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CAPITULO XXXIII.

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La division española al mando del Marqués de la Romana en Dinamarca. Acciones en que se halló. El Mariscal Bernardotte la distingue, y forma su guardia de españo-\ les. - Brillante estado de estas tropas. Primeras noticias de los acontecimientos de la Península. La division española recibe órden de prestar juramento al rey José I. Juramento condicional acordado en consejo de Generales. - Insurreccion de los soldados por no prestarlo. Heroismo de un Oficial español para ponerse en comunicacion con la escuadra inglesa. Recibe la Romana cartas de las Juntas de Sevilla, Valencia y Galicia. La Romana dispone fugarse á España con su division. Medidas para ejecutarlo. Traicion del segundo Gefe español Kindelan.- Las tropas acantonadas en Justland pasan á Nieborg. Dos regimientos que se hallaban en Justland, quedan prisioneros de guerra. La Romana se apodera de la plaza y fuertes de Nieborg. La escuadra inglesa entra en aquel puerto. Entrevista de la Romana y el Almirante Keats. Entusiasmo y júbilo de los españoles. Se embarcan los españoles, y llegan á la isla de Sangeland. La guarnicion española de esta plaza protege el desembarco de sus compatriotas. Disposicio

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La

nes de Bernardotte. Proclama de Kindelan, · Embárcanse los españoles, y llegan á Gotemburgo. Llegan á este punto los transportes de Inglaterra, Romana marcha á Londres. Llegan las tropas españolas á Santander. Alegria de la Nacion española. La opinion designa á la Romana para el mando de to

TOMO I.

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1808.

dos los ejércitos. La Junta central le nombra General
en gefe del ejército de la izquierda.
sobre esta primera campaña.

Consideraciones

A fines del mes de Mayo de 1807 salieron de España, como ya hemos manifestado, dos divisiones auxiliares de los franceses, la una para el Norte, y la otra para Italia; pero esta última tuvo órden de incorporarse á la primera, y ambas reunidas marcharon hácia el Elba hasta la plaza de Stralsund, en la Pomerania sueca, que entonces se hallaba sitiada por los franceses, y defendida por su Soberano en persona. Las tropas españolas llegaron á tiempo para hallarse en la rendicion de aquella plaza, que fue evacuada por el Rey de Suecia; y se distinguieron en los encuentros que hubo con motivo de diversas salidas de la guarnicion, bajo la direccion del Mariscal de campo Don Juan Kindelan. Toda la division española, compuesta de 11.500 infantes y 2.500 caballos, se hallaba á las inmediatas órdenes del Mariscal Bernardotte, Príncipe de Pontecorvo entonces, y ahora Rey de Suecia, que mandaba un ejército francés de 30 á 40.000 hombres, disponiendo asimismo de una gran parte de las fuerzas dinamarquesas.

Una parte de la division española ocupaba las inmediaciones del pueblo de Nieborg, la isla de Langeland y la de Fionia. En la primera solo habia un regimiento de infantería danesa, y otro de caballería en la segunda; por cuanto la fuerza principal del ejército danés se hallaba reuni

da en la isla de Seeland. Miraba Bernardotte con 1808. tan particular aprecio á las tropas españolas, que quiso formarse una guardia de honor, compuesta de soldados y oficiales escogidos de los regimientos de Zamora y de la Princesa, á la que despues agregó treinta hombres Ꭹ dos oficiales del regimiento de caballería del Rey.

Todas las tropas españolas se hallaban bajo un pie de guerra brillante; su vestuario en estado de lujo, las pagas puntualmente satisfechas por la tesorería española, el pais suministraba abundantes raciones de pan y carne, de que dis frutaba igualmente la oficialidad, á la cual ademas se le abonaba una gratificacion de mesa, regulada en doscientos francos diarios al Teniente general, ochenta al Mariscal de campo, treinta al Coronel, veinte al Teniente coronel, nueve al Capitan, y seis al Subalterno.

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Los periódicos franceses, que circulaban abun dantemente entre las tropas de este ejército, dieron las primeras noticias acerca de los sucesos de Bayona, de la horrorosa catástrofe del 2 de Mayo, de la violenta renuncia del Rey Fernando, de su internacion en Francia, del nombramiento de José Napoleon para el trono de España. Las cartas que venian de esta desde mediados de Mayo eran interceptadas rigorosamente, y solo llegaban á manos de los oficiales abiertas las que no contenian mas que asuntos familiares. Sin embargo, los ingleses, que tenian una escuadra en el Báltico, cuidaron de introducir furtivamente papeles, que informaron á

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1808. las tropas del verdadero estado de su Patria. Bernardotte, para evitar estas peligrosas comu nicaciones, adoptó las mayores medidas de pre caución, y previno que hasta los parlamentarios ingleses fuesen recibidos á cañónazos por las baterías de las costas, guarnecidas con destacamentos daneses.

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En este estado de agitacion recibió el Marqués de la Romana el 15 de Junio la órden del Príncipe de Pontecorvo para que sus tropas prestasen el juramento de fidelidad á José Napoleon, en la misma forma que ya lo habian vérificado la Asamblea de Bayona y los españoles residentes en aquella ciudad. El amor á la Pa tria ardia con la mayor violencia en el corazon de la Romana y en el de todos los españoles, y el movimiento eléctrico de independencia y de libertad del 2 de Mayo habia llegado hasta los: 56 grados de latitud septentrional. La crisis era terrible: el Príncipe de Pontecorvo no admitió las observaciones y contestaciones evasivas de la Romana, y este se dispuso á jurar, y mandó á su segundo el General Don Juan Kindelan hiciese prestar el juramento á las tropas que estaban á sus órdenes en el Jutland, como se verificó con señales muy evidentes de descontento. La Romana recorrió las islas de Fionia y de Langeland, enteró á las tropas de las noticias que habia recibido, y las hizo prestar el juramento con esta fórmula, adoptada con acuerdo de todos los Oficiales de la plana mayor, y redactada por el Auditor de Guerra Don Juan

Miguel Paez de la Cadena, en el dia Embajador 1808. de S. M. C. en Rusia, en los términos siguien

tes

<<En la suposicion de que la Nacion española, «de la que somos parte, y á la que protestamos «querer vivir y morir siempre unidos, haya . «prestado por medio de sus representantes legí<<timos, y con plena libertad, el juramento que «se nos exige, juramos fidelidad y obediencia al «rey José Napoleon, á la Constitucion y á las «Leyes.»>

Este juramento, calculado para que en tiempo alguno pudiese tener fuerza y valor, desagradó desde luego á Bernardotte, que exigió de las tropas lo prestasen sin restriccion alguna. Cuando se trató de hacer jurar al primer batallon de Cataluña en la isla de Langeland, estuvieron las tropas á punto de sublevarse, manifestándose el mayor descontento en todos los cuerpos. En vano trataban los Gefes de persuadir á los soldados que el juramento era condicional. Un cabo del regimiento de la Princesa en el acto del juramento salió diez pasos al frente de las filas, diciendo á gritos que él no juraba, aunque le hiciesen pedazos, con lo que se desordenó el regimiento; y aunque su Coronel el Conde de San Roman tenia bastante ascendiente sobre sus soldados, que le amaban, y volvieron á formarse, el cabo rebusó volver á entrar en las filas. El regi miento de caballería de Almansa en Odense, á presencia de varios Oficiales franceses, y de un Ayu dante de campo del mismo Bernardotte, empezó á

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