y ricas provincias de la Asia menor, y á viva fuerza y rigor de nuestras espadas encerrados en lo mas aspero y desierto

TOMO IV.

de los montes de Armenia. Despues vueltas las armas contra los griegos, en cuyo favor pasaron, por librarse de una afrentosa muerte, y vengar agravios que no se pudieran disimular sin gran mengua de su estimacion, y afrenta de su nombre. Ganados por fuerza muchos pueblos y ciudades, desbaratados y rotos poderosos ejércitos, vencidos y muertos en campo reyes y principes, grandes provincias destruidas y desiertas, muertos, cautivos, ó desterrados sus moradores: venganzas merecidas mas que licitas.'Tracia, Macedonia, Tesalia y Beocia penetradas y pisadas à pesar de todos los principes y fuerzas del Oriente, y últimamente muerto á sus manos el duque de Atenas con toda la nobleza de sus vasallos, y de los socorros de franceses y griegos ocupado su estado, y en él fundado un nuevo señorío. En todos estos sucesos no faltaron traiciones, crueldades, robos, violencias y sediciones, pestilencia comun, no solo de un ejército colecticio y débil por el corto poder de la suprema cabeza, pero de grandes y poderosas monarquias. Si como vencieron los catalanes à sus enemigos, vencieran su ambicion y codicia, no excediendo los limites de lo justo, y se conservaran unidos, dilataran sus armas hasta los últimos fines del Oriente, y viera Palestina y Jerusalen segunda vez las banderas cruzadas. Porque su valor y disciplina militar, su constancia en las adversidades, sufrimiento en los trabajos, seguridad en los peligros, presteza en las ejecuciones, y otras virtudes militares las tuvieron en sumo grado, en tanto que la ira no las pervirtió. Pero el mismo poder que Dios les entregó para castigar y oprimir tantas naciones quiso que fuese el instrumento de su propio castigo. Con la soberbia de los buenos sucesos, desvanecidos con su prosperidad, llegaron a dividirse en la competencia del gobierno: divididos á matarse, con que se encendió una guerra civil, tan terrible y cruel, que causó sin comparacion mayores daños y muertes que las que tuvieron con los estraños.

CAP. I.-Estado de los reinos y reyes de la casa de Aragon por este tiempo.

Antes de dar principio á nuestra historia, importa para su entera noticia decir el estado en que se hallaban las provincias y reyes de Aragon, sus ejércitos y armadas, sus amigos y enemigos: principios necesarios para conocer dónde se funda la principal causa de esta expedicion. El rey don Pedro de Aragon, á quien la grandeza de sus hechos dió renombre de Grande, hijo de don Jaime el Conquistador, fué casado con Constanza, hija de Manfredo, rey de Sicilia, á quien Carlos de Aujou, con ayuda del pontifice romano, enemigo de la sangre de Federico emperador, quitó el reino y la vida. Quedó Cárlos con su muerte príncipe y rey de las dos Sicilias, y mas despues que el infeliz Coradino, último rey de la casa de Suevia, roto y deshecho, vino preso á sus manos, y por su órden y sentencia, se le cortó la cabeza en público cadalso, para eterna memoria de una vil venganza, y ejemplo grande de la variedad humana. Don Pedro, rey de Aragon, no se hallaba entonces con fuerzas para poder tomar satisfaccion de la muerte de Manfredo y Coradino, ni despues de ser rey le dieron lugar las guerras civiles, porque los moros de Valencia andaban levantados, y los barones y ricos hombres de Cataluña estaban

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desavenidos y malcontentos; y tambien porque mostrán dose enemigo declarado de Carlos provocaba contra si Jas armas de Francia y las de la Iglesia, formidables por lo que tienen de divinas: los reinos de Sicilia y Napoles Jéjos de los suyos, sus armas ocupadas en defenderse de los enemigos mas vecinos. Todas estas dificultades delemian el ofendido ánimo del rey, pero nó de manera que horrasen la memoria del agravio. En unas vistas que tuvo con el rey de Francia Felipe su cuñado, entrevino Carlos, hijo del rey de Napoles, y deseando el rey de Francia que fuesen amigos y se hablasen, siempre don Pedro so excusó, y mostró en el semblante el pesar y disgusto que tenia en el corazon, de que todos quedaron mal satisfechos y desabridos, y sin duda entonces Carlos so previniera y armara, si creyera que las fuerzas del rey de Aragon fuerau iguales a su animo y pensamiento. Pero el cielo se las dio bastantes para tomar entera y justa satisfaccion de la sangre inocente de Coradino por medios tan ocultos, que no se supieron hasta que la misma ejecución los publicó.

