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CAPÍTULO XXVI.

LA VUELTA DE FERNANDO.

Lo que hacía Fernando en Valencey, mientras sus pueblos peleaban.--Carta á Napoleon.-Felicita al rey intruso.-Un brindis de Fernando.-Pretensiones matrimoniales. Fernando solicita el dictado de príncipe francés.-Celebra los triunfos de las armas francesas en España.-Mision del baron Colly.-Es delatado por Fernando. Recibe sus pasaportes. -Celébrase la nueva en España.—Pasa Fernando el Fluviá.-Entusiasmo general.-El general Copons entrega un pliego á Fernando.-Fernando en Gerona escribe á la Regencia.-Zaragoza recibe con entusiasmo á Fernando.-El ósculo del cardenal de Borbon.-Conducta de Elío. -Valencia cuartel general de la reaccion.-Donativo al general Suchet.-Manifiesto de los Persas.-Marcha Fernandò á la córte.-Escesos reaccionarios.— Escesiva confianza de las Córtes.—Eguia intima á las Córtes su disolucion.Prisiones.-Manifiesto de Valencia.-La reaccion.

Hemos visto lo que la nacion hizo para rescatar su independencia, y restaurar el trono de Fernando; ningun sacrificio le fue costoso; arrostró todos los peligros, el hambre, la peste, la guerra, los descalabros, y todo género de horrendas vicisitudes, sin desmayar en su heróico empeño. Ni rehusó ninguna amargura, ni se dejó abatir por ninguna contrariedad. Desde las guerras antiguas no se habia realizado epopeya mas grandiosa, que la que el pueblo español acababa de escribir con su sangre generosa. Los fastos de tan gigantesca lucha, contienen cuanto de grandioso puede encerrar el corazon levantado de los que aman la libertad y

la independencia. Los que no tuvieron el valor del soldado para luchar y morir matando, tuvieron el valor del martirio, y le afrontaron bendiciendo su pátria, en cuyo altar hacian la ofrenda de su vida. Pero los mártires, aquí en esta tierra inflamada por el sol del mediodia; en esta tierra donde la lucha y el combate son tradicionales, por la energía con que sus habitantes defendieron su suelo contra todas las invasiones, eran los menos. Guerreaban los niños y los ancianos, y hasta no era raro ver, como en Zaragoza y Gerona, á las mujeres aplicando la mecha á los cañones; ó como en Madrid, procurar proyectiles, y recojer y esgrimir las armas que se caian de las manos de los moribundos.

Al lado de este cuadro de virtud y patriotismo, de abnegacion y desinterés, el alma se siente indignada cuando se recuerda la conducta que observaba el rey en Francia, y cuán indignamente respondia á los sacrificios de todo género que el pueblo español le prodigaba.

Ni una vez sola se levanta Fernando á la altura de la nacion que le proclamaba. Toda la atmósfera de heroicidad, toda aquella inmensa y titánica sacudida de sus súbditos para despedazar la coyunda de hierro con que el conquistador queria aprisionarle para siempre, no fué bastante á poner en generosa conmocion el alma mezquina de aquel soberano, ni á dictarle un solo rasgo de magnanimidad.

Con ser sus cadenas de oro, no queria esponerse con una palabra altiva á hacerlas de hierro; por el contrario, con su conducta aspiraba á que su esclavitud fuera halagüeña.

La historia deja sembrado el cautiverio de Fernando, de hechos y de documentos que serán eternamente repugnantes é inconcebibles para los que crean que los reyes son siempre dignos de los pueblos que gobiernan. A cada gloria nacional de la guerra de la independencia, corresponde uno de esos vergonzosos actos del rey.

Fernando, al llegar á Valencey, trazaba ya su primera indignidad escribiendo una carta llena de adulaciones à Napoleon, al verdugo de su pueblo.

Mas tarde felicitaba al rey José por su traslacion desde el trono de Nápoles al de España, reputando á la nacion feliz por ser gobernada por

quien habia mostrado su instrucción práctica en el arte de reinar; á lo cual añadia que tomaba parte en las satisfacciones del nuevo soberano, puesto que se consideraba miembro de la familia de Napoleon por haberle pedido una sobrina para esposa. Sabido es que Fernando queria tener la alta honra de emparentar con el emperador, y que en este sentido le escribió una especie de carta-memorial.

