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>el palacio mismo del rey, pido que vengan inmedia»tamente los ministros á este Congreso para dar cuen»ta del estado en que se halla la seguridad pública. » Apoyola tan violentamente como acostumbraba, y admitida unánimemente á discusion, usó de la palabra el conde de Toreno, que a pesar de ser tenido por moderado, como todos los llamados doceañistas, relativamente á los exaltados del año 20, se produjo en los términos siguientes:-Yo bien sé que no pueden ser » éstos (los alborotadores de la noche anterior) mas » que enemigos de la Constitucion, serviles, que va»liéndose del nombre de la Constitucion y del Rey » constitucional, atacan las leyes y maquinan la rui»na del sistema que nos ha dado la libertad.... Si los >> ministros no han tenido un carácter firme, y tál cual »se requiere en semejantes circunstancias para pro»ceder contra cualquiera, bien sea del seno del pala»cio, ó de los mismos criados del rey, exíjaseles la » responsabilidad. Por lo demás los diputados de la »nacion conservarán el carácter que les corresponde, » y primero consentirán verse sepultados bajo las rui>>nas de este edificio, que dejar de cumplir con los de» beres que la nacion les ha impuesto. Si los secreta>>rios del Despacho no han tomado todas las provi>dencias que están á su alcance para impedir cual»quier complot que pueda haber existido, serán res»ponsables ante la ley, y esta responsabilidad se ha»rá efectiva, si pudiendo impedirlo, permiten que se

» turbe la tranquilidad pública.... Si hemos sido im» parciales con personas que nos eran tan caras por > los servicios hechos á la patria, seremos inflexibles, » y yo el primero, contra los ministros; no conociendo »á las personas, sino á las leyes, y siendo víctimas de > ellas por no faltar á nuestro deber.»

Aprobada la proposicion, y llamados y presentados los ministros, el de la Gobernacion, Argüelles, hizo una breve reseña de los sucesos de la víspera, y leyó los oficios que habian mediado entre las autoridades y el gobierno, cuyo relato no añadia cosa esencial á lo que ya se sabia. Dió interés á la discusion el diputado Palarea, calificando de subversivos los vivas dados al rey en palacio, atribuyendo toda la culpa del alboroto al bando servíl, el cual calumniaba á los liberales suponiéndoles planes de república; quejóse del gobierno por la lentitud con que se seguian las causas contra los conspiradores; proponia que se suspendiera el artículo 308 de la Constitucion ("), y pedia se declarára que para lo sucesivo siempre que se dieran vivas al rey se añadiese el adjetivo Constitucional, sin el cual se considerarian aquellos como subversivos. Rechazando el ministro Argüelles el cargo de tolerancia y lentitud en las causas de conspiracion, y defendiendo la severidad legal con que

(1) Era el que establecia que formalidades prescritas para el cuando la patria peligrase, las arresto de los ciudadanos. Córtes pudieran suspender las

habia procedido, decia: «Los señores diputados no » pueden ignorar que ha llegado su imparcialidad » hasta mandar prender, en el acto mismo de ir á ejer»cer sus funciones, á un individuo de la capilla real, »complicado en la causa de Burgos.... Yo pregunto » si la época anterior presentó muchos ejemplos de » una imparcialidad semejante.......... Y á pesar de esto se »> culpa al gobierno de miramiento y de consideracio»> nes..... El suceso de anoche, añadió, no es aislado; >> es la consecuencia de una exaltacion que ha sido > precedida de otros que ahora no entraré á calificar... » Si necesario fuese, manifestaré al Congreso franca y > lealmente todos los sucesos.....>>

Iba tomando calor por momentos el debate. El conde de Toreno hizo graves cargos al gobierno de no haber disipado con mano fuerte esas reuniones sediciosas que se apellidaban por excelencia constitucionales, esos alborotadores que so pretesto de reclamar la observancia de la Constitucion atacaban á los ciudadanos pacíficos y cometian mil desafueros, y exclamaba: «Esas asonadas, sea quien fuere el que las » promueva, son verdaderamente asonadas de servi» les..... El que incomoda á los demás, y con pre>> texto de observar las leyes las infringe todas, es en » mi opinion el mayor servil; entendiéndose por este >> nombre quien no quiere leyes justas é iguales para » todos.» Sobreescitado Romero Alpuente con esta especie de reto hecho al partido exaltado, llegó hasta

querer justificar los excesos de las turbas, diciendo: «Si se hubiese de estar, como tal vez habia de estar»se, á lo que ha dicho el señor Palarea, es decir, » que el pueblo sabia que en palacio habia habido » iguales reuniones en muchos dias, que habia habido » esas voces tan contrarias, tan escandalosas y alta» mente ofensivas á la Constitucion, y que sabia tam> bien que no se habia tomado providencia alguna por » el gobierno para prohibir tales voces, ha dicho: ya » que los conductores de esta máquina, ya que los eje»cutores y aplicadores de la ley están tan pasivos, y no » vengan á esta nacion, hagamos por nosotros la justicia »y venguémosla por nosotros mismos. Si los serviles » unidos se atrevieron á explicar así sus sentimientos, >>> vamos nosotros los liberales á explicar así los nues»tros, con el valor y la firmeza de la Constitucion.»

Exaltó á su vez esta doctrina al digno ministro Argüelles, que con este motivo pronunció uno de sus mas estensos, vigorosos y elocuentes discursos. «¡Desgraciada nacion, exclamaba, aquella en que se » publica que el pueblo está autorizado para hacerse »justicia por sí mismo! Con tales principios, ¿qué na»cion pudiera subsistir?» Habló despues de la agitacion producida en Madrid con la venida y la conducta del general Riego, del suceso del teatro, de su destierro, del ejército de la Isla, de las conspiraciones de otras partes, de la situacion política del país, de listas que circulaban de ministerios, etc. Y enardecido

por las acusaciones dirigidas á los ministros por los diputados que defendian á Riego, amenazó con abrir las famosas páginas de aquella historia y revelar la verdad entera. «Que se abran esas páginas,» gritaron varios diputados.

Descolló entre muchos que tomaron parte en esta célebre discusion el elocuente Martinez de la Rosa, que siguió en su discurso la cuerda y el espíritu de los de Argüelles, anatematizando los alborotos, por quien quiera que fuesen promovidos, porque siempre redundaban en daño y descrédito de la libertad. Entonces fué cuando pronunció aquellas bellas y poéticas frases: «Nó, no veo la imágen de la libertad en >> una furiosa bacante, recorriendo las calles con ha»chas y alaridos: la veo, la respeto, la adoro en la fi»gura de una grave matrona que no se humilla ante » el poder, que no se mancha con el desórden.» Espuso las razones que le movian á no aprobar ninguna de las proposiciones de Palarea, y dijo entre otras cosas: «En vano se afectan temores y recelos; las na>>ciones no retroceden. Confío en que no daremos un >> paso adelante, porque la lealtad española, nuestros » antiguos usos, nuestras costumbres, nuestros debe>res y juramentos, han puesto una valla ante nos» otros: y fío igualmente en que tampoco darémos un » paso hácia atrás, porque el valor del ejército y la » cordura de la nacion lo impiden; y si posible fuera » que el ejército y la nacion olvidasen al mismo tiempo

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