Los miseros sicilianos, uncutados de la insolencia francesa, desenfrenada en su afrenta y deshonor, tomaron las armas, y con aquel famoso hecho que comúnmente lla-1 man visperas sicilianas, sacudieron de la cerviz pública el insufrible yugo de los franceses y de Carlos, que injustamente los oprimia, dejándolos al arbitrio y sujeción de ministros injustos: causa que las mas veces produce mudanzas en los estados, y casos miserables en sus principes. Acudió luego Carlos con poderoso ejército á castigar el atrevimiento y rebeldía de los súbditos. Ellos viendo cerrada la puerta à toda piedad y clemencia, pusieron la esperanza de su remedio y amparo en don Pedro, rey de Aragon, que en esta sazon se hallaba en África, como verdadero principe cristiano, con ejército victorioso y triunfante de muchos jeques y reyes de Berbería, asistido de la mayor parte de la nobleza y soldados de sus reinos, Llegaron ante su presencia los embajadores de Sicilia, llenos de lagrimas, de luto y sentimiento: bastantes con esta triste demostracion à mover no solo el ánimo de un rey ofendido por particular agravio, pero el de cualquier otro que como hombre sintiera. Acordaronle la muerte desdichada de Manfredo y la afrentosa de Coradino, facilitaronle la venganza con ayuda de los pueblos de Sicilia, tan aficionados à su nombre y enemigos del de Francia. Ultimamente le propusieron él estado peligroso de su libertad, vidas y haciendas, si no les amparada su valor; porque ya Carlos estaba sobre Mesina, y amenazaba el rigor de su castigo un lastimoso 1in á todo el reino, Movido de estas razones y de las que su venganza le ofrecia, acudió antes que su fama á Trapana con todo su poder, y fué con tanta presteza sobre su enemigo, que apenas supo Carlos que venia, cuando Vió sus armas, y se halló forzado á levantar el sitio y retirarse afrentosamente á Calabria.

Con este hecho el pontifice como amigo, y el rey de Francia como deudo, descubiertamente se mostraron favorecedores de Cárlos, y enemigos de don Pedro, y tomaron contra él las armas. El rey de Castilla, que por el deudo y amistad debiera ayudarle, se salió afuera y se inclinó a seguir et mayor poder. Don Jaime rey de Ma Hlorca, su hermano, tambien le desamparó dando ayuda y paso por sus estados a sus contrarios, aunque se excu só con las débiles fuerzas de su reino, desiguales á la defensa y oposicion de tan poderoso enemigo: disculpa con que muchas veces los principes pequeños encubren lo mal hecho, atribuyendo á la necesidad to que es ambicion. Don Pedro con esto se bálló sin amigos, solo acompañado de su valor, fortuna y razon de satisfacer el ultraje y afrenta de su casa. Al tiempo que le juzgaron todos por perdido, venció á sus enemigos varias veces, reforzados de nuevas ligas y socorros; todo lo deshizo y bumilló en mar, en tierra. Mantuvo el nombre de Aragon en gran reputacion y fama, y fue el primer rey de España que puso sus banderas vencedoras en los reinos de Italia, sobre cuyo fundamento hoy se mira levantada su monarquía. Echado Carlos de Sicilia, intentó con mayor poder reducirla á su obediencia, y en esta hubo grandes y notables acontecimientos; pero siempre la casa de Aragon se aseguró en el reino con victorias, no solo contra ei poder de Cárlos, pero de todos los mayores principes de Europa que le ayudaban.

Murieron ambos reyes competidores en la mayor furia y rigor de la guerra, y por derecho de sucesion heredó á Carlos, rey de Nápoles, su hijo primogénito del mismo nombre, que +1 este tiempo se hallaba preso en Cataluña. A don Pedro rey de Aragon sucedieron sus dos bijos, Alfonso mayor, en los reinos de España, Jaime en el de Siilia. Prosiguióse la guerra hasta la muerte de Allfonso, que por morir sin hijos fue don Jaime llamado á Ja sucesión. v hubo de venir à estos reinos, dejando en Sicilia à don Fadrique su hermano, para que la gobernase v defendiese en su nombre. Despues de su vuelta á España don kaime, recuperadas algunas fuerzas de sus Teiños reaunció el de Sicilia à la Iglesia, temiendo que Jas armas castellanas, francesas y eclesiásticas á un mis

mo tiempo no le acometiesen, y persuadido de su madre Gostanza, que como mujer de singular santidad, quiso mas que su hijo perdiese el reino, que alargar mas tiempo el reconciliarse con la Iglesia. Enviaronse à Sicilia para poner en efecto la renunciacion embajadores de parte de don Jaime y de Gostanza, y entregar el reino à los legados del pontifice romano. Pero la gente de guerra y los naturales indignados de la facilidad con que su rey renunciaba lo que con tanto trabajo y sangre se habia adquirido y sustentado, y les entregaba tan sin piedad á sus enemigos, de quien forzosamente habían de temer servidumbre y muerte; pareciéndoles á los sícilianos cierto el peligro, y à los catalanes y aragoneses mengua de reputacion, que lo que no pudieron las armas sus contrarios alcanzar en tantos años, se alcanzase por una resolucion de un rey mal aconsejado, volvieron a tomar las armas, y oponiendose a los legados, persuadieron á don Fadrique, como verdadero sucesor del padre y del hermano, que se Ramase rey, y tomase à su cargo la defensa comun.

Fué facil de persuadir un principo de ánimo levantado, en lo mas fiorido de su juventud, y que por otro medio no podia dejar de ser vasallo y sujeto a las leyes del hermano: ocasion bastante, cuando no fuera ayudada de tanta razon, a precipitar los pocos años de don Fadrique. Llamose rey, y com a tal le admitieron y coronaron. Previnose para fa guerra cruel que le amenazaba, aṣistido de buenos soldados, y del pueblo fiel y pronto á su conservacion, teniendole per segundo libertador de la patria. Opúsose luego a Carlos, su mayor y mas vecino enemigo, al papa que amparaba y defendia su causa, y al rey don Jaime, que de hermano se le declaró enemigo, cuyas fuerzas juntas le acometieron y vencieron en batalla naval, con que la guerra se tuvo por acabada, y don Fadrique por perdido. Pero por la oculta disposicion de la Providencia divina, que algunas veces fuera de las Comunes esperanzas muda los sucesos para que conozcamos que sola ella gobierna y rige, don Fadrique so mantuvo en su reino, con universal contento de los buenos, asombro y terror de sus enemigos, y gloria de să nombre.

