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Dígannos ingenuamente los que parecen enamorados del sistema monárquico-constitucional; & creen que ninguna de las mayorías parlamentarias, con su organizacion y su política, que hemos visto en España, durante el reinado de Isabel de Borbon, hubiese existido si en lugar de depender su disolucion de la voluntad de la corona hubiera dependido de ellas la existencia del ministerio? La respuesta no es dudosa. Una cámara cuya existencia no depende de su voluntad, no es independiente, ni libre, ni tiene dignidad ni autoridad moral. Y yo pregunto: ¿dónde irán nuestros monàrquicos á buscar en las monarquías constitucionales una cámara popular, que no pueda ser disuelta por el ministerio y que pueda legalmente reunirse sin su consentimiento? En ninguna parte porque las cámaras indisolubles, que se reunen de su propio derecho y que no pueden ser disueltas, solo existen en las repúblicas democráticas, y no en las monarquías, por mas constitucionales que perezcan.

Hasta Cortes constituyentes soberanas hemos visto disolver en España, y fuera de ella en las monarquías, por simples decretos, y á cañonazos, cuando los decretos no han bastado. El general Serrano, que es maestro en esta clase de procedimientos, porque así disolvió las Constituyentes en 1856, podria decirnos hasta dónde llega el poder real cuando unas Cortes no son bastante acomodaticias.

<<¡Venganza, venganza,» es fama que gritaba Isabel, repartiendo cigarros y dinero, en la plaza de Palacio, entre los unionistas que ametrallaban al pueblo y á las Cortes constituyentes, el 15 de julio de 1856.

¿Y habrá quien piense en alzar otro trono y otra dinastía, que uno u otro dia imitarian los ejemplos que han legado las dinastías extranjeras, que durante tres siglos han oprimido al pueblo español?

IX.

¿Quién al ver, hace treinta y tantos años aclamada con tanto entusiasmo á la inocente Isabel, y al pueblo liberal haciendo por ella tan costosos sacrificios, hubiera podido prever que aquella inocente niña, símbolo de la libertad, seria el mas implacable verdugo de la libertad y de los liberales, y que ella acabaria de exterminar á los patriotas que respetaron las balas carlistas? Pero se dice ahora que

la monarquía será democrática. ¿Mas á quién engañarán con esto los falsos ó ilusos demócratas que tal propalan, y que por tal monarquía conspiran, ó arrojan la careta republicana con que hasta ahora se cubrieron?

Por lo pronto, lo que no es dudoso, es que ellos trabajan por el restablecimiento de la derribada monarquía, en union y provecho de todos los otros monárquicos, que no son demócratas, ni querrán que la monarquía se democratice; y que una vez que la monarquía esté levantada y que los nuevos Lafayettes hayan presentado al pueblo el nuevo rey, como la mejor de las repúblicas posibles, la democracia monárquica será, entre la gran masa de monárquicos, una minoría insignificante, que por mas que grite no será escuchada. Entonces oirá de boca de los realistas, lo que ahora tienen buen cuidado en callar, y es que la monarquía democrática es una utopia; que en una situacion normal no es posible un rey sostenido por instituciones democráticas, y en definitiva, que en cuanto la nueva dinastía se crea un poco segura, arrojará la escalera democrática con que trepó al trono. Mas ni siquiera esperan á tal caso llegue. Ya el general Serrano, en una carta que publican los periódicos franceses, dice que quiere una monarquía, no democrática, sino con las libertades que son compatibles con el trono.

que

Para no ver esto, es necesario no quererlo ver, porque la historia, como el mas simple buen sentido, lo muestran claramente al mas obtuso entendimiento.

Si dependiera de esos renegados de la causa republicana, que fuesen democráticas las instituciones de la monarquía, que quieren reconstruir, y si tuvieran debajo de la capa un rey demócrata, preparado exprofeso para esta solemne ocasion, podria creerse en su sinceridad; pero cuando no saben quién será el rey de la democracia monárquica; ó cuando saben que de todo tendrá menos de demócrata, y cuando están rodeados de una masa de monárquicos, que detesta cordialmente cuanto trasciende á democracia, entre la que forman una minoría insignificante; ¿cómo no ven que lo que hacen es contribuir á levantar un trono y una dinastía, representantes de los intereses conservadores vencidos? Su responsabilidad es tanto mayor, cuanto que sin su decidido apoyo la monarquía no tendria probabilidades de reconstruirse.

Haciendo por la República todo lo que hacen por la monarquía, esta no renaceria. Que los principios democráticos no están seguros

ni mucho menos á la sombra de un trono, no pueden dudarlo; y que estarian asegurados con la República democrática, tampoco pueden negarlo. Luego dejan lo cierto por lo dudoso; ¿qué decimos dudoso? dejan lo cierto por lo falso, la verdad por el sofisma. Su monarquismo no es mas que una defeccion. ¿Cómo los que en 1856 votaron la abolicion del trono, hoy que está caido quieren levantarlo? ¿Dónde está la lógica?

En 1858, muchos de los hombres de mas nota, que hoy se declaran inopinadamente por la monarquía, firmaron y circularon con profusion un programa democrático, en el que declaraban que la República es la única forma de gobierno compatible con los principios democráticos; ¿y hoy hay entre ellos quienes proclaman la monarquía, declarándola compatible con los principios democráticos, no solo teóricamente, sino en las circunstancias actuales de España? ¡Pasemos á otra cosa, porque no hay paciencia para oir esto!

X.

Lo que decimos en uno de los últimos párrafos pasó á los liberales franceses con Luis Felipe, y á los españoles con Cristina; unos y otros fueron un andamio sobre el que se levantaron el trono y el poder de ambos reyes.