En otra ocasion le decia: «Mi tio y mi hermano han 'celebrado tanto como yo la venida de V. M. I. y R. áParis, que nos acerca á su persona; y pues que, sea cual fuere el camino que V. M. siga, de todos modos debe pasar cerca de aquí, mirariamos como una gran satisfaccion que V. M. I. y R. disimulara este deseo, inseparable del sincero afecto y del respeto con que tengo el honor de ser de V. M. I. y R. el mas humilde y apasionado servidor.»>

Cuando ardía la guerra con mas intensidad en España, Fernando celebraba la paz de Napoleon con el Austria, y su enlace con María Luisa, despues del divorcio de Josefina; y dando vivas al emperador y á la emperatriz, brindaba en el banquete dado con aquel motivo, levantando la espumosa copa de Champagne: «A nuestros augustos soberanos el gran Napoleon y Maria Luisa, su augusta esposa.» Y se deshacia en vítores al emperador, prometiendo sumision y eterna obediencia á sus intenciones y deseos.

Avido de escribir su propia deshonra, y de trasmitirla á la historia, escribia tambien por entonces, hablando al emperador de su pretension matrimonial:

«Me atreveré á decir que esta union y la publicidad de mi deseo que daré á conocer á la Europa, si V. M. lo permite, podrá ejercer una influencia saludable sobre el destino de la España, y quitar á un pueblo ciego y furioso, el pretesto de continuar cubriendo de sangre su patria, en nombre de un príncipe, el primogénito de su antigua dinastía, que se ha convertido por medio de un tratado solemne, por su propia eleccion y por la mas gloriosa de todas las adopciones, en príncipe FRANCES e hijo de V. M. I. y R.»

Y continuaba asi su obra de baldon en otra carta:

«Señor, el placer que he tenido viendo en los papeles públicos, las victorias con que la Providencia corona de nuevo la augusta frente de V. M. I. y R., y el grande interés que tomamos mi hermano, mi tio y yo, en las satisfacciones de V. M. I. y R., nos estimulan á felicitarle con el respeto, el amor y la sinceridad, y el reconocimiento en que vivimos bajo la proteccion de V. M. I. y R.» (Carta de 6 de Agosto de 1809 desde Valencey.)

Todavia mas. El rey Jorge de Inglaterra habia enviado al baron Colly con una carta (1) secreta para Fernando, proponiéndole que peusase en la fuga. Pues bien; Fernando hacia prender al baron Colly, y avisaba al gobernador de Valencey, á quien decia: «El ministerio inglés, falsamente persuadido de que estoy detenido aquí por fuerza, me propone medios para que me fugue, y me ha enviado un emisario. » Y llamaba horrorosa á la empresa, é infernal al proyecto, para cuyos autores y fautores pedía el castigo.

Tal era la conducta que Fernando seguia, igualmente pérfida hácia la nacion que hacia los que conspiraban para romper su esclavitud.

El 7 de Marzo de 1814 recibia Fernando de Napoleon, los pasaportes para regresar á España. El general Zayas habia recibido el encargo de trasmitir á los españoles la ansiada nueva de la libertad de Fernando, que fué celebrada en todas partes; y hasta los reformadores de Cádiz se regocijaron creyendo, como tenian fundamentos para creer, que

(1) «No obstante, decia, la violencia y crueldad con que el usurpador del trono de España optime á aquella nacion, debe ser de mucho consuelo para V. M. el saber que vuestro pueblo conserva su lealtad y amor á la persona de su legítimo soberano, y que España hace contínuos esfuerzos para sostener los derechos de V M., y restablecer los de la monarquía. Los recursos de mi reino, mis escuadras y ejércitos, se emplearán en ayudar á los vasallos de V. M.

«Solo falta la presencia de V. M. donde inspirará una nueva energía.

«Por tanto, exijo de V. M., con toda la franqueza de aliado y amistad que me une á sus intereses, que piense en los medios mas prudentes y eficaces de escapar.... y presentarse en medio de su pueblo, unánime en sus deseos de gloria y dicha de V. M.»

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