Deshizose poco despues la liga, por apartarse de ella don Jaime rey de Aragon, con gran sentimiento y que jas de sus aliados, porque sin las fuerzas de Aragon parecia cosa fatal y casi imposible vencer un rey de su misma casa, y la experiencia lo mostró, pues apartado don Jaime de la liga, siempre los enemigos de don Fadrique fueron perdiendo, y él acreditándose con victorias, hasta forzarles a tratar de paces quedándose con el reino: cosa que de solo pensarla se ofendian. Concluyéronse despues de algunas contradicciones, y se establecieron con mayor firmeza con el casamiento, que luego se hizo de Leonor, hija de Carlos, con don Fadrique, con que el reino quedó libre y sin recelo de volver å la servidumbre antigua, y el rey pacifico señor del estado que defendió con tanto valor. El rey don Jaime su hermano sustentaba sus reinos de Aragon, Cataluña y Valencía con suma paz y reputacion, amado de los súbditos, temido de los infieles, poderoso en la mar, servido de famosos capitanes, aguardando ocasion de engrandecer su corona à imitacion de sus pasados. El rey de Mallorca, príncipe el menor de la casa de Aragon, gozaba pacificamente el señorto de Mompeller, coudados de Rosellon, Cerdaña y Conflent, difíciles de conservar, por estar divididos, y tener vecinos mas poderosos, entre quien siempre fueron fluctuando sus pequeños reyes; pero por este tiempo vivia con reputacion, y con igual fortuna que los otros reyes de su casa,

CAP. II.-Eleccion de general.

Tenían los reinos de Aragon, Mallorca y Sicilia el estado que babemos referido, cuando los soldados viejos y Capitanes de opinion, que sirvieron al gran rey don Pedro, á don Jaime su hijo, y últimamente à don Fadrique en esta guerra de Sicilia, juzgándola ya por acabada, hechas las paces mas seguras por el nuevo casamiento de Leonor con Fadrique, vínculo de mayor amistad entre los poderosos, en tanto que el interés y la ambicion no le disuelven y deshacen, y deshecho causa de la mas viva enemistad y odios implacables; pareciéndoles que no se podia esperar por entonces ocasion de rompimiento y guerra, trataron de emprender otra nueva contra infieles y enemigos del nombre cristiano en provincias remotas y apartadas. Porque era tanto el esfuerzo y valor de aquella milicia, y tanto et deseo de alcanzar nuevas glorias y triunfos, que tenian á Sicilia por un estrecho campo para dilatary engrandecer su faina, y así determinaron de buscar ocasiones arduas, trances peligrosos para que este fuese mayor y mas ilustre.

Ayudaban a poner eu ejecución tan grandes pensamientos dosmouvos, fandados en razon de su conservacion. El primero fué la poca seguridad que habia de volver a España su patria, y vivir con reputacion en ella por haber seguido las partes de don Fadrique con tanta obstinacion contra don Jaime su rey y señor natural,

que aunque don Jaimo no era principe de ánimo vengativo, y so tenia por cierto, que pues en la furia de la guerra contra su hermano no consintió que se diesen portraidores los que le siguieron, menos quisiera castigar á sangre fria lo que pudo y no quiso en el tiempo que actualmente le estaban ofendiendo, siguiendo las banderas de su hermano contra las suyas. Pero la magestad ofendida del príncipe natural aunque remita el castigo, queda siempre viva en el ánimo la memoria de la ofensa; y aunque no fuera bastante para hacerles agravios, por lo menos impidiera el no servirse de ellos en los cargos supremos: cosa indigna de lo que merecian sus servicios, nobleza y cargos administrados en paz y guerra. El segundo motivo, y el que mas les obligó á salir de Sicilia, fué ver al rey imposibilitado de poderies sustentar con la largueza que antes, por estar la hacienda real y reino destruidos por una guerra de veinte años, y ellos acostumbrados á gastar con exceso la hacienda ajena como la propia cuando los faltaban despojos de pueblos y ciudades vencidas Como entrambas cosas cesaron hechas las paces, y fenecida la guerra, juzgaron por cosa imposible reducirse á vivir con moderacion.

El rey don Fadrique, y su padre y hermano, con su asistencia en la guerra, y como testigos de las hazañas, Industria y valor de los súbditos, pocas veces se enganaron en repartir las mercedes; porque dieron mas crédito á sus ojos que à sus oidos, y siempre el premio á los servicios, y nó al favor. Con esto faltaban en sus reinos quejosos y malcontentos, pero no pudieron dar á todos los que les sirvieron estados y haciendas, con que algunos quedaron con ménos comodidad que sus servicios merecian, Pero como vieron que los reyes dieron con suma liberalidad y grandeza lo que lícitamente pudieron a los mas señalados capitanes, atribuyeron solo á su desdicha, y á la virtud, y valor incomparable de los que fuerou preferidos, et hallarse inferiores.

