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continuas entre los dos paises : y asi como en el siglo décimo sesto las novedades traidas de Alemania á Francia pervertieron primeramente a los jóvenes que frecuentaban la universidad de Paris, del mismo modo tambien la filosofía francesa cundió en la universidad de Salamanca y demas de España; los libros de aquellos filósofos se esparcieron y fueron leidos con afan en toda la península (3). Estos nuevos sectarios del materialismo, ya no se hallaron dispuestos á renunciar á las delicias de la vida para morir, como los habitantes de Zaragoza al rededor de sus iglesias. Se esćapaban los que podian á las provincias que no eran todavía el teatro de la guerra; la colonia filosófica reunida de todos los puntos de España se halló de este modo empujada hasta la península inespugnable de Cadiz. Allá incorporada con los Americanos y estrangeros de varias naciones que abundaban en aquel pueblo, se halló con fuerzas mayores; mientras que los cristianos viejos de España combatian heroicamente por su altar y sus hogares, los discípulos de Rousseau disertaban sobre el contrato social, y últimamente proclamaron toda su doctrina bajo el título de Constitucion española.

El escritor ingles, ya citado, confirma lo que yo he dicho en la tribuna, * Que unos hombres sin mision habian compuesto en Cadiz la constitucion republicana de 1812.

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Estando ocupada casi toda la España por las tropas de Napoleon, cuando se formaron las Cortes estraordinarias, fueron pocos los vocales nombrados como les correspondia » serlo por las ciudades y provincias de la antigua España, que se suponian representadas por ellos. Entre los vocales » que ocupaban los bancos como diputados de las colonias, » eran aun menos los que hubiesen sido nombrados

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Discurso de M. Clausel de Coussergues, pronunciado á 31 de

Diciembre de 1822, p. 54.

⚫ cuerpo de electores constituidos regularmente. Se hallaban » á la sazon en Cadiz muchísimos sugetos que la guerra habia obligado á salir de las provincias. La situacion de los negocios tambien habia reunido muchos negociantes de la América meridional, naturales ó no de aquellas » tierras. Se encontraron pues fácilmente hombres que de un > modo ú otro pertenecian á los varios reinos, ciudades, villas > y provincias de España, del antiguo y del nuevo mundo. > Estos fueron hechos sus representantes ostensibles ».

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Cuando los verdaderos españoles, aquellos que habian defendido sus hogares en vez de huir á Cadiz, hubieron hechado á José Bonaparte de Madrid, y sucesivamente de toda la península, los filósofos de Cadiz salieron de su guarida con su obra constitucional, y trataron de poner su patria bajo su dominio. Sobre este particular dejaremos hablar á los sesenta y nueve diputados de las provincias de España que dirigieron sus famosas representaciones, redigidas principalmente por el Marques de Mataflorida, á FERNANDO VII, cuando llegó á Valencia : « Rompióse la

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barrera que separaba á Cadiz de las provincias, y en el » lenguage de los que salian de aquella, y de las órdenes » que se les comunicaban, ( sin dejar otro arbitrio que la ciega obediencia ó el castigo), principiamos á notar un ་ enigma no fácil de entender sin entrar en el arcano de sus » autores. Hablábase de nuevo sistema, y de una transfor> macion general hasta en los nombres, que nunca habian » influido en la sustancia, y que no concordaban con el » definido. Un grupo de leyes hechas sin examen, sin consultar el interes y costumbres del pueblo para quien se » hacian, y las mas respirando la propia táctica francesa que tanto odio les habia causado, fue lo primero que se presentó á la vista. Vimos emigrados y espatriados los obispos, como en las mas amargas persecuciones de la

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Iglesia, con pretestos que no sabemos disculpar; vimos los regularesvirtualmente estinguidos, lo que habia sido uno de » los primeros cuidados de Napoleon; vimos abandonado el » cuidado de los ejércitos cuando mas se necesitaba la fuerza » para acabar de lanzar al enemigo, y poner una barrera impenetrable sobre los Pirineos: vimos que hasta el sistema » de hacienda se habia desconcertado y hecho odioso > >> cuando mas se necesitaba de auxilios; y en fin nuestros ojos cansados de llorar desgracias, vieron que aun no » habian acabado este oficio.

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Principiamos á leer los trabajos de las Cortes de Cadiz, » y el origen que habian tenido, y observamos que, olvidado » el decreto de la Junta central, y las leyes, fueros y » costumbres de España, los mas de los que se decian representantes de las provincias, habian asistido al congreso » sin poder especial ni general de ellas; por consiguiente > no habian merecido la confianza del pueblo en cuyo nombre » hablaban ».

