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la cabeza si al cuarto de hora de haber llegado 1808. V. M. á Bayona no le ha reconocido el Empera-] dor por Rey de España y de las Indias: por sos-) tener su empeño, empezará probablemente por daros el tratamiento de Alteza; pero á los cinco minutos os dará Magestad, y á los tres dias estará todo arreglado, y V. M. podrá restituirse á España inmediatamente. »>:

El dia 19 fue el señalado para la salida de Vitoria; y el pueblo, cuyo instinto jamas se engaña, corrió en tropel al palacio del Rey para impedir su marcha, y llegaron á cortar los tirantes del coche. El celo del pueblo pasó de los límites regulares, y fue preciso calmarlo por medio de un decreto en que el Monarca procuraba sosegar sus ánimos, concluyendo con mandarles: «que se tranquilizasen y esperasen, que antes de cuatro dias darian gracias á Dios y á la prudencia de S. M. de la ausencia que entonces les inquietaba. »

El 19 á las once de la noche llegó á Irun S. M., y escribió desde allí al Infante Don Antonio, anunciándole su entrada en el territorio frances al dia siguiente, y al Emperador, que se hallaba en el Palacio de Marrac, distante un cuarto de legua de Bayona, pidiéndole permiso para visitarle. El dia 20 entró Fernando en el territorio de Francia, y notó que nadie salia á recibirle, hasta que llegando á San Juan de Luz se presentó el Maire (Corregidor), paró el coche, y arengó á S. M. con el mayor júbilo por ser el primero que tenia la dicha de recibir á un Rey amigo y aliado del Emperador.

1808.

La diputacion, compuesta de los tres Grandes de España, Duque de Medinaceli, Duque de Frias y Gonde de Fernan-Nuñez, enviados para cumplimentar al Emperador, salió al encuentro de S. M.; y su esplicacion, respecto á las intenciones de Napoleon, no fue nada lisonjera: manifestaron que habiéndole encontrado entre Tours y Poitiers, se negó á recibirles, bajo el frívolo pretesto de estar de camino, y los citó para Bayona. El Príncipe Neufchatel y el Mariscal de Palacio Duroc, con una guardia de honor que los bayoneses habian destinado al Emperador, salieron á recibir á S. M., y le invitaron á entrar en Bayona, como efectivamente lo ejecutó á las diez de la mañana del dia 20, bien ageno de ser víctima de la abominable trama que iba á desenvolverse en aquella ciudad.

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Algunos enemigos de la gloria del nombre español han osado poner en duda, y aun zaherir y acriminar la conducta del jóven Monarca en esta ocasion, afirmando con la mayor impudencia que Fernando VII abandonó voluntariamente la Nacion. Pero sus groseras calumnias se desvanecen al contemplar el estado de la España en 1808. La Familia Real estaba dividida por la intriga estrangera, las plazas y fortalezas en poder de los franceses, los tesoros, las escuadras, los ejércitos puestos á disposicion de Bonaparte. El Austria abatida, encadenada la Italia, rendida la Prusia, sujeta la Alemania, 40.000 hombres acantonados en Madrid, y cubierta toda la Península de ejércitos enemigos.

Se trataba de la paz ó de la guerra con la Fran- 1808. cia; y si Fernando se hubiese negado á empren

á

der el viage à Bayona, hubiera sido compelido por la fuerza.

Los daños eran ciertos y horrorosos no saliendo S. M. de la corte, y saliendo eran solo probables. El negarse al viage se hubiera atribuido á un temor pueril por su seguridad personal, que le hubiera hecho decaer en el concepto de la Nacion, que habria quedado espuesta á la venganza del numeroso ejército que ocupaba la capital y las principales fortalezas, y se le acusaria de haber destruido con una negativa imprudente las fundadas esperanzas de conservar las relaciones amistosas de ambas naciones. Ademas, el Duque de Berg se hallaba en la realidad apoderado de la persona del Monarca, y éste trató de sacar partido de la necesidad, saliendo voluntariamente al encuentro de Napoleon.

Rehusó los medios que una lealtad poco ilustrada le ofreció de sustraerse de la vigilancia de las tropas francesas, porque su fuga hubiera servido solo de comprometer su opinion, dando armas á Bonaparte para decantar su buena fe y sinceridad, y los franceses hubiesen perseguido al fugitivo Monarca hasta apoderarse de su persona, ó encerrarle en algun puerto de mar, desde donde se hubiera tal vez intentado realizar el plan de los Reyes Padres de trasladarse á las posesiones de Ultramar, á imitacion de los Príncipes de Braganza, dejando el continente abandonado al yugo del conquistador.

1808.

Los esfuerzos de los españoles no hubieran pasado de los acostumbrados en una guerra ordinaria, y no se hubieran visto los prodigios de valor que produjo la idea de un Príncipe, modelo de perfeccion, cautivo por un tirano estrangero..

Ademas, es necesario confesar que el salir á recibir el Rey al Emperador era un paso de atencion, debido al poder colosal del que pretestaba venir á visitarle. Nadie debe acriminarle el haberse internado en Francia hasta Bayona, cuando la historia nos presenta á cada paso, y en nuestros dias estamos viendo entrar y salir los Monarcas en los estados de sus aliados para conferenciar y celebrar congresos, sin que por eso á nadie le ocurra que abandonan sus naciones. Asi es que Fernando pudo y debió como Rey salir á conferenciar con Bonaparte.

La obligacion de presentar en su verdadero punto de vista los hechos que la malignidad y parcialidad de los estrangeros ha desfigurado, nos ha hecho traspasar los límites que prescribe la narracion histórica.

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CAPITULO VII.

Murat pide á la suprema Junta de gobierno la libertad
La Junta la rehusa. Napoleon reclama

de Godoy.

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la persona de Godoy. La Junta ordena su entrega. — Godoy marcha á Francia. — Participa al Rey la entrega de Godoy el Consejo de Castilla, y el Marqués de Castelar encargado de su custodia. Debilidad de la Junta en esta ocasion. - Firmeza del Rey. Alzase la confiscacion de los bienes de Godoy. Manifiéstase á la Junta de gobierno el desagrado del Rey por la entrega que acordó del preso Godoy sin órden suya.

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Los Ministros españoles formaban en Madrid, 1808. como hemos dicho, bajo la presidencia del Infante Don Antonio, una Junta suprema de gobierno. El Gran Duque de Berg, que desde su llegada no habia dejado de dar pasós en favor del odiado Godoy, unió sus ruegos á los del General Savary para obtener del Rey en la víspera de su salida de la Capital la entrega de éste, cuya libertad pedia en nombre del Emperador. Pero S. M. no accedió á ellos manifestando que.trataria directamente con el Emperador sobre la suerte del favorito; y que en caso necesario se suspenderia hasta entonces la causa: No se ocultaba á Napoleon cuán desagradable seria á los españoles el sustraer á Godoy del rigor de la justicia; pero aun le era necesario para sus combinaciones políticas, y esta idea prevaleció. Ade

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