Estas fueron las causas que movian los ánimos en comun para tratar de engrandecerst en nuevas empresas y conquistas. Los mas principales capitanes que anima. ban y alentaban á los demas fueron cuatro, debajo de cuyas banderas sirvieron : Roger de Flor, vicealmirante de Sicilia, Berenguer de Entenza, Ferran Jimenez de Arenós, ambos ricos hombres, y Berenguer de Rocafort: todos conocidos y estimados por soldados de grande opinion. Comunicaron sus pensamientos entre sus valedores y amigos, y hallándoles con buena disposicion y animo de seguirles en cualquier jornada, se resolvieron de emprender la que pareciese mas útil y honrosa. Para la conclusion de este trato se juntaron en secreto, y air tes de discurrir sobre su expedicion, quisieron darle cabeza; porque sin ella fuera inútil cualquier consejo y determinacion, faltando quien puede y debe mandar. Con acuerdo comun de los que para esto se juntaron, fué nombrado por general Roger de Flor, vicealmirante, poderoso en la mar, valiente y estimado soldado, práctico y bien afortunado marinero, persona que en riquezas y dinero excedia á todos los demás capitanes : causa principal de ser preferido.

CAP. II. Quién fué Roger de Flor.

Roger de Flor, à quien los nuestros eligieron por general y suprema cabeza, nació en Brindiz de padres nobles; su padre fué aleman, Itamado Ricardo de Flor, cazador del emperador Federico, su madre italiana, y natural del mismo lugar. Murió Ricardo en la batalla que Carlos de Anjou tuvo con Coradino, cuyas partes seguia, por ser nieto de Federico, su principe y señor. Carlos, insolente con la victoria, despues de haber cortado la cabeza á Coradino, confiscó las haciendas de todos los que tomaron las armas en su ayuda. Con esta pérdida quedó Roger y su madre con suma pobreza y con la misma se crió hasta edad de quince años, que un caballero francés, religioso del Temple, llamado Vassaill, se le aficionó con ocasion de asistir en Brindiz, con el Alcon, nave del Temple, cuyo capitan era. Navegó juntamente con él Roger algunos años, y ganó tan buena opinion en el ejercicio que profesaba, que la religion le recibió por suyo, dandole et habito de fray sargento, en aquel tiempo casi igual al de caballoro. Con éi Roger comenzó á ser conocido y temido en todo el mar de Levante, y al tiempo que Ptolemaide, dicha por otro nombre Acre, se rindió a las armas de Melech Tasoiaf, sultan de Egipto, Roger, como retiere Pachimerio, era uno de los que asistian en un convento del Temple; y viendo que la ciudad no se podia defender, recogió muchos cristianos en un navio, con la hacienda que pudieron escapar de la crueldad y furia de Jos birbaros.

No le faltaron å Roger enemigos de su misma religion que envidiosos de sus buenos sucesos, to descompusieron con su maestre, haciéndole cargo que se había aprovechado por caminos no debidos á su profesion, y defcandado los derechos comunes, y alzadose con todos los despojos que sacó de Acre; que como ya esta célo

bre y famosa religion se hallaba en su última vejez, y cerca de sufin, sus partes se babian enflaquecido con los vicios de la muchi edad y tiempo. La envidia, la avaricia y ambicion habian ocupado sus ánimos en lugar del antiguo valor, y de la mucha conformidad y piedad cristiana, que los hizo tan estimados y venerados en todas las provincias.

Quiso el maestre con esta primera ocasion prenderle, poro Roger tuvo alguna noticia de estos intentos y conociendo la codicia de su cabeza, y ruindad de sus hermanos no le pareció aguardar en Marsella, donde a la sazon se hallaba, sino retirarse à lugar mas seguro, y dar tiempo à que la falsa y siniestra acusacion se des vaneciese. Retiróse á Génova, donde ayudado de sus amigos, y particularmente de Ticin de Otia, armó una galera, y con ella fue à Napoles, y ofrecióse al servicio de Roberto, duque de Calabria, á tiempo que se prove. nia y armaba para la guerra contra don Fadrique, tizo Roberto poco caso de su ofrecimiento, y del ánimo con que se le ofrecia, juzgandole por tan corto como al socorro. Obligó a Roger este desprecio á que se fuése à servir à don Fadrique su enemigo, de quien fué admiti do con muchas muestras de amor y agradecimiento: efectos no solo de su ánimo generoso, y condicion apacible para con los soldados, pero de la fuerza de la necesi. dad de la guerra; porque no fuera cordura desechar al que voluntariamente ofrece su servicio en tiempos lan apretados, como en los que corren riesgo la vida y libertad, y cuando se apartin los mayores amigos y obligados, el que llega á ser amigo en los peligros, y cuando el principe es acometido de armas mas poderosas, sin obligación de naturaleza, y fidelidad de súbdito, debe ser admitido y honrado, aunque le traiga su propio interés, ó algun desprecio, ó agravio del contrario, quo cuanto mas ofendido, mas útil y seguro será su sorvicio.

Fuese luego encendiendo la guerra entre Roberto y Fadrique, y Roger acreditóse en ella con importantes servicios, socorriendo diversas veces plazas apretadas del enemigo, y con la pequeña armada que llevaba á su cargo, impidiendo la libre navegacion de los mares y Costas de Nápoles, con quellegó a ser vicealmirante, y en menos de tres años hizo cosas tan señaladas, que fuo una de las nras principales causas de conservar á su principo en Sicilia, alcanzando juntamente para sí nom bre inmontal, y riquezas mas que de vasallo. En esto estado se hallaba Roger cuando le tomaron los catalanes y aragoneses por general en la empresa que intentaban. CAP IV-Determinan los capitanes su jornada, y suplican al rey les favorezca.

