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ses. Sin embargo, esta capitulacion contribuyó 1808. eficazmente á paralizar por muchos meses los movimientos del ejército francés, y libertó á Lisboa de los horrores de un asalto, restableciendo el legítimo Gobierno, cuyas riendas se confiaron á un Consejo de Regencia, establecido segun las instrucciones que habia dejado el Príncipe Regente.

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CAPITULO XXXI.

El Consejo de Castilla toma el mando de la Capital despues de su evacuacion por los franceses. Sus acertadas disposiciones. Asesinato del Intendente Viguri.-El Consejo dispone se armen todos los vecinos de Madrid. —Llegada del ejército de Valencia. - Entrada triunfal del ejército de Castaños. Entusiasmo del pueblo de Ma❤ drid. Satisfactorias noticias de todas las provincias. Manifiesto del Consejo sobre su conducta política.-Solemne proclamacion de Fernando VII. — El Ministro Ceballos publica un manifiesto contra Napoleon.-Importancia y efectos de este documento. - Confianza escesiva del pueblo. Se difiere el armamento de la Capital. Los Generales de los ejércitos celebran una junta en Madrid.Plan para la segunda campaña. - Falta de un Gobierno central. Primera tentativa para su formacion. Nombran Diputados todas las provincias para su establecimiento. Instalacion de la Junta Central.Sus Vocales. Se apoderan de la soberanía. Representacion del Consejo de Castilla. Consideraciones sobre este Gobierno.

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1808.

En primero de Agosto evacuaron los franceses la Capital de España, y el pueblo de Madrid, en donde no habia fuerza ninguna armada, quedó entregado á sí mismo, sin que ocurriese el me. nor desórden por las acertadas providencias que adoptó el Consejo de Castilla, que en tan críticas circunstancias tomó el mando.

A pesar de haber abandonado los enemigos

en su precipitada fuga hasta unos 1.200 enfer- 1808. mos en los hospitales, ni de obra ni de palabra recibieron el menor insulto de parte de un vecindario, que despues de haber sufrido la más dura opresion, se hallaba entregado á la esplosion de su alegría con la mas absoluta libertad.

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El Consejo envió circulares á todos los Generales de los ejércitos españoles, invitándolos á que viniesen con sus tropas á ocupar la Capital, no porque hubiese necesidad de fuerza armada, sino por mera precaucion. Un suceso lamentable perturbó algun tanto la tranquilidad en la tarde del 4 de Agosto. Don Luis Viguri, uno de los mas adictos partidarios de Godoy, mandado proce sar con otros en Marzo del mismo año por el Rey Don Fernando VII, Intendente que habia sido de la Habana, de donde habia venido bajo partida de registro, aunque despues fue declarado libre y ab. suelto por su amistad con el privado, mirado ya con horror por el pueblo por esta causa, se habia manifestado, para complemento de su descrédi to, uno de los partidarios mas declarados de los franceses durante su permanencia en la Capital. Este hombre osó propalar ante sus criados que Monarca adorado que se hallaba entre prisiones, jamas ocuparia el trono español, en el que se consolidaria la dinastía de Bonaparte. Un criado no tuvo reparo en referir ante una multitud de exaltados paisanos las ideas de su amo. Al oirlas marchan enfurecidos á su casa, se apoderan de su persona, y en seguida es arrastrado cruelmente

el

1808.

por

las calles, hasta que espiró despues de una lenta y penosa agonía.

Este resceso escitó el celo del Consejo, quien al siguiente dia publicó un edicto firme y persua sivo, manifestando cuán absurdo era que el pue blo, á quien únicamente tocaba obedecer, se eri giese en juez de sus enemigos, y tomase. la venganza por su mano. Trató al mismo tiempo, no solo de contener la efervescencia popular, sino de adoptar enérgicas providencias para poner ba jo un pie respetable de defensa la Capital. ConVocó por bando á todos los varones desde la edad de 16 á 40 años sin escepcion de clases, para que se reuniesen y alistasen en los diversos barrios de la Capital, ascendiendo hasta 34.000 los que se presentaron, ansiosos de tomar las armas contra el enemigo. Este ejemplo fue imitado con igual fervor por los habitantes de todos los pueblos de la provincia de Madrid, cuyo Ayuntamiento formó al instante el plan de levantar dos regimientos de infantería de línea, uno de caballería y seis mil hombres de milicias honradas, dos mil hombres de caballería y sesenta artilleros; todos sostenidos de los fondos de la villa. Presentado este plan al Consejo fue aprobado por éste en todas sus partes; pero una mano funesta debió paralizar estos heróicos movimientos del patriotismo nacional..

El dia 13 de Agosto entró en Madrid el Teniente general Don Pedro Gonzalez de Llamas, á la cabeza de unos 8.000 hombres de los ejérci tos de Valencia y Murcia; y es imposible pintar

el entusiasmo con que fueron recibidos por su 1808. vecindario, enagenado con ténér en su seno á los defensores de la patria, que con tanta gloria acababan de humillar las altaneras águilas francesas en los campos de Valencia.io za mroq ol

El 23 de Agosto á las 10 de la mañana verificó igualmente su entrada en la Capital el General Castaños con el ejército de reserva de Andalucía, al mando del Teniente general Don Manuel Lapeña. El entusiasmo de los madrideños subió al mas alto punto á la vista de este ejército, á cuyo valor y denuedo se debia la victoria de Bailen, la evacuacion de la Capital y la retirada de los franceses á la orilla izquierda del Ebro. Desfilaron todas estas tropas por el arco triunfal; que junto á la casa del Ayuntamiento se habia levantado al intento, y desde alli marcharon á hacer los honores al Palacio Real, que se hallaba desierto, sin Rey ni Gobierno qué le ocupase. El pueblo contemplaba con el mayor entusiasmo al modesto vencedor de Bailen, y en la efusion de su patriotismo rodeaba y detenia su caballo para estrecharle en sus brazos entre infinitos vivas y aclamaciones.curit

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El júbilo de Madrid llegó á su colmo al saber que, cediendo á los inauditos esfuerzos de los zarágozanos, los franceses habian levantado el sitio de la Capital de Aragon el dia 15 de Agosto. Es te acontecimiento acabó de infundir en el pueblo una confianza ilimitada en sus fuerzas; y, entregado á ella, fue dilatando el armamento general. El Consejo, á quien la tiranía de Murat y la

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