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CAPÍTULO IV.

Estado social del reino de Aragon hasta que se incorporó con el de Castilla.

Don Jaime I rey de Aragon compitió en emi

nentes calidades con sus contemporáneos San Fernando y don Alonso. Gran caudillo como el primero acrecentó la monarquía aragonesa con la conquista de las islas Baleares, y del reino de Valencia; distinguiéndose en mas de treinta batallas campales. Ilustrado y amante del saber, como el autor de las Partidas, escribió sus hechos de armas, fomentó la instruccion pública; y en unas cortes que celebró en Huesca, reformó los antiguos fueros de Aragon, reduciéndolos á un corto volúmen (1).

(1) Abarca, Anales de Aragon, tomo 1.o, folio 292 vuelto, col. 1.*

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La pérdida de Valencia fué un golpe mortal para los musulmanes, que habian convertido aquella region en un paraiso, segun acreditan todavia los canales de riego hechos por ellos, y afortunadamente conservados por las acertadas providencias de don Jaime y sus sucesores. ¡Cuál seria el regocijo de los aragoneses viéndose dueños de las fértiles campiñas que bañan el Guadalaviar y el Jucar, de tantas poblaciones ricas é industriosas, cuyos recursos eran inagotables! La civilizacion del reino aragonés se acrecentó como la de Castilla con los conocimientos científicos que conservaban los musulmanes. Su industria tuvo ya espacioso campo en que ejercitarse; aumentáronse los recursos de la corona; y la marina del reino de Aragon no tardó en dominar el Mediterráneo.

Oscureció don Jaime la gloria adquirida en tan señalados triunfos con los arbitrarios repartimientos que hizo entre los hijos que tuvo de dos matrimonios, lo cual dió origen á grandes disturbios en el reino. Los reyes, fundados en el derecho de conquista, consideraban como patrimonio disponible cuanto habian ganado á los musulmanes, segun indiqué en el tomo anterior. Los magnates, que tambien debian sus estados al mismo derecho, no disputaban aquella facultad al monarca para no perjudicar á sus propios intereses; ni el clero la resistia interesado en conservar las

donaciones de terrenos que debía á la liberalidad de los reyes y de los grandes: y hé aqui la razon por que á este mal gravísimo no se puso un remedio radical en las cortes.

Asi vemos en Castilla y Aragon tan escandalosos repartimientos entre los hijos de un soberano, cuando mas se necesitaba la concentracion de territorios y recursos, para dar mayor fuerza á la monarquía, Las leyes políticas de ambos reinos no alcanzaban á evitar un perjuicio de tanta trascendencia, y un abuso de poder tan contrario á los principios de justicia, y á los derechos de la nacion: prueba terminante entre otras de la imperfeccion de aquellas instituciones antiguas, en que tan mal se defendia el patrimonio del estado, en medio del esmero con que se procuraba afianzar los derechos individuales.

Don Pedro III, hijo y sucesor de don Jaime, tuvo que luchar desde el principio de su reinado con varios magnates de Cataluña, que se confederaron para hostilizarle, mientras hacia la guerra á los moros rebelados en el reino de Valencia. Con el alzamiento de los nobles, toda Cataluña se puso en armas, declarando los catalanes que el motivo del levantamiento era por no haber tenido córtes el rey despues de su coronacion, ni haberles confirmado sus fucros y libertades.

Los confederados cometieron muchos escesos;

y sabiendo que el rey juntaba un poderoso ejército para sujetarlos, se entraron en Balaguer, que era del conde de Urgel, uno de los señores rebelados. Alli los sitió el monarca con cien mil infantes y tres mil caballos, empezando el asedio con el furor propio de las guerras civiles. Los sitiados hicieron heroicos esfuerzos dignos de mejor causa: pero tenjan contra sí una fuerza irresistible mandada por el rey en persona, que era un caudillo muy inteligente y esforzado. Por otra parte la poblacion de Balaguer viendo taladas sus vegas sin esperanza de vencimiento, trató con el rey por medio de emisarios la entrega de la ciudad. No pudiendo evitar los nobles este ofrecimiento del pueblo, ni moverle con su ejemplo y autoridad á continuar en su primer propósito; hubieron de entregarse á la clemencia del rey sin condicion alguna, con lo cual terminó esta guerra civil, que fué muy sangrienta.

El acontecimiento mas notable del reinado de don Pedro, es la conquista del reino de Sicilia, en la cual las armas españolas, empleadas antes en rescatar la patria de la mahometana servidumbre, iban á distinguirse por primera vez con sus gloriosos triunfos en paises estraños. Admirable espectáculo es el que nos ofrece el magnánimo príncipe de Aragon, pasando desde el Africa donde se hallaba en guerra con los moros, á la isla de Si

cilia, que correspondia á su muger, como hija del difunto Manfredo, contra Carlos de Anjou, que llamado por los papas habia invadido aquel reino y el de Nápoles. Don Pedro, con un ejército y una marina muy inferiores á las fuerzas de Cárlos, le humilló por mar y por tierra, obligándole á abandonar la Sicilia y parte de la Calabria. El papa escomulgó á don Pedro, absolviendo á sus súbditos del juramento de fidelidad que le tenian prestado; y no contento con esto, instigado despues por Carlos, envió un legado á la corte de Francia para exortar al rey Felipe á que declarase guerra al rey de Aragon, lo cual no tardó en verificarse.

Los aragoneses que por una parte temian las censuras de la iglesia y el poder del monarca frances. y que por otra estaban disgustados con don Pedro por haber emprendido la conquista de Sicilia sin beneplácito de las cortes, ni aun consejo de los ricos-hombres, manifestaron al rey su desagrado en las cortes que se habian juntado en Tarazona, representándole que consultase con ellas el estado, los medios y objeto de esta guerra. Exasperado el rey con esta inesperada peticion respondió agriamente que hasta aquel punto habia hecho por sí cuanto cumplia, y que no necesitaba su consejo. Ellos montando en cólera le replicaron: pues no quereis nuestro consejo, y vos y vuestros

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