Trataron con el nuevo general los capitanes cuál se ria la mas conveniente y provechosa empresa, y resolvieron de comun parecer de ofrecerse al emperador da los griegos Andronico Paleólogo casi oprimido de las armas de los turcos; porque à mas de que Andrónico sa tenia por cierto que buscaba socorros de naciones extranjeras, dudoso de la fidelidad de los suyos, era prin cipe que tenia poca correspondencia con el papa, á quien Roger temia por haber maltratado en tiempo de guerra las provincias de la Iglesia, y siempre vivia con recelos de que el papa pidiese á don Fadrique su persona como de religioso templario, para vengarse de él entregándole á su maestre y religion. Y aunque no se podia esperar de la grandeza de don Fadrique hecho tan feo, pero como los reyes algunas veces no miden sus intereses con lo que deben á su estimacion y fama, olvidan con facilidad los servicios por otras mayores conveniencias. Y pudiera ser que rebusando don Fadrique el entregar á Roger, fuera ocasion de rompimiento y guerra; y asi no quiso Roger poner á don Fadrique en nuevos cuidados, ni su libertad en peligro si se quedara en Sicilia. Pachimerio dice (1) que el papa se le pidió á don Fadrique, y que juzgando no ser justo entregar á quien tan bien le habia servido, ofreció entonces de escribir y rogar al emperador Andrónico te trajeso á su servicio, porque de esta manera saldria honrado de sus tierras, y ol papa no podría quejarse de que él amparaba los fugitivo de las religiones. Pero en este caso me parece dar mas crédito a Montaner; porque al principio de este capítulo escribe Pachimerio, que si en esta relacion se apartaro de la verdad, no tendrá la culpa el escritor, sinó la fama de quien él lo supo, y como la que corria entre los griegos de nuestras cosas era siempre falsa, no se le debe de dar crédito en lo que difiere de Montaner, y fácilmente en este caso los podemos conciliar; porque solo difieren, en que Pachimerio da por constante que el pa-pa pidió la persona de Roger á don Fadrique, y Montaher dice que se temió el caso, pero no que sucedió; v asi no fué mucho que la fama de tan lejos añadiese lo demás.

Despues de haber resuelto todos la jornada, y platica

(1) Lib. II, cap. 13.

do por algunos dias los medios mas convenientes para su ejecucion, dieron cargo & Roger que hablase á don Fadrique, y le descubriese sus intentos, y le suplicase de parte de todos que los favoreciese, porque no fuera justo que se tratara públicamente, sin haber precedido su consentimiento y gusto. Roger vino à Mesina, donde el rey estaba, poco despues de concluido su casamiento con Leonor, hija de Carlos, y acabadas las fiestas y regocijos de las bodas, hablando en secreto con el rey, le dijo como los catalanes y aragoneses se querían salir de Sicilia, y pasar á Levante; no tanto por el beneficio comun de todos ellos, como por la quietud y provecho que le resultaria si le dejaban un reino tan trabajado por las guerras pasadas libre de carga tan molesta y pesada, como eran ellos en tiempo de paz: que sus personas las tendria siempre á su devocion, y que cuando importase, le vendrian à servir de los últimos fines de la tierra; pero que por entonces le suplicaban facilitase su jornada, y les ayudase con su autoridad y fuerzas: paga bien merecida á sus servicios.

Respondió el rey; que advirtiesen que la resolucion que habían tomado de salir de Sicilia, aunque le estaba bien para su conservacion, nó para su fama, porque muchos podrian entender que su salida era trazada por su orden, para quedar libre de sus obligaciones; y que eran de tal calidad las que él reconocia, que por este medio no se podia librar de ellas sin conocida nota de ingrato. Pero si la esperanza de mayores acrecentamientos les llamaba á nuevas empresas, y estaban resueltos, que él les asistiria y ayudaria con sus fuerzas, con que ellos fuesen testigos y publicasen la verdad del hecho, y que primero aventurara el reino y la vida, que faltara á la obligacion de tan señalados servicios; pero que la estrecheza del tiempo por los excesivos gastos de la guerra, no daba lugar á que el premio igualase á su deseo. Digna respuesta de principe tan esclarecido, tanto mas de estimar, cuanta es mas rara en los principes la virtud del agradecimiento, y satisfacer grandes servicios cuando son tales que no so pueden pagar con ordinarias mercedes. Roger estimó en nombre de todos tan señalado favor, y la honra que les hacia, y fuése luego à dar razon á los capitanes de lo que el rey habia respondido, y entendido por ellos, lo celebraron y agradecieron con alabanzas.

enemigos del nombre cristiano, que con tanta audacia v orgullo le querian establecer en las provincias usurpadas al Imperio Griego.

Quedaron los emperadores contentísimos con la no esperada embajada y ofrecimiento de los catalanes, á su parecer tan importante para sus intereses, porque enlendieron que aquellos mismos, que se les venian á ofrecer, eran los que con tanto espanto y temor de toda Italia ganaron y sustentaron el reino de Sicilia. Agradeció con palabras magníficas el gusto con que toda la nacion le ofrecia servir, y con el mismo les recibió. Quiso que Juego se platicasen las condiciones con que habian de militar; y así los embajadores pidieron, conforme sus instrucciones, el sueldo para la gente de guerra, y que á Roger se le diese el título de megaduque, y por mujer una de sus nietas, porque queria con tales prendas asegurarse mas en su servicio. Andrónico sin alterar ni mudar cosa de los que le pidieron, las concedió, sin raparar en la calidad y estado de Roger desigual al de su nieta; pero toda esta desigualdad pudo igualar la reputacion de la gente, que como general gobernaba, y verse el griego tan oprimido de las armas de los turcos, y poco seguro de la fidelidad de los suyos.