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El escritor ingles confirma cuanto dicen los sesenta y nueve diputados españoles **.

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>> Cuando las Cortes de Cadiz empezaron á hacer una ☐ constitucion, en la que desde luego se reconoció una >> tendencia democrática, y una grande semejanza con la

constitucion francesa de 1791. La oposicion, el descon>> tento y la desunion empezaron á manifestarse por toda España.

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Aquellos mismos que mas habian contribuido á excitar » y mantener la resistencia á los Franceses, abandonaron la » causa, cuando advirtieron que el gobierno obraba con » tanto desprecio del objeto popular de la guerra. El obispo » de Orense se retiró de la regencia, cuando vió que ya no Hablaremos mas adelante de este decreto de la Junta central. **Pág. 56 y 573.

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podia detener aquella tendencia á la democracía. Los púlpitos mismos y las imprentas de donde habian salido aquellas representaciones que, desde el principio, habian >> excitado el pueblo á la resistencia, condenaron abierta» mente los actos del gobierno. En muchas partes, se avisó » á los pueblos que, por mas que siguiesen con los mayores esfuerzos, no saldrian bien con los grandes fines que se habian propuesto al tomar las armas que un gobierno que se habia criado á sí mismo, acababa de hacer una constitucion enteramente opuesta al objeto popular de la guerra, » y habia en algun modo depuesto al Rey; que, por consiguiente, hacer mayores esfuerzos en favor de un tal gobierno, era rebelarse contra el gobierno real. Todos » tenemos presente cuantas quejas se oian en una época » avanzada de la guerra, sobre la apatía de los Españoles. >> Todos tenemos presente cuan incomprensible parecia que el espíritu de entusiasmo que habian desplegado al principio de la lid, tan pronto se hubiera desvanecido. Aqui » está la solucion; ella esplicará el porque desde el año 1812, los esfuerzos de los paisanos eran absolutamente »> nulos. Las únicas operaciones que se efectuaron desde aquella época, eran las de las guerrillas, compuestas la » mayor parte de los trozos de los ejércitos españoles. Las » mas, y seguramente las mas activas de ellas, eran mandadas por sugetos que, ya desde entonces, eran liberales (constitucionales); nada lo ha probado mejor que el partido que posteriormente han tomado el Empecinado, Mina, Porlier, el Pastor y otros muchos.

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Al promulgarse la constitucion, fácilmente se hechó de » ver, por el modo con que fue recibida casi por toda España, que no cuadraba con la opinion general. Algunas » personas que presenciaron su publicacion en la capital, >> en los puertos marítimos, y en las principales plazas de

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» comercio, han podido hacer otro concepto. A todos estos pueblos alentaba la halagüeña esperanza de conservar las

» colonias. Pero ello es cierto que en la mayor parte de las

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ciudades, en todas las villas, y generalmente entre los labradores y en el interior de las aldeas, fue recibida con disgusto, con repugnancia, y en muchas partes con >> horror».

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CAPÍTULO III.

De la opinion de la Nacion Española con respecto á la revolucion desde el regreso del Rey, en Abril de 1814, hasta la sublevacion de las tropas, en la isla de Leon en Enero de 1820.

VAMOS á copiar primeramente la relacion del señor conde

de Toreno. « Las Cortes..... dieron su célebre decreto de 2 de » Febrero 1814, por el cual ordenaban (que si Napoleon dejaba al Rey volver á España, entrase solo con la familia » real y con su servidumbre de Españoles ; que inmediatamente » que se supiese su llegada, saliese á recibir á S. M. el

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Cardenal, presidente de la Regencia, y que el Rey viniese » á Madrid, viâ rectâ, sin ejercer su autoridad hasta hallarse » libre en el seno del congreso, y jurar en él la constitucion, » á cuya fin se le presentaria un ejemplar de ella, instruyéndole de estas disposiciones, luego que llegase á la frontera, y le entregaria despues el Cardenal una relacion » de los principales sucesos ocurridos en aquellos seis años últimos, para su cabal conocimiento....) El Rey fue recibido » á la frontera de Cataluña por Don Francisco Copons, general en gefe de aquel ejército. Habiéndosele instruido » de todo segun las órdenes de la Regencia, pareció estar » conforme, y aun gustoso con la constitucion y los dere

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