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Era el segundo cuerpo del orden jónico, y se componia de ocho columnas con su arquitrave, friso y cornisa, como el primero, teniendo asimismo, como él, cuatro pirámides en los ángulos. Estaba en el centro la tumba sobre un pedestal, y la urna encima, cubierta con un rico paño de brocado carmesí, teniendo á los lados trofeos reales y militares, y un leon echado á los pies, con cuyas garras cogia un estandarte bordado con las armas reales."

Pertenecia el tercero al orden corintio, y constaba tambien de ocho columnas, á las que arrimaban otras ocho estatuas asimismo de virtudes, presidiendo en el medio la de S. Lorenzo, devocion del héroe difunto, colocada sobre un pedestal y cinco gradas. Cubria este último cuerpo una media naranja, y sobre ella se elevaba un obelisco con un globo por remate, y sobre él el ave fénix, abrasado por el fuego.

Ademas de tan magnífico catafalco habia dos calles ó galerías que iban á él por el crucero de la iglesia desde las puertas del patio de los Naranjos y de la Lonja, adornadas con arcos, estatuas, pinturas, historias y alegorías, que está por demas el describirlas cuando todo lo explica muy á la larga, copiando los versos y lemas que contenian, asi ellas como el túmulo, D. Pablo Espinosa de los Monteros en la segunda parte de la Historia y grandezas de la ciudad de Sevilla, que publicó en ella el año 1639.

gran

Todo manifestaba el delicado gusto del caballero Juan de Oviedo, que supo sacar gran partido de la habilidad de los célebres profesores que habia entonces en Sevilla, pues á porfia y con emulacion se esmeraron Juan Martinez Montañés, que hizo las diez y nueve principales estatuas, inclusa la de S. Lorenzo, Gaspar Nuñez Delgado, que trabajó las demas, Francisco Pacheco, Alfonso Vazquez, Perea y Salcedo, que pintaron las historias y alegorías.

Era toda la máquina de madera y lienzo, imitando con pintura la parte arquitectónica á la piedra parda, y los adornos de basas, capiteles, escudos de armas, historias, estatuas y demas follages al bronce, excepto las cabezas, manos de las estatuas que remedaban al mármol

pies y

blanco. Se gastó en su construccion y pintado mas de quince mil ducados, gran suma para aquellos tiempos, sin contar el coste de la cera con que se iluminó por dos veces, pues habia en el túmulo cuatrocientas hachas de á cuatro pávilos de cera amarilla y de á ocho libras cada una, y doscientas veinte y cuatro en los antepechos y balaustres que coronaban las dos galerías laterales.

Como tardó treinta y cinco dias en resolverse en Madrid la referida disputa, permaneció todo este tiempo en la iglesia el túmulo, y fue infinita la gente que fue á Sevilla de todas partes á verle, cuya magnificencia se habia divulgado en el reino. Hallábase entonces en esta ciudad Miguel de Cervantes Saavedra, y admirado de su grandeza, y teniendo en consideracion el héroe á quien estaba dedicado, el motivo de tan larga permanencia y el caracter del pueblo en que residia, compuso aquel famoso soneto, que él mismo llamaba honra principal de sus escritos (*), y que yo no quiero dejar de copiar aqui para cerrar este artículo, aunque lo esté en otros libros, porque nunca cansan su lectura y su gracia..

Y

Al túmulo del Rey en Sevilla.

Voto á Dios que me espanta esta grandeza,
que diera un doblon por describilla;

Porque á quién no suspende y maravilla
Esta máquina insigne, esta braveza?

Por Jesucristo vivo cada pieza

Vale mas que un millon, y que es mancilla
Que esto no dure un siglo ¡oh gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y riqueza!

Apostaré que el ánima del muerto,

Por gozar este sitio, hoy ha dejado
El cielo, de que goza eternamente.
Esto oyó un valenton, y dijo: es cierto
que dice voace, seor soldado,

Lo

(*) Viag. al Parnaso.

Y quien dijere lo contrario miente.
Y luego en continente

Caló el chapeo, requirió la espada,

Miró al soslayo, fuése, y no hubo nada (1).

A Juan de Minjares, de quien ya se ha hablado en este tomo, sucedió en la plaza de maestro mayor de las obras de la Alhambra de Granada Pedro de Velasco, quien dirigió el segundo cuerpo del palacio de Cárlos v, que habia trazado y empezado Pedro de Machuca, como se dijo en su artículo, tomo 1, fol. 224, con la lentitud que motivaron la revolucion y expulsion de los moriscos, y porque solamente tenia esta obra la corta dotacion de las penas de cámara de los corregimientos de Granada, Loja y Alhama. Estando ocupado en ella, la Junta de obras y bosques le dió licencia en 11 de julio de 1617 para ir á construir el muelle Y otras fortificaciones de la bahía de Gibraltar, que habia tomado por asiento en compañía de otros arquitectos, pero con la condicion de dejar en la Alhambra un maestro á satisfaccion de la Junta; y habiendo propuesto para ello á Juan de Landeras, lo aprobó dicho tribunal en 12 de setiembre del mismo año. Ya habia fallecido Velasco en 28 de enero de 1628, y fue nombrado su sucesor Francisco de Potes, de quien se hablará mas adelante.