Vivia ciego y desterrado en una aldea de Bitinia Juan Lascar, legitimo sucesor del imperio, y aunque inútil para ocuparle, viviendo él, era la posesion de Andrónico tiránica, y causa muy justificada para tomar las armas los malcontentos del gobierno presente ; y así lleno de temores y recelos, le fué forzoso valerse de naciones extranjeras para la guerra y defensa de su persona. Recibió en su servicio diez mil masagetas, à quien el vulgo llama alanos, gente bárbara de costumbres, cristianos en la fé mas que en las obras. Tenian su morada de la otra parte del Danubio, y reconocían por señores á los scitas de Europa. Envíaron primero al emperador su embajada ofreciendo servirle. Nicéforo Gregoras, autor griego de aquellos tiempos, refiere lo mucho que Andrónico la estimó con estas mismas palabras: Fuele tan agradable al emperador como si viniera del cielo. Decia que todos los griegos le eran sospechosos y enemigos, y así continuamente procuraba amistades y ligas con los extraños, que ojalá nunca lo hiciera. Tambien recibió en su ejército muchas compañías de turcoples que dejaron al sultan Azan, y se bautizaron. Todas estas ayudas las deseaba Andrónico, y las estimaba como grandes; y así la que los nuestros le ofrecian no se puede con palabras encarecer la estimacion que hizo de ella, por ser de gente tan aventajada à la demas que le servian, y tan

embajadores à Roger concertado el casamiento, y le llevaron las insignias de megaduque, que es lo mismo que entre nosotros general de la mar; dignidad grande de aquel imperio, pero nó de las mayores.

CAP. VI.-Señala sueldo el emperador á la gente de guerra, y hace muchas honras y mercedes á sus capilanes.

Fué don Fadrique uno de los mas señalados principes de aquella edad, por la grandeza de su ánimo y gloria de sus hechos, cuyo valor deshizo y quebrantó las fuerzas unidas para su ruina de Italia, Francia y España, y el que a pesar de todos sus competidores quedó con el rei-emida en aquellos tiempos. Remitió Andrónico los dos no de Sicilia para si y su posteridad, en quien hoy felizmente se conserva. No pudo suceder á don Fadrique cosa que mas le importase para la seguridad y quietud de su nuevo reinado, que librar á su pueblo de las contribuciones y alojamientos de huéspedes tan molestos, como suelen ser los soldados mal pagados. Despues que las paces y parentesco desterraron la guerra, por mantenerla daban los pueblos de Sicilia con mucha liberali'dad sus haciendas à los soldados, que los defendian y amparaban contra Carlos a quien temian; pero despues que con la paz se les quitó este miedo, comenzaron á sentir la mala vecindad de los soldados, ý à desavenirse con ellos; disgustos que forzosamente habian de causar daños gravísimos, si là nueva expedicion no los atajara. CAP. V.-Embajada de los nuestros al emperador Andrónico, y su respuesta.

Roger y las demás cabezas principales del ejército resolvieron, que luego se enviasen dos embajadores al emperador Andrónico á proponerle su servicio. Hiciéronse las instrucciones, asistiendo á ellas con otros capitanes Ramon Montaner, uno de los escritores de mayor crédito, que intervino siempre en los consejos y ejecuciones mas graves de esta expedicion. Entregáronse á dos caballeros, cuyos nombres el tiempo y el descuido dejaron envueltos en tinieblas, para que luego partiesen á Constantinopla, y diesen su embajada de parte de toda la nacion. Llegaron en breves dias con una galera reforzada de Roger. Sabida su venida, y con alguna noticia de la embajada que traian, fueron recibidos de Andrónico con agradecido semblante y muestras de mucho amor. Propuso uno de los dos embajadores, el mas antiguo en años, su embajada que los catalanes y aragoneses, despues de hechas las paces entre Carlos, rey de Nápoles, y don Fadrique, rey de Sicilia, á quien ellos servian, determinaron nó buscar reposo en su patria, sino acrecentar con nuevos hechos la gloria militar y fama adquirida en las pasadas guerras: que tenian para esto fuerzas bastantes en número y valor, soldados ejercitados por una larga y peligrosa guerra, capitanes conocidos por sus victorias y nobleza de sangre ; que en nombre de todos ellos ofrecian su ayuda contra los turcos con doblado gusto y aficion, por ocupar sus armas en favor de la casa de los Paleólogos, amigos únicos de la de Aragon, cuando sus partes estaban muy caidas, y dilatar su imperio, destruyendo juntamente el de los

Señaló Andrónico las pagas segun la diferencia de las armas y ocupacion: cuatro onzas de plata cada mes á los hombres de armas, à los caballos lijeros dos, y lo mismo á los pilotos y gentes de mando de la armada, á los infantes y marineros una onza, y que siempre que Hegasen à la costa de alguna provincia del imperio, se les diesen cuatro pagas, y cuando quisiesen volver a sus casas juntos ó divididos, se les librasen dos para el viaje. George Pachimerio, autor griego, cuyos fragmentos ilustran mucho esta relacion, aunque enemigo grande de los catalanes, dice que las pagas de los catalanes eran doblado mayores que las de los turcoples y masagetas: con que claramente se muestra la estimación que se hizo de la milicia catalana y aragonesa, pues con tan excesiva diferencia la aventajaron à todos los que servian en su imperio. De las pagas, entretenimientos y ventajas que ofreció á la nobleza y capitanes, no señalan los historiadores cosa con particularidad, solo el oficio y dignidad de megaduque en Roger, y el de senescal en Gorbaran de Alet. De donde sospecho que su gusto era el que limitaba sus pagas y sueldo; porque, segun adelanie veremos, los generales pedian á su voluntad el dinero, con solo señalar la cantidad, sin que para esto hubiesen de dar cuenta à los contadores y ministros de la hacienda de Andrónico.