Cristina bordó banderas para la Milicia nacional, mientras le llegaba la hora de desarmarla y diezmarla. Pero los progresistas de entonces tenian una disculpa, y es que Cristina reinaba sin ellos; que era ella quien llamaba á los liberales, y no los liberales quienes la sacaban de la nada para elevarla al trono. Pudieron y debieron derribarla, y al fin, aunque tarde, lo hicieron. Pero los que quieren levantar un trono sin saber para quién, so pretexto de que ellos quieren que ese trono sea democrático, son infinitamente mas culpables que fueron los progresistas españoles, durante la guerra civil, sosteniendo un trono que se liberalizaba.

Cristina é Isabel, criadas en medio de las revoluciones, rodeadas de patriotas, aclamadas por ellos y debiendo su trono á los sacrificios del pueblo liberal, los odiaban mas cuantos mas sacrificios hacian por ellas. Los sufrian como una calamidad inevitable, y solo pensaban en los medios de deshacerse de ellos, ó en sobornarlos para que aparentando servir la causa de la revolucion, la perdieran.

Así fué como se creó el partido moderado, durante la guerra civil, compuesto de tránsfugas del partido liberal; así fué como reformaron en 1836 la democrática Constitucion de 1812, refundiéndola en la moderada de 1837, devolviendo al rey el veto absoluto, suprimiendo la comision permanente, que tenia la facultad de convocar las Cortes sin contar con el gobierno; así fué, en fin, como anularon el sufragio universal indirecto, para establecer el restringido, destruyendo todas las garantías que ofrecia á la libertad aquel célebre código, para entronizar al partido moderado, dándole una constitucion que, su mas autorizado jefe, Martinez de la Rosa, declaró que estaba hecha con sus principios.

Los patriotas sinceros habian esperado que la reforma constitucional se haria en sentido mas liberal, no para convertir en moderada la Constitucion del 12, sino para democratizarla mas. No habian contado con don Salustiano de Olózaga, gracias á cuya funesta influencia se agregó á la cámara única un Senado, se restablecieron el veto absoluto y todas las prerogativas reales, que la reina Cristina ensayó, disolviendo las Cortes y reemplazando en el ministerio á los progresistas con moderados.

Entonces fué cuando, convencidos de la facilidad para los reyes de sobornar á unos, engañar á otros y de abusar del poder que ejercen, se declararon por la República, siendo los primeros apóstoles de esta doctrina en España, Calvo de Rosas, el Conde de las Navas, don Patricio Olavarría, don José María Orense, don Lorenzo Calvo y Mateo y muchos otros ilustres y honrados patricios, que comprendiendo la incompatiblidad del trono y de la democracia, se manifestaron abiertamente republicanos, y comenzaron en la prensa la propagnda de que resultó la organizacion de este partido, que, á pesar de tantas traiciones y apostasías, ha llegado á ser el mas popular de España. Cada revolucion abortada ha producido en sus filas notables claros por las defecciones de las mezquinas ambiciones, de los sedientos de mando y de goces, pero tambien le ha traido nuevos y entusiastas adeptos, que han reemplazado con ventaja á los tránsfugas traidores.

El trono, con su influencia corruptora, ha creado siempre los partidos, llamados retrógrados, descomponiendo los liberales, fraccionándolos de tal modo, que de su disolucion ha nacido el predominio absoluto del poder real. Pero por las mismas causas, como acabamos de ver en los precedentes párrafos, han nacido los partidos

TOMO I.

6

antimonárquicos, y la República ha ganado en la pública opinion, todo lo que la monarquía ha perdido.

XI.

La desgracia de España ha estado en que se crea, por muchos honrados patricios, que la monarquía constitucional era un sistema adaptable á la índole del pueblo español, como á la del inglés, por ejemplo, cuando su constitucion económica, su carácter y costumbres son tan distintas. El pueblo español es esencialmente igualitario y democrático, las jerarquías sociales repugnan á su fiera independencia, y mientras el ciudadano inglés, viendo á un duque ó un par del reino acercarse, se inclina y reconoce en él un ser superior, al que no puede él pretender igualarse, el mas pobre español, viendo á un senador ó á un título de Castilla, dirá «¡y qué se me da á mí!» é irá á pedirle el cigarro para encender el suyo, con el mismo aire grave y franco á la vez, con que se lo pidiera á un compañero de taller. Para el pueblo español no hay jerarquías, y para el inglés no hay mas que jerarquías.

La consecuencia de este carácter del pueblo es que en España las altas clases sociales, entendiendo por altas, aquellas á quienes se califica vulgarmente de tales, son generalmente mas democráticas en sus costumbres que las clases medias de otros paises. Con tales elementos sociales las ficciones monárquicoconstitucionales son ridículas, no pueden crearse como cosa séria, porque las categorías que la monarquía establece con su senado, su renta para ser diputado y su censo para ser elector, no llevan consigo ninguna autoridad moral. La autoridad moral es entre nosotros puramente personal; tal hombre sin fortuna y modesto será el árbitro de los destinos de una provincia, en la que abundarán los personajes titulados y millonarios, que á pesar de sus títulos y millones no ejercerán en su pais la menor influencia, y hasta serán despreciados por el pueblo. ¿Y en un pais como este se ha querido implantar la monarquía constitucional, cuando está reclamando la República, como la forma de gobierno mas adecuada á su carácter y temperamento? ¿Qué tiene, pues, de extraño que con los mejores deseos no hayan producido mas que abortos, por querer estrujar al pueblo español dentro de un molde demasiado estrecho

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