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1808.

CAPITULO XVI.

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Orígen noble de las Juntas de gobierno de las provincias. -Naturaleza y objeto de ellas. Servicios distinguidos del estado eclesiástico á la revolucion. - Carácter particular de la Junta de Sevilla. - Proclámase suprema de España é Indias. Conducta de las demas Juntas con este motivo. — Medidas adoptadas por la Junta de Sevilla para salvar la patria. Declara solemnemente la guerra á Napoleon, é invita á sus tropas á que deserten de sus banderas. Castaños nombrado General del

ejército de Andalucía.

Todos los españoles deliraban de rabia contra el estrangero; y en vano se trataria de investigar en la mayor parte de las provincias quienes fueron los primeros que levantaron el grito de libertad é independencia: todos la han proclamado, todos se armaron en su defensa, y todos obraron de un mismo modo. Tan cierto es que casi todos los hombres en las mismas circunstancias obran de la misma manera. Los pueblos conocieron que, depuestas las autoridades del anterior Gobierno, no podian ejercer el poder por sí mismos un solo momento, sin esponerse á los desórdenes de la licencia y de la anarquía; y asi es que en menos de 24 horas despues de la esplosion patriótica se formaron en cada provincia juntas, cuyos individuos nombrados por el pueblo y de entre los hombres mas hábiles y mas ilustrados, recibieron la sagrada mision de salvar

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la patria. Al lado del respetable Floridablanca, 1808. de Don Francisco Saavedra, ex-Ministro y Consejero de Estado, de Don Antonio Valdés, ex-Mi

nistro de Marina, del Duque de Montemar, Condes de Villafranca, de la Conquista, de Contamina, de Gimonde, de Tilly, de Ayamans, de los Marqueses de Santa Cruz de Marcenado, Camarena la Real, del Villar de Embiel y de Monsalud; de los Generales Rovira, Cuesta, Barroso, Frias, Vives, Escalante, Hidalgo, Cisneros; de muchos reverendos Obispos; de Intendentes, Regentes y Oidores, se sentaron en las Juntas honrados fabricantes y aun menestrales, quienes el pueblo quiso que tomasen parte en las deliberaciones del Gobierno.

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Tal fue el origen legítimo de las Juntas provinciales nombradas por cada capital, y en las que se depositó la autoridad soberana. Asi la España, falta de un centro de gobierno, presentó el espectáculo de una nacion dividida en tantas soberanías como provincias, obrando todas aislada é independientemente contra la Francia; pero animadas de un mismo espíritu de independencia y ardor patrio.

Asegurada la tranquilidad interior con la formacion de las Juntas, se trató de dar un impulso general al patriotismo de la Nacion. Se decretó el alistamiento de todos los varones desde la edad de 17 á 40 años; se renovó solemnemente el juramento de fidelidad al cautivo Fernando; se puso en prision á los franceses estantes ó domiciliados en las provincias para salvarlos del furor

1808. del pueblo, y se esparcieron por todos los pun-. tos proclamas para inflamar los ánimos. Los sacerdotes llamaban al puebló á las armas desde los púlpitos y al pie de los altares, y con el signo santo de la redencion le animaban al combate; el estado eclesiástico, en fin, tan influyente en España, se puso al frente de la revolucion, y en ella figuraron como vocales de las Juntas el Arzobispo de Laodicéa en la de Sevilla, el de Va-. lencia Don Fray Joaquin Company, y los Obispos de Murcia, Mallorca, Orense y Santader en las de sus provincias respectivas, con un gran número de eclesiásticos seculares y regulares, que sin mas móvil que el amor á su Rey y á la patria, ofrecieron su sangre y prodigaron sus fortunas por mantener la sagrada lucha. El Arzobispo de Granada en los dias primeros de la insurreccion hizo un donativo cuantioso, y el de Valencia y su cabildo puso á disposicion de aquella Junta un millon y quinientos mil reales.

En medio de los esfuerzos dictados por un patriotismo igual, Sevilla se distinguió por su energía; y aunque, como hemos manifestado, el alzamiento popular tomó iguales caracteres que el de las demas provincias de España, fue mas habilmente dirigido.

Una junta compuesta de 23 individuos nombrados del estado eclesiástico secular y regular, de la nobleza, del pueblo, de los generales residentes en la ciudad y del comercio, reasumió todas las jurisdicciones, y se proclamó Junta suprema de Gobierno de España é Indias. Se nombró

Presidente de esta Junta á Don Francisco Saave- 1808. dra, antiguo Ministro de Estado, que se hallaba desterrado en Puerto Real, y el Arzobispo de Laodicea, Coadministrador del Arzobispado, fue nombrado vice-Presidente. "

La supremacía, que quiso arrogarse la Junta de Sevilla, fue desconocida por las demas Juntas, que, ostentando igualmente su soberanía, se negaron á reconocer como superiores á las otras, y se apresuraron cada cual á elegir Generales, conferir empleos civiles y eclesiásticos, nombrar Embajadores, y á formar un ejército con las tropas veteranas que contenian sus límites, y los voluntarios que ansiaban ir al enemigo; pero estableciendo comunicaciones entre sí, se prestaban mútuos auxilios contra el invasor.

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Sevilla sin embargo era una capital de primer órden, á sus inmensos recursos reunia la mayor actividad y energía. Tenia ademas la única fundicion de cañones del Reino; y armas y municiones con alguna abundancia. Varios Capitanes generales la habian reconocido desde luego, y las tropas veteranas eran mas numerosas en aquella provincia que en las demas. La situacion de las Andalucias proporcionaba una defensa probable contra el ataqué del enemigo: á su espalda se ha llaba el departamento de marina de la Isla de Leon, el mas considerable de la Monarquía, y en él la escuadra española de Cadiz, pláza inespugnable por su posicion peninsular. En su territorio estaba Gibraltar, célebre fortaleza inglesa; y la escuadra de esta nacion, que nos bloqueaba, era la

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mas numerosa de las suyas. Su distancia del Pirineo y la proporcion de entablar comunicaciónes con la América, dieron en fin á la Junta de Sevilla una grande influencia en todo el curso de la revolucion. Despues de instalada, decretó que su Presidente tuviese el tratamiento de Alteza, y los demas vocales el de Escelencia, llevando por distintivo la escarapela nacional y una banda encarnada, distincion que únicamente adoptó la Junta de Granada; pues las demas provincias rehusaron todos los honores y condecoraciones. Sin perder momento espidió estraordinarios al Capitan general de la provincia de Cádiz, al Comandante general del campo de San Roque y á las capitales de Andalucía, Estremadura y ciudades inmediatas, noticiándoles su instalacion, é invitándoles á concurrir á la salvacion de la patria. Despachó buques ligeros á las Islas Canarias y á América con igual objetó; comisionó Diputados que pasando á los Algarbes y al Alentejo, reclamasen el apoyo del pueblo lusitano; felicitó á Madrid por su heróica lucha en el 2 de Mayo; dirigió á los franceses una proclama, haciéndoles ver la tiranía de su infame caudillo, que ni aun pertenecia á la nacion francesa que habia esclavizado; invitó á los alemanes, suizos y polacos á desertar de las filas de Napoleon ƒ pasarse al servicio de España, que los acogeria generosamente. Se mandaron cerrar los teatros á causa del luto de la patria: se ordenaron rogativas públicas se indultó á los desertores de mar y tierra, y los contrabandistas que se presenta

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