Los embajadores volvieron à Sicilia, y hallaron á Roger en Licata donde aguardaba su vuelta, y sabido el buen despacho que traian se fué luego a ver con el rey, a darle razon del honroso acogimiento que Andrónico hizo á sus embajadores, y cuán largo andaba en ofrecerles mercedes. Publicose la jornada, y los capitanes recogieron su gente en Mesina, donde la armada se aprestaba, que en pocos dias estuvo en órden para navegar. Era la armada de treinta y seis velas, y entre ellas habia diez y ocho galeras, y cuatro naves gruesas, la mayor parte armadas con dinero del rey y de Roger, que para la ejecución de esta jornada gastó la hacienda que adquirió en las guerras pasadas, y tomó veinte mil ducados de los genoveses en nombre del emperador Andrónico.

Fue mucho menos el número de la gente de lo que se creyó; porque los dos Berengueres de Entenza y Rocafort no pudieron juntarse con Roger, ni seguirle, porque diffrieron su partida para el siguiente año. Berenguer de Entenza esperaba nuevas compañías de gente de CataJuña para acrecentar sus fuerzas, y pasar con mayor reputacion. Berenguer de Rocafort se detenia en unos castillos de Calabria, y rehusaba el entregarlos al rey Carlos de Nápoles, hasta quedar enteramente satisfecho de lo que se le debía por razon de su sueldo. Roger, aunque fa falta de estos dos capitanes le pudiera con justa causa detener, por ser una de las mas principales partes de su ejército, determinó partirse, y embarcó su gente el dia que tenia aplazado. El rey, á mas de los navíos y galeras que les dió para su viaje, les mandó proveer de vituallas y bastimentos, y el dinero que pudo; un principe que del reinar solo conoció las fatigas y peligros.

Este fué el premio que se dió à la milicia mas invencible y victoriosa de aquella edad, y que sirvió por largos veinte años à tres reyes, Pedro, Jaime y Fadrique, alcanzando de sus enemigos cinco victorias navales, tres en tierra, sin otros encuentros notables, y sin las expugnaciones de fuertes y grandes pueblos, y otros defendidos con loable obstinacion y valor increible. Tal era Ja moderacion de aquellos tiempos, bien diferente de los que hoy tenemos, pues vemos soldados que apenas han visto al enemigo, cuando ya juzgan por cortas las mayores mercedes.

CAP. VII.-Parte de Sicilia la armada, y qué gente y milicia fué la de los almugavares.

Embarcóse toda la gente en el puerto de Mesina, y antes de salir del Faro se tomó muestra general, y se hallaron, segun Montaner, efectivos mil quinientos hombres de cabo para el servicio de la armada, sin los oficiales, y cuatro mil infantes almugavares. Nicéforo Gregoras, autor poco fiel en algunos de estos sucesos, dice que Roger pasó solo mil hombres à Grecia, pero George Pachimerio ya concuerda con Montaner, y afirma que fueron ocho mi los que pasaron. Este á mi parecer, es el verdadero número; porque seis mil quinientos soldados de paga, es cierto que llegaron hasta el número de ocho mil con los criados y familia de los capitanes y ricos hombres. Y aunque estos dos autores no concordaran, la fé de Nicéforo fuera siempre dudosa; porque à Roger, siendo capitan de solos mil hombres, no me puedo persuadir que Andrónico le hiciera megaduque, y le casara con su nieta, sin haber precedido servicios. No parecerá ajens det intento, pues toda nuestra infantería fué de almugavares, decir algo de su origen.

La antigüedad, madre del olvido, por quien han perecido claros hechos y memorias ilustres, entre otras que nos dejó confusas, ha sido el origen de los almu. gavares; pero segun lo que yo he podido averiguar, fué de aquellas naciones bárbaras que destruyeron el imperio y nombre de los romanos en España, y fundaron el suyo, que largo tiempo conservaron con esplendor y gloria de grande majestad, hasta, que los sarracenos en ménos de dos años le oprimieron y forzaron á las reliquias de este universal incendio, que entre lo inas áspero de los montes buscase su defensa, donde las fieras muertas por su mano les dieron comida y vestido. Pero luego su antiguo valor y esfuerzo, que el regalo y delicias tenian sepultado, con el trabajo y fatiga se restauró, y les hizo dejar las selvas y bosques, y convertir sus armas contra moros, ocupadas antes en dar muerte á fieras.

Con la larga costumbre de ir divagando, nunca edificaron casas, ni fundaron posesiones en la campaña, y en las fronteras de enemigos tenian su habitacion, y el sustento de sus personas y familias: despojos de sarracenos, en cuyo daño perpetuamente sacrificaban las vidas, sin otra arte ni oficio mas que servir pagados en la guerra, y cuando faltaban las que sus reyes hacian, con cabezas y caudillos particulares corrian las fronteras, de donde vinieron á llamar los antiguos el ir á las correrías, ir en almugaveria. Llevaban consigo hijos y mujeres, testigos de su gloria ó afrenta, y como los alemanes en todos tiempos to han usado, el vestido de pieles de fieras, abarcas, y antiparas de lo mismo. Las armas una red de hierró en la cabeza á modo de casco, una espada, y un chuzo algo menor de lo que se usa hoy en las compañías de arcabuceros, pero la mayor parte llevaban tres ó cuatro dardos arrojadizos. Era tanta la presteza y violencia con que los despedian de sus manos, que atravesaban hombres y caballos armados, cosa al parecer dudosa si Desclot y Montaner no lo refirieran, autores graves de nuestras historias, adonde largamente se trata de sus hechos, que pueden igualar con los muy ceJebrados de romanos y griegos.

