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oficio que se custodian en el Real archivo de Simancas, concernientes al descubrimiento, labor Ꭹ beneficio de las Minas de los reinos de la Corona de Castilla, con el importante objeto de aprovechar las noticias que contengan en el ramo de minería, utilísimo en todos tiempos.

He cumplido con el soberano encargo de V. M., en cuanto han alcanzado mis cortos conocimientos en esta materia, enteramente agena de mis estudios y profesion, formando, de los datos y documentos que he reunido, dos obras: una que contiene la Noticia histórica documentada de las célebres Minas de Guadalcanal desde su descubrimiento, en ‘agosto del año de 1555, hasta que dejaron de labrarse por cuenta de la Real

Hacienda: y otra que comprende una relacion sumaria y general de las licencias para descubrir Minas, y hallazgo y registro de éstas en las di❤ ferentes provincias de la monarquía castellana desde principios del vsiglo diez Ꭹ seis.

Ofrezco reverentemente á V. M. la primera de estas dos obras, dividida en dos volúmenes; deseando que bajo su soberano auspicio y feliz gobierno, se vuelvan á gozar los opimos frutos que produjeron las venas de Guadalcanal en los faustos reinados de sus augustos progenitores el señor Emperador don Carlos V y el señor Rey don Felipe II; aprovechando esta ocasion para presentar de nuevo á V. M. mi obediencia y profundo respeto, y el constante de

seo que me anima de ocuparme en su Real servicio.

Dios nuestro Señor conserve lar

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gos y felices años la Católica Real Persona de V. M. Madrid 14 de enero de 1831.

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LAs célebres Minas de Guadalcanal se descubrieron en principios de agosto del año de 1555, y se labraron por cuenta de la Real Hacienda hasta fines del de 1576, en cuya época produjeron grande cantidad de plata. Sin embargo de no haber transcurrido todavía tres siglos, se habla ya de esto como de un suceso, fabuloso ó envuelto en la obscuridad de tiempos remotos. Las noticias que generalmente corren acerca de estas y otras minas en el vulgo, y aun entre algunas personas eruditas, son inexactas, insuficientes, y muchas de ellas absurdas. A la vista de las ruinas de los edificios é ingenios, y de las excavaciones que aparecen ahora en aquellos terrenos, la plebe ruda se figura enormes disparates, como acostumbra con todo lo que no entiende ó de que no tiene cabal noticia; y algunas gentes estudiosas, fiadas en relaciones vagas y datos su

perficiales, ó exageran la riqueza de las venas ó la disminuyen extraordinariamente segun los textos de que se valen. Montesquieu y otros extranjeros, que han hablado de nuestras cosas sin noticias documentales, aseguran que no hay en España verdaderas minas, ó si existen, son tan pobres que, por falta de producto y por su mucho coste, ha sido preciso abandonarlas. Otros dicen que se han agotado de todo punto, y muchos, que con el descubrimiento de las Indias se mandaron cerrar las Minas en la Península y reservándolas para tiempos necesitados. Tal vez no sería extraño que la abundancia de oro y plata de nuestras colonias, que á mediados del siglo diez y seis fructificaban asombrosamente, disfrutando de lleno las ricas Minas de México y del Perú, influe yese en abandonar las que comenzaron á labrarse en el terreno que media entre el Guadiana y el Guadalquivir y del abandono ó desistimiento en su labor y beneficio, nace rian probablemente las confusas nociones que nos quedan de ellas.

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En el dia en que ha cesado de todo punto el torrente de metales preciosos que venia de aquellos paises, y argentaba, por decirlo así, á toda la Europa; cuando las necesidades y todo el orden y aparato de la vida culta ha

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