En este mismo año de 1617 acabó Martin de Godaire ó Gotaire el lienzo del claustro del convento de S. Felipe el Real de Madrid, que cae al lado de la iglesia ó del norte, trazado por Andrés de Nantes y enmendado por Francisco de Mora, como hemos dicho ya en sus artículos. Tasaron esta obra en veinte y seis mil doscientos cincuenta Y cinco reales Miguel del Valle por parte del convento, y Pedro Pedrosa por la de Martin. Tuvo este un hijo llamado Mateo, de quien queda hecha memoria arriba; y aunque ambos parece fueron canteros, entendieron mucho de arquitectu

(1) Léase la vida de Oviedo, que escribió el erudito pintor Francisco Pacheco, en los Documentos de este tomo con el núme

TO XXXI.

ra, y eran capaces de trazar y construir por sí solos obras de consideracion, por lo que estaban muy acreditados en

la corte.

CAPITULO LIII.

JUAN BAUTISTA CRESCENCIO, MARQUES DE LA Torre.

Debe tener lugar entre los arquitectos españoles, pues 1618. aunque era natural de Roma, de familia distinguida, hermano del cardenal Crescenci, se estableció en España, donde adquirió empleos, honores y conveniencias.

Juan Baglioni entre las vidas que escribió de pintores, escultores y arquitectos pone la de Crescenci, y dice vino á España el año de 1617 con el cardenal Zapata, que le recomendó al Rey Felipe II. Se trataba por entonces de hacer la obra llamada Panteon ó sepulcros reales del Escorial, y entre otros artífices se encargaron diseños á Crescenci, los cuales fueron elegidos: haciendo despues modelo acomodado al sitio, que era una bóveda bajo del altar mayor, donde Felipe II habia depositado los cuerpos del Emperador y Emperatriz sus padres, los de sus mugeres é hijos y otros de su familia.

Formó la planta de este edificio, todo de jaspes y bronces, mixta de circular y octógona: su diámetro algo mas de treinta y seis pies, desde el pavimento á la cornisa veinte y dos, y treinta y ocho hasta la clave de la bóveda : sobre un zócalo de dos pies de alto diez y seis pilastras pareadas de orden corintio, con basas, capiteles, astragalos del arquitrave, follages del friso y modillones de la cornisa, de bronce dorado: entre las pilastras ocho espacios, uno para puerta, otro para altar y los seis para veinte y cuatro urnas: sobre la cornisa otro zócalo, desde el cual voltea la bóveda con fajas sobre los capiteles, que se unen con un floron, ocho lunetos, y en todo lo liso follages dorados de bronce.

Aprobada la idea fue Crescencio á Italia, recomendándole el Rey al cardenal Grescenci, su hermano, al cardenal D. Gaspar de Borja, al gran duque de Toscana, al duque de

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Feria, gobernador de Milan, al duque de Osuna, virey de Nápoles, al duque de Alcalá, virey de Cataluña y á D. Juan de Vivas, embajador en Génova. La carta para el cardenal Crescenci decia (1): ¡Se pudiera dar mayor aparato aunque se tratase de construir el templo de Efeso!

Volvió de Italia Crescencio el año siguiente, trayendo consigo oficiales para vaciar los bronces, repararlos y dorarlos (2); y aunque, segun parece, se le cometió la superintendencia de toda la obra, lo que con particularidad corrió á su cargo fueron los bronces, como se colige de una cédula de 20 de octubre, en que mandó el Rey se pagasen á Juan Bautista Crescencio, » que asiste à las cosas de bron» ce, que se hacen para la obra del panteon mil doscientos » ducados," que habia gastado en su viage á Italia. Con motivo del nombramiento de Pedro de Lizargarate para dirigir la cantería, con el de fundir y labrar los bronces, y para que viviese Crescencio, se dispuso una casa en aquel real Sitio.

Se habia empezado la obra cuando murió Felipe II, y Felipe IV mandó se continuase; pero ya sea por la poca regularidad con que se cobraba el caudal consignado, porque se gastaba sin lucimiento, ô por otros motivos, se proseguia con lentitud. Los artífices, á quienes se originaba gran perjuicio, atribuian la culpa á Crescencio, y se quejaban de él. Por medio de Juan Gomez de Mora presentaron un memorial los plateros que trabajaban en la reparacion de los bronces; y este arquitecto informó lo que se copia en los Documentos con el citado núm. XXXII. En este informe pudo muy bien mezclarse alguna animosidad contra Crescencio por el favor que lograba del Conde-duque, ó un poco de aquella emulacion envidiosa que suele reinar

(1) Se copia con otros documentos en los del núm. xxxII. (2) Volvió al Escorial en 11 de diciembre de 1619, habiendo salido de Madrid el dia 9 de del mismo año, y mayo estado en Génova, Milan, Parma, Mantua, Florencia y Roma á fin de poder desempeñar su comision; y gastado en ella dos mil trescientos noventa ducados, segun cuenta firmada del propio Crescencio, que yo he visto, y existe en el real archivo de Šimancas.

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