Carlos, rey de Napoles, puestos ante su presencia algunos prisioneros almugavares, admirado de la vileza del traje, y de las armas, al parecer inútiles contra los cuerpos de hombres y caballos armados, dijo con algun

desprecio, que si eran aquellos los soldados con que el rey de Aragon piensa hacer la guerra. Replicóle uno de ellos, libre siempre el ánimo para la defensa de su reputacion: Señor, si tan viles te parecemos, y estimas en tan poco nuestro poder, escoge un caballero de los mas señalados de tu ejército, con las armas ofensivas y defensivas que quisiere, que yo te ofrezco con sola mi espada y dardo de pelear en campo con él. Carlos, con deseo de castigar la insolencia del almugavar, aplazó el desafio, y quiso asistir y ver la batalla. Salió un francés con su caballo armado de todas piezas, lanza, espada y maza para combatir, y el almugavar con sola su espada y dardo. Apenas entraron en la estacada cuando le ma tó el caballo, y queriendo hacer lo mismo de su dueño, la voz del rey le detuvo, y le dió por vencedor y por libro.

Otro almugavar en esta misma guerra, á la lengua del agua, acometido de veinte hombres de armas, mató cinco antes de perder la vida. Otros muchos hechos se pudieran referir, si no fuera ajeno de nuestra historia el tratar de otra largamente. La duda que se ofrece solo es del nombre, si fué de nacion, ó de milicia en sus principios. Tengo por cosa cierta que fué de nacion, y para asegurarme mas en esta opinion, tengo à George Pachimerio, autor griego, cuyos fragmentos dan mucha luz à toda esta historia, que llama a los almugavares descendientes de los avares, compañeros de los hunos y godos; y aunque no se hallará autor que opuestamente lo contradiga, por muchas leyes de las Partidas se colige claramente, que el nombre de almugavar era nombre de mi. licia, y el ser esto verdad no contradice lo primero, porque entrambas cosas pueden haber sido.

En su principio, como Pachimerio dice, fué de nacion, pero despues, como no ejercitaban los almugavares otra arte ni oficio, vinieron ellos á dar nombre á todos los que servian en aquel modo de milícia, asi como muchas artes y ciencias tomaron el nombre de sus invento. res. Pero dúdo mucho que hubiese quien se agregase à los almugavares, milicia de tanta fatiga y peligro, sin ser de su nacion, porque la inclinacion natural les hacia seguir la profesión de los padres; ni hay hombre que pudiendo escoger siguiese milicia, que desde la primera edad se ocupase con tanto riesgo de la vida, descomodidad y continuo trabajo. Nicéforo Gregoras dice, que almugavar es nombre que dan á toda su infantería los latinos, así llaman los griegos à todas las naciones quro tienen a su poniente, pero no hay para qué contradecir con razones falsedad tan manifiesta, y mas contra un autor tan poco advertido en nuestras cosas como Nicéforo.

Salió la armada de Mesina, y con próspera navegacion llegó á Malvasia, puerto de la Morea, donde fueron bien recibidos y ayudados con algun refresco por orden del emperador. Antes de salir llegaron cartas suyas en que mandaba á Roger que apresurase la navegacion. Partió alegre la gente con el refresco, y en pocos dias la armada arribó á Constantinopla, por el mes de enero indiccion segunda, segun Pachimerio (1), con universal regocijo de la ciudad viendo las armas que les habian đơ amparar y defender. Andrónico y Miguel, emperadores, y toda la nobleza griega, con mucho amor y muestras de sumo agradecimiento les recibieron y honraron. Mando luego Andrónico desembarcar toda la gente, y que alojase dentro de la ciudad en el barrio que llamaban de Blanquernas; y el siguiente dia se repartieron cuatro pagas como estaba concertado.

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CAP. VIII. Roger se casa.-Pelean catalanes y genoveses dentro de Constantinopla

Parecióle al emperador Andrónico que convenia á su seguridad y crédito, dar à entender que los ofrecimien→ tos hechos á los nuestros se habian de cumplir con mucha puntualidad, y para que esto se mostrase luego con las obras, dió principio á lo que parecia mas difícil, que fué el casamiento de Roger con su sobrina María, con que todos quedaron satisfechos, juzgando por ciertas las demás mercedes como inferiores y mas fáciles de cumplir. Hiciéronse las bodas con la solemnidad de personas reales; porque el valor de Roger pudo igualar la nobleza de la mujer. Era Maria hija de Azan, principe de los bulgaros, y de Irene, hermana de Andrónico, de quince años de edad, hermosa, y por extremo entendida. Entre el mayor placer y gusto de la boda, sucedió un alboroto y pendencia entre catalanes y genoveses, que casi fué batalla muy sangrienta, nacida como muchas veces acontece de pequeña causa, aunque Pachimerio dice, que fué sobre la cobranza de los veinte mil ducados que prestaron à Roger en Sicilia, y que por sosegarlos ofreció el emperador de pagarlos, pero la mas cierta ocasion de la pendencia fué, que un almugavar discurriendo por la ciudad dió ocasion à dos genoveses, viéndole solo, que burlasen con mucha risa de su traje y fi

(1) Lib. II, cap. 13.

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