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puntos se discuten renuncien los señores diputados al derecho de hacer nuevas proposiciones; que el tiempo que deben durar las sesiones no se limite precisamente á las cuatro horas que previene el reglamento.» Declaráronse en efecto urgentes todos estos puntos, agregándoseles la formacion de las ordenanzas del ejército, y retirando el señor Canga el relativo al exámen de la situacion política del reino, por haber ya sobre ello otra proposicion pendiente.

Pero todo era escusado, pues lo que buscaba la oposicion no eran negocios urgentes, sino asuntos de censura para el gobierno. Así es que en la sesion del 9 (marzo) se presentó una proposicion suscrita por mas de cuarenta diputados, que decia: «Siendo tan > funestas las turbulencias que se advierten en las pro»vincias, y las reacciones contra el sistema constitu>>cional, seguidas de procedimientos y persecuciones » contra patriotas beneméritos, piden á las Córtes los diputados que suscriben se sirvan resolver: que los >> señores secretarios de la Gobernacion de la Penínsu »la, Guerra, y Gracia y Justicia se presenten en las » Córtes á dar cuenta al Congreso del origen de tales » procedimientos, y providencias que hayan dado en » su razon.» Apoyada y admitida á discusion, se acordó que los ministros se presentasen aquella misma noche en el Congreso. Hiciéronlo así, y hubieron de responder á una lluvia de preguntas, observaciones, inculpaciones y cargos, que los diputados unos tras

otros les hacian; pero lejos de versar sobre puntos determinados y concretos, abarcaban vagas generalidades, á las cuales los ministros, hombres de talento que eran, respondian fácil y satisfactoriamente, aprovechándose hábilmente de la poca práctica parlamentaria de sus adversarios. Cuatro horas duró aquella especie de exámen en preguntas y respuestas (1), concluyendo la sesion con las siguientes palabras del presidente: «Las Córtes se han enterado por los señores secreta>>rios del Despacho del estado en que se encuentra la »nacion, cuyos informes tendrá presente la comision, » para proponer á las Córtes lo que estime conveniente, » y éstas entretanto esperan que el gobierno tomará > las medidas necesarias para calmar la agitacion pú»blica, y para aliviar la suerte de algunos patriotas »que gimen bajo el peso de la arbitrariedad.»

Habiendo fallado á la oposicion aquella tentativa, buscó otro camino para quebrantar al gobierno, pre

(1), «No bien se presentaron los ministros, dice un diputado de aquellas Córtes, cuando empezaron los diputados á hacerles preguntas sobre la situacion de las provincias de donde ellos venian, y aun sobre la de ciertos lugares, que por lo comun eran los del nacimiento ó de la residencia del interrogante. Quién preguntaba de Barcelona; quién de Orihuela; quién de Lucena. Repitiéndose este preguntar, y no queriendo diputado alguno quedarse ignorado ó dejar de dar satisfaccion á su pueblo, le sacaba á plaza, ave

riguando qué sabian de él los ministros. Empezaron en las galerías á fastidiarse los amigos de los preguntantes, y con el fastidio iba mezclado el coraje al ver en los de la opinion opuesta sonrisas de satisfaccion y desprecio. Envalentonáronse los ministros con ver tan flaco al enemigo que los acometía, de suerte que llegó Moscoso (el ministro de la Gobernacion), al hacerle una pregunta sobre la situacion de cierta ciudad, á responder en tono de plácido insulto, que no tenia novedad en su salud.»

sentando en la sesion del 12 (marzo) la siguiente proposicion, firmada nada menos que por cincuenta y tres diputados: Pedimos á las Córtes se sirvan acordar, »que ningun diputado pueda admitir destino alguno » de provision real, como no sea de escala en su res»pectiva carrera, sino despues de trascurrido un año » siguiente al de su diputacion.» La comision opinó que debia aprobarse. El objeto, plausible en su fondo, y bien conocido, era impedir que el gobierno ganára con el aliciente de los empleos á los miembros del poder legislativo, haciéndoles perder su independencia, y desvirtuando así la índole del cuerpo y de la institucion. La cuestion no era nueva, y la hemos visto ya tratada en las Córtes de Cádiz, cuyos diputados con su espontáneo desprendimiento en este punto ganaron gran prestigio. El problema sin embargo no es de fácil solucion; tiene en cada uno de sus estremos inconvenientes incontestables: la dificultad está en discernir cuál de los dos males es el mayor, si la libertad ó la prohibicion absoluta. Argüelles combatió la proposicion con vigor y con elocuencia. «Yo convendré, »decia entre otras cosas, que es fácil que un diputado >se deje corromper por la esperanza de un destino: hasta cierto punto conozco la fuerza de este argu»mento, pero no me deslumbra; porque si es verdad » que un diputado ha dado pruebas públicas de que >quiere contribuir al bien de su patria, ¿qué cuidado » debe causar el que ocupe un empleo en que continúe

»dando las mismas pruebas....? La Constitucion ha > estrechado ya mucho en el dia el círculo de los pa»triotas que pueden ser empleados.... En las revolu>ciones es preciso no desperdiciar los talentos, y » ya vemos que resultan mas de trescientas personas >escluidas por un tiempo determinado de poder des »empeñar los primeros cargos de la nacion. ¡Cómo, » pues, hemos de aumentar nosotros esta esclusion?» Muchos y fuertes fueron los argumentos y razones que adujo, pero esta vez no prevalecieron en el ánimo de la asamblea, como tampoco los de otros diputados que hablaron hábilmente en el mismo sentido, puesto que votado nominalmente el dictámen, fué aprobado por sesenta y siete votos contra sesenta y cuatro.

Igual suerte tuvieron los esfuerzos que en otro discurso hizo con motivo de otra cuestion análoga que se suscitó á los pocos dias (17 de marzo). Llevados de cierto alarde de independencia los diputados de oposicion, y queriendo al propio tiempo representar como sospechosas y poco dignas ciertas relaciones entre el ministerio y los ministeriales, se hizo otra proposicion para que no se permitiese á los diputados concurrir personalmente por ningun título á las Secretarías del Despacho. Tanto éste como el anterior son temas que se han reproducido en todas las épocas y casi en todas las legislaturas, si no con esta publicidad, en desahogos y conversaciones privadas, siempre en son de queja de abusos en este órden co

metidos. Argüelles lo impugnó tambien. Yo me abs» tendré seguramente, decia, de concurrir á las Se»cretarias del Despacho; pero como diputado de la >nacion, quiero quedar en absoluta libertad para ir »á ellas á cara descubierta á las horas mas públi>cas si algun justo motivo me obligase á ello; y si » la provincia que me ha dado sus poderes me hubie>se impuesto la precision de obrar de otra manera, yo » habria tenido suficiente libertad para decirle, que no era digno del honor que me dispensaba, pero »que no podia sujetarme á semejantes restricciones. >> Y atacó además la proposicion como ofensiva á la dignidad y decoro de los diputados, sin negar el abuso que hubiera podido haber.

Por el contrario, Alcalá Galiano la defendió con razones como las siguientes: «Los acontecimientos que se han notado últimamente, la observacion de que ciertas personas votaban unánimes á favor del » ministerio, ciertas provisiones que el gobierno ha > hecho de los destinos de su atribucion, todo esto ha >> introducido una desconfianza tál, que ya se cree » que no venimos aquí sino á pretender empleos; no » se mira esto sino como un escalon para subir á otro >puesto, y ocupar destinos lucrativos. Si el Congre » so quiere adquirir una fuerza moral cual necesita, »>es preciso que lo haga por medio de esta proposi»cion, cuyo efecto es mas moral que verdadero....... >> Es preciso que se destruya el influjo fatal que ha TOMO XXVII.

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