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casas capitulares, y desde allí á la torre de Tria- 1808. na, donde fue inhumanamente arcabuceado; arrastrando despues su cadáver, y colgándolo en uno de los balcones de su propia casa,

El pueblo maltrató tambien á los franceses avecindados en Sevilla, llevándolos en calidad de presos á las casas capitulares, y de allí al claustro de San Francisco.

En la noche del 27, mientras se realizaba el alzamiento de Sevilla, el Ayuntamiento, en union con el Asistente, el Comandante de armas, el Conde del Aguila, y hasta veinte personas de las mas caracterizadas de la ciudad, que se habian convocado al intento, acordó entenderse con el Capitan general Don Francisco Solano, Marqués del Socorro, que se hallaba en Cádiz, y al que se le despachó un espreso que salió en aquella madrugada, y fue alborotando todos los pueblos del tránsito con la relacion de la revolucion que dejaba en Sevilla. A las dos de la tarde del 28 entregó los pliegos en Cádiz; y para impedir el Capitan general que se divulgasen las noticias que traia de Sevilla, hizo arrestar en su casa al correo. Esta medida produjo un descontento universal; porque cuantos vinieron á bordo en el barco conductor del correo desde el puerto de Santa María, estaban enterados por el mismo hasta de los mas pequeños pormenores, y los difundieron por el pueblo. Al anochecer del 28, la ciudad toda estaba en combustion, y agolpándose el vecindario al frente de la casa del General, intenta éste arengar

á

1808. la multitud, disuadiéndola de la guerra contra la Francia por la desigualdad de la lucha, lo desapercibida que para ella estaba la España, la falta de tropa reglada, la escasez de numerario, de medios de transporte, de víveres y de recursos; mas viendo la tenacidad del pueblo, prometió por último providenciar sobre todo al dia siguiente. En la mañana de este se dobló la guardia de su casa; y celebróse á las nueve de ella una Junta compuesta de los Generales, Brigadieres, gefes de los cuerpos españoles residentes en Cádiz, y del General de la escuadra francesa, surta en aquel puerto, y se anunció al pueblo, despues de finalizada la sesion, que en la tarde de aquel dia se fijaria un bando, noticiándole lo resuelto por la misma Junta. A principios de aquella tarde llegó el Conde de Teba con pliegos de la Junta de Sevilla el General; y la contestacion que éste dió al Conde fue acompañada de un ejemplar del bando que se iba á publicar, y con ella regresó á Sevilla á las cinco de la misma tarde. En este bando se participaban al pueblo de Cádiz los alborotos de varias poblaciones, se aplaudia su fervor y entusiasmo; mas se insistia en hacerle presente los males que el General habia manifestado en su arenga verbal; se aseguraba que los ingleses eran los únicos enemigos de la nacion, y se exhortaba á la pacificacion. El pueblo no sufrió la publicacion del bando; antes bien arrancó y rasgó las primeras copias que se fijaron, y corrió á pedir al General que intimase la rendi

para

cion á la escuadra francesa; pero á esta peticion 1808. contestó Solano, señalando á los buques ingleses que bloqueaban á Cádiz: «Vedlos, esos son los enemigos que España debe combatir.» El tumulto fue en aumento, creció la exasperacion, rompiéronse los diques que contenian al pueblo en Ja subordinacion, y redoblando sus reclamaciones al frente de la casa del General, despreció éste el motin, y no se presentó en el balcon. Al ver esto uno de los caudillos populares sube á conferenciar con él; tarda en salir, recela el pueblo alguna tropelía; y con efecto, observa que aquel, perseguido por cuatro soldados, salta de azotea en azotea, y de intento ó casualmente cae precipitado á la calle, muriendo del golpe á pocas horas. Solano se presenta entonces en el balcon, y con el pañuelo hace señas de que no accede á lo que se pide; entonces, subiendo de todo punto el furor popular, fuerza las puer. tas á pesar de la guardia que las defendia, penetra en la casa del General la multitud, huye aquel despavorido por las azoteas de una casa vecina; pero volando en su busca el pueblo enfurecido, da con él, y arrastrándole de calle en calle, espira en la plaza de San Juan de Dios despues de una lenta y cruel agonía.

El pueblo confirió entonces el mando al Teniente general Don Tomas de Morla, que en 1801 habia librado á aquella ciudad del furor de los ingleses; y el cual, prestándose á las ideas de independencia y libertad nacional, mereció segunda vez el título de Libertador de Cádiz arran27

TOMO 1.

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1808. cando á esta poblacion de los horrores de la anarquía. Morla formó una Junta de gobierno, indultó á los presos de la cárcel y del presidio correccional, á quienes el pueblo habia ya dado libertad, y formó con ellos un batallon que se denominó Tiradores de Cádiz.

El dia 31 de Mayo, restituida ya del todo la tranquilidad en aquel pueblo, el Conde de Teba y Don Eusebio de Herrera, que habian llegado de Sevilla con la órden de hacer la jura de Fernando VII, presenciaron este acto, que se verificó con la mayor solemnidad.

Iguales escenas se representaban al mismo tiempo en varias capitales de las provincias de Ja Monarquía. Pereció en Cartagena á manos del pueblo el Capitan general de la Real Armada Don Francisco Borja en Tortosa su Gobernador Don Santiago Guzman y Villoria en Málaga el Gobernador Don Pedro Trujillo: en Villafranca de Panadés el Gobernador Don Juan de Toda: en Ciudad-Rodrigo y Castellon de la Plana los Gobernadores tambien respectivos: en la Mancha el Canónigo Duro y el ex-Ministro Soler; y en Granada, Portillo.

En otros muchos puntos las autoridades fueron depuestas y reducidas á prision. Algunos hombres recomendables perecieron tal vez únicamente por haber gozado de los favores de Godoy, á quien se acusaba de autor de las calamidades de la España; pero aun en estos actos de -venganza popular, injusta á veces, por necesidad, no tuvieron parte alguna la ambicion y ven

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ganzas personales, ni se manchó el carácter español con los crímenes que deshonraron la revolucion de otras naciones que se jactan de humanas y civilizadas. Y si en algun pueblo hubo malvados que se entregasen á los delitos, recobrado el imperio de la ley, hallaron pronto castigo, cuando á la sombra de los tumultos se lisonjeaban de la impunidad